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Capítulo 20

Era como una hermosa escapada.
A pesar de que el sol decidiera esconderse por unos cuantos días, dejando paso a las nubes, la lluvia y los truenos que se podían escuchar por la noche, para Eldrid era un lugar de ensueño.

Alessandro había podido ir a por su coche gracias a Dante, quien en todo momento estaba en contacto con su amigo para informar sobre cómo iba el asunto con Aldo. Hasta el momento todo estaba tranquilo, incluso la mafia de Gianni había ido decayendo poco a poco tras la muerte del jefe y las deslealtades de la organización. Lo que le preocupaba a Aless, eran las llamadas de Aldo que no tenía valor de responder.
Ahora que Aldo no estaba del todo ocupado, sabía que el tiempo libre debía aprovecharlo con algo y rezaba para que no fuera con ellos dos. Dante ayudaba a su amigo insistiéndole a Aldo de que no interviniera en el plan de Aless, repitiendo una y otra vez que todo estaba bajo control. El punto a favor era que el mayor de la organización solía frecuentar alguno de sus clubes para verificar que estaba todo en orden con las chicas y que ninguna hacía cosas que no debía hacer.

Ese día se despertaron y para su sorpresa, estaba soleado. Miró a Eldrid quien estaba a su lado aún dormida y besó su frente antes de levantarse para irse al porche de la cabaña, adoraba los días soleados.

—Buongiorno. —escuchó de fondo la voz de Eldrid acompañado de una ligera risa. —Aún no pronuncio nada bien.

—Buongiorno bellisima. —sonrió yendo hacia la cama de nuevo. —¿Qué te parece si nos preparamos y vamos a desayunar por fuera? Aún nos quedan sitios por ver.

—Me parece fenomenal. —besó sus labios de manera fugaz antes de levantarse para entrar al baño.

Alessandro aprovechó para dejar las ventanas abiertas, dejando así entrar la fresca brisa matutina acompañada del olor del aroma de los pinos y el canto de los pájaros. Cuando ambos estuvieron preparados, salieron de la cabaña tomados de la mano hacia una panadería local, donde pidieron dos cafés expreso y unos cornetti recién horneados para seguir explorando el encanto de Trentino.

El paseo empezó por el Lago di Garda. Eldrid no pudo evitar sacar algunas fotos del reflejo del sol sobre el agua cristalina. El lugar aún estaba tranquilo y en silencio, por lo que también había aprovechado para sacar algunas fotos a Alessandro distraído cerca del lago. Él solo podía disfrutar del momento de calma antes de que llegaran los turistas. Cogía de la mano a Eldrid para caminar a su lado, se sentía en paz.

Siguieron su paseo intercambiando sonrisas e historias que Aless contaba a su novia sobre los días que solía quedarse allí, hasta llegar a un viñedo cercano. Fueron recibidos por el dueño, un anciano amable que incluso los llevó a ver la bodega que tenía. El mayor les contaba con detalle el proceso de la elaboración del vino mientras Eldrid no dejaba de fotografiar todo a su paso, interesada en el tema. El anciano, quien se presentó como "Matteo" , les acabó ofreciendo al final del recorrido una degustación de su mejor vino, sorprendiéndolos con el delicioso sabor afrutado.

—Qué gente más amable vive por aquí. —comentó Eldrid una vez que siguieron con el paseo. —En mi calle si te saludaba el vecino era un milagro.

—Aquí también hay gente así, te puedes encontrar de todo. —rió.

—¿Dante no tiene trabajo en este tiempo? —preguntó cambiando de tema segundos más tarde.

Al ver la cara de Alessandro con una mueca de confusión, rió ligeramente.

—Me dijiste que pasaría estos días en Milán, ¿dónde solía estar?

—Oh sí, solíamos estar en Sicilia. —aclaró carraspeando. —No pisábamos mucho Milán, no nos gusta estar tanto tiempo con aviones, pero tenemos nuestras vacaciones.

—Tenía que haber venido Emilie ahora que su Dantesito está de vacaciones. —bromeó entre risas, provocando también la risa del italiano. —Apuesto lo que sea a que acaban juntos.

—Pues espero que sí, no hacen mala pareja. —asintió. —Dante es un buen chico, algo loco pero la trataría como una reina, y por no hablar de su abuela. —sonrió recordando a la señora.

—¿Es simpática su abuela? —preguntó con curiosidad mientras su dedo pulgar acariciaba los nudillos de Alessandro.

—Es una de las mejores personas que puedas conocer. —afirmó sin dudarlo un segundo.

Después de unos minutos más de conversación, las horas fueron pasando y decidieron parar a almorzar en un restaurante rural, donde preparaban comida con los alimentos frescos de las granjas y huertos. Para Eldrid todo parecía muy familiar y acogedor, estaba encantada con el lugar.

—Estaba todo buenísimo. —admitió Eldrid al terminar de comer.

—Dante y yo solíamos venir a este restaurante con mis padres. —sonrió melancólico ante el recuerdo. —¿Quieres que te lleve a otro sitio que nos gustaba frecuentar?

—Me encantaría. —aceptó con una dulce sonrisa.

Alessandro la había dirigido hacia un castillo medieval, una joya histórica de Trento. Tenía unas murallas imponentes y unas torres que les transportaba a una época pasada.

—Dante y yo conocemos todas las historias de este castillo. —comentó mientras caminaba por los pasillos, viendo como Eldrid miraba los frescos y sacaba alguna que otra foto para el recuerdo.

Mientras Aless comentaba alguna historia que otra bajo la atención de Eldrid, subieron hacia las almenas donde pudieron admirar las preciosas vistas panorámicas desde ellas.

—Debes estar contento por volver a revivir esos momentos de niño, ¿no? —preguntó la pelirroja una vez que salieron del castillo.

—Hacía mucho que no venía por aquí así que sí, se me olvidaba lo maravilloso que era y todo los recuerdos que dejé atrás.

—Gracias por traerme. —se alzó de puntillas para besar sus labios de manera corta. —Y por tus historias, escucharte se ha convertido en un nuevo hobbie.

—Te quiero. —respondió el italiano con una sonrisa para luego devolverle el beso, escuchando un ligero "yo también" de parte de su novia antes de chocar nuevamente sus labios.

Cuando ya se hacía tarde regresaron a la ciudad para explorar las calles adoquinadas y algunas plazas pintorescas del lugar, topándose con la catedral de San Vigilio, una obra maestra del arte romántico-gótico, pero al ver la hora prefirieron no entrar. Eldrid no pudo evitar sacar fotografías nuevamente, asombrada por la fachada de la arquitectura.

—Creo que debería dejar de sacarle fotos a todo lo que veo. —comentó mirando su galería. —Con todo el tiempo que me queda aquí me quedaré sin espacio en el móvil.

—Ven, vamos a sacarnos una nosotros, apenas lo hemos hecho. —pidió Aless acercándola, pasando un brazo alrededor de su cintura.

—Espera, dame un segundo. —se colocó el cabello con las manos.

En una de las fotos, ella puso una de sus manos sobre el pecho de Aless mientras lo miraba con una sonrisa. En la siguiente se estaban dando un beso, el amor crecía cada vez más.

—Muero de hambre. —se quejó el italiano. —No sé cómo puedes aguantar desde el mediodía con un simple café.

—La costumbre. —rió enseñándole la lengua. —Ya es tarde, podemos cenar algo antes de volver a la cabaña, ¿te parece?

Alessandro no se lo pensó dos veces antes de asentir a su propuesta. Había decidido llevar a Eldrid a cenar a un restaurante con vistas a un lago. Una cena amenizada por dos copas de vino tinto y pasta casera con trufas fue lo ideal para terminar con el largo paseo del día. Solo podían conversar de lo bien que Eldrid se lo había pasado hoy, recordando al anciano del viñedo y su exquisito vino, el cual volverían a repetir si tuvieran ocasión.

La vuelta a la cabaña fue lenta, ninguno tenía prisa por acabar el día. La gente comenzaba también a marcharse, por lo que el silencio volvía a reinar poco a poco en el lugar. Al llegar, se quedaron un rato en el porche con la vista puesta en el cielo despejado que dejaba ver las estrellas. El día había estado lleno de momentos inolvidables, tanto que Alessandro no tuvo tiempo de pensar y angustiarse con el tema relacionado con Aldo. Hoy todo era perfecto, solo eran ellos.

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