Capítulo 75
Nunca, nunca, nunca de los nuncas había corrido tanto en mi vida. Nunca. Y creo que esta vendría a ser la primera de muchas veces en las que lo haría, claro la pequeña y corta mecha de una dinamita que no tardaría en explotar.
El sonido de los tacones superaba a cualquiera que se encontrara reproduciendo en la calle y había dos factores; el primero corría como si tuviera una urgencia estomacal y el segundo necesitaba llegar lo más rápido posible, aunque no pareciera sí me importaban las ojeras de las que tanto Chat me advertía.
Genial. Al señorito Couffaine no se le pudo ocurrir una mejor idea que ir a encontrarlo como mi alter ego naranja. ¿Lo bueno? Cada vez faltaba menos para llegar hasta el botones, fue entonces que mi alma volvió al cuerpo al divisarlo y lentamente fui aligerando el paso.
—Es tarde —dijo sacándome un buen susto. No tenía idea de que hablara.
— ¡AH! —me llevé la mano a mis sienes, masajeándolas lo más suave posible— ¡Me vas a dar un paro! Avise antes de hablar.
Y dejándolo en la puerta, sin la posibilidad de defenderse de mis gritos, continué y me puse en marcha hacia las escaleras del lugar, ya que en esos momentos no tenía la colosal paciencia de esperar hasta que el ascensor se dignara, como el monarca que era, a descender hasta la planta baja. ¿Demasiado masoquismo por hoy? Nunca es suficiente.
En cuanto llegué a la habitación, no dudé ni un segundo y abrí la puerta —casi derribándola en el trágico proceso—, sorprendiéndome de antemano con la criatura naranja que comía en el sillón, una especie de combinación entre Trixx y palomitas, mientras su concentración se centraba en las imágenes que pasaban frente a sus ojos en la televisión.
— ¿Piper eres tú? —preguntó alertada por mi estrepitosa entrada.
— ¡Trixx paws out! —fue mi respuesta de manera indirecta al kwami que en ese instante me transformaba en Volpina, todo por capricho del azabache misterioso que no quería darme alguna explicación por texto, sino que deseaba mi presencia en una dirección clandestina a la cual accedí a ir por puro respeto.
Sí, mi más puro respeto.
Una vez lista con mi nuevo atuendo, salí por la ventana y corrí —otra vez— por los tantos techos que París tenía —lo que me llevaba pensar en la posibilidad de rebautizarla como la ciudad de los techos, en lugar de la mítica ciudad del amor. No sería un mal nombre—. El gran y único satélite natural de la tierra continuaba siguiéndome como todas las veces que emprendía una nueva aventura nocturna, al igual que la Torre Eiffel, esta brillaba con tal intensidad que podía iluminar un campo de fútbol entero, era una lástima que estuviera tan alejada una de la otra y a la vez una ventaja.
Aprovechando el factor de que mi memoria aún recordaba la dirección del azabache emprendí el camino hacia allá, ignorando el hecho de que conforme avanzaba el paisaje se hacía más familiar para mi vieja amiga retentiva, y al cabo de unos minutos, me sentí completamente orientada. El lugar era exactamente a unas cuantas cuadras de la cita/pelea/tregua con Nath. Lo que me llevó a pensar en que toda esta locura —y dolor de tobillos— se hubiera ahorrado si en primer lugar Trixx hubiera estado conmigo.
—Genial —manifesté y al no encontrar por ningún lado a Luka, pregunté—: ¿Dónde rayos estás?
Pero era claro que la intención de la pregunta era para el viento, así que desde un inicio asumí que no obtendría ninguna respuesta, razón por la que di un brinco al instante en que una voz respondió y si hubiera sido por mis por mis impulsos cavernícolas una esfera de ilusión hubiera rebotado sobre su morena tez.
— ¡Aquí arriba! —gritó nuevamente a contraluz.
— ¡Ya lo sé! ¡Me vas a matar del susto! —expresé subiendo al balcón en donde el chico se había trepado.
Para mi sorpresa el lugar no estaba para nada ambientado en reunión, si eso era lo que Luka deseaba que creyera, por otra parte sí que estaba acogedor.
— ¿Y estas velas? —cuestioné señalando a las mismas que adornaban el barandal y que eran en total unas doce separadas, entre ellas, un metro a lo mucho. Otro dato interesante es que estas eran rojo granate, indiscutiblemente mi color favorito.
—Es de noche y hace frío. No todos tenemos un traje que nos proteja de los resfríos —se excusó con la mirada perdida en la luna.
En esta noche parecía un Luka completamente diferente al habitual chico insoportable del instituto. Franco y directo como siempre pero en una forma sutil que hasta terminaba agradándote, además que se vestía casual, nada extravagante o fuera de lo usual, pantalones de mezclilla, camisa blanca con un estampado negro que vagamente reconocía y una sudadera azul oscura remangada por los codos, a decir verdad, nunca lo había visto así, tan ligero.
Con cuidado de no interrumpir su confesionario hacia la dama de la noche, me acerqué a él, pero no pude evitar que las palabras abandonaran la estación de mis pensamientos y fue ahí que hablé, impulsada por la curiosidad.
—Entonces... ¿qué querías decirme? ¿Y por qué me hiciste venir como Volpina?
—Es una teoría que tengo. Nada comprobado pero creo que voy por buen camino —farfulló reposando su mano en su mentón y como si una bombilla se encendiera en el interior de su cabeza, dio media vuelta y se arrimó al barandal por detrás, con sus antebrazos sosteniendo parte de su peso, quedando contrario a mi posición.
—Escúpela.
—Cuando eres Piper se me hace más difícil controlar mis emociones, básicamente mis nervios. Quizás tenga un acelerado aumento de dopamina o cualquiera hormona que me hace sentirme así, pero cuando eres Volps parece que logro estabilizarme, como si un interruptor en mi cerebro fuera bajado —explicó perdiendo su mirada en la llama de una de las velas que se encontraba al otro lado del balcón.
— ¿Qué intentas decir?
—Luego de que te fuiste del hospital, alguien fue a visitarme, no recuerdo su rostro o género, ni su voz, sólo sé que al cabo de unos minutos ya me encontraba como nuevo. Hasta el médico se sorprendió de mi mejora y por insistencia de mis padres me dieron el alta, Jul se puso muy feliz y...
— ¿Y no dudaste ni un segundo? ¿No te pareció extraño? —interrumpí lanzando preguntas que en sus zapatos mi cerebro hubiera formulado, enterrándome, como es su costumbre, en una avalancha de inquietudes que me llevaban al inicio de una leve paranoia.
— ¿Si estuvieras agonizando en una camilla y de un momento a otro, parece que todo ya mejoró, no estarías contenta y agradecida, en lugar de cuestionarte hasta la inmortalidad del cangrejo? —touché—. Continuando, fui al colegio, ingresé a mi nueva clase y al día siguiente decidí hablar contigo ya que estabas distante y medio enojada, y en cierto modo lo entendía —soltó una risita—, lo que ocurrió en el hospital debió dejarte confundida y simplemente decidiste ignorarme, hasta tú sabes cuándo.
—Detén tu tren —ordené girando sobre mi cuerpo para terminar en diagonal a él y hacerle entender cada una de las palabras que a continuación le explicaría—. No estaba "confundida" —remarqué las comillas con mis dedos—, estaba furiosa y preocupada porque me desechaste como plato de fiesta frente a todo el colegio y me remplazaste con el plato de vidrio, alias "la arpía" de Lila.
—Aguarda ¿qué? —preguntó, asustado, arrugando la frente.
—Eso mismo, Romeo.
— ¿Quieres decir que tengo una cita con Lila para el baile? Santo cataclismo, la pesadilla hecha mujer.
—Pensé igual, sabía que no estabas cuerdo pero tampoco era para llegar a extremos y hablo de la Muralla China. Dale, sigue —señalé moviendo mi mano hacia adelante en gesto para que retomara la narración.
—Entonces estabas tendida en el suelo y...
— ¿Y? —cuestioné al entender que se había quedado en blanco y no sabía con qué continuar. Presentía que era esa misma sensación turbia cuando habías estudiado toda la noche y al día siguiente con el examen frente a ti, te dabas cuenta de que nada, no había nada en que apoyarte, porque en conclusión no estaba.
—Y no sé qué más —respondió halando los mechones más largos de su cabello azabache—. Vamos, cerebro. Recuerda —ordenó golpeándose suavemente el cráneo en un vano intento por recordar algo que no estaba respaldado ahí. Sabía lo desesperante que era, pero nunca imaginé que así se vería, un alma intentando recobrar aquellas memorias faltantes, un fantasma en busca de la vida.
—Lagunas mentales, ya veo. Es horrible, lo sé. Eso quiere decir que no recuerdas el... —dudé en contarle y únicamente asumí que entendía la intención del mensaje, así que sólo levanté mis cejas mientras lo observaba directo a sus ojos— "eso".
— ¿Eso? Ah, eso. ¡Claro que lo recuerdo! Pero luego me dejaste como gato bajo la lluvia.
— ¿Dejarte? Tú me echaste —me defendí golpeando su hombro.
— ¡Por que vi a una señora del otro lado! —inquirió en un segundo de iluminación.
— ¿Una señora?
— ¿Qué señora?
—La señora.
— ¿Cuál? —volvió a preguntar, volteándose frente a mí, exasperado.
—Acabas de decir que viste a una señora —le aclaré y recordándole sus anteriores hechos lo apunté con mi índice—, no me digas que no lo recuerdas. Hace un momento...
—Esto es peor de lo que pensé —me llevé las manos al rostro, gritando en silencio hasta que mis pulmones ardieran.
—Respira, no estoy pidiendo que entiendas —titubeó consternado por mi reacción—, sólo escúchame. Necesito expulsar todo esto —dijo señalándose por completo.
—Te acabas de señalar —mencioné identificando lo obvio.
Giré sobre mis pies y volví a arrimarme a la baranda con la vista en la ciudad. Aquella ciudad ignorante de lo que sucedía en un balcón, entre dos personas, a estas horas de la noche.
Luka caminó hacia un lado, retomando su posición inicial, prácticamente idéntica a la mía.
—Es que yo soy el problema. Decidí cambiar por completo. Me pintaba el cabello, bueno las puntas de azul, al igual que las uñas —explicó mostrándome sus manos y sacudiéndose el cabello—, me preocupaban los demás y hasta tocaba la guitarra —un quejido similar a una risa salió de sus labios.
— ¡Hey! A las chicas les gustan los músicos.
—De haberlo sabido...
No terminó la frase debido a que en la mitad de esta coloqué mi mano sobre la suya, ruborizándolo un poco y haciéndolo tartamudear, completé la oración:
—De haberlo sabido, Adrien ya no tendría a Marinette.
—Soy una farsa, no merezco nada.
—Tal vez, pero el primero en darse valor es uno mismo.
— ¡Pip...! —cortó mi nombre antes de siquiera pronunciarlo y después de unas décimas se corrigió, apartando su mano— ¡Volps, uso lentes de contacto!
—Mientes —susurré para mí.
—No, no lo hago. Mírame —en desesperación tomó mis manos y las depositó sobre sus mejillas, sumergiéndome en sus lingotes—. No brillan, no porque siempre estuviera de mal humor, no brillan porque son falsos, al igual que los implantes de Nicki Minaj. No soy más que una fachada con miedo a no ser aceptado por ser el mismo. Soy un cobarde.
Deslicé mis dedos por sus pómulos, él bajó el rotro en un impulso por ocultar su vergüenza expuesta ante mí, pero no le funcionó, puesto que casi de inmediato levanté aquello que había caído, antes de chocar contra el suelo.
—No te harás añicos, no mientras pueda sostenerte. Además, para mí no es así y eso lo demostraste el día en que defendiste a Marinette, no eres un cobarde —sonreí colocando mi palma sobre su corazón—. Por otro lado...
— ¿Qué?
—No puedo decir lo mismo de mí. He huido tantas veces que ya me sé el camino de ida y de vuelta —expresé girándome a observar las calles desiertas del París nocturno.
—Me niego a pensar eso de ti, si tú confías en mí, haré lo mismo. Una persona no es valiente o cobarde por las veces que huye o se entrega, una persona es valiente porque sin importar cuantas veces ha caído, aprende de sus obstáculos y logra vencerlos. No importan las veces que caes, si cuentas las que te levantas.
—Gracias —fue lo único que dije para luego abalanzarme sobre él y rodearlo con mis brazos—. Gracias.
—Gracias a ti —musitó sosteniéndome.
—Eres un gran amigo.
—Y como lo soy quiero pedirte un favor —manifestó caminando hacia la otra esquina del balcón. Una vez ahí, se inclinó y abrió una caja mediana de forma particular color negro.
Me golpeé mentalmente por no notarla con anterioridad y más aún cuando sacó de su interior una guitarra.
— ¿Entonces quieres escuchar?
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Hola, chicos!!! Hoy es miércoles, sí. Ahora actualizaré los miércoles ya que es el día con menos cosas que tengo que hacer, ya comencé a estudiar y en resumen me están mandando a dormir desde hace media hora por lo que haré esto corto.
¿Les gustó mi canto en el directo jajajaja? Es broma, ¿creen que Luka dice la verdad? ¿Qué será lo que le quiere entonar? ¿Team Lukiper?
Bien, creo que nada más, nos vemos en otro capítulo.
Los amo,
Ya se acerca el final,
Un abrazo enorme,
Chao, The Writer ;D
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