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Capítulo 86

Si creían que el mayor suspenso se encontraba en una película de terror o en un libro de Stephen King pues estaban equivocados —lo siento Stephen—. Habían pasado alrededor de tres horas desde que todos nos habían abandonado y luego lo inevitable ocurrió.

— ¿Escuchó eso? —pregunté levantándome automáticamente del cojín, y al igual que las anteriores diez veces, caminé hacia la ventana para intentar descifrar quien o que había ocasionado el sonido.

—Ya es la undécima vez que dices lo mismo. Tal vez es sólo otro gato —refutó el Maestro Fu, quien se volvió a dejar caer sobre el tapiz para reanudar su sueño interrumpido por onceava, no, por doceava ocasión, después de una búsqueda exhaustiva en el libro de los miraculous para encontrar alguna forma milagrosa de regresarme el mío.

—Juro que vi algo —incliné la cabeza hacia la izquierda buscando un mejor ángulo.

—No, no hay nada. No hay nada en el libro que pueda ayudar en esta situación. Quizá no es tan mala idea darte otro miraculous —el Maestro Fu se levantó y con suma delicadeza (pereza) se acercó al fonógrafo.

—Ya lo hablamos —refuté aún observando por la ventana—. Ningún miraculous para mí hasta que recupere el del zorro.

— ¿Con qué piensas protegerme, Piper?

—Con... —divagué un momento hasta que mis ojos se posaron sobre unas bellas espadas sai que reposaban una esquina de la habitación, si eran más que decoración podrían estar funcionando— eso.

— ¿Las espadas sa...?

— ¡Abajo! ¡Ahora! —grité rodando por los suelos al instante en que tres plumas perforaron, con precisión de cirujano, el vidrio que cubría la ventana.

No me detuve hasta que el cuerpo del Maestro Fu chocó contra el mío. Él había seguido mi orden sin refutar a pesar de aún estar un poco enojado conmigo. Levanté la mirada y en seguida la sangre volvió a correr con normalidad por mis venas, al ver las tres plumas clavadas en la pared y no en ninguno de nuestros cuerpos.

—Tenemos que salir de aquí —sentencié y me dispuse a levantarme.

En eso, dos plumas se unieron a las anteriores rebotando por la habitación como si estuvieran hechas del material más filoso y elástico a la vez.

—O tal vez no.

No tuvo que pasar mucho hasta que las plumas que se encontraban clavadas en la pared comenzaran a cobrar vida propia y a moverse de un lado a otro en un vano intento por liberarse, exactamente como si intentaran localizar nuestra ubicación.

La manija la puerta no tardó en sacudirse con tanta fuerza y rapidez que podía jurar que algún espíritu se encontraba a dentro de esta.

—Le Paon —susurramos compartiendo los mismos espasmos de miedo hasta que la puerta se abrió de golpe, dejando a la intemperie su alta figura vestida de azul.

Sin contar que, era la misma con la que me había enfrentado hace poco y me había dado una paliza. No era el mejor recuerdo para tener las agallas de empezar una batalla.

Por esa razón, fue ella quien tomó la iniciativa. Le Paon se deslizó al igual que una serpiente por el suelo del despacho, preparada para lanzar una de sus plumas al Maestro Fu, dándome los segundos exactos para armarme con las espadas sai y atravesar en pleno vuelo la pluma con su aguda punta.

— ¡Buenos reflejos! —siseó la mujer avanzando hacia nosotros.

— ¡Gracias! —respondí con una sonrisa socarrona.

— ¡Era sarcasmo! —chasqueó su abanico sobre su rostro, usándolo como escudo para evitar que este quedara clavado por una de mis espadas contra la pared.

Con agilidad cerró el abanico con mi espada aún entre sus láminas y lo giró alrededor suyo, haciéndome soltar la espada para darle una nueva compañía a las tres plumas de la pared.

Solté la espada. Mi brazo nuevamente estaba dejando mucho que decir y este pareció entenderme pues una nueva corriente lo recorrió. A pesar de los cuidados magistrales del Maestro Fu, aún no estaba recuperada por completo y mucho menos para combatir contra una portadora de miraculous.

De repente, las tres plumas volvieron a moverse y se despegaron de la pared como si todo este tiempo hubieran estado adheridas a velcro. No me sorprendió que su nuevo objetivo haya sido volar detrás de mis espaldas.

Giré, con rapidez, para encargarme de ellas asimismo como lo había hecho con las anteriores y aunque no podía comparar a un sólo proyectil con los tres que en ese momento se soltaron de su agarre, al menos logré atravesarlos todos con Le Paon detrás de mí que, aunque sonara extraño, colocó su mano sobre mi hombro, una vez que terminé.

—Lo lamento —dijo.

Mi mirada se centró en el cuerpo del Maestro Fu tendido en el suelo, donde generalmente se encontraba la mesita del té, con las dos plumas que hacían falta en la pared, sobresaliendo en el lugar donde se suponía que su columna estaba.

Simplemente no me detuve, no drené la ira y le permití a las emociones controlarme. Volteé y sacudí la mano de Le Paon. Ella se sobresaltó por el repentino gesto. Desplacé mi brazo alrededor suyo y nos tambaleamos por las paredes del despacho hasta que la tuve contra la pared que tenía a la otra espada sai clavada.

—Lo sé —musité y la mantuve quieta con la espada de mi mano derecha sobre su cuello, sin importar que no tuviera filo, y la otra detrás de ella apuntando al mismo lugar en caso de que se le ocurriera escapar.

— ¿Qué cosa? —preguntó con un brillo de temor en sus pupilas.

—Sabía que era sarcasmo —deslicé mi mano haciendo inevitable que en cualquiera de los dos casos su cuello o cabeza fuera perforado por las puntas de las espadas.

Sin embargo, cuando pensé que su cabeza colgaría de su cuerpo, la pared que nos sostenía se abrió y ambas caímos dentro del santuario.

Las espadas se desprendieron de mis dedos, soltándose del agarre. Le Paon aprovechó el movimiento y corrió a la salida. Si su plan nunca hubiera sido acabar conmigo y con el Maestro Fu, entonces me habría atacado de nuevo, en lugar de eso, salió del lugar gesticulando un "lo siento".

Nunca había estado tan confundida, no hasta que la alarma se activó.

— ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Sujeto no identificado! ¡Sujeto no identificado! ¡Procediendo al modo seguro! ¡Modo seguro en marcha! —resonó por los altavoces que debían estar escondidos en las esquinas de la habitación.

— ¿Modo seguro? ¿Qué rayos?

Para cuando entendí lo que ocurría ya era muy tarde. La pared se cerró en mis narices.

— ¡Demonios! —golpeé con mi puño las piedras de la pared. No siendo un movimiento muy inteligente ahora que este latía sin medir el dolor.

— ¿Desea generar la pregunta de autenticación?

— ¡Sí! ¡Yes! ¡Oui! —respondí chocando mi puño contra la pared a un ritmo indescifrable.

—Pregunta de autenticación en marcha. Identifíquese.

—Piper Smith. Volpina —susurré presionando mi frente a la piedra.

— ¡Error! ¡Acceso denegado!

—¡Piper Smith! ¡Me llamo Piper S-M-I-T-H!

—Generando pregunta de autenticación. Se le informa al sujeto identificado como: PIPER SMITH que la siguiente pregunta es generada por un logaritmo al azar, si la pregunta no es contestada correctamente tiene un total de CINCO OPORTUNIDADES para intentar abrir la puerta antes de que el sistema se bloquee, permitiendo únicamente la entrada manual desde el exterior. ¿Entendido?

—El Maestro Fu tenía que instalar esta cosa.

—Pregunta generada: Ave no voladora con una población de 1500 individuos.

— ¿Qué? —levanté la mirada hacia lo que sea que estuviera hablando.

—Intento fallido. Quedan CUATRO intentos.

Abrí la boca y la volví a cerrar.

—Sin derecho a ayuda. Recuerde decir la respuesta en alto y con voz clara. Gracias por usar nuestro servicio.

Por las siguientes horas el único sonido que salió de esos parlantes fue la melodía interminable de "Los elefantes se balanceaban sobre la tela de una araña" y en ocasiones la voz automática del mecanismo de seguridad me recordaba cuantas veces me faltaban para quedar atrapada aquí de por vida.

—Pingüino.

— ¡Acceso denegado! Pruebe con otra respuesta. Quedan TRES intentos.

Mi mente estaba nublada tratando de sacar a la superficie todas las aves que sabía que no volaban. Pero no serviría de nada si no podía concéntrame. Colapsada de adrenalina, enojo e impotencia, me senté en uno de los rincones, presionando mis rodillas contra mi pecho y con mi cabeza entre mis manos continué pensando.

— ¡Kiwi!

— ¡Acceso denegado! Pruebe con una respuesta diferente. Quedan DOS intentos.

— ¡¿En serio?! De todas las preguntas tenía que ser una de pájaros.

—UN intento.

Con una sola oportunidad no estaba muy segura de que lograría salir por mi cuenta del Salón de los Ancestros, fue por ese motivo que comencé a llamar a cada uno de mis contactos en el celular, pero para mi suerte ninguna llamada llegaba a ser contestada y tampoco recibía alguna.

Resignada me levanté y caminé alrededor de la mesa de piedra que tenía a todas las perlas ubicadas de manera estratégica en cada una de las puntas de la estrella. Enumeré cada una en mi mente para no arriesgarme a que el estúpido mecanismo de seguridad lo tomara como mi respuesta definitiva.

Sol. Mar. Luna. Corazón. Misterios.

Tenía la respuesta o al menos eso creía.

— ¡Dodo!

—Procediendo a bloquear el sistema. Se recomienda mantener la calma. Gracias por preferirnos.

—El Maestro Fu necesita otra solución para la seguridad —bufé deslizando mi espalda por la pared, sucumbiendo a cantar la canción que se reproducía, mientras encendía mi celular para ver como este se apagaba por la falta de batería.

Encajé mi cabeza entre mis rodillas y dormí quien sabe cuánto tiempo hasta que unos sonidos —que no eran parte de la canción de los elefantes— se escucharon del otro lado de la pared. Me espabilé lo mejor que pude y esta vez afiné mi oído para identificar de qué se trataba. De inmediato supe quién era.

— ¡Hey! ¡Estoy aquí! —me levanté agarrando las espadas sai para clavarlas entre los espacios de las piedras.

— ¡¿Volps?! —gritaron del otro lado.

— ¡Sí, Luka! ¡Estoy aquí!

.

.

El sol continuaba adornando el cielo de una ciudad que después de varios meses sólo era una más de la vasta colección de sublimes y encantadoras para visitar. Claro, así sería por unos días, lo contrario de lo que le sucedió a Piper Smith que desencadenó una historia no contada hasta el día de hoy.

Luego de varias horas mantenida en contra de su voluntad dentro del Salón de los ancestros, este no parecía tener ya nada nuevo o para pasar el tiempo. Ella estaba perdiendo la cabeza de pasar la mirada por las mismas colas que cambiaban cada cierto tiempo. De dragones a serpientes, de serpientes a dragones. Caminó a lo largo de ellas pensando en una respuesta, que no tenía idea de cuál era, para una pregunta que no era más al azar porque no podía —o la máquina ya la había visto sufrir suficiente con la pelea de Le Paon, pero aún quería divertirse—.

Las horas pasaron, y lo único que pudo levantarle el ánimo luego de haber fallado contra el sistema de seguridad, fueron el sonido de los golpes y la voz de Luka que la lograron sacar de ese trance en que ella misma se había metido. Pasó sus dedos por la pared y golpeó los ladrillos con las espadas, pero no hubo ningún avance.

Él, en su lugar, desplazó sus manos por las hendiduras de la pared que lo separaba de Piper y con fiereza, intentó derribarla estrellando su hombro contra el muro, cuando su inteligencia y plan se vinieron abajo.

Con la vista teñida de rojo continuó golpeando y chocando todas las partes de su cuerpo con tal que la pared desapareciera de su camino, pero no fue hasta el momento en que su mente se nubló y estaba listo para tirar la toalla, que recostó su cabeza en el muro y deslizó sus dedos por la superficie.

A los pocos segundos, su equilibrio falló y cayó de espaldas chocando contra el cuerpo que también parecía haber estado arrimado del otro lado.

—Debemos salir de aquí. Ahora —fue ella quien se levantó y lo agarró de las solapas del traje, arrastrándolo por el lugar con dos pequeñas espadas rozando sus costados.

Se dirigió en dirección a la sala para verificar algo o mejor dicho a alguien. Pero todo parecía normal, tal y como estaba hace unas horas cuando Jeremy y Thomas estaban tomando té con el Maestro Fu.

—Él no está —dijo Piper con Luka pisándole los talones.

—Tal vez buscó refugio —Luka respondió con amabilidad.

—No lo entiendes. Yo vi su cuerpo ahí —señaló el pequeño espacio en donde siempre había estado la mesita de té.

Piper caminó al fonógrafo e ingresó la clave que le daría acceso a los miraculous. Ella tenía un mal presentimiento y este se cumplió tan pronto como la tapa se deslizó hacia arriba.

—Y los miraculous tampoco están.

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Hola, chicos! ¿Buena compensación? Les dije que estaría subiendo capítulos como si tuviera billetes. ¿Cuál es la respuesta a la pregunta del mecanismo de seguridad? ¿Quién tiene los miraculous? ¿Llegaran al baile?

Muchas gracias a todos los que leen esta historia, para los antiguos me alegra que continúen por aquí. 

Nos leemos en el siguiente capítulo,

Un abrazo enorme,

Los amo, chao,

The Writer ;D



P.D.: en el otro capítulo les diré la respuesta a la pregunta más random que al mecanismo se le pudo ocurrir.

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