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Capítulo 61

Primera ley de la termodinámica: la energía no se crea ni se destruye, sólo se conserva. Claro, se conserva para transformarse.

Segunda ley de la termodinámica: no se puede volver a obtener energía que ya hemos utilizado. Correcto, del mismo lugar no una segunda vez.

Aquel golpe, aquellas palabras no habían sido nada para mí, y eso era lo más preocupante, debería sentir odio o alegría, ganas de venganza o alivio, pero cuando ese algo llegaba al umbral de no provocar nada, absolutamente nada, sólo tenía una razón y era que nunca fue importante. Por eso y por mi dignidad, no gasté mis insultos en ese algo.

¿Me retiré? Sí, pero con la frente en alto.

¿Salí del campo de batalla? Exacto y con todas mis extremidades.

Y finalmente entendí que la confianza no se la entrega a cualquiera.

Ingresé al salón y ocupé mi lugar en aquella clase llena de estudiantes, pero por más llena que se encontraba, un vacío, literal, a mi costado evitaba el engaño que me había planteado.

No, ya no necesitaba "Karma y venganza", ahora el instrumento digno a la situación se transformaba en "El As del Blackjack".

Las horas volaban frente a mis ojos y una vez que el timbre socorrió mi soledad, anunciando el respiro del receso, emprendí mi búsqueda hacia la gran cuestión que ocupaba el protagonismo de mi cerebro: "Entender el comportamiento humano"; porque si hasta hace unas horas me consideraba uno, con el salto de emociones de Luka, la moneda había dado vuelta.

Bajando las escaleras me topé con su mirada, unos lingotes de oro invaluables que se apagaron al instante en que mis pupilas chocaron contra las suyas, creando una especie de colisión entre nuestros planetas. Apresuré mi paso.

No me quedaría sin respuestas.

—Tengo que hablar con él... tengo que... —balbuceé al tiempo en que caminaba entre los estudiantes del Françoise Dupont que, convenientemente, estaban más activos que de costumbre haciendo más ardua mi misión.

Y por más ardua me refería a que entre el océano de estudiantes ni un alma cabía para alcanzar su destino, cuerpos chocaban, brazos se topaban y el espacio personal desaparecía como el agua en pleno desierto. Causando por una "extraña razón que para nada conocía", una nueva intercepción contra un cuerpo —de los tantos— en movimiento cuyo cabello azabache fue la última identificación que logré captar antes de caer y reunirme con mi viejo amigo, el suelo.

—Disculpa... deberías tener más cuidado —dijo más como una pregunta y siguiendo el sentido común, extendió su mano.

—Gracias. Me... me tengo que ir.

Deseché rápidamente aquella situación del "bulto sin nombre" y continué adentrándome entre las mareas. La salida se abría ante mis ojos, su espalda me recibía y el anhelo de una explicación quedó en el limbo, en el "y si...". En ese instante y arrebatándome mi oportunidad, unos brazos agarraron con fuerza al que se encontraba aún dentro del oleaje, succionándome con su mayor intensidad al interior del Triángulo de las Bermudas, siendo recibida por algo más extraño que extraterrestres dedicados a secuestrar aviones y embarcaciones, título portado por una castaña que nunca antes había visto.

— ¿Quién...?

— ¿Soy? Mi nombre poco importa, por ahora, pero si deseas estar al tanto de la situación te aclaro que soy compañera de Luka y vi lo que pasó hoy de mañana, lo lamento —explicó, colocando su otra mano frente a mí.

—Tengo que hablar con él —sentencié, soltándome de su agarre e ignorando por completo su saludo.

—No servirá de nada si vas sin bases, por lo poco que sé... no seré de mucha ayuda pero conozco a alguien que sí —dijo, volviéndome a tomar del brazo, y como si tuviera un radar integrado, caminó directamente a un banco alejado de la multitud en la que un chico disfrutaba del raro receso comiendo unas arepas.

— ¿Tú? — pregunté mientras era arrastrada en su dirección.

—Sophie tienes que controlar ese hábito tuyo de andar secuestrando personas, sabes que no es bueno para tu salud mental —le dijo, a la chica, sin prestar demasiada atención a mi comentario y continuando en su ardua tarea de digerir una arepa.

—Ethan, no es gracioso, ella necesita tu ayuda —replicó Sophie colocándome a un lado de la banca.

— ¿Qué podría necesitar... ella? —cuestionó deteniéndose conforme levantaba la mirada, reconociéndome y reconociéndolo al instante. Era el bulto sin nombre.

— ¿Y bien? —reclamó la castaña sentándose junto a su amigo.

—Sophie, no es una buena idea —susurró el chico en el oído de ella.

Me fijé en él detenidamente, ahora me era más sencillo identificarlo sin todo el movimiento de hace unos minutos. Ethan vestía el mar en su ropa, una camiseta azul marino, su sudadera del mismo color, converse azules y un blue jean, ¿otra cosa que podía rescatar de él? No sabía susurrar. Entonces o este chico amaba el océano o... No sabía muy bien cómo explicarlo, nunca me había considerado amante de la moda.

— ¡Moda! —grité alterada al recordar que aún no tenía vestido para el baile, vestido que quizás ni siquiera llegaría a utilizar.

— ¿Algún problema...? —preguntó el que presumiblemente se llamaba Ethan.

—Piper —completó Sophie—. Ethan, salió en las noticias ¿cómo es posible que no sepas su nombre? Seguramente ya se ofendió por ser Volpina y...

—No, no, no te molestes —dije liberando una risita de mis labios—. Me gusta que me llamen Piper.

— ¡Ves! Lo mínimo que puedes hacer es ayudarla —insinuó Sophie otorgándole un codazo a su compañero de banco. Sí que era buena disimulando.

—Está bien —cedió—, ¿qué sucede?

—No lo sé, pregúntaselo a ella —respondí, intentando averiguar el motivo por el que Sophie había decidido que era buena idea traerme hasta él.

—Ethan, tú fuiste compañero de Luka en su anterior colegio y en clase mencionaste su extraño comportamiento ¿acaso no era un cerebrito? Tal vez podrías empezar por ahí.

—Emm... sí, Luka estuvo muy extraño, se la pasó la clase entera de química intentando mantener de pie un lápiz.

—Yo intenté eso una vez —recordé en voz alta, interrumpiendo a los chicos.

—Ese no es el punto, la cuestión es que no se comportó como él mismo, parecía en otra órbita... No lo sé —mencionó Ethan.

—Es raro, ayer... ayer estaba muy bien —tartamudeé recordando la escena comprometedora que intenté esquivar por el resto del día. Nuevamente el rojo pintó mis mejillas.

— ¿Estás bien? Pareces un...

— ¿Tomate? —acoté respirando profundo, intentando controlarme.

—Iba a decir granada, pero bueno.

—No importa quién iba a decir qué, tengo que ir a hablar con él. Necesito respuestas —sentencié.

— ¿Al menos sabes dónde está? —cuestionó Sophie.

—Lo sabía hasta que me succionaste.

—No es para tanto.

—Claro que sí lo es.

—Chicas, chicas, aquí sólo hay una solución —intervino Ethan.

—Hablar con él —opiné firmemente.

—Conocer toda la historia —declaró Sophie.

—No, deberías olvidarlo —dijo Ethan dictando la sentencia—. Luka nunca me cayó bien y ese pequeño grado de respeto que aún quedaba lo extinguió con lo que hoy hizo. Mereces a alguien mejor.

—No lo sé... y ni siquiera te conozco —me escudé sumida en la negación.

—Yo sólo te ofrecí el salvavidas, ya es tu decisión aceptarlo o no —respondió logrando convertirse en el eco de esa vocecilla que era mi conciencia.

Conciencia: veinte mil, Piper: cero. Genial.

Ignoré los reclamos de Sophie y me dirigí nuevamente en busca de mi presa, necesitaba entender qué ocurría en esa estúpida cabeza y la razón por la que el veneno había salido de su boca. Y esa frustración que inundó mi ser, hace unos minutos, volvió a abordarme al ser arrebatada mi oportunidad por el gran Adrien Agreste.

—Piper, te estaba buscando, bueno no yo en sí pero... acompáñame y lo entenderás —explicó contrariado, sus manos se movían de un lado a otro y sin pensarlo dos veces me tomó del brazo llevándome a través del patio hasta uno de los tantos salones que se encontraban en la planta baja.

—Adrien, qué se supone que es... —dije viéndome interrumpida por una figura erguida al otro lado de la puerta que el rubio había abierto.

—Padre, aquí está Piper.

—Bien, Adrien puedes retirarte.

—Ve a buscar a Marinette, es un buen momento para hablar de su relación —susurré en su oído.

—Tienes razón, suerte.

— ¿Suerte? ¿Por qué?

—No es muy común que mi padre venga al colegio y... mucho menos en persona para hablar con uno de mis amigos en un aula, no es propio de él. Te envidió por logar captar su atención.

—Lo sé y eso me preocupa.

— ¿Te preocupa? ¿Por...?

Y el padre interrumpió a su hijo con un carraspeo digno de un vikingo, definitivamente sus ganas por mantener una conversación a solas conmigo sobrepasaba el apego que le tenía a la compañía de Adrien.

—Mejor ve a ver a Marinette.

El ambiente anormal se empezaba a incrementar de manera desmesurada, mi garganta a secar y por unos segundos el equilibrio me falló, sosteniéndome por reflejo del escritorio que descansaba sobre la baldosa, depositando mis dedos con firmeza sobre este.

—Buenos días, Sr. Agreste.

—Buenos días, Piper —saludó girándose lentamente, inyectándole suspenso al acto.

—No quiero rodeos ¿qué desea?

—Siempre a la defensiva, algunas cosas no cambian con el paso del tiempo. ¿Cómo te va?

—No respondió a mi pregunta. ¿Qué desea?

—Nunca se responde a una pregunta con otra, es de mala educación.

— ¡Bien! Me va bien, excelente, parfait.

—Entonces, ¿por qué anhelas truncar mis planes? ¿Qué ganas con derrotarme? —pronunció acercándose al escritorio y por ende a mi rostro, intimidándome más de lo que me gustaría.

—Yo... yo anhelo justicia, es lo único.

—Se percibe que no conoces el amor —expresó levantando la barbilla e iniciando una caminata alrededor de las bancas.

— ¿El amor? —me aclaré la garganta—. Amo a mi familia, amo a mi madre, amo a mi hermana, amo a mi padre y amo a...

—Eres tan indecisa, nunca ordenaste tus prioridades, simplemente acumulabas más y más.

— ¿Qué planea? —pregunté colocando mis dos manos detrás de mí, reposando en el escritorio.

—Un último golpe, el decisivo.

— ¿Todo esto no fue ya suficiente? Se está pudriendo por dentro y usted lo sabe, ¿por qué no se detiene?

—Quiero ver hasta donde llegas, hasta dónde eres capaz de apostar y perder con tal de salir victoriosa en tu partida.

—Todo lo que he puesto en juego sabe que ha sido necesario; tretas, trampas, así se llaman y una de sus piezas es experta en eso, engañar.

—Lo sé, aunque tu querida flor no se ha rezagado, aprende rápido.

—Él...

Y me vi en el limbo alargando la sílaba por unos segundos que parecieron eternos, pensando una forma ingeniosa de responderle, pero nada cruzó por el desierto que tenía de cerebro. Justo cuando más lo necesitaba se daba el lujo de abandonarme.

—Mientras piensas en tu contraataque abordemos otro tema. ¿Cómo es ese asunto de que Adrien anda saliendo con la chica Dupain-Cheng?

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Hola, chicos! Sí, sé que es muy tarde y también sé que técnicamente ya no es viernes (son la 1 y 12 de la mañana) pero porque los quiero publico a esta hora, en este capítulo apareció el segundo lector que fue PercyPotterBlack en su papel de consejero, no sé si te planteé bien pero hice mi mayor esfuerzo según todos los comentarios que has hecho a lo largo de la historia :"D 

¿Qué le sucedió a Luka? ¿Por qué rayos Gabriel fue a hablar personalmente con Piper? ¿Qué tiene que ver el romance de los tortolitos en este embrollo? ¿A quién se refería Gabriel al decir "flor"? Bien chicos, los quiero un montón y ya no doy más, me voy a dormir y a soñar...

Me despido y les voy avisando que para el final de la historia tengo una sorpresa preparada.

Un abrazo gigante,

Nos leemos el próximo viernes (más temprano),

Los quiero demasiado,

Chao, The Writer ;D

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