Capítulo 9
Los dos chicos de confianza de Aldo pasaron toda la noche hablando y planeando la venganza contra Gianni. Varios papeles cubrían la cama de Alessandro con notas sobre la organización rival y planos de los lugares que solían habituar. Esta vez ellos no podían fallar, no siendo los mejores, no por Aldo, pero debían ir poco a poco; pues viendo cómo salió el plan apresurado de Aldo, sabían que un movimiento mal dado podría llegar a cobrarse la vida de alguno de los dos y eso era algo que no podrían permitirse.
Habían contactado con Lorenzo, el informático de la organización. Lo principal era hackear toda la información de la mafia de Gianni, así como de sus rivales, crear el caos llamaba mucho la atención de Dante, quien quería ver el mundo arder.
A la mañana siguiente se encontraron con parte de la información que Lorenzo les había proporcionado a través del correo.
—Vaya, vaya, ¿pero qué tenemos aquí? —enarcó Alessandro una ceja, leyendo todo lo que había en los informes.
—Tiene información de cada miembro de su mismo bando.
—¿Gianni? —preguntó Dante antes de ponerse a su lado, para poder ver.
—Parecen informes hechos a raíz de chivatazos entre todos los que trabajan para él, ¿qué mierda de mafia es esta?
—Cuando hay desconfianza... —puso una mano sobre el hombro de Aless. —¿Quién sabe si han hecho lo mismo con nosotros?
Copió todos los archivos que Lorenzo estaba consiguiendo obtener, las traiciones de los más jóvenes hacia los veteranos de la mafia eran asombrosas, pero un motivo de risa para los chicos de Aldo.
—Vamos a prepararnos, hoy va a ser un día movidito. —sonrió Alessandro, cerrando el portátil para dirigirse al baño.
Después de una ducha por parte de ambos, ya arreglados se pusieron manos a la obra con el plan. Todos los documentos Alessandro los había metido en un paquete, iba a ser una sorpresa para los veteranos de Gianni.
Cada uno se montó en su respectiva moto y condujeron hasta la dirección donde se hallaban, un pesado recorrido en carretera pero liberador al poder tener la velocidad que desde que fueron a Nueva York no sentían.
Cuando llegaron, tiraron el paquete a la puerta del apartado almacén que tenía la puerta cerrada, pero siempre había alguien dentro.
—Que os divirtáis, hijos de puta.
Aless hizo una seña a Dante para marcharse. Aparcaron un poco más adelante del lugar.
—Llama a Martino. —dijo Aless cuando se subió la visera del casco. —Que mande a alguien para vigilar esta zona, necesitamos un aviso cuando Gianni esté totalmente libre.
—Eso es siempre, a ese cabronazo no le importan sus hombres.
Hizo lo que había pedido su amigo, asegurándose de que todo se hubiera entendido a la perfección.
—¿Una carrera hasta la casa de Aldo? —sonrió de manera traviesa Dante.
—Imposible negarme a eso. —rió volviendo a bajar su visera, colocándose sobre la moto.
Tras una seña por parte del rubio, ambos arrancaron. La mayor parte de la carretera era en línea recta, exceptuando alguna que otra curva sin importancia, lo que hacía más fácil el pique entre ambos. Esquivaban los coches que se les cruzaban por delante a toda velocidad, escuchándose de vez en cuando alguna risa burlona cuando uno se quedaba detrás.
—¡Y Dante sale victorioso de esta gran carrera, Alessandro una vez más se come el suelo! —celebró el rubio una vez que se quitó el casco cuando aparcaron frente a la casa de Aldo.
—Llegamos al mismo tiempo, imbécil. —rió entrando con el casco en la mano, dejándolo por detrás.
Al entrar, se dirigió a la habitación donde estaba Aldo mirando algunos papeles sobre su cama, aún tumbado.
—Tú ni estando herido descansas, ¿no? —preguntó sentándose en una silla a pie de cama.
—Un jefe nunca descansa Aless, tenlo en cuenta.
—Ey Aldo, ¿cómo vas? —entró Dante a la habitación. —Entretenido por lo que veo.
—Aunque esté en estas condiciones de mierda tengo problemas que seguir vigilando. —resopló enseñándoles una carpeta. —El negocio de las chicas sigue adelante, el dinero que estamos consiguiendo nos vendrá bien para cuando traigáis más.
—Tú deberías dejar de estar pendiente de cosas que ahora no puedes hacer. —cogió Alessandro la carpeta, mirando los papeles de su interior.
—¿Por qué no me hablas ahora de esa chica que conociste? —preguntó mirándolo con atención.
—Quiere trabajar en el museo nacional, he visto en eso una buena oportunidad. —respondió mirando aún los papeles, habían fichas de cada una de las chicas que estaban secuestradas. Aless no era partidario de la trata de blancas, pero tampoco tenía mucha elección, sabía lo que le podía esperar si era desleal a su organización.
—¿Y tú Dante, alguna novedad?
—Pues no. —resopló aburrido. —Pero me gusta Nueva York, hay sitios interesantes.
—Dante solo informó a todos los turistas de que King Kong estuvo allí. —bromeó Aless, recibiendo un golpe por parte del rubio.
—Puedo quedarme esta vez para ayudarte, Aless se las sabe apañar solo.
—Concuerdo. —asintió el moreno con su cabeza.
—No necesito que me ayudes Dante, de sobra sabes que puedo, además... —se intentó acomodar con cuidado. —Están los otros chicos, ustedes no me fallen y sigan adelante, seremos la mejor y más grande organización de toda Italia.
—Ya lo somos. —Dante mostró una sonrisa de orgullo, mirando el móvil. —Y pronto te daremos buenas noticias, así que de momento descansa.
Hizo una seña a Aless para irse. El moreno dejó la carpeta nuevamente sobre la cama con un amargo suspiro. Al salir, le pidió un cigarro a Dante, quien también aprovechó para fumarse uno.
—Martino me ha avisado de que los hombres de Gianni ya se han enterado de los problemas. —informó el rubio con una ladina sonrisa. —Podremos dar el paso muy pronto.
Alessandro asintió con la cabeza mientras mantenía el cigarro entre sus labios, pensativo. Miró su móvil, a pesar de la distancia, otra vez, no perdía el contacto con Eldrid, quien solía preguntarle cómo le estaban yendo las cosas en Italia. Esta vez había un mensaje suyo pero hablando sobre un plan que tendrían Emilie y ella.
Cogió el mechero que le pasaba Dante y se encendió el cigarro, el cual se consumía a una velocidad algo rápida dado a las caladas que daba.
—¿Te preocupa algo? —preguntó Dante cuando lo miró.
Aless lo miró y negó con la cabeza.
—No es nada, pensaba en como ir a por Gianni. —tiró la colilla al suelo, pisándola.
—Pues ahora lo tendremos mucho más fácil, esa panda de inútiles se estarán matando entre ellos, ¿a quién se le ocurre traicionar a los suyos con el jefe? Eso no se sostiene. —indignado, Dante repitió la acción de su amigo, tirando la colilla.
—Novatos que no entienden nada sobre estar en una mafia, cuando eres joven tampoco lo piensas mucho. —recordó sus comienzos. —Para ti fue fácil por estar con Aldo casi que desde pequeño, eres el menos probable que le muestre deslealtad.
—Solo con estar dentro debería ser fácil. —chasqueó su lengua mientras agarraba el casco. —Una vez dentro ya no vas a salir si no es por las malas, de eso se debería aprender.
—¿Qué te ha puesto Martino? —cambió el moreno de tema.
—Ah sí, eso. —volvió a revisar su móvil. —Ellos están cerca del almacén, escucharon gritos.
—Vamos entonces, con suerte llegamos para ver el espectáculo. —rió poniéndose el casco para luego subirse a la moto, siendo seguido por Dante hasta llegar de nuevo a las cercanías del almacén.
Aparcaron las motos junto a los coches de sus compañeros, quienes estaban apoyados en el capó de uno de los autos de brazos cruzados.
—Parece que vuestro plan ha funcionado. —asintió Martino, escuchando de fondo algunos gritos y golpes secos sobre la puerta del almacén.
—A Aless se le da mejor pensar, a mí actuar. —dijo Dante mirándose el puño. —Y ya voy teniendo ganas de sacudir culos.
—Relájate Rambo. —bromeó Alessandro, dejando el casco sobre el asiento de la moto. —Vamos a hacer las cosas bien. —señaló hacia la parte trasera del coche de Martino, donde había un bolso de gimnasio llena de armas. —Ustedes. —miró a los chicos que llegaron en coche. —Despejad la zona de inútiles, a vuestra señal Dante y yo entraremos a por Gianni.
—¿Y si no está ahí? —preguntó Dante al mirarlo.
—Bueno, en ese caso nos vendría bien tener a uno vivo. —informó a Martino. —Coged las armas, no perdamos más tiempo.
Tal y como ordenó Alessandro, todo lo planeado se puso en marcha. Los chicos se habían adelantado con cautela hacia el almacén y minutos después no tardaron en escucharse más balazos.
—¿Podemos ir ya?
Alessandro rió ante el desespero del rubio, pero esta vez tuvo una respuesta positiva. Con un arma cada uno en sus manos, se dirigieron al mismo camino que el resto de los compañeros, solo dos quedaban con vida y no en buenos términos entre ellos.
—Veo que habéis acabado bien. —se burló Alessandro, mirando a uno de los veteranos de Gianni. —¿Os ha gustado la sorpresa? No pude resistirme, sois tan desastres...
—Y tú. —Dante levantó la cabeza del novato con su arma para que lo mirara. —¿Nunca te enseñaron a ser leal a los tuyos? —hablaba desde el enfado. —¿Sabes lo que les pasa a los chivatos?
Vio al chico negar con su cabeza, ambos estaban siendo agarrados por dos de los hombres de Aldo.
—Ya veo que no. —dio un golpe en su cara con el arma, provocando que el chico soltara un quejido. —Me encantaría ver a Gianni encargarse de ti, pero como ves, no le importas una mierda, ¿por qué no hacerlo yo?
Mientras Dante hablaba, Aless se encargaba de revisar el lugar en busca de otras armas que pudiera usar en contra de Gianni, matarlo con una de sus armas iba a ser mejor que malgastar una bala propia.
—Dante, no hay tiempo.
Fue breve. En la parte trasera del almacén había una puerta que daba hacia otro lugar amplio y poco acogedor con el triste despacho de Gianni al fondo, cubierto por una especie de cristalera.
—Yo me adelanto, cúbreme. —dijo Dante en voz baja mientras iba un poco agachado hacia el despacho.
Escuchó ruidos provenientes de dentro. Eran dos voces, una reconocida, Gianni, la otra quizás de alguno de sus hombres, seguramente al gran jefe no le habrá sentado bien que lo hayan descubierto.
—¿Cómo ha sucedido esta mierda, Massimo?
—Te juro que yo no tengo nada que ver, Gianni. Yo ni siquiera tenía esos documentos.
—¿¡Y quién mierda lo hizo!?
Se escuchó un golpe seguido del grito de enfado del más alto cargo. Dante ahogaba una risa imaginándose al otro temblando.
—Quizás tuve algo que ver en eso. -se apresuró a entrar al despacho con una encantadora sonrisa. —Hola Gianni.
—Tú... —murmuró entrecerrando sus ojos, cogiendo su cuchillo de la mesa y yendo hacia él con prisa.
—Ey, ey, tranquilo. —dio un par de pasos hacia atrás, haciendo que saliera del despacho. —No sabía que entre tu mafia de juego había tantos secretos.
—Hijo de puta, ¿acaso has visto lo que has hecho? —apretó la mandíbula mientras lo miraba con rabia.
—Eso lo has provocado tú, no te confundas. —señaló hacia la otra parte del almacén. —Tú mismo derramaste la sangre de los tuyos.
Se escuchó un murmuro un tanto alto de detrás de Gianni. El hombre que estaba dentro del despacho estaba dispuesto a disparar a Dante, pero no contaba con Aless, quien no tuvo duda alguna en atravesar su cabeza con una bala.
—Nos volvemos a ver, Gianni.
Sonrió poniéndose tras el hombre, el que aprovechó a apuntarlo con su cuchillo esta vez.
—Como no, los perros de Aldo. —dijo entre dientes. —Siempre tocando las narices, extraño es que nadie os haya eliminado ya.
—Qué pena, ¿verdad? —Aless intentaba obtener toda su atención. —Pero creo que sabes la razón por la que venimos.
—¿Cómo está vuestro querido jefe? ¿Quizás muerto? —preguntó el más viejo, riendo amargamente. —¿Se ha reunido con su esposa?
A Dante le hervía la sangre. Con solo una firme patada en la pierna de Gianni provocó que este cayera de rodillas al suelo, quejándose de los golpes del encuentro anterior con Aldo.
—Te vas a arrepentir toda la vida de ser tan hijo de puta. —murmuró el rubio, su mirada reflejaba rabia y asco.
—No me arrepentiré de vengarme de ese cabrón. —dijo intentando incorporarse, recibiendo otro golpe por parte de Alessandro.
—¿Vengarse? —cuestionó Dante, frunciendo el ceño.
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