Capítulo 5
Los días fueron pasando. Los chicos fueron conociendo un poco más el lugar y habían asistido a una pelea donde Dante había ganado bastante dinero con las apuestas. Era viernes y Alessandro había podido conseguir que la cita con Eldrid fuera más pronto que tarde. Pese a que los chicos estuvieron ocupados entre visitas y chanchullos, Eldrid y él nunca perdieron la comunicación, el chat no se quedaba vacío ni con un tema de conversación sin terminar.
Aless pasaría por ella cuando terminara de trabajar, por lo que había el tiempo suficiente para prepararlo todo. Salió del hotel, Dante se tomaría el día de relax, había decidido hasta probar el spa, así que con calma y sin coger el coche fue a por las cosas necesarias para tener una cita más o menos bonita. Pasó por una tienda que no le quedaba muy lejos donde había prácticamente de todo, allí compró una pequeña manta de color blanco, y una cesta típica de los picnics. Él no era muy entendido de eso, pero se guiaba por lo que había visto en las películas. La siguiente parada sería el supermercado.
Llegó al hotel soltando en su cama la manta y la cesta, y dejando las bolsas en el suelo, junto a un suspiro cansado.
—¿Eso es para mí? —bromeó Dante al verlo llegar. —¿Qué traes ahí?
—Ni siquiera sé si le gusta todo esto.
Fue sacando las cosas de las bolsas y colocándolas sobre la cama; arándanos, uvas, galletitas saladas, una botella de vino blanco, un pack de surtidos de quesitos y unos sándwiches ya cortados por la mitad.
—Con algo hecho por ti hubiera estado mejor.
—¿Tan mal lo ves?
—No, teniendo en cuenta que es del supermercado todo.
—Bueno. —Empezó a meter las cosas, menos las galletitas saladas, en la mini nevera del hotel para que se conservaran. —Tendré oportunidad de demostrarle mi exquisita comida más adelante.
—El chef Alessandro, así si que le conquistas el corazón. —rió.
—¿Qué harás tú esta noche? —lo miró una vez que acabó.
—Pensaba en darme una vuelta con el coche, he llamado a Martino y de momento, aunque estén tensas las cosas, va bien.
—¿Aún no ha coincidido con Gianni?
—No, y espero que no lo haga mientras nosotros estemos aquí.
En la voz de Dante se notaba la pizca de preocupación por Aldo, al fin y al cabo toda una vida a su lado pasaba factura, era como su padre.
—Verás que estará bien, Dannie. —intentó calmar al rubio mientras se dirigía al armario. —Hazme un favor, búscame algo para verme bien, tienes mejor estilo que yo.
—Ya era hora de que fueras admitiendo cosas buenas. —rió junto al moreno, quien se había ido a tomar una ducha. —Oye, ¿y qué harás con las copas para el vino?
—¡Mierda, no pensé en eso! —maldijo desde la ducha. —No creo que al hotel le importe que coja las que nos pusieron.
—Si las traes intactas no, pero si las rompes tú pagas. —alzó ambas cejas mientras miraba las camisas que habían colgadas.
El pelinegro salió de la ducha con una toalla alrededor de la cintura, viendo el conjunto que había sobre la cama mientras asentía con su cabeza a modo de aprobación. Se vistió, se perfumó y se puso un reloj dorado que pegaba bastante con la ropa que llevaba, desordenándose finalmente el pelo con la mano.
—¿Qué tal me veo? —preguntó poniéndose delante del chico que yacía tumbado en su cama con el móvil en las manos.
—Bastante bien, casual pero con un toque de elegancia, digno de Aless. —alzó el dedo pulgar. —De nada por mi estilismo, al menos no pareces un vagabundo.
—No lo he parecido, solo eres algo más exquisito.
Ordenó las cosas que compró en el supermercado dentro de la cesta y puso la manta doblada y colocada encima, dando un último suspiro mientras se miraba en el espejo.
—Nos veremos luego, no la líes Dante.
Avisó antes de salir, no sin haber escuchado una risa traviesa del rubio antes de cerrar la puerta.
El trayecto en coche se le hizo tranquilo, a pesar de haber tráfico, no tenía prisa y el atardecer cada vez se iba poniendo más bonito para poder verlo con Eldrid. Aparcó un poco más atrás de la biblioteca, donde se dirigió con la cesta en la mano y la manta colgando en el brazo contrario.
—¿Eldrid?
Preguntó en la entrada de la biblioteca, encontrándose con Emilie y Robert, quienes lo miraron con atención.
—Hola Alessandro. —sonrió amable Emilie, dejando los papeles sobre el escritorio. —Iré a llamarla.
Se apresuró a entrar a la sala con una pequeña risa, motivada por la cita de su amiga. Robert lo saludó y le preguntó sobre su estancia.
—¿Sabes que al Empire State subió King Kong? —preguntó subiéndose las gafas finas con un dedo.
—Eh... Sí, algo de eso me habían dicho. —sonrió, recordando el gran dato que le había contado Dante.
—También los cazafantasmas.
—Eso no lo sabía. —rió viendo al chico sonreír orgulloso.
Eldrid salió de la sala junto a su amiga, recibiendo con una sonrisa a Alessandro.
—Hola. —dijo con un toque tímido y al mismo tiempo alegre. —Veo que ya conoces a Robert.
—Sí, estaba dándome un dato curioso. —asintió sin poder evitar reír ligeramente ante la mirada de la chica hacia el becario.
—Bueno chicos, me iré ya, nos vemos.
Se despidió la chica, cogiendo su chaqueta, y al mismo tiempo Aless, quien se despidió de ellos con un "nos veremos" mientras sacudía la mano saliendo del establecimiento.
—Estás preciosa, el vestido te queda de maravilla. —alagó Aless a la chica, quien lleva un vestido veraniego blanco.
—Gracias, tú te ves muy bien también. —sonrió algo sonrojada, guiando al chico hacia el jardín trasero, donde lo ayudó a colocar la manta.
—Cuando me dijiste que habían bonitas vistas no mentías. —admiró Alessandro el paisaje, el atardecer en el lugar quedaba perfecto con el momento.
Cogió las copas y las llenó a menos de mitad, ofreciéndole una y brindando con una dulce sonrisa.
—¿Qué te está pareciendo la ciudad? —preguntó Eldrid cogiendo una uva.
—De momento me está gustando, ¿pero por qué no me cuentas sobre ti? —la miró mientras bebía un pequeño trago de vino.
—Pues... —pensó, mientras se metía a la boca otra uva. —Me apasiona dibujar, me gusta mi trabajo pero lo que termina de llenarme es el arte.
—¿Y cómo es que quieres irte a Italia?
—Es un sitio que siempre me ha gustado, y he visto que allí hay museos donde podría trabajar, o incluso en las calles pintando. —comentó dejando soltar un pequeño suspiro. —Es como un sueño que desde pequeña he querido cumplir.
—Por lo que he visto aquí se vive bien, podrías ir primero a Italia de visita. —opinó. —Allá puedo enseñarte el Museo Nacional de Capodimonte, seguro que ese lugar te enamorará.
—He visto imágenes y he oído sobre ello, se ve enorme. —dijo con notoria ilusión.
—Es un lugar hermoso, hay obras que se deben ver una vez en la vida. —sonrió, cogiendo un arándano. —Estaré encantado de hacer de guía.
—Estoy segura de que serías el mejor. —rió dulcemente, probando un quesito. —Por cierto, gracias por esto Aless.
—Es un placer. —sonrió de manera atractiva, copiando su acción. —Tanto tiempo hablando por mensaje y apenas hablamos sobre nosotros.
—Oye, ¿Y Dante, por qué tan unidos? —preguntó la chica con una pizca de curiosidad.
—Es lo más parecido a un hermano. —asintió con su cabeza. —Nos criamos prácticamente juntos en Milán, aunque tuvimos un pequeño distanciamiento cuando dejó el lugar para irse a Sicilia. —explicó llenando nuevamente las copas. —Pero hemos estado toda la vida juntos, ¿qué hay de ti y Emilie? Parecéis muy unidas también.
—Nos conocemos desde el instituto. —agradeció alzando ligeramente la copa antes de beber un poco. —Y al final fuimos inseparables.
—¿Y qué hay de Robert? —preguntó con tono un tanto divertido.
—A él lo conocimos cuando empezamos a trabajar. —rió ligeramente. —Pero nos cayó muy bien desde el primer momento, es un tanto... peculiar.
—Se ve buen chico. —asintió el moreno. —Y fanático a las películas. —rió.
—Tiene datos para todo. —rió mientras asentía con su cabeza. —Pero es un chico muy agradable.
La charla se les alargó, ambos estaban demasiado cómodos para estarse fijando en la hora que era. El picoteo y el vino poco a poco se iban gastando, apenas se daban cuenta de lo poco que les quedaba, pues las risas era lo único que hacía acto de presencia entre ellos. Pero ya era de noche.
—Vamos, yo te llevo a casa. —se ofreció el chico con una dulce sonrisa una vez que habían recogido todo.
—Muchas Gracias, Aless. —sonrió agradecida.
No le gustaba andar por la calle sola en la noche, nunca había tenido ningún problema pero solía ser precavida en ese aspecto, sin mencionar el botito de gas pimienta que tenía escondido en el bolso gracias a Emilie.
—Me ha encantado saber más de ti. —dijo Alessandro una vez aparcó.
—A mí también, ha sido precioso lo que has montado. —su sonrisa fue tímida. —Espero poder volver a compartir estos momentos contigo más adelante.
—Será un placer volver a verte. —sonrió, saliendo del coche para luego abrirle la puerta. —Me alegra que te haya gustado todo, pensaré en el plan de la siguiente cita.
—Pareces un chico de muchas ideas. —rió, no sin antes haberle agradecido al bajarse del coche por su acto. —Debo subir a casa, pero seguimos en contacto.
—Sí claro, espero que de momento no tengas pensado bloquearme. —bromeó.
—Espero pronto esa cita. —dijo con una sonrisa, abrazándolo para despedirse y entrando al gran edificio.
Una vez que Eldrid se fue, se subió al coche y condujo hacia el hotel. Allí estaba Dante, quien se encontraba fumando en el balcón.
—¿Cómo fue la cita, señor romántico? —preguntó en tono de burla al verlo entrar a la habitación.
—Bastante bien, me ha comentado muchas cosas sobre ella. —comentó desabrochando unos pocos botones de su camisa.
—Eso es bueno. —asintió con su cabeza. —He llamado a Aldo para saber cómo están las cosas por allá. —suspiró soltando el humo del cigarro y apagándolo en el cenicero. —Sabe donde se encuentra Gianni y quiere hacerle una visita sorpresa.
Su tono al final era de preocupación. La tensión que había entre Gianni y Aldo era la peor que podía haber conocido jamás, eran enemigos íntimos y lo único que Dante no quería era que algo malo pasara.
—Dan, estará bien, es Aldo. —puso una mano sobre su hombro. —Sabes que él quiere vengar la muerte de su esposa, en algún momento tenía que pasar.
Dante asintió con su cabeza en silencio, pues Alessandro tenía toda la razón. Desde que Gianni le quitó la vida a la esposa de Aldo, este no ha descansado hasta poder dar con él y hacerle pagar por el sufrimiento que le había causado.
—Se me están pasando lentos los días. —resopló entrando a la habitación de nuevo.
—¿Por qué no sales? Emilie parece buena chica, también podemos volver a salir todos juntos.
—No es mala idea, pero de Emilie no tengo nada, solo sé que es rubia de ojos verdes. —rió. —Ah, y que le gusta la comida china.
—¿Eso cómo lo sabes? —frunció el ceño, curioso.
—En su carpeta de trabajo tiene pegatinas de sushis con caritas adorables, creo que eso dice algo.
—Y no te ve como ladrón, aprovecha las oportunidades. —le guiñó un ojo bromeando.
Al ver la hora, Aless se cambió para poder irse a la cama finalmente, el día había sido bastante agradable. Cogió su libreta y volvió a tomar apuntes, algo parecido a un diario.
—Apaga la luz, pesado.
Escuchó la voz de Dante desde la otra parte, lo que le hizo reír, pero le hizo caso.
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