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Capítulo quince

CAPÍTULO QUINCE

Nos mirábamos en silencio con ganas de arrancarnos la ropa mutuamente, recorríamos nuestros cuerpos con nuestros ojos. Nuestras miradas hablaban y pedían a gritos volver a tocarse.

Tuvimos que contenernos porque la noche no pedía sexo si no respuestas. Y aún tenía mucho por aclararme.

Mis pensamientos se detienen por su segundo cuando Jasper mueve sus labios con la intención de hablar.

— ¿Estás conmigo, verdad? — Mira de reojo al suelo.

— Acércate. — Moví mi mano como si estuviera abanicándome.

Jasper se colocó en frente de mí. Respiraba relajado pero tenso, y le rodeé con mis brazos.

— Necesitaba esto. — Dije mientras la apretaba fuertemente contra mí. Al principio el apenas se movió pero poco a poco sentí como me devolvía el abrazo. Necesitaba abrazarle para volver a sentirme con fuerzas. Para mí estos días alejada de él han sido una puta tortura.

— Yo te necesito a ti, Paige. — Susurra en mi oído mientras que agarra mi pelo con sus manos.

Mis ojos se entrecierran de placer solo con sentir sus manos y escuchar su voz tan cerca de mí.

Respiro hondo y me separo. Me pongo en pie y me acerco a una de las escaleras de metal, me siento. Jasper camina hacia mí lentamente.

— ¿Cómo puedo ayudarte? ¿Quiere decir eso que tengo que estar de parte de un asesino? — Sacudí mi cabeza cuando me vino una pregunta mejor a la mente. — ¿Por qué? ¿Por qué lo empezaste a hacer? — Dije seriamente con mueca de confusión.

— Era lo que te iba a decir, quiero terminar mi historia. — Me mira fijamente.

— Adelante pues. —Coloco mis manos dándole paso a que empiece a hablar.

— Cuando mi padre mató a mi madre en un ataque de rabia, yo estaba en mi habitación; sentí un fuerte golpe sobre el suelo y bajé lentamente las escaleras. Intuía lo que había pasado y no quería que mi padre me viera. — Se aproximó a sentarse a mi lado. — Vi un gran charco de sangre, y el cuerpo de mi madre desplomado en el suelo, mientras que mi padre se fumaba un cigarro en el sofá, como si nada hubiera pasado.

— ¿Y qué hiciste, Jasper? — Pregunté ansiosa.

— Fui a la cocina y cogí un cuchillo. Y esperé.

— ¿Qué? ¿Cómo qué esperaste?

— Esperé a que el entrara en la cocina y le solté todo lo que no me atreví a decirle en años. Pero recuerdo que mis últimas palabras fueron "Esto es por mamá" — Imita el gesto de clavar un cuchillo con sus manos. — Y le atravesé el estómago.

— ¡Oh, dios! — Me llevo las manos a la cabeza. — Que crudo todo.

— Lo sé. Pero ahí sentí algo que me cambio la vida, Paige. Pensé que le mataba por venganza, pero no sentía placer por saber que le había devuelto lo que le había hecho a mi madre, sentí placer por clavar su cuchillo en él. — Se lleva las manos a su cabeza preocupado. — Sentí placer al ver toda esa cantidad de sangre, es algo que no puedo describir. — Cae una lágrima por su rostro.

— ¿Disfrutas matando? — Dije tragando saliva.

— Sí. — Asiente.

— ¿Qué hiciste con sus cuerpos?

— Los enterré. Y fingí que mis padres me habían abandonado. Al principio sonaba sospechoso pero nunca dudaron de mí, un niño de trece años. — Se encoje de hombros. — Nunca encontraron nada.

Me levanto e intento mantener la calma. Quería saber más. Seguía sin saber qué hacer, pero ya sabía demasiado, y sinceramente, algo en él me hacía seguir deseándole. ¿Qué precio estoy dispuesta a pagar a cambio de tenerle a él?

— Tengo que irme.

— ¿Qué? ¿A dónde? — Se queda confuso.

— ¿Vas a explicarme por qué me dejaste tirada en medio de la calle la otra noche? — Dije mosqueada.

— Estaba enfadado. Aún no puedo decirte nada.

— ¿Enfadado con quién? ¿Conmigo? ¿Aún tienes más secretos? — Abrí la boca de sorpresa al mismo tiempo que tenía cara de rabia.

— Alguno que otro. — Suspira. — Aunque creo que es mejor que vayamos por partes, no quiero acojonarte.

— Sí. Creo que es mejor dejarlo para otro día. — Me di la vuelta y comencé a caminar hasta la puerta de la fábrica. — Y mejor te ocupas de esto. — Dije mientras pasaba por encima del cadáver y salí por la puerta de la fábrica.

No pasaron ni dos minutos cuando me di cuenta de que estaba prácticamente en medio de la nada y no podía regresar andando hasta BrookVille, porque tardaría horas. Así que, con rabia, llamé a la puerta.

Jasper me abre con una sonrisa de oreja a oreja.

— Llévame a casa por favor. — Niega la cabeza riéndose. — ¿Qué? ¿No pretenderás que vuelva andando, verdad?

— Paige, Paige, Paige. — Ríe. — Tengo que ocuparme del cadáver, como bien me acabas de decir.

Resoplé. Tenía dos opciones; ayudarle y que me llevara en coche o regresar andando, la cual puedo descartar completamente si no quiero morir congelada.

— Dos manos son mejor que una. — Le digo empujándole a un lado mientras agarro los pies del muerto. — Se da la vuelta y se queda mirándome. — ¿Te mueves o qué?

— Ya voy, ya voy.

Agarra el cadáver por el tronco y mientras que sujeta la puerta con su pie, salgo por ella, hasta que la cierra cuando ya estamos los dos en el exterior.

Metemos al chico en el maletero y recojo mi bolso del techo del coche y me meto en él. Jasper entra y enciende el motor. Me mira y sonríe. Le miro de vuelta sin sonreír. Y arranca.

Estamos en mitad de la nada, ni una sola pizca de luz a nuestro al rededor. Cómo no, del maletero saca una pala, y sin pensarlo dos veces empieza a cavar. Yo me quedo en el interior, le miro a través del espejo retrovisor y pienso. ¿Qué tan enamorada estoy de él? ¿Es amor o es obsesión? ¿O es acaso Jasper una llave para poder ser yo misma sin ser juzgada?

Una persona normal correría en cuanto tuviera oportunidad a la policía. Y yo aquí sigo. Metiéndome cada vez más en el pozo sin salida.

Salgo del coche.

— ¿Lo vas a dejar ahí sin más? — Pregunté.

— Sí. ¿Qué voy a hacer? — Me mira de reojo arqueando una ceja.

— Pues no sé. Tarde o temprano te acabaran pillando.

— No me importa.

— ¿No te importa? — Frunzo el ceño. — ¿Tanto lo disfrutas que estás echando a perder tu vida sin que te importe?

— Exacto. — Deja de cavar para coger el cuerpo del maletero. No parece necesitar mi ayuda. — No tengo nada que perder. Mi vida es esto.

Mi rostro mostraba angustia, sentía pena. Estaba enfermo, su cabeza no funcionaba bien. Al fin y al cabo era un psicópata.

— ¿Y nunca has pensando en matarme? — Desploma al cadáver en el hoyo y se sacude las manos.

— Nunca. Eres lo único que tengo. — Comienza a echar tierra sobre el agujero.

— Entonces si tienes algo que perder si sigues con esto. — Dije seriamente mirándole a los ojos.

— ¿Dame tiempo para pensar, vale? — Continúa echando tierra.

Me doy la vuelta y me meto en el coche. Espero unos quince minutos cuando le veo acercarse por el retrovisor. Abre la puerta.

— Abre la guantera. — Giró mi cabeza para escucharle y de seguido me inclino para abrirla. — Dame esa libreta y el lápiz.

Agarro la libreta y el lápiz y se lo doy. ¿Qué hace? Recorta una página y me entrega la libreta. La guardo. Se da media vuelta y se apoya en el coche mientras que escribe.

— ¿Qué estás haciendo? — Pregunto extrañada. No recibo respuesta.

Jasper camina de nuevo hacia el pozo de barro, hojas, tierra y arena donde está el cadáver, atraviesa la nota sobre el lápiz, y tras eso, lo clava sobre la tierra. Ahí lo deja y se monta en el coche de nuevo.

— ¿Qué has escrito? ¿Qué vas a dejar pistas o algo por el estilo? — Pregunto irónicamente.

— Te llevo a casa. — Ignorando completamente mi pregunta, arranca el coche y nos vamos, mientras que yo miro hacia atrás observando el papel y el lápiz sobre el terreno mientras que nos alejamos.

Aparcamos a unos cincuenta metros de mi casa y pude observar como de lejos había dos coches policías, y entre ellos el padre de Elliott, del que por cierto no supe nada más en lo que iba de noche.

Jasper me miró.

— No salgas del coche. — Le dije.

— Eso es sospechoso.

— Jasper, los amigos del muerto fueron a denunciar su desaparición.

— ¿Cómo lo sabes?

— Lo escuché cuando estuve en comisaría.

— Joder.

— Tú eres el último al que han visto con él.

— Ya, ya lo sé. — Se enciende un cigarro.

— Vete antes de que te vean. Me enteraré de lo que quieren. — Me desabrocho el cinturón y me bajo.

— Vale. Escríbeme.

— Sí.

Me bajo del coche y comienzo a caminar cuando su voz me detiene.

— Gracias.

Sin mirarle, continúo la marcha.

Caminé hacia mi casa fingiendo que iba un poco pedo y que venía de la universidad.

Mi madre estaba en la puerta hablando con el padre de Elliott, y me observaban fijamente mientras me acercaba a ellos.

— ¿Pasa algo? — Dije.

— Hija. ¿Dónde estabas?

— En la universidad, ¿por qué?

— Paige, necesito hablar contigo. — Me mira seriamente el señor Ronson.

— ¿Qué pasa? — Me quedo parada en frente de él.

— Has estado en comisaría durante cinco minutos, y me han desaparecido unas llaves, que eran una prueba.

— ¿Perdón? ¿No pensarás que yo...? — Puse cara de angustia y decepción.

— Yo solo intento saber... — Interrumpí a Michael.

— ¿¡Estuve ahí porque lo necesitaba, vale?! Lo único que ocupa mi mente ahora mismo es mi padre, no unas llaves vete tú a saber de quién. — Monté la escena antes de casi empujar a mi madre antes de entrar por la puerta.

— ¡Espera! — Me gritó el señor Ronson. Me paré en seco y me di la vuelta, colocada al lado de mi madre. — ¿Conoces a un chico rubio, de aproximadamente metro noventa de altura?

Me quedé en silencio.

— Hay mil personas con esa descripción. — Dije mirando hacia los lados.

— Jasper Barbrow. — Alza la voz mi madre.

— ¿Quién? — Michael sacó una libreta de su bolsillo para apuntar.

— Es un paciente mío, bueno ha venido una vez y no he vuelto a saber de él. Es rubio y alto. Y no es muy normal qué digamos, tiene depresión y falta de empatía hacia los demás; así generalizando. — Miro a mi madre intentando disimular no querer arrancarle los pelos. — ¿Tú le conoces verdad, Paige? ¿No va contigo a la universidad?

El inspector me mira fijamente esperando una respuesta.

Una respuesta que nunca llegó.

— Bien. Lo buscaré para hacerle unas preguntas.

El inspector se va y yo me dirigí a mi madre.

— ¿Qué es eso de inculpar a la gente así como así? — Fruncí el ceño.

— No he inculpado a nadie. Ha descrito a una persona y yo he dado la información que poseo.

— Genial, mamá. — Le miro de arriba abajo y me dirijo a subir las escaleras.

— Paige. — Me detengo apoyando un brazo sobre la barandilla. — ¿Qué tienes con ese chico?

— Nada. — Digo sin mirarla.

— Cuando estuvo en casa parecía que os conocíais bastante.

— Tengo novio, ¿recuerdas? — Suspiré. — No le conozco de nada. — Subí las escaleras y escuché como mi madre cerraba la puerta con llave.

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