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Capítulo 18

El sol comenzaba a teñir el cielo de dorado cuando Aless llamó al timbre del apartamento de Eldrid, hoy se quedarían juntos por lo que Aless llevó su maleta allí. Hoy se tomarían el día para revisar todas las cosas y para despedirse de Emilie y Robert. Era un día complicado para Eldrid, mañana al fin comenzaría un nuevo capítulo de su vida, una nueva historia que poder contar.

El día empezó con un café para ambos bastante necesario. Eldrid se había mostrado preocupada por no saber nada de Alessandro ayer pero él la tranquilizó diciéndole que estaba dejando todo listo con un par de llamadas a Dante y su familia, a quien moría de ganas por presentarles. Habían decidido dar su último paseo por las calles de Nueva York, por lo que su primera parada fue Central Park, no sin antes haber comprado comida, ya que sería un paseo largo. En cada paso se sentía más pesada la despedida, pero la alegría de vivir algo nuevo ganaba esta vez.

Cogidos de la mano recorrieron con calma los maravillosos caminos, aprovechando para inmortalizar el momento con dulces imágenes de ambos, recordando la vez que estuvieron allí con Emilie, incluso los dibujos que Eldrid había realizado en ese lugar, que no fueron pocos. Era el mejor paradero cuando salían del trabajo, donde podías pasar tardes enteras recorriendo o, simplemente sentarse. Un lugar lleno de recuerdos que jamás borraría aunque le pagaran por ello.

—Oye Aless. —rompió el silencio agradable que los acogía mientras se sentaba sobre el pasto. —¿Qué te parece si conoces a mis padres?

Aless la miró confuso, lo que hizo que Eldrid soltara una pequeña risa.

—Hace días que no hacemos videollamada. —explicó. —Podrías salir en ella y presentarte, me gustaría que te conocieran.

—Por mí perfecto.

Asintió, viendo como a Eldrid se le dibujaba una sonrisa en la cara. Sacó su móvil y buscó el contacto de su madre, de quien era más cercana.

—Hola mamá. —sonrió alegre de volver a verla.

Aless miró la pantalla con asombro, eran casi iguales, el color del cabello era exacto y se le notaba cierta delicadeza que agradaba a la vista, por no hablar del notorio acento.

—Eldrid hija. —saludó con ilusión desde el otro lado de la pantalla. —¿Cómo estás? Hace tiempo que no me llamas.

—Lo sé mamá, pero estoy muy bien. —mostró sus dientes con una cálida sonrisa. —¿Recuerdas al chico del que te hablé, Alessandro?

—Sí claro, ese joven encantador, cómo olvidarlo. —rió negando con su cabeza. —Te pasaste días hablándom…

—Bueno mamá. —cortó su frase algo sonrojada, escuchando una pequeña y grave risa de Alessandro cerca de su oído. —Pues quería presentarlo, ¿dónde está papá?

—Debe de estar con la abuela, si me das un minuto lo llamo.

La señora ya algo mayor, aunque no tanto o al menos no aparentado, dejó el móvil apoyado sobre la mesilla de su habitación mientras iba en busca de su marido.

—Así que hablabas mucho de mí. —pronunció Aless con una sonrisa burlona.

—No, seguro que se estaba confundiendo. —respondió avergonzada junto a un chasquido de lengua. —Bueno, es que quería que supiera con quién me iba a Italia, y no pensara que eres un asesino o un viejo que estafa a las chicas por internet. —bromeó.

—Ya, seguro fue eso. —le sacó la lengua a modo de burla.

—¿Hija? ¿Sigues ahí? Ya está aquí tu padre, estaba jugando con tu abuela a las cartas.

Eldrid rió, le gustaba que no perdieran esa costumbre familiar que tenían de tiempo atrás.

—Sigo aquí, espero que fuera ganando la abuela. —rió al escuchar a su padre decir que esta hacía trampas. —Bueno, es quiero presentar a Aless, no puede ser en persona de momento pero al menos le ponéis cara. —dijo antes de mover su móvil un poco hacia un lado, enfocando a Aless.

—Vaya Ellie, qué chico tan guapo.

—Mamá. —murmuró Eldrid abriendo sus ojos.

—No creo que le asuste. —rió de manera dulce. —Hola hijo, yo soy Elyna y él es William, mi marido.

—Hola chico. —se escuchó William mientras levantaba la mano. —¿Eres tú el novio de mi hija?

—Mucho gusto, sí, soy yo. —respondió con un ligero asentimiento con la cabeza.

—Es una pena no haberte conocido en persona Aless, te hubiera encantado el plato estrella de la abuela. —comentó Elyna, con un toque de pena.

—Estoy seguro de que en algún momento lo haré. —aseguró con una sonrisa.

—Entonces, ¿vas a llevarla a Italia? —preguntó de nuevo William, como si de un examen se tratase.

—Así es, conocerá allá a mis padres y podrá visitar el museo que tanto le gusta.

—¿Sabes que quizás pueda trabajar allí? Será estupendo —dijo con ilusión la pelirroja. —Tengo muchas ganas de ir.

—Espero que lo tengan todo preparado, no te dejes nada por detrás, Eldrid, que nos conocemos.

—No mamá, lo tengo todo listo. Hoy me despediré de Emilie y de Robert. —dejó escapar un pequeño suspiro, sintiendo la mano de Aless en su muslo en muestra de apoyo.

—Emilie estará muy contenta de verte crecer, Ellie. —habló William. —Y Robert seguro que te hablará para decirte esos datos suyos tan raros que tiene de casi todas las ciudades.

Fue imposible no reír, porque tenía toda la razón.

—Aún así… Ha sido una vida con ellos, espero no llorar al menos.

—Alessandro, procura que no se vuelva loca cuando llegue a Italia, y cuídanosla, por favor. —pidió William.

—Sin duda alguna, estará segura y en muy buenas manos. —sonrió de manera dulce, queriendo transmitir confianza.

—Y a disfrutar, que la vida es corta. —añadió Elyna. —Y no olviden venir a visitarnos.

—No lo olvidaré, os quiero.

—Y nosotros a ti, hijita. Encantada de haberte conocido finalmente Aless, me alegro de ver a mi hija tan feliz, muchas gracias.

—No debe agradecer nada Elyna, es todo un placer hacer feliz a Eldrid, créame que su felicidad es la mía.

Elyna soltó un suspiro entre alivio y encanto tras las palabras del italiano.

—Mucha suerte por Italia, mándanos fotos. —pidió William mientras se levantaba. —Yo voy a acabar la partida o tu abuela se dará por victoriosa. —rió. —Buen viaje, chicos.

—Muchas gracias papá, y suerte. —sonrió mandándole un beso con la mano.

—Os dejo ya queridos, tengo que hacer la comida. Mañana mandadme un mensaje de que habéis llegado bien, ¿de acuerdo? y Aless, tutéame, me haces sentir más vieja si me tratas de usted. —bromeó, provocando la risa del joven.

—De acuerdo, mañana nos vemos. —sonrió antes de despedirse con la mano, para dejar que Eldrid se despidiera de ella tranquilamente.

—Mañana volveré a llamarte, ¿vale mamá? —informó. —Os quiero.

Al colgar la llamada, miró a Aless, quien soltó una risa.

—Aún sigo pensando en que hablabas mucho sobre mí.

—Bájate de la nube, ya te dije el porqué. ¿Qué te parecieron mis padres?

—Se ven bastante agradables, tu madre y tú sois muy parecidas.

—Me alegro que te hayan gustado, mi madre deseaba verte. —soltó una pequeña risa.

La tarde pasó volando llena de conversaciones, risas y recuerdos de la infancia por parte de ambos, cosa que había surgido al enseñar Eldrid una foto suya de pequeña.

Ya era hora de prepararse para poder despedirse de Emilie y Robert. Habían quedado para cenar, por lo que con un viaje rápido llegaron al apartamento de Eldrid para darse una ducha rápida y cambiarse. Aless condujo hasta Velvet Fork, un restaurante bastante conocido de la zona donde servían los mejores solomillos.

—¿Y Rob? —preguntó Eldrid al ver solo a Emilie esperar en la entrada.

—Está intentando aparcar bien el coche. —dijo antes de abrazar a su amiga y luego a Alessandro. —¿Nerviosos, parejita?

—Con el paso de las horas un poco más. —admitió la pelirroja, cogiendo la mano de Aless.

—Mañana va a estar contenta al llegar, solo es un rato. —sonrió el italiano. —Dante vendrá por nosotros.

—Joder que suerte. —rió Emilie, viendo llegar a Robert. —Ya era hora, se nos enfría la comida y eso que no está hecha aún.

—Todo el mundo ha decidido salir hoy con el coche. —se quejó antes de saludar a Alessandro con un apretón de manos, abrazando seguidamente a Eldrid. —Ya podemos entrar, hice la reserva esta mañana.

Los cuatro habían pedido solomillo, querían probar si era cierto eso de lo que tan bien hablaba la gente.

—Buena pinta tiene, visto desde fuera. —comentó Robert cuando tuvieron los platos delante.

—Pues por dentro para nada buena. —dijo Emilie haciendo una mueca de asco al ver que estaba casi crudo cuando cortó un pequeño trozo.

Alessandro y Robert rieron.

—Diles que te lo cocinen un poco más, pero ese es el punto de la carne. —dijo Robert antes de llamar a un camarero, pidiéndole con educación que lo hiciera más hecho.

—Em, al apuntar la comanda preguntó por el punto de la carne, ¿qué hacías? —preguntó Eldrid con una sonrisa traviesa al ver el móvil de su amiga sobre la mesa. —Alguien te tiene en otro mundo, creo.

La cena fue de lo más tranquila, aunque con algunas pullas entre amigas por Dante. Al acabar, a pesar de querer acabar la noche entre copas, tocaba despedirse, pues el vuelo saldría desde muy temprano y no había tiempo si querían descansar antes.

—Llámame mañana, prometo visitarte pronto. —dijo Emilie mientras abrazaba a Eldrid por unos largos segundos.

—Estaré esperándote con los brazos bien abiertos. —sonrió la pelirroja, devolviéndole el abrazo.

Aless por su parte hablaba con Robert, quien intentaba informar al italiano sobre algunos datos curiosos de su país. La despedida no se alargó tanto, así lo prefirió Eldrid.

Cuando llegaron al apartamento, la pelirroja suspiró de manera pesada, dejando las llaves en el mueble de la entrada.

—Pensaba que iba a ser más difícil pero… —miró a Alessandro, sonriendo ligeramente. —Los volveré a ver.

—Claro que sí, cariño. —sonrió el italiano antes de darle un beso en la frente. —Será mejor que nos duchemos y vayamos a descansar, nos quedan unas cuantas horas de vuelo.

—Tienes razón, necesitamos estar descansados, ¿vienes a la ducha?

—Te sigo. —sonrió aceptando la invitación.

El vuelo saldría a las seis de la mañana para llegar por la tarde a Milán.

El plan se ponía en marcha.

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