Capítulo 8
—No me jodas, Aldo.
Fueron las últimas palabras que escuchó Alessandro antes de esperarse lo peor. Dante colgó el teléfono y lo tiró al escritorio del hotel con notoria frustración, pasándose las manos por la cara. Ambos sabían que la sed de venganza de Aldo hacia Gianni no se había acabado, pero no se esperaban tan pronto un movimiento por parte de su jefe. Recogieron lo más rápido que pudieron mientras Aless se encargaba de llamar al aeropuerto, necesitaban un vuelo el mismo día y a poder ser el próximo que saliera.
Tuvieron suerte, pues en dos horas salía uno con el destino que querían y no tardaron en poner rumbo al aeropuerto. Dante no paraba de resoplar por el camino mientras miraba su móvil, le había pedido a Martino que lo mantuviera informado a cada momento. Alessandro sólo podía conducir estresado por los suspiros pesados del rubio, aunque algo desesperado por también llegar a casa.
Una vez en el aeropuerto, corrieron a facturación, donde tuvieron que dejar sus maletas para luego ir a esperar a la puerta de embarque que se les había asignado. Siete horas aproximadamente les quedaban por delante, siete de las que Dante no era capaz de mantener la calma. Alessandro se había encargado de avisar a Eldrid de su vuelta a casa, pero tenía que volver.
Era de noche cuando el avión aterrizó en Milán, pero aún debían coger otro vuelo a Sicilia, solo dos horas de vuelo les quedaban por delante.
—Sabía que esto iba a pasar Aless, si es que lo conozco como si fuera mi padre. —dijo con tono de enfado, cuando Alessandro le entregó una botella de agua recién comprada en el aeropuerto.
—Era más que obvio que no nos iba a esperar, y menos cuando la oportunidad la tiene delante de sus ojos.
El rubio golpeó uno de los asientos, dejándose caer seguidamente en este para beber de la botella. En su mente solo pensaba en el estado de Aldo, montándose escenarios en su cabeza de lo que pudo haber ocurrido, Aldo con los años que tenía e incluso en la organización, había sufrido daños dos veces, la suya era de las mejores mafias que había en el lugar.
Cuando al fin llamaron a los pasajeros con destino a Sicilia, ambos se apresuraron para ir hacia la puerta de embarque, haciéndose paso entre las demás personas que se dirigían a la misma puerta.
Una vez en el destino, los esperaba un coche negro con las ventanillas blindadas, mandado por Aldo. Después de recoger las maletas se dirigieron al auto, Martino estaba de piloto y aunque eran compañeros, Dante solo era capaz de hablarle de mala manera, dándole prisa para llegar donde estaba el jefe. La comprensión era obvia en Martino, todos en la organización sabían la cercanía que el rubio tenía con Aldo, y que iba a ser inútil discutirle por su notable desespero.
—Puedes estar tranquilo Dan, Aldo está bien. —comentó Martino mientras miraba a la carretera fijamente. —Está en la cama, es lo único.
—¿Fue él solo a por Gianni? —preguntó el rubio, quien se había sentado en el asiento del copiloto.
—No, todos hicimos lo que pudimos. Matamos a algunos de sus hombres, pero aún quedan, Gianni se ha salido con la suya esta vez.
El resoplido de Dante dejó en silencio el coche el resto del trayecto. Alessandro, al contrario que Dante, sabía gestionar lo que sentía, el desespero también se lo comía por dentro pero ya con uno de ellos desnerviado era suficiente, si no, el caos reinaría en el grupo.
—Tenemos un puto avión privado y tenemos que ir en uno normal, hubiéramos tardado menos, ¿sabían?
Se escuchó de nuevo la voz de Dante cuando ya se aproximaban a la casa de Aldo.
—Dante, como no te calles te reventaré la boca con la pistola. —saltó Alessandro, viendo en la entrada de la casa unos coches, entre ellos, el del médico de confianza que tenía la organización.
Al aparcar se bajaron del coche y entraron directamente a la habitación de Aldo, viendo al hombre con mal aspecto tendido sobre la cama. La ausencia de su camisa dejaba ver la venda que rodeaba su abdomen, por no destacar un golpe en la zona de la sien bastante feo.
El doctor estaba frente a él conversando cuando los dos chicos entraron. Niccolò está presente dentro de la organización prácticamente desde que se creó, tiempo antes de que Aldo fuera el jefe directo. La confianza era plena y su acompañante Mattia, un chico más joven y casi nuevo, iba por el mismo camino.
—¿Qué coño has hecho? —preguntó Dante, parándose a los pies de la cama, mirando a Aldo. —Ibas a esperar por nosotros.
—Lo sé, Dannie. —miró al chico. —Pero era mi oportunidad, no tenía a mis mejores hombres pero tenía al resto. —miró esta vez a Martino. —No os ofendáis. —dijo con tono de broma, aunque no era incierto que Aless y Dante eran los principales. —Pero lo tenía ahí y no lo iba a dejar escapar.
—Pudiste haber muerto. —habló esta vez Alessandro, al lado de Dante. —¿Gianni sigue vivo?
—Sí, quedó herido pero está vivo, creo que el que salió peor fue Aldo. —informó Martino.
—¿Es grave? —preguntó Dante mirando a Niccolò.
—Estuvo peor ayer, si no me hubieran llamado a tiempo, este escombro no lo contaba. —bromeó, sacándole una sonrisa a Aldo. —Ha tenido suerte.
—Joder. —suspiró Alessandro, pasándose la mano por el pelo, desordenándolo. —Siempre nos dices que hagamos las cosas con cabeza, da un poco de ejemplo, estábamos lejos Aldo.
—Dejen de preocuparse, ya vieron que estoy bien. —restó importancia el mayor a la situación. —¿Cómo os ha ido por Nueva York?
—Antes de toda esta mierda, bien. —comentó Dante, encendiéndose un cigarro aún tenso. —Hemos visitado muchos lugares y Aless conoció a Eldrid al fin.
Aldo miró a Alessandro levantando la comisura de sus labios, sonriendo de manera leve.
—Así que Eldrid. —asintió con su cabeza. —¿Lo llevas bien, Aless?
—Sí, es encantadora, pero tendremos que volver más adelante. —se cruzó de brazos, manteniendo la postura. —¿Alguien quiere explicarnos lo que pasó o seguiremos divagando?
Martino soltó un pesado suspiro para poder recordar todo lo que había pasado, sentándose en una silla que había en una esquina de la habitación, mirando a los chicos.
La noche anterior.
Gracias a un chivatazo de uno de sus hombres, Aldo se había enterado de que Gianni estaba demasiado cerca de su territorio. Era una oportunidad que no se le presentaba desde que tuvo a su esposa entre sus brazos, muerta, gracias a Gianni y los suyos. La sed de venganza que tenía Aldo crecía desde ese momento, así que no podía dejar que ese hijo de puta siguiera con vida. A pesar de no tener al completo a sus hombres, decidió reunirlos a todos y armarse hasta los dientes, hoy todo tenía que salir a la perfección.
En un callejón oscuro y desolado, donde Gianni solía aparecer de vez en cuando para vigilar más de cerca a su enemigo, Aldo y él volvieron a reencontrarse, ambos con todos sus hombres, los mejores. Las miradas entre los dos hombres ardían con un odio que había crecido a lo largo de los años, alimentado principalmente por la traición y la sangre derramada.
Sin mediar palabras, Aldo se dejó llevar por el enfado y comenzó un tiroteo. Las balas silbaron en el aire rompiendo el silencio de la noche mientras los hombres de ambos bandos luchaban con ferocidad. Pero eran Aldo y Gianni quienes se enfrentaban directamente, intercambiando disparos con una determinación feroz.
Sin embargo, en medio del caos, ocurrió el inesperado accidente. Uno de los hombres de Gianni había conseguido acercarse lo suficiente a Aldo para poder llegar a golpearlo con cierta fuerza en la cabeza, usando la parte trasera de su arma, dejándolo medio inconsciente en el suelo. Los hombres de Aldo seguían con los disparos hacia el resto, terminando alguno en el suelo. Fue la oportunidad perfecta para poder derrotar a Aldo, así lo vio Gianni, que tras ver al hombre en el suelo se acercó a él con un paso pesado y con su arma en la mano, apuntándolo directamente a la cabeza, listo para acabar con él de una vez por todas.
Con un último esfuerzo, Aldo levantó su arma tambaleante y disparó contra Gianni, logrando alcanzarlo y herirlo. Cuando se desplomó en el suelo, los hombres de Aldo se encargaron de socorrer a su jefe, mientras llamaban con desesperación a Niccolò. Martino miraba la escena sangrienta que se había desatado momentos atrás mientras esperaba escuchar la voz del doctor a través del teléfono, maldiciendo cuando aún solo sonaba la señal.
Los hombres de Gianni se encargaron de él, acabandose ahí la pelea. Pero no para siempre, eso solo había sido un pequeño adelanto. Ninguno cruzó palabras, cargaron a Gianni y se lo llevaron al coche como pudieron. Aldo luchaba por sobrevivir, aún tendido en el suelo con sus hombres alrededor intentando llamar su atención para que abriera sus ojos. Cuando llegó Niccolò, supo la prisa que tenía y junto a Mattia lo subió al coche, informando al resto que debían darse prisa en atenderlo, Aldo estaba muy grave.
Alessandro y Dante escucharon con toda atención a Martino, mientras Aldo refunfuñaba de fondo al contar que Gianni no había muerto, aún. Al escuchar que su jefe estuvo herido de gravedad, Dante le lanzó una mirada amenazante, sin terminar de creérselo.
—Gracias Nic. —resopló Alessandro mirando al doctor. —Tú y Mattia habéis sido los únicos con cabeza esta vez.
El doctor rió mientras negaba con su cabeza, mirando al chico.
—Agradece más que le tenga aprecio a Aldo. —bromeó. —Ahora solo queda el reposo, es algo importante. —miró a Aldo, que ya sabía que no debía hacer ningún esfuerzo por unos días largos.
—Ya, lo tengo claro. —admitió el hombre con su voz ronca. —Puedes marcharte, cualquier cosa sé donde llamarte.
—Gracias de nuevo. —dijo Dante mientras el doctor se iba. —Eres un desastre. —espetó mirando a Aldo. —Al menos ahora no tiene a todos sus hombres.
—Nosotros tampoco, tuvimos tres bajas. —respondió Aldo, intentando acomodarse. —Quel pezzo di merda —murmuró, llamando a su enemigo pedazo de mierda. —Le tenía que haber metido la bala entre las cejas.
—Vaya bienvenida más agradable. —ironizó Aless. —Que se quede alguien contigo, Dante y yo nos vamos a casa, volveremos mañana a ver cómo estás.
Cuando salieron, cogió las llaves del coche en el que habían venido. En el trayecto, la música amenizaba el ambiente ahora menos cargado.
—Por fin, casita. —se estiró Dante al entrar, dejando antes su maleta a un lado de la puerta. —No sabes lo que esperaba dormir en mi cama.
—Deberíamos hacer algo, Dan. —suspiró Aless, dejando las llaves del coche sobre la mesa. —Me sienta fatal no haber estado con toda esa mierda.
—Tienes toda la razón, Gianni tiene que conocer a los mejores hombres de Aldo. —sonrió con orgullo hacia ellos dos.
Alessandro soltó una risa para luego mirar el móvil, escribiéndole un mensaje a Eldrid para hacerle saber que habían llegado a casa. Cogió su maleta y fue a su habitación, metiéndose directamente en el baño interior que tenía para darse una larga y necesaria ducha. Al salir, vio un mensaje de respuesta de la pelirroja, preocupada por la marcha de los chicos, pero con una excusa puesta por el moreno se logró calmar la conversación. Eldrid había informado a Aless del aumento de sus ganas por ir a Italia a conocer el museo que le había nombrado, todo estaba saliendo bien.
Antes de que acabara la noche, ambos chicos se propusieron tomar cartas en el asunto, prepararon un plan rápido pero estratégico para poder hacer honor al nombre de Aldo, en ese territorio mandaban ellos.
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