Capítulo 91
Las plumas de Le Paon interceptaron el vuelo de Chat noir, devolviéndolo a la superficie, aunque un poco diferente a como había saltado en contra de la portadora del pavo real. Inconsciente.
El gato había sido dormido, por lo que consideraba un largo tiempo, sin la posibilidad utilizar el cataclismo a nuestro favor.
La balanza aún continuaba inclinada hacia el lado de los malos.
— ¡¿Qué... —intentó tomar una bocanada de aire pero lo único que logró salir de su garganta de una especie del sonido de la bocina de una corneta— rayos me lan... lanzó?!
Chat noir agarró con ambas manos su cuello. Desesperado por aire arañó la superficie, tratando recuperar el oxígeno perdido, con sus garras. En cuestión de segundos, luchar contra las plumas no fue suficiente para mantenerse cuerdo y cayó al suelo como un saco de papas.
A partir de ese instante, Ladybug y yo nos teníamos que preocupar por proteger un miraculous más.
—Se pondrá bien —dije esperando controlar la reacción de Ladybug, al ver como su novio se ahogaba lentamente frente a sus ojos.
Al contrario del efecto que pensé que mis palabras tendrían, el rostro de Ladybug reflejaba preocupación, en su cara libre de algún color saludable, y pánico, en sus ojos cristalizados. Me incliné a ella e ignorando el hecho de que Le Paon continuaba en el otro extremo del Río Sena, con el poder de acabarnos en un chasquido de dedos, y que Chat noir no parecía ser de mucha ayuda en el futuro, le pregunté:
—Espera ¿por qué no bloqueaste el ataque?
—No lo sé —dijo en un susurró apenas audible—. No puedo moverme —dicen que los ojos reflejan el alma de las personas y en ese instante estuve a punto de aceptar aquella loca creencia.
Sus orbes azules eran tormentosos, en contraste con el estado en que ella se encontraba. En ellos mostraba la necesidad, que no podía expresar, de lanzar su yoyo y clavarlo entre los ojos de Le Paon. Lástima aquello sólo era posible en sus más despiadados pensamientos. Por ahora.
Toda la responsabilidad que había estado evitando por meses, se agrupó y colocó sobre mis hombros en tiempo récord, impactándome de la misma forma que un rayo perdido en el firmamento. Tal vez había llegado el momento de demostrar que la decisión del Maestro Fu, al convertirme en Volpina, no había sido tan descabellada, que sin importar los recursos que tenía, era posible defender a mis compañeros de batalla, a mis amigos, mi familia, a París.
Únicamente tenía que ver las cosas desde el punto de vista de Piper Smith, y encontrar una manera políticamente incorrecta —y demente— de darle una vuelta de 180 grados y regresar a lo que era antes de que la caja de Pandora fuera abierta.
Era mi obligación y por primera vez, desde que se me había asignado, me agradaba la idea de llevarla al cabo.
Sin pensarlo dos veces y con determinación recorriendo cada fibra de mi cuerpo, corté las tiras de mis tacones con las espadas sai, asimismo como la parte baja del vestido que ahora llevaba amarrado a mi cintura.
Y corrí a enfrentar mis miedos, y a Le Paon.
Crucé el puente que unía a los dos extremos del río con rapidez, temiendo que la villana abandonara su puesto. Extrañamente, ella no se movió ni un centímetro. Y en un abrir y cerrar de ojos, mi espada atravesó de lado a lado el abdomen de Le Paon, quien se disolvió, al igual que mis expectativas el primer día de mi llegada a París, en una gran pila de humo naranja.
Una sonrisa de lado adornó mi rostro y volteé en todas las direcciones para hacerle saber que aceptaba el desafío.
Volpina se había convertido en una oponente digna de mi atención. O al revés.
— ¡¿Aún seguimos jugando?! ¡Estoy dentro! —espeté balanceando el peso de las espadas en mis manos. El silencio continuaba gobernando—. ¡Tienes mi miraculous! ¡No me queda nada más que perder!
Tan pronto como terminé mi declaración, su figura voló por los aires y aterrizó frente a mí con un fuerte estruendo sobre su rodilla. Pero no se trataba de Volpina.
—Ten cuidado con lo que deseas —canturreó, la esbelta figura, de quien una vez fue un amigo en el que podía confiar.
Demoilustrador había entrado en el ring.
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Gabriel se acercó con cuidado a Emilie y acunó sus manos en las suyas, entrelazando sus dedos, en un intento por mantenerse anclado a la realidad y no olvidar todo lo que había practicado decirle. Más nervioso e inseguro de lo que alguna vez el futuro diseñador podía estar, pronunció al inicio con un hilo de voz, las palabras que cambiarían por completo su mundo.
—Todo sucede por un motivo. Algunos lo llaman destino, otros coincidencia, no creo en ninguno de los dos, debido a que me parece una explicación muy vaga para explicar cómo dos personas pueden llegar a un estado de cotidianeidad, en el que amarse es parte de la rutina, pero a pesar de eso, nunca pasa de moda y es como si el primer día que mis ojos captaron tu mirada se repitiera, y yo sólo quiero experimentar aquello, tu amor, por el resto de mis días —respiró hondo y utilizando esos segundos para ordenar sus pensamientos, continuó, acercando las manos de Emilie a él—. Y sé que lo que acabo de decir no concuerda para nada en nuestra historia, ya que nuestra primera impresión no fue la mejor —soltó una risita nerviosa y la miró directamente a sus ojos, sumergiéndose en su bosque verde—, pero logramos superar los obstáculos juntos y sé que lo continuaremos haciendo. Recuerdo el momento exacto en que te vi, no sabía quién eras, no conocía tu nombre, ni mucho menos tu irracional odio al goteo medio —Emilie le devolvió la sonrisa proyectada en su iris—. Y no puedes culparme, tú tampoco lo hacías. Requirió de varios intentos, de errores y fallos, para que notaras la presencia de un tonto enamorado. Aunque hubiera preferido que todo funcionara a la primera o que alguien supiera por lo que estaba pasando para que se encargara de unirnos, sé que el proceso fue lo que nos llevó hasta este momento. Nos formó como las personas que somos.
Gabriel sonrió para sus adentros y observando como el sol se ocultaba detrás de ellos y pintaba sus colores en el río, imaginó el futuro en ese mismo lugar.
—Si deseas continuar este recorrido conmigo, te advierto que estará lleno de locuras, pero te aseguro que el verdadero motivo siempre será el amor, y lo arriesgaría todo con tal que estés a mi lado.
En ese momento, Gabriel aflojó el agarré de las manos de Emilie y buscó en su saco la pequeña caja que había estado guardando por meses en su bolsillo. Hincó una rodilla sobre el suelo, con el cuerpo mirando al Río Sena. Gabriel abrió en un solo movimiento la caja, revelando en su interior una sencilla banda plateada, coronado por una pequeña piedra que intentaba capturar el brillo de los ojos de su amada. Aunque nada se podía comparar con el brillo que, en ese momento, su mirada le daba.
Gabriel unió por segunda ocasión sus manos. Y en esta ocasión, con la mayor seguridad, confianza y certeza que su voz podía proyectar, pronunció las tan esperadas palabras que los oídos de Emilie anhelaban escuchar de la boca de su amado.
— ¿Me harías el honor de convertirte en la futura Sra. Agreste? —se detuvo un momento, al notar que Emilie se había quedado sin aliento, y volvió a formular— ¿Quieres casarte conmigo?
El sol y la luna detuvieron su intercambio de lugar. Ningún auto pasó entre las calles a sus espaldas. Y la sonrisa de Emilie fue más brillante que las estrellas.
Ella asintió múltiples veces, sin lograr decir una respuesta concreta, no fue hasta que recordó que debía soltar todo el aire contenido en sus pulmones, que se inclinó a Gabriel y lo besó con fuerza.
—Sí. Sí. Sí. Gabriel.
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En medio de su huida fue que su atención se centró en el miraculous que reposaba firmemente en su dedos anular, y con prisa como si este se fuera a desvanecer, se lo quitó y guardó en la caja con los miraculous que había logrado rescatar.
—Gracias —susurró colocando el anillo a un lado de los pendientes.
En eso, una luz verde iluminó el resto de la caja y un pequeño ser del mismo color flotó frente suyo.
— ¿Proteger a los miraculous? ¿Te importa si te acompaño?
—Para nada. Sería de mucha ayuda —respondió deslizando su dedos entre la pulsera que representaba al miraculous de la tortuga.
A partir de ahí continuó su travesía con la nieve, aún con miles de pensamientos atascados en su cabeza.
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La batalla entre Demoilustrador y Piper no esta pareja en ningún sentido de la palabra. Por más que lo intentaba y ponía todo su esfuerzo en cada ataque, Piper sin la conveniente ayuda de un miraculous, apenas lograba mantenerse en pie, evitando los shurikens, cañones y los miles de dardos con los que Demoilustrador atacaba, como si fueran producto de alguna magia de secado rápido.
Piper puso todo su esfuerzo por que su contrincante no notara su debilidad frente a él. Ella esquivó. Atacó, evitó y se desplazó entre las trampas que el akumatizado creaba para darle fin a su melodía. En breves ocasiones, ella se percataba de los pequeños lapsos en que Demoilustrador parecía confundido, y como si estos aparecían de uno en un millón, los aprovechaba para desequilibrar la concentración del enemigo.
Pero era complicado tener un ojo sobre Ladybug y Chat noir, quienes aún permanecían paralizados, y rodar por el suelo para despistar uno de los golpes que Demoilustrador lograba asestarle, cuando tenía la guardia baja.
Con una de sus espadas activadas y la otra en su forma de anillo, tomó el extremo superior de la primera y justo en el momento en que nuevamente se deslizó por las piernas de Demoilustrador, creó una trampilla en la que el pie izquierdo del villano cupo a la perfección, únicamente destinado a ser halado con todas sus fuerzas y hacer que Demoilustrador cayera en un ruido sordo sobre su espalda.
Ella se levantó y apuntó su espada a la altura de su nariz, mientras que con la otra, aún a su costado, se dispuso a acabar con esta locura. Piper levantó la espada sobre su cabeza y se detuvo unos segundos, al ver de reojo como un borrón naranja se acercaba con sigilo a las manchas negras y rojas.
Dejó que la espada se deslizara entre sus dedos y con un fuerte sonido rebotara contra el asfalto, pero en lugar de abandonar a su contrincante quien prácticamente estaba vencido, lo mantuvo justo donde lo deseaba con su brazo como fianza al tenerlo entre el suelo y su pie, provocando un grito desgarrador por parte del pelirrojo.
— ¡No!
Volpina se detuvo y se enderezó frente a Piper.
— ¿Cuándo llegará el día en que te ocuparás de tus asuntos? —espetó y se dispuso a quitarles los miraculous a los héroes, abalanzándoseles encima, sin ninguna posibilidad de defenderse.
Sin embargo, con la misma convicción fue enviada hacia atrás por una heroína vestida de naranja y con una flauta en sus manos. La misma que se presentó con la debida modestia.
—Detente —sentenció inundando los alrededores del Río Sena con un silencio absoluto.
— ¿Rena Rouge? —susurramos Volpina y yo, al unísono, lo suficientemente alto como para intercambiar miradas con diferentes reacciones en nuestros rostros.
Demoilustrador emitió un sonido ahogado y se retorció bajo mi peso.
—Teníamos un trato —gruñó Volpina .
—El trato caducó.
Rena Rouge embistió directo a Volpina. Flauta con flauta, crearon una danza naranja y negro de la cual nadie más conocía la coreografía. Y mucho menos estaba invitado.
Volpina apuntó hacia arriba mientras Rena enfocó sus ataques en las partes bajas de la akumatizada. Entre ellas identificaron las fortalezas y debilidades de la otra y aunque Piper sabía —por los benditos spoilers— quien se ocultaba debajo de la máscara del miraculous del zorro y conocía su nulo entrenamiento, dejó en sus manos el destino de Volpina.
Piper tomó ventaja de la conmoción y corrió hacia Ladybug para averiguar cómo podía liberarlos de su actual estado inerte, a ella y a Chat noir.
Casi al instante de inspeccionar sus cuerpos, divisó dos plumas de pavo real clavadas en sus cinturas y sin darse el tiempo de meditarlo, las arrancó de ellos y finalmente los héroes volvieron a cobrar vida.
—Gracias al cielo. Ya me estaba entumeciendo —declaró Chat, irguiendo su espalda para estirarse lo más que podía.
De inmediato dirigió su mirada a la líder del equipo esperando por el siguiente paso, que haríamos en nuestra odisea por no terminar muertos en el intento de salvar la ciudad que ambos amaban. No obstante, ninguno estuvo en condiciones de formular un plan, debido a que entre el cielo nublado que se cernía en lo alto de la ciudad, una enorme nube de mariposas blancas, cubrió cada espacio gris.
Hawk Moth había abandonado su guarida.
— ¿Y ahora? —preguntó Piper, levantando su cabeza para observar como la mayoría de las mariposas se acercaban a ellos.
— ¡Lucky Charm! —invocó Ladybug.
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Tengo el malestar de la gripe. Son las 2:45 am. Buenas noches ;D
The Writer
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