Capítulo 71
La lluvia continuaba cayendo sobre los tejados de París, sobre las calles, sobre las personas que conversaban. Esta no dudaba ni un segundo en continuar con la alianza junto a su compinche conocida vulgarmente como la gravedad. Tampoco se angustiaba por inmiscuirse entre las ropas de un anciano de 186 años que le daba una charla en un techo a una Volpina confundida, consternada y todos los sinónimos del pretérito de "preocupación". Era de lo más normal en estos meses.
— ¿Qué intenta decir? —inquirí devolviéndole la mirada.
—Piper, no eres tonta y lo sabes. Has cometido errores, eso es más claro que Chat noir coqueteando, pero de ellos, además de recriminártelos, se aprende. Tú puedes aprender.
—No sé qué hacer. Tampoco a dónde ir. Estoy perdida.
—Hiciste bien al venir aquí a despejar la mente. La lluvia siempre sirve de compañera y no habla mucho ni da consejos como este anciano —intentó bromear pero un dolor de fondo se podía percibir en su voz, algo andaba mal.
— ¿Qué pasó? —cuestioné segura de que entendía a lo que me refería.
—Fue mi culpa, era un niño ingenuo. Sin pensar en el mañana, decidimos activar la perla del sol. No conocía los riesgos, él tampoco. No es algo que quisiera recordar. La explosión... él murió ahí.
—No fue su culpa, usted mismo dijo: "decidimos" —me mordí la lengua al caer en cuenta de lo que había dicho—. Se necesitan de dos para poner en marcha un plan si retorno.
—Escucha tu propio consejo, Piper —negó con la cabeza mientras apretaba con fuerza los párpados—. Creo que ya es hora de avanzar.
—Pero tengo miedo, miedo a fallar.
— ¿A quién?
—Supongo que a las personas que confían en mí y a pesar de eso les he lanzado tierra con mi pala hasta el cuello.
—Deja de mentirte. ¿Sabes, Piper? Una de las cosas que entendí la primera vez que nos cruzamos fue lo fácil que eres de leer. Te atreves a entregar tu confianza al instante, no digo que debes ser... tú entiendes, pero hay cosas que una vez las dejas ir, nunca regresan por más que las ames. Tienes miedo de fallarte a ti misma —manifestó apuntándome con su índice, sólo bajé la mirada. Había retirado la capa invisible en la que me había envuelto estos meses.
—Creo... creo que tiene razón. ¿Pero qué hago?
— ¿Nathaniel o Luka, no?
—Sí —murmuré avergonzada y recogí mis rodillas llevándolas contra mi pecho, quizás como medio de protección a lo que Fu iba a decirme.
— ¿Por qué no te tomas un descanso?
—No puedo y usted lo sabe. Gabriel dejó muy en claro que atacaría en el baile.
—Pruébalos —soltó de repente abstraído en las profundidades de la lluvia— a ambos. ¿Qué te gusta más: la lluvia o el sol?
—La lluvia, me da tranquilidad y paz.
—Interesante concepto —sonrió— pero y si te pregunto: ¿cuál es mejor? ¿Qué me responderías?
—La lluvi... —me detuve a meditar un momento más—, el so... No lo sé, ambos se necesitan el uno al otro. Se complementan. Sin sol todo se inundaría y no quedaría ni rastro de tierra; pero sin lluvia los campos se secarían y el sol nos mataría en cuestión de tiempo.
—Exacto, ¿serás lluvia o sol?
Un trueno se escuchó de fondo.
— ¿Insinúa que me quede con ambos? Que zorro —pregunté confundida y un poco preocupada por las perspectivas de Fu.
—Insinúo —me miró desaprobando mi pensamiento— que los pruebes, tal vez ambos son igual de buenos pero todos tenemos nuestro favorito. Quizás eso incline la balanza y si no, no vale perder a ambos por el capricho de conservar a uno —añadió consumido por la tempestad.
Bufé pasando mis manos por el rostro enmascarado que poseía, ya tenía una decisión tomada.
—Iré a la cita con Nath.
—Que bien, espero que se resuelvan tus problemas. No me gustaría que se interpusieran en tu sano juicio —dijo volviendo a tomar entre sus dedos al fiel paraguas negro—. Ya tienes que regresar y recuerda afrontar tus miedos, no permitas que te consuman.
Asentí en silencio.
Las gotas de lluvia continuaban descendiendo de su hogar hasta el suelo de París, emprendiendo un extraño viaje sin aparente retorno, muy parecido al mío. Pero, después de lo que había dicho Fu, estas gotas ya no eran más pequeñas dagas frívolas empeñadas en atravesar mi cuerpo, no. Eran tibias semejantes a los días de otoño, a los recuerdos gratos, a la familia.
— ¿Cómo se llamaba?
Y captando que me refería a su amigo, respondió—: Yaoguai —desapareciendo entre la lluvia.
.
.
Había pasado una hora desde que el infierno se desató en la clase del Señor D'accord, una hora sin que Piper diera señales de vida y ya me estaba preocupando. Por lo que antes de que pasara otro minuto con la ansiedad intentando escapar de mi garganta, me llené de valor para ir en su búsqueda. Pero, antes de siquiera pusiera el plan en marcha, ella ingresó a tiempo para la clase de arte y a diferencia de lo que creía, no tenía cara de querer degollarme como cordero.
— ¿Dónde estuviste? —cuestioné una vez que haló un taburete para sentarse a mi lado.
—Tenía que pensar —respondió con un hilo de voz.
— ¿Por toda la hora de gimnasia y el receso completo?
—Si —sentenció volteando su rostro y observándome con cara de pocos amigos.
Si no quería degollarme, seguramente en su cabeza tenía otros planes macabros para mi alma.
—Genial...
—Trixx enfermó, anda estornudando desde... —se interrumpió llevando sus ojos a un punto fijo en la izquierda— desde hace un rato.
— ¿Vas a acompañarme a la cena? —dudé cambiando de tema por miedo a incomodarla.
—Sí —asintió con la cabeza—, es lo menos que puedes hacer.
Y con una sonrisa ladeada nuestra conversación terminó y pasó a ser oficio de las pinturas y pinceles. Luego de las clases no la volví a ver hasta las siete.
Pero antes de eso y de camino a una de las entradas de la guarida —la única que se me ha dado a conocer—, hice una llamada. Tal vez necesitaba un poco de dirección.
—Necesito tu ayuda.
—No me hablas desde hace meses y ahora sólo lo haces para pedirme un favor ¿estás bromeando, no? ¿Qué quieres Nathaniel? —inquirieron del otro lado de la línea.
—Es... es para una cita, no se me ocurrió nadie más para pedir consejo —señalé apenado.
La lluvia había parado hace unos minutos, por lo que definitivamente el carmesí del que se habían pintado mis mejillas era mucho más notorio.
Apresuré el paso.
—El tomate tiene una cita, está bien, acepto. ¿Y la chica? ¿Cómo es? ¿Y su nombre? ¿Tiene lindos ojos? ¿Su sonrisa? ¿Es comportada?
En ese instante recordé por qué no la llamaba, era una buena persona pero a veces... ¿cómo no decirlo sin que sonara mal? Desesperaba.
— ¡Estefanía!
—Bien, entonces voy a colgar...
— ¡Ni se te ocurra!
— ¿Me dirás?
—Sí —accedí rindiéndome.
Regla #245: nunca podías ganar una discusión con ella. Nunca.
—Tiene un cabello castaño que le cae en forma de cascada por la espalda. Sus ojos, aunque a veces cegados por el amor-odio que me tiene, son hermosos y su...
—Ajá —intervino en mi vasta explicación—, ya párale a la poesía, Neruda.
—Sólo hacía lo que me pediste.
—Nombre. Nombre. Nombre —rogó ignorándome. Podía jurar que si estuviéramos en la misma habitación, ella estaría dando saltitos mientras repetía la palabra causante de sus ruegos.
—Piper Smi...
— ¡Piper Smith! ¡¿Estás chiflado?!
—Más o menos, pero ese no es el punto.
—Los tabloides dicen que ella está saliendo con Luka Couffaine, al igual que Adrien Agreste con Marinette De pain...
—Dupain-Cheng —corregí—. ¿Tú lees esas cosas? Olvídalo. Lo de Couffaine es sólo un rumor, estuve... desaparecido por un tiempo y el niño bonito tomó ventaja.
—JA —rio—, si a eso le llamas ventaja —se refirió con el sarcasmo rebosando en sus palabras—. Está claro que el chico la tiene con-quis-ta-da.
— ¿Ya terminaste de restregarme la supuesta victoria de Couffaine por el celular?
—Sipi.
—Necesito que me ayudes con la cena.
—Natha...
—Y antes que digas que no, es por una buena causa —expliqué saltando sobre un charco que empapó mis zapatos.
—¿Necesitas redimirte?
—Sí —dije aceptando la cruda realidad.
—¿Flor favorita?
—¿Mía? Nunca me he puesto a pen...
—¡No tuya, tonto! De ella.
—Lirios.
Escuché un quejido del otro lado y supe que ya la tenía a bordo.
—Espérame en Spring, tienes veinte minutos.
___________________________________________________________________________
Hola, chicos! Lo sé, lo sé, ¿capítulo corto, no? Ese es el problema de cambiar de cuaderno de línea a cuadros, no es la misma extensión por página. Olvidando eso ¿Fu se ha vuelto filósofo? ¿Prefieren la lluvia o el sol? ¿Estefanía shipea el Lukiper? Ya lo dije en mi muro, pero lo digo otra vez por aquí: ya tengo computadora, lo malo es que no se han podido recuperar los documentos asi que hasta que yo, Andrea, se digne en revisar otra vez las notificaciones, ahí podré dedicar capítulo otra vez.
Les agradezco a todos por sus comentarios y votos, lamentablemente no hay canciones del día porque tampoco tengo Spotify en la computadora y estoy escribiendo esto sumamente rápido por lo que no he conectado el celular para escuchar.
Bien, sin más que decir me despido y que pasen un gran fin de semana.
Los quiero,
Nos leemos en el 72,
Un abrazo gigante,
Chao, The Writer ;D
P.D.: ya voy por la mitad de la tercera temporada de The Flash y amo a Barry con Iris, OTP. #PrayforCisco
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro