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Capítulo 99 (Parte 2)

Me estaba quedando sin cartas que utilizar contra Yaoguai, cada oportunidad que tenía para atacarlo, él parecía conocer el movimiento de antemano y, como cualquiera con más de dos neuronas en su cerebro, se aprovechaba de esto, lanzándome contra el suelo o alguna pared cercana. Cada insulto, cada amenaza y cada burla que salía de mi ingenioso cerebro no parecían más que vanos intentos por captar su atención y desviar la misma de... ¿esos dos se estaban besando?

Ignorando eso, necesitaba probar que todas mis acciones habían tenido una razón de ser, que podía redimirme; sin embargo, el trabajo no era tan sencillo como parecía y ni siquiera la paga era buena. De hecho, sí lo era, finalmente luego de esto, las personas podrían ver más allá de las mentiras y entender que Lila Rossi era algo más que una fachada.

Pero eso no sería posible si no derrotábamos a Yaoguai, este tipo estaba loco, nunca entendí su propósito o qué lo impulsaba a atormentar a París, lo que sí era claro en el rostro del hombre que controlaba, era la exasperación y el cansancio del infinito juego entre el gato y el ratón en el que se había metido sin consentimiento previo.

A pesar del cansancio y de la fuerza con la que su mirada oscura estaba clavada en mí, evité mostrarme intimidada o aterrada, nuestro tiempo de convivencia me había enseñado varias cosas con respecto a su carácter, y no estaba en mis planes echar la ventaja por la borda.

Era momento de mostrar todas las cartas, o quizá de mover una pieza.

—Siempre me dijiste que era tu segunda al mando, tu mano derecha, la única en quien podías confiar plenamente. Según tú, yo era implacable, despiadada y fiel a mis ideales. ¿Qué te hace dudar ahora de mis intenciones?

Caballo toma torre.

—Lila, mi leal jardinera. ¿Recuerdas la historia que te conté un día? La cucaracha, las rosas, el jardinero.

—¿Qué diablos dices? ¿Qué tiene que ver eso con esto? ¿Esperas que sienta lástima? ¿La autocompasión que te hace falta?

En medio de la oscuridad, luego de que las alarmas de seguridad se detuvieran, el pequeño rastro de una sonrisa se deslizó de sus labios, y aunque su rostro demostraba la intención de responderme con un comentario igual de sarcástico, sus labios permanecieron sellados en una fina línea y su mirada continuó pegada a mi espalda, mientras me movía alrededor de la guarida, todo mi tiempo aquí me había enseñado mucho y había aprendido de la misma forma, como por ejemplo conocía cada pasadizo, cada túnel y cada esquina de la guarida como la palma de mi mano y él lo sabía.

Así que cuando me volteé y crucé su mirada con la mía, la mantuvo firme, esperando alguna duda en mis ojos, pero cuando Lila Rossi se compromete en algo, nunca lo suelta hasta cumplir su cometido.

—¿Pensaste que te vería como víctima luego de esa historia? ¿Qué luego de escuchar "tu pasado" finalmente comprendería tus impulsos? —reí rodando los ojos de la misma forma en que rodé entre sus piernas, evitando el golpe en la espalda con su bastón—. Parecías casi humano, y casi lo creí, pero tú no tienes compasión, no la conoces. ¿Sabes por qué? Porque me vi en ti, desesperada por cumplir un objetivo que no tenía ni el mínimo sentido, esa fue la única vez que sentí verdadera lástima por ti y por lo que te has convertido. Tuviste la oportunidad que cualquiera hubiera deseado para arreglar las cosas, pero parece que eso nunca te interesó.

Yaoguai se giró y ambos quedamos cara a cara. Sin importar la diferencia de altura, ninguno de los dos se sintió más intimidado que el otro, manteniendo nuestras miradas fijas, caminamos en círculos, midiendo nuestra capacidad de esperar a dar el primer paso y por ende el primer golpe.

Y no sería yo quien bajaría sus murallas.

—Te conté esa historia porque era la verdad. Pero no la mía.

—No intentes cambiar las cosas. Esa es la cosa con el pasado, se queda dónde está —lo detuve, apuntándolo con la punta de mi flauta, donde un pequeño rayo de luz se transformaba en una esfera, el inicio de una ilusión—. Fui usada para tus propósitos egoístas y acepté tus trabajos sin siquiera preguntar. Herí personas, causé miedo en la población y me creé una máscara sobre otra para mi vida cotidiana. ¿Por qué sigues pensando que tienes el derecho de siquiera hablarme?

—Lila, este no es el papel para el que fuiste creada. Eres ruin, malvada, mentirosa, esa es la personalidad que se te dio. ¿Y ahora tú me estás diciendo que puedes cambiar? ¿Qué luego de unos segundos con esos dos se te puede pegar un poco de bondad? —señaló con una sonrisa socarrona a los dos.

—Al menos miento en tu cara.

Ninguno añadió nada más, simplemente asumimos que todo estaba dicho. Y como si alguien, de repente, hubiera oprimido el botón de reproducción, él se lanzó hacia adelante con el bastón apuntando a mi pecho, y antes de que tuviera la oportunidad de agacharme y rodar al contrario, sentí una punzada de un frío metal, seguido por un extremo calor y ardor que se extendió desde mis costillas hasta el resto del cuerpo.

—¿Estás segura? —con la espada aún clavada en mi pecho, Yaoguai caminó lentamente a mi alrededor, agitando y hundiendo, la punta de la espada, con cada vuelta que daba. No entendía, si éramos prácticamente invulnerables, cómo había sido capaz de traspasarme con su arma, a menos que los akumas con los que me transformaba no eran producto directo del miraculous de la mariposa— ¿Comprendes que estás a punto de sacrificarlo todo por las mismas personas que te dieron la espalda, te llamaron mentirosa, falsa, zorra? ¿Tan poco honor tienes?

¿Honor? ¿Él tenía el valor de hablar de honor?

Esa palabra y la anterior pregunta cruzaron por mi cabeza, me sentía en una balsa fuera de control que se dirigía hacia los rápidos, no tenía mucho tiempo para decidir, esa saltar o morir. Sin embargo, no tenía miedo, no por mí.

Lo miré a los ojos, respirando periódicamente para regular mi respiración, pequeñas bocanadas de aire me estaban ayudando a aclarar mi cabeza que solo gritaba "¡Dolor!", y fue entonces que lo vi, entendí por quién sí debería permitirme sentir miedo, ese era Nathaniel. Estaba lista para morir, porque me lo merecía, pero mi sacrificio no valdría la pena si antes no lo liberaba.

—De los dos, Nathaniel fue el más firme en sus propios ideales. Él nunca llegó a confiar en ti, por eso fue al que más manipulaste, lo usaste como un títere. Fuimos tus marionetas, nosotros recibiríamos el golpe en tu lugar, y no te importaba. Estabas tan desesperado por alcanzar tu objetivo que no notaste con quién te rodeabas. Nathaniel y yo estábamos cansados de ver como cada día la ciudad era destruida, aunque si te soy sincera... eso vino después, al menos para mí. Al inicio, por supuesto, odiaba a Ladybug, quería acabar con ella. Vivía en una fantasía en la que haría todo por tener a Adrien comiendo de mi mano —resoplé recordando lo ingenua que había sido, sintiendo como el filo de la espada iba clavándose poco a poco, más profundo—. Pero cuando mostraste tus verdaderos colores, cuando supe que estaba siguiendo a un fanático, entendí que Gabriel Agreste no merece ser recordado por tus actos.

Cuando la última sílaba salió de mis labios, concentré todas mis emociones en un solo movimiento, y me impulsé con mis piernas, lográndome levantar, no sin antes sentirme un poco mareada por el esfuerzo. Fue ahí, en ese segundo de duda, que luces blancas centellaron en mis ojos, bloqueándome la vista, pero no lo suficiente como para no coordinarme y tomar el bastón de sus manos, deslizando mi flauta debajo de su cuerpo, a la vez que desencajaba la espada de mi pecho. El sonido que él hizo cuando golpeó el suelo, fue memorable, al igual que su cara de sorpresa cuando se dio cuenta que había ocupado su lugar y ahora yo era quien lo apuntaba.

—¡Ahora! —escuché gritar desde lo alto, y en un pestañeo, los héroes a los que había traicionado más veces de las que podía recordar, estaban cuidando mis espaldas.

Y no estaban solos.

Chat noir cargaba a un pelirrojo cuyo color de cabello contrastaba con la luz que emanaba la bombilla en la mano de Ladybug.

—Ni un paso más. Él es mío —sentenció el rubio, acostando a Nathaniel en una esquina, antes de apartarme del camino.

Los ojos de Yaoguai habían quedado reducidos a dos canicas que reflejaban demasiadas emociones a la vez, como para que alguien pudiera nombrarlas; no obstante había una muy clara: venganza.

—Engañaste a mi padre. Utilizaste su propósito para cometer actos atroces. No mereces el miraculous de Moth, no mereces el apellido Agreste, y mucho menos, mereces el perdón del Maestro Fu —los irises verdes del felino habían adoptado un tono oscuro, mientras sus garras presionaban la garganta de Yaoguai, en ese momento, Adrien Agreste me pareció todo, menos educado.

—Parece que están bien informados —una risa hueca salió de su garganta como un pequeño animal rastrero, buscando cualquier oportunidad para escapar. Pero sus ojos mostraban todo lo contrario—. ¿Y se podría saber dónde está Fu ahora?

Yaoguai miró directamente a los ojos de Chat noir, retándolo en silencio a responder la pregunta que posiblemente no tenía una buena respuesta, no después de lo que Piper nos había dicho que había pasado en su despacho. El enmascarado parecía buscar alguna grieta en la armadura de ira que el felino había creado a su alrededor.

—Él...

Y por poco lo logra.

—Estoy aquí.

.

.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? —pregunté retorciéndome los dedos en mi regazo.

—Diez segundos desde que preguntaste, Luka. Mira, tranquilízate, luego de que saquemos a la familia de Piper de los túneles, pondremos en marcha tu plan. Siendo sincera, no está nada mal. Además no es como si no tuvieran escapatoria, no pueden estar peor de lo que ya estaban —dijo, Alya, esbozando una sonrisa de lado, al mismo tiempo que tomaba y apretaba su mano con la mía.

Recibiendo el mensaje de tranquilidad en medio del silencio, levanté el rostro y le devolví la media sonrisa. No tenía nada que temer, excepto las sacudidas que cada cierto tiempo los túneles experimentaban, y si no tomaba en cuenta aquello, aún contábamos con Piper y los héroes más poderosos de París, por amor de Dios. Si alguien podía vencer a Hawk Moth, eran ellos. Incluso si eso implicaba estar sentado en un túnel húmedo con una bombilla, a punto de entrar en cortocircuito, sobre mi cabeza.

Sin embargo y a pesar de la esperanza que Alya intentaba transmitirme, no estaba completamente tranquilo, mucho menos cuando el sonido de unos pasos se aproximó por el túnel derecho, repicando su sonido como los fuegos artificiales del 14 de julio. Los pasos avanzaban con prisa, pero era demasiado el eco que causaban para que solo fueran las dos personas que esperábamos, había llegado el momento de sacudirnos la autocompasión y empezar a actuar.

El primero en salir fue un hombre de cabello rojo, alborotado y de tono cobrizo, alto y de contextura delgada, ya sea por su tranquilo estilo de vida o por haber estado alejado del mundo por tanto tiempo. Sus ojos fueron el único destello resplandeciente de toda su figura, que me decían muy en el fondo que era de confianza. Su ropa, más andrajosa por el viaje a través de los túneles que por otra cosa, se diferenciaba de la gran columna de oscuridad de la que él se abría paso.

—Cassie, creo que llegamos —dijo el hombre, su voz a pesar de parecer un susurro bajo estas circunstancias, aclamaba la presencia firme que sus pasos y postura erguida dictaba. Una energía de la que antes ya había sido testigo—. Espera un momento.

—¿Sr. Kurtzberg? ¿Qué hace aquí? —Alya tomó la iniciativa, parecía conocer al hombre y fue ella quien lo saludó estrechando su mano.

Si Alya lo había reconocido con ese apellido, era claro que guardaba algún parentesco con el pelirrojo que andaba detrás de Piper.

—Sí, Volpina nos liberó. Hawk Moth nos había tenido como prisioneros por meses... —el señor se detuvo abruptamente y pasó a analizarnos lentamente con su mirada, quizá nuestros rostros no inspiraban tanta confianza como lo creíamos, o Piper no les había dicho que los íbamos a esperar— ¿Y tú quién eres?

Definitivamente era la segunda.

—Luka Couffaine y Alya Césaire —estreché la mano del señor, antes de que Alya soltara alguna explicación. Extrañamente había algo en su mirada que me decía que no era solo un familiar de Nathaniel—. Piper nos dijo que esperáramos a su familia aquí. ¿Usted... usted está relacionado con la familia Smith?

Una ráfaga de confusión cruzó por el rostro del hombre, autodenominado Kurtzberg, por la misma Alya. Estaba comenzando a pensar que mi pregunta no le había causado gracia, si no hubiera notado el pequeño inicio de una tímida sonrisa en su labio inferior. Definitivamente me estaba perdiendo de algo y cuando volteé a ver a Alya, una réplica de la sonrisa empezaba a crecer en su rostro y a reflejarse en sus ojos.

—No puedo creer que haya estado ahí. ¡Ni siquiera Alix nos había dicho algo! —Alya no dudó en abalanzarse sobre el hombre y envolverlo en sus brazos.

Sabía que era despistado, pero esto ya era demasiado.

—Woah, Alya, creo que tu amigo está teniendo un pequeño cortocircuito.

Y tal vez el señor estaba en lo cierto. No tenía ni idea de la cara que veían, pero estaba seguro que llevaba escrito en toda esta "Luka.exe ha dejado de funcionar".

—Luka, este es el Sr. Kurtzberg...

Eso ya lo sabía.

—El padre de Nathaniel.

Entonces ese era el aire familiar.

—Oh...

—¡Por favor, dejen de ser tan dramáticos! —una voz aguda evitó que dijera alguna estupidez.

Quizá era tiempo que reemplazara a mi molesta consciencia por una de esas, tan pronto como Hawk Moth fuera derrotado.

—Hanna...

—¡Mamá! Se la pasa hablando y hablando. Piper nos advirtió de los túneles, dijo que eran peligrosos y que lo mejor sería chismear afuera. Pero ¿dónde aún estamos? Sí, dentro de los túneles.

Tal vez, tendría que reconsiderar lo anterior.

—Hanna tienes todo el derecho —resopló el padre de Nathaniel, llevándose la mano a su frente mientras se volteaba a hablar con la pequeña figura de una niña que no podía tener más de doce años—. Y no te culpo, sobreviviste a los clásicos de los 80 y eso que no tenía un piano a la mano...

—Está bien, está bien. Sé que tal vez sean lo más parecido a prisioneros de guerra, pero, al menos me podrían explicar lo que está pasando —solté moviendo mis manos frenéticamente a la altura de mi pecho, al mismo tiempo que recorría con la mirada a las nuevas personas con rostros igual de familiares.

La niña había salido por completo de la oscuridad del túnel y se paraba, junto al Sr. Kurtzberg, con una mirada de suficiencia que contrastaba de manera particular su sonrisa ladeada y la diversión en su rostro, la cual no hacía más que crecer conforme sus ojos pasaban de Alya a mí y viceversa.

Seguramente su cabello le llegaba a la altura de los hombros, pero estaba tan desordenado y esponjado que se había encogido hasta la nuca en una linda nube almendra. Toda ella me recordaba a las pequeñas científicas locas de las películas y el brillo de asombro, y a la vez de intriga en sus pupilas, me lo confirmaba. Era como ver a Gollum con el anillo, y al parecer, yo era el anillo.

—Eres Luka... Luka Couffaine.

—Sí, ¿cómo lo supiste? ¿Y tú eres?

—Ella es mi hija, Hanna —la voz de una mujer cortó la dosis de adrenalina que la confirmación de mi nombre había activado en Hanna. En seguida, toma mi atención se dirigió a las dos señoras que salían del túnel a la sala común improvisada que habíamos montado de la nada.

¿Acaso Hawk Moth había secuestrado a media población parisina?

—¿Y usted es...?

—Laura Smith, la madre de Piper.

Hasta ahora notaba las similitudes que compartía la Sra. Smith con Piper. Mismo color de ojos, un café tan oscuro que parecía negro, altura promedio y la forma en que su cabello ondulado caía en pequeñas ondas sobre sus hombros. Y a pesar de todas las formas en las que Volps y su madre se parecían, había gestos y expresiones que definitivamente o pertenecían solo a Piper o venían de la línea paterna.

Me preguntaba si el Sr. "invisible" Smith tenía la misma costumbre de bajar la voz cuando mentía o incluir bromas en conversaciones serias para aligerar el ambiente, quizá compartía el color del cabello de Piper y su modo de expresarse con las palabras o su irónica torpeza al hablar. Piper nunca lo nombraba o hacía referencia de él, aunque tampoco es que habíamos tenido citas normales para hablar, pero igual era curiosa esa parte de la familia y no podía a esperar el momento en que pudiéramos salir como una pareja común y corriente.

—¡Eso quiere decir que eres mi futura cuñada! —exclamé avanzando a abrazar al pequeño cuerpo que saltó de emoción al escuchar mis palabras, a diferencia de su madre que me miró como si hubiera pateado a su perro.

—¿Piper y tú están saliendo? ¡Eso es genial!

—Sí, definitivamente lo es. Una más de sus sorpresas —el tono de voz empleado por la Sra. Smith me confundió un poco. Sus palabras, además de destilar preocupación, estaban cargadas de sarcasmo.

—¿No le dijo que los encontraríamos aquí?

—Dijo que unos amigos, nos ayudarían a salir. Entiende que esto es estresante, a pesar de combatir a diario con personas desesperadas en las salas de emergencia, imagínate pasar semanas en un cuarto blanco sin noticias de tu hija, enterarte que de alguna forma Hanna logró contactarse con ella y que pasen horas y horas hasta que una señorita en mallas de zorro te rescate, diciendo que ella es tu hija —en este punto las frases de Laura contenían más angustia que enojo por los múltiples secretos de Volps que perjudicaron a su familia. Ahora entendía de donde había salido el lado dramático de Piper—. Y sorpresa, el novio secreto de ella te espera luego de la pesadilla que todos tus compañeros vivieron, y tiene la osadía de autoproclamarse tu yerno. ¿Qué clase de broma es esta?

—Ninguna —afirmé, apresurándome a tomar las manos de la Sra. Smith entre las mías, ignorando por un momento las miradas interrogantes de la otra señora que reposaba su cabeza castaña en el hombro del Sr. Kurtzberg, quien parecía juzgarme con sus ojos cercetas—. No le puedo decir que nada de eso es cierto, porque entonces le mentiría, pero sí le puedo asegurar que su hija es valiente, leal y determinada, y esas cualidades la están haciendo enfrentar las consecuencias de sus errores, en lugar de huir o esconderse. Nunca pensé que nos conoceríamos bajo estas circunstancias, creo que preferiría una cena, pero ya que estamos aquí. Me llamo Luka Couffaine, sin registro criminal, siempre he vivido en París y su hija ha sido una de las mejores cosas que me han pasado. No necesito protegerla, y tampoco se lo voy a prometer, porque ella es cien por ciento capaz de hacerlo sola. De hecho, me agradaría mucho que...

—Esto era a lo que se refería Piper cuando dijo que divagabas —una nota de emoción saltó de la voz de Laura, derribando al instante cualquier barrera de preocupación que había alzado alrededor mío.

Eso solo podía significar algo, bueno dos cosas, o les agradaba o Piper me había presentado a su familia, o quizá, ambas.

Así que, era importante para ella.

—¿Alguien entiende algo de lo que está pasando? —preguntó la señora bonita.

—A Hawk Moth se le ha zafado más de un tornillo, Ladybug, Chat noir, Lila como Volpina y Piper, también como Volpina, lo sé, es un relajo; ellos han ido a su guarida para enfrentarlo y, preferiblemente, vencerlo —explicó Alya con rapidez.

—Creo que Cassie se refería a lo otro —gesticuló el Sr. Kurtzberg señalando a la mujer con su índice.

—Bueno...

—Luka, basta. Asumo que este no es el mejor lugar para dar explicaciones. Tenemos que salir de aquí —dijo Hanna, tomando la postura más madura, a pesar de la presencia de tres adultos capaces en menos de un metro cuadrado.

—Me caes bien, niña. Tengo un baile pendiente y una cita que cuenta con nosotros.

.

.

Después de conocer a los padres de Nath y de abrazar a mi hermana, y recibir consejos de mi mamá luego de advertirle que no fuera muy dura con Luka, considerando su extraño sentido del humor; regresé a la plataforma, en medio del jardín, donde Emilie Agreste descansaba en su ataúd de cristal. Nuevamente agradecí a la falta de tiempo, si no hubiera sido por eso, habría tenido que responder las mil y un preguntas que mi mamá lanzó cada segundo, seguidas por la indiferencia mezclada con alegría de Hanna.

A pesar de las condiciones en las que habían estado viviendo por semanas, los padres de Nath no se veían tan mal, excepto por los intercambios de miradas incómodas al verme reunir con mi familia, y no los podía culpar, yo también extrañaba a Nathaniel.

Y es por eso que no me podía rendir, no era el momento más adecuado de tirar la toalla, con cada paso estaba más cerca de volver a escuchar su voz lanzando datos irrelevantes en nuestras conversaciones sin sentido y de ver sus ojos cerceta sin miedo a que todo formara parte de un plan. Estaba tan cerca de regresar todo a la normalidad, pero ¿en realidad era eso lo que quería?

Me puse a pensar en el gran precio que tuve que pagar para llegar hasta aquí, era demasiado para arruinarlo por una simple duda. ¡Por supuesto que quieres esto, Piper! Mi consciencia me recriminaba mientras observaba lo que realmente no eran capullos de flores, no, aquí era donde Hawk Moth cultivaba sus mariposas.

No había arriesgado tanto para que en la última vuelta me arrepintiera. Estaba segura, ese deseo, esas palabras que le había dicho a Spatium y Tempus, eran las definitivas, incluso si quisiera lamentarme, la decisión ya había sido tomada. Y si eso significaba lo que tenía que significar, con todos sus pros y contras, estaba dispuesta a continuar con el trato. No siempre los héroes terminan con un final feliz.

Di unos pasos más a través de la plataforma que conectaba al jardín y al ascensor, y presioné el botón. Siempre agradecería por las oportunidades que cada una de las personas de este mundo me dieron y aún faltaba una batalla final, el momento de devolver el favor había llegado.

Al ingresar por la puerta y ver como todo lo de abajo se hacía cada vez más pequeño, empecé a prepararme mentalmente para lo que sea que mis compañeros habían logrado en mi ausencia, esperaba ir directo a la guarida de Hawk Moth sin activar alguna alarma o terminar en otro anexo; sin embargo, nada me hubiera preparado para la imagen que vi cuando llegué a mi destino.

La preocupación se transformó en miedo y ese en el grito de asombro que intenté disimular al notar que había llegado en un momento no muy apropiado y lleno de tensión, en el que una figura vestida con un antiguo traje verde le sostenía la mirada a Yaoguai, desplazándose en círculos al igual que su adversario.

Sin hacer mayor ruido, me acerqué a la persona más cercana a la compuerta del ascensor, que se había desintegrado en el camino, únicamente dejando la plataforma circular. Ladybug sostenía en su mano la bombilla que brillaba con la intensidad para iluminar un campo de fútbol, estaba claro que habían logrado cargarla con la perla del corazón; unos metros más allá, acostado en el suelo y haciendo justicia a lo que Luka había dicho en el auto, estaba Nathaniel apartado del peligro que lo rodeaba con un pequeño rastro de baba en su barbilla.

—¿Está... está vivo? —pregunté señalando el cuerpo de Nath con mi cabeza.

—Sí, de alguna forma Lila logró regresarlo.

Entonces Lila lo había hecho.

—Pero...

—Piper, tenemos asuntos más importantes en manos.

En ese momento fue que en realidad me detuve a observar lo que estaba pasando.

Lila estaba en el centro de la habitación apuntando directamente al corazón de Yaouguai —si es que tenía uno—, con el bastón de Hawk Moth en una de sus manos y su flauta en la otra. En su pecho, una mancha roja se extendía sin control alguno, coloreando de escarlata las secciones blancas de su traje de Volpina. Frente a ella, Yaoguai, aun poseyendo a Hawk Moth, se encontraba recostado con sus codos sobre el suelo, sosteniendo el resto del peso que su mirada no contenía, a pesar de estar sin escapatoria, la sonrisa socarrona que tenía plasmada en su rostro no se dignaba en desaparecer.

Diagonal a ellos, Chat noir con la vara entre sus garras, observaba con una mezcla de emociones como la escena se desenvolvía a sus pies, él tenía que saber que era un asunto sin resolver alimentado por rencor, un problema personal entre el Maestro Fu, quien portaba el miraculous de la tortuga, y Yaoguai quien era enfrentado por primera vez, de forma directa, desde el accidente por su antiguo amigo. El gran sombrero en punta cubría el rostro del Maestro Fu, al igual que el ancho barría un sinnúmero de sombras por encima de sus ojos, dejándole a mi imaginación su siguiente movimiento.

—Lila, por favor, apártate —ordenó arrastrando sus pies hacia Volpina, mientras que con su mano cubría la que Lila usaba para sostener la espada dentro del bastón de Hawk Moth. La misma que temblaba bajo su agarre.

—¿Por qué debería obedecerte? —susurró, ella, lo suficientemente alto como para que su voz viajara a través de todos nuestros oídos.

Un leve calor hirvió en mi estómago, era casi como si algo me halara desde ahí, al igual que una expresión de confusión, un presentimiento de que algo no estaba bien.

—¿Por qué no deberías hacerlo? —respondí.

—Um... no, esa no es una buena pregunta. ¿Sabes qué? Cambio de planes.

En aquel momento lanzó la espada en el aire y la atrapó, girándose a ofrecérsela a Yaoguai. Él se levantó y la tomó.

—Siempre supe que nos traicionarías, no sé como pero lo sabía —espetó Ladybug, mirándola con asco—. Y tenía que ser cuando más te necesitábamos.

—Sé que dije que no era nuestra pelea —repliqué entre dientes, pasando mi vista de Ladybug a Chat—, pero una vez que metieron a mi familia, esto se volvió personal.

Los tres asentimos al mismo tiempo, Ladybug, Chat y yo podíamos tener motivos diferentes para enfrentarnos a estos dos, pero nuestro objetivo era el mismo, eliminar a la plaga. Balanceando mi flauta y con la vista teñida de rojo, avancé al centro de la guarida en donde el Maestro Fu continuaba de pie y Lila junto a Yaoguai intercambiaban miradas cómplices.

Nunca había estado tan segura del valor que tenía el trato. No hasta ahora.

—Espero que sepan lo que hacen —dijo el Maestro Fu, inclinando el ala frontal de su sombrero hacia adelante.

—Fuimos entrenados por el mejor.

Sin detenerme a pensar en lo que había pasado y como el plan se había desintegrado frente a mis ojos, me lancé contra Yaoguai, empuñando la flauta con una mano, arremetí contra él y lo desarmé en un ataque de ira, mientras que envolvía mi brazo alrededor de su cuello, cortándole la respiración. El metal de la espada, golpeó el suelo, al mismo tiempo que Yaoguai caímos en una disputa de control.

—No mereces el poder absoluto y lo sabes —siseé, levantando mis piernas y cruzándolas sobre su pecho.

Él no hacía más que forcejar contra la presión de la flauta contra su garganta, intentando deshacerse de mí y mis palabras, pero este juego ya había demasiado lejos y necesitaba detenerlo.

—Tú tampoco... y aun así lo usaste —una sonrisa de suficiencia coloreó sus labios morados.

Ya faltaba poco. Este hombre había destruido mi familia, creó destrucción y miedo en la ciudad, ensució el nombre Agreste y me robó a mi mejor amigo. Apreté mi agarre con más fuerza. Sin embargo, estaba comenzando a sentir el desgaste emocional y físico, el dolor en mis músculos, el pinchazo en mi brazo derecho, el cansancio de varias noches sin poder dormir bien, las heridas antes de pedirle una nueva oportunidad al tiempo y el frío de un metal contra mi cabeza.

Era la flauta de Lila y le temblaban las manos.

—Suéltalo —ordenó, Lila—. Suéltalo o...

—¿O qué harás? ¿Más daño del que ya has causado? Dudo que eso sea posible —preguntó, Ladybug, lanzando su yoyo y envolviendo su cuerda alrededor del brazo de la villana—. Fuimos crédulos al confiar en tus promesas vacías.

Una sombra de decepción cubrió el rostro de Lila, una sombra que hubiera pasado desapercibida por mí si el Maestro Fu no la hubiera visto primero.

—¿No tienes un plan, no? Esperaste todo este tiempo para traicionarnos y ni siquiera tienes uno —farfulló, Chat, entre risas—. Alguien una vez me dijo que la mejor forma de eliminar una plaga era arrancándola de raíz. Supongo que tenía razón. Cataclismo.

—No.

—¿No? Maestro Fu, sé que es conocido por su paciencia pero la mía se acabó como hace dos horas.

—La mía también —añadió Ladybug dando un paso hacia atrás, apretando su agarre en los brazos de Lila.

—Y yo no estoy refiriéndome a la paciencia —el Maestro Fu tomó su sombrero entre sus manos y lo comenzó a voltear, admirándolo mientras continuaba hablando—: Acepta que has sido vencido, Yaoguai. Regresa el miraculous de Moth, abandona el cuerpo de Gabriel Agreste y quizá Spatium y Tempus tengan un poco de compasión en tu juicio.

—¿Así que crees que eso es lo que me importa? ¿La compasión? —Yaoguai levantó sus cejas, captando en sus pupilas el brillo restante en la habitación— Fui arrancado del mundo injustamente. Si esa noche hubiera sido diferente, tú estarías donde yo estoy, y ambos estaríamos contando una historia diferente. No lo niegues. Y tú, Piper, tampoco te hagas la santa, porque todos en esta habitación saben qué es lo que viniste a hacer en París. ¿Manipulaste a tu antojo a quienes confiaron en ti? No me parece muy heroico de tu parte, Volpina.

El ácido de sus palabras corroyó mis sentidos, sabía que esta era su forma de jugar, estas eran las únicas cartas que le quedaban y con las que era bueno, las que siempre usaba en mi contra que ya debería estar familiarizada con sus método de juego; no obstante, eso no limitó su efecto en mí, en la disminución de la fuerza en mi agarre de su cuerpo o en la concentración que se rompió como una ventana cuando una bala atraviesa su cristal.

Al instante, Yaoguai utilizó su ventaja en tamaño como contrapeso y me agarró de los hombros, levantándome por los aires e intercambiando nuestros puestos, al mismo tiempo que el Maestro Fu lanzaba su sombrero contra Lila como si fuera un boomerang, quien en medio del caos se había liberado del yoyo de Ladybug, lanzando una de sus esferas de ilusión contra los héroes a la vez que el sombrero regresaba para interceptarlas, dejándole el camino libre a la pareja para rodar por los suelos y esquivar las mariposas que ahora estaban cubiertas con un espeso líquido negro que caía al suelo con cada aleteo, y avanzaba hacia ellos.

Era una casa de locos en la que cada uno luchaba por mantenerse cuerdo y en sus cinco sentidos. No obstante, la calma inexistente se vio interrumpida cuando de repente el sonido de una bocina, la misma alarma del inicio, se combinó con las luces rojas centellantes como si Pollock se pusiera a pintar un lienzo en su taller, resultando en macabras sombras surrealistas. Era imposible distinguir la ubicación de cada uno sin confundirse en el intento.

Varios gritos y sonidos se elevaron por los aires, respirando desesperación y desenfreno en lugar de oxígeno y crepitando la sangre en mis tímpanos. Mis ojos no lo tenían mucho mejor, sombras escarlatas y oscuras reptaban entre mis pestañas como si estuviera en una discoteca a las dos de la mañana, y aunque la hora no era tan diferente a la actual, hubiera preferido bailar al ritmo de la música y no al de Yaoguai, cuya energía se sentía más cercana con cada latido, parpadeo y respiro.

Tan cerca que no era extraño sentir su aliento en mi rostro o su mano cerrada sobre mi cuello, ni siquiera las palabras susurradas antes de presionar mi garganta con fuerza sobrehumana. Necesitaba concentrarme, necesitaba canalizar todo mi poder en cada uno de los golpes que le daba al enemigo, a ese mismo que me había arrebatado amigos, familiares e incluso enemigos. Aquello no podía quedar así, y si se pensaba que la venganza no era la respuesta, era porque la mayoría de las personas le tenían miedo a las consecuencias. Pero la venganza era dulce y adictiva, ácida y olvidadiza, porque una vez que la probabas ya no había retorno.

—¿No es divertido? Has servido muy bien a mi causa. Tengo que de hecho agradecerte por todo lo que has logrado en tan poco tiempo, destruiste un equipo de dos desde el interior y tú misma estabas consciente de ello. Gracias —mis manos temblaban, mi corazón quería salir corriendo de mi pecho y mis ojos picaban por las lágrimas que no dejaría caer—, gracias, gracias, gracias, Piper Smith. Espero que eso perdone lo de tu novio.

—¿Luka? —farfullé ahogándome con la misma falta de aire.

—Sí... Lila está cortándole las cuerdas a esa guitarra. Y yo me encargaré de que nunca más vuelvas a tocar la flauta. Bonne nuit, ma petite papillon.

En ese momento sentí el calor de una lágrima deslizándose sobre mi mejilla, sentí el frío de mis extremidades y sentí la fuerza de la explosión que liberó las paredes de la guarida, levantándolas en una ráfaga de polvo y viento, sangre y lágrimas, pedazos de cemento y gritos alternos que no sabían a quién iban dirigidos, antes de escuchar uno solo del que tenía conocimiento su propósito.

—¡Caparazón!

A lo lejos, vi a Yaoguai en el ojo del huracán y entendí que de él venían los sonidos de agonía.

Detrás de su figura deforme, vi como Ladybug sostenía del costado a Chat y, cómo él sin importarle las consecuencias, se lanzaba sobre el cuerpo de su padre. Entendí que habían usado la perla del corazón.

Y más cerca, vi al Maestro Fu colocándose el sombrero sobre su sombrero y entendí que él había activado su poder y yo había desactivado mi cerebro.

No recordaba nada más de esa noche, excepto las fuerzas inexistentes con las que intenté ponerme de pie, la realización de que ya no estaba transformada, el miedo por la vida de Luka y la ira contra Lila. Y luego de un chasquido de ojos o un pestañear de dedos, todo se había marchado.

"Spatium, Tempus, deseo una nueva oportunidad para que todo regrese a la normalidad."

"A tus órdenes, Piper Smith".

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Capítulo final, sólo falta el epílogo y nos despedimos, mis amigos. Por si acaso, las últimas dos frases son un flashback del deseo que Piper pidió cuando usó el poder absoluto.

Nos leemos en el epílogo y ya hablaremos en los agradecimientos.

Los amo y comenten qué les pareció.

Chao, The Writer ;D

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