Capítulo ocho
CAPÍTULO OCHO
27 de Septiembre de 2018
Tengo un grave problema.
Destaco,
grave problema.
"Jasper"
Cuando estoy con él, me sumerjo en una hipnosis profunda. No razono. Pierdo mí capacidad de autocontrol. Sonrío como una imbécil solo de pensar en él.
Sus ojos, su pelo, su especial sonrisa.
Decido mandarle un mensaje.
De: Paige
Para: Jasper
Asunto: ¿Puedes verme esta tarde?
De: Jasper
Para: Paige
Asunto: Sí.
De: Paige
Para: Jasper
Asunto: Te veo en la puerta de la Universidad a las cinco.
Teniendo en cuenta que ya son las tres y media y no estoy haciendo nada interesante más que inundar mi mente con la imagen de la silueta de Jasper, decido ir a encargar los libros para clase y así tan sólo tener que esperar a que me llamen para ir a recogerlos.
Cuando bajo las escaleras y descuelgo la chaqueta vaquera del perchero de la entrada, observo a mí madre hablando por teléfono, notablemente tensa. Me dedica una mirada de agobio y suspira.
Aunque decido ignorarlo, mi cabeza se queda pensando con quién podría estar hablando.
Camino por delante de la casa de Tessa, no puedo evitar preguntarme que estará haciendo... Cómo se sentiría si supiese que Marc está muerto.
Entro en la librería y entrego una nota a la dependienta, que teclea en el ordenador, y pasados dos minutos, me sonríe.
— Ya están encargados. Déjeme un teléfono de contacto y la llamaré cuando estén aquí.
— Muchísimas gracias, señora. — Le digo mi número de teléfono. — Hasta luego.
Salgo de la tienda y me sobra el tiempo, así que decido ir a hablar con Elliott. Me he comportado de manera inapropiada con él. Tan solo se estaba preocupando por mí y casi le monto una escena de celos. Y razón no le falta, le he puesto los cuernos.
Camino hacia su casa, que está a unos diez minutos del centro, la verdad es que en este pueblo todos estamos muy cerca de todos. Me pregunto a qué distancia viviré de Jasper, porque ni siquiera sé dónde vive, ni con quién.
— Hola, Sr. Ronson. ¿Está Elliott? — Sonrío ante Michael, mi supuesto suegro.
— ¿Cómo estás, Paige? Está en su cuarto. — Me invita a entrar.
Me dirijo al cuarto de Elliott y llamo a la puerta.
— ¡Pasa! – Grita pensando que es su padre quién está al otro lado de la puerta.
— ¿Cómo estás? — Sonrío tímidamente.
— ¿Qué quieres, Paige? — Contesta en un tono no muy amable.
— Hablar, ¿puedes? — Fuerzo una sonrisa mientras Elliott resopla y se sienta en el borde de la cama.
— ¿Queda algo más aún por hablar?
— Sí. Demasiadas cosas. — Le miro. — No sé cómo afrontar la situación si no estás tú a mi lado para apoyarme.
Elliott resopla. Está dolido. Aunque yo creo que sí puede ser capaz de perdonarme. Estoy echa un lío. Pensaba que Elliott no me transmitía lo mismo que Jasper, pero en realidad, la confianza que tenemos, hace que me sienta muy a gusto a su lado.
Le quiero.
— ¿Y qué puedo hacer yo, Paige? ¿No te vale que te apoye el otro? — Niega con su cabeza, decepcionado.
— Sé que estás decepcionado... — Me interrumpe.
— Yo lo daría todo por ti, Paige. Y lo sabes. Me siento engañado.
— En nuestras manos está arreglarlo, ¿no? — Le agarro la mejilla.
— ¿Y tú lo tienes claro? — Me mira fijamente. — ¿Tienes claro que soy yo al que quieres?
— Marc está muerto. — Dije al mismo tiempo que quité mi mano de su cara y miré al frente.
— ¿Qué? ¿Qué hablas Paige?
— Ayer fui hasta su casa para hablar con él y me lo encontré en el suelo, no respiraba. — Me levanté y comencé a caminar.
— ¡¿Por qué no me lo contaste?! ¡¿Te colaste en su casa?!
— ¡No daba señales de vida! ¡Estaba preocupada! — Miré por la ventana.
Elliott se levanta detrás de mí y se echa las manos a la cabeza. Parece que está pensando.
— Tengo que decírselo a mi padre.
— ¡No! — Me volteé. — No quiero tener nada que ver con esto.
— ¿Y qué coño voy a hacer Paige? — Cae en llanto y pega un puñetazo a la pared. — ¡Es mi mejor amigo!
Me inclino y le abrazo. Me abraza de vuelta. Me aprieta muy fuerte. Está roto, y sé qué mi abrazo es lo que más necesita ahora.
— ¿Qué pasa si le dices a tu padre que soy yo quién lo encontré? — Pregunto dudosa.
Elliott se separa de mí y se queda justo en frente.
— No sé, supongo que te preguntará como lo encontraste. — Encoge los hombros. — No te va a pasar nada si cuentas la verdad, Paige. Hay alguien ahí fuera que ha matado a dos personas en muy pocos días. Tenemos que poner nuestro grano de arena para encontrarlo. No sabemos quién puede ser el siguiente.
Me quedé callada.
— Tengo que irme.
— ¿Se lo digo o no? — Me pregunta ansioso por una respuesta.
— ¡No lo sé! No lo sé, Elliott. — Coloqué mi mano en mi frente.
— Va a ser lo mejor. — Asiente. — No te voy a dejar sola en esto, Paige. Esto nos influye a todos.
— Supongo que en eso llevas razón. ¿Se lo dirás tú a Tessa?
— Sí. La llamaré más tarde en cuanto acabe de hablar con mi padre.
Le abracé y me fui hacia la puerta.
Agarró mi brazo por la espalda, me empujó contra él y me plantó un beso en los labios.
El beso fue dulce, sus labios eran suaves. Cerré los ojos y mi cabeza se llenó de recuerdos bonitos que el protagonizaba.
— Te quiero Paige.
— Yo también te quiero.
Me dirigía hacia la Universidad para encontrarme con Jasper. Tenía que contarle que había decidido avisar a la policía, aunque no lo haya hecho directamente.
Creo que ha sido lo correcto, para que puedan seguir avanzando, aunque eso signifique que tendré que responder a varias preguntas incómodas.
Visualizo a Jasper desde lejos, me está esperando con una bonita sonrisa en su rostro. Decido dejar el tema hasta más tarde, ahora solo me apetece distraerme un poco y conocerlo un poco más.
— ¿A dónde me llevas? — Pregunto impaciente.
— ¿Quieres conocer mi casa? — Me dice abriéndome la puerta de su coche.
Le respondí con una sonrisa. Una de las cosas que iba a preguntarle era donde vivía, e iba a poder saberlo en unos pocos minutos.
Pensé que vivía en BrookVille pero mi instinto parece ser que se equivocó ya que nos dirigíamos a uno de los pueblos de alrededor, Chadwick.
Parecía un pueblo mucho más frío y nubloso. Vivía en un apartamento de dos plantas, con una vivienda diferente pegada a cada lado.
La calle se basaba en una pequeña carretera y un camino de piedra que se bifurcaba en filas y más filas de casas.
La entrada tenía escaleras, era un estilo muy Neoyorkino, pero con una estética bastante más limitada. Aún así, el interior de la casa tenía una decoración bastante bonita. Me sorprendió positivamente.
— ¿Qué quieres beber? — Me preguntó mientras azotaba las llaves sobre el armario que había en la entrada.
— ¿Vino? ¿Si puede ser? — Sonreí mientras colgué mi chaqueta en una percha. — ¿Vives aquí solo? ¡Es enorme!
— Sí. Mis padres me mandan dinero cada mes para pagarla. — Aparece de la cocina con dos copas de cristal y una botella de vino tinto.
— Esto no lo paga cualquiera, es decir... — Me interrumpió.
— Mis padres son dueños de una fábrica de cristales. — Me comentó mientras se sentaba en el sofá e invitándome a mí a hacerlo. — Digamos que tienen bastante dinero.
— Eso es increíble. ¡Qué guay! — Me senté. No podíamos quitarnos los ojos de encima. Estábamos mudos. Era el momento donde tenía claro que íbamos a abalanzarnos el uno sobre el otro para empezar a hacerlo hasta que nos cansáramos, pero me contuve y seguí intentando mantener una conversación. — ¿Cómo conseguiste mi número de teléfono? — Dije. Realmente quería saber todas las cosas que nunca tuve la oportunidad de preguntarle porque antes de hacerlo sus ojos ya habían terminado de hechizarme.
Jasper se río, y negó con la cabeza.
— Larga historia. — Se me quedó mirando sin decir nada.
— ¡No, en serio! ¡Quiero saberlo!
— Está bien. Pero no te asustes. Cuando me enteré que íbamos a la misma clase, cogí las fichas de la mesa del profesor hasta encontrar la tuya, y apunté tu número.
No pude evitar abrir la boca de sorpresa. ¿Debería asustarme?
— ¿Por qué no me lo pediste directamente?
— Tenías novio. No sé si ibas a querer dármelo. — Encoje sus hombros y bebe un trago del vino.
Yo también bebo. Toso y coloco mi mano en forma de puño sobre mi boca.
— Respecto a eso.
— ¿Qué? — Clava sus ojos en mí.
— Creo que vamos a darnos una oportunidad. Le echo de menos... y en estos momentos le necesito. — Le mantengo la mirada.
Jasper empieza a reírse.
— ¿Tu que me estás vacilando?
— ¿Perdón?
Se empieza a mover lentamente hasta que se pega a mí colocando su cara a dos centímetros de la mía.
— ¿No vas a dejar que te folle hoy? — Hace pucheros. Dirige la mirada hacia mis labios y acto seguido la regresa a mis ojos. Se muerde los labios. Es un puto seductor. Y yo me contengo muy fuertemente para no caer en sus encantos otra vez. Empiezo a agitar mi respiración al notar que está tan, pero tan cerca de mí, y que se muere por arrancarme la camiseta.
— ¿Por qué vas a terapia con mi madre? — Le suelto sin rodeos para a continuación cerrar los ojos de alivio al notar que poco a poco se aleja de mí y vuelve a su posición inicial.
— Porque la necesito. — Arquea una ceja. — La terapia, digo.
— ¿Y por qué tiene que ser con ella? — Pregunté.
— No lo sabía. Fue casualidad. — Se tira hacia atrás en el sofá y pone sus manos en su nunca. — ¿Alguna pregunta más que quieras hacerme?
— Por el momento no. Ya te preguntaré según se me ocurran. — Desafíe.
— Paige. — Vuelve a inclinarse hacia delante, apoyando sus codos sobre sus rodillas. — Me pones mucho. Pero aparte de eso, también me gustas. — Yo no puedo hacer otra cosa que esforzarme por no reflejar una gran sonrisa en mi rostro. — Y creo que podríamos encajar muy bien, ¿qué me dices?
— Yo...
No puedo contenerme. De nuevo he vuelto a dejarme llevar.
Acaricia mi pelo y lo aparta a un lado para poder besar mi cuello.
— ¿Subimos? — Me dice al mismo tiempo que me agarra con sus manos por debajo de mis piernas.
Llegamos a su habitación, que queda a mano derecha de unas escaleras de madera pintadas de color blanco, cosa que me pareció bastante original, y me posa suavemente sobre su cama, acariciando mi mejilla. Baja las persianas. Yo no puedo quitarle ojo. Me parece tan atractivo todo lo que hace.
Cómo camina.
Como se mueve.
Cómo me folla con la mirada.
Muerdo mi labio inferior.
Se inclinó hacia una de sus mesitas de noche, para abrir un cajón y sacar una cuerda de escalada.
Sujetó mis manos con fuerza rodeándolas con la cuerda, que ató en lo alto de la cama. No podía moverme. Empezó a besar todo mi cuerpo, cada parte de él, muy suavemente deslizaba su lengua haciendo temblar cada uno de mis huesos. Yo no podía parar de jadear mientras lo observaba.
De repente, se marchó de la habitación. Me quedé confusa sin poder moverme y espere por unos minutos hasta que lo vi aparecer por la puerta lentamente sujetando un cuchillo entre sus manos.
En ese momento mi cuerpo se quedó inmovilizado. Realmente pensé que mis días de vida estaban a punto de terminarse. Mi cabeza asimiló que él era el asesino y que estaba a punto de matarme. Todo encajaba, encajaba que él quisiera marcharse conmigo el día de la fiesta, encajaba que le gustara follar en el cementerio, encajaba que se sintiese tan atraído por mí... Porque lo que quería hacer desde un primer momento, era matarme.
Pero todos esos pensamientos fueron nulos cuando vio mi rostro asustado a punto de caer en llanto para suplicar por mi vida.
— ¿Paige? ¿No pensarás que te voy a matar, no? — Me miraba extrañado y confuso.
No te jode. Me atas y apareces con un cuchillo habiendo un asesino suelto y aún te extraña que tenga miedo.
— ¿No lo vas a hacer? — Pregunté temblando.
— ¡No! ¡Joder! — Dejó el cuchillo sobre el mueble donde había una televisión. Ahí ya me quedé más tranquila. — Iba a enseñarte algo, algo sobre mí...
— Desátame y hablamos. — Me soltó.
Al principio no quería acercarme mucho a él, pero realmente pasados unos minutos, no vi intención alguna de matarme.
— Cuando me llevaste al cementerio... Pensé que teníamos más cosas en común de las que creía. — Suspira. — Soy muy pasional, como ya has podido observar. Y algo que me apasiona a la hora de tener relaciones, es hacerme, o hacer, un poco de sangre... y chuparla. — Agachó la cabeza, se sintió avergonzado.
En ese momento me acerqué a él y empecé a acariciar suavemente su cuello.
— Gracias por confiar en mí. — Susurré en su oído.
La verdad es que nunca antes tuve ninguna relación tan intensa como las que he tenido con él, y me apetecía ir a más. Mi cuerpo pedía y quería todo lo que él pudiera darme. Y no iba a rechazar nada. Y más aún cuando sus palabras fueron como joyas en manos de un rico para mí. Estaba muy excitada, así que me levanté, cogí el cuchillo y corte muy suavemente su brazo, acto seguido lo lamí. Disfruté esa sensación más de lo que creía y veía la cara de placer en él, que aunque me mirara como un lince a punto de capturar a su presa, yo no le tenía miedo. Me dejé llevar y disfruté como nunca antes. Nuestros cuerpos se fusionaban de una manera un tanto oscura pero muy intensa. Fue un momento indescriptible.
Ahí me di cuenta de que confiaba ciegamente en él.
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