Capítulo XX: Mentiras.
Capítulo dedicado a iLu-chan, ¡Gracias por leer!❤
Juno
A veces pensaba que Mar no era plenamente consciente de lo que ocurría a su alrededor, el peligro que Kylan suponía para los nuestros me aterrorizaba y mi corazón ardía cada vez que mi hermano posaba la mirada sobre ella. No quería ser alguien posesivo y menos con la extraña niña que tenía como amiga, sin embargo, muy dentro de mí, tenía la necesidad de meterla en uno de mis bolsillos y protegerla de cada persona que intentase hacerle daño.
No podía evitarlo, pues Mar, con su personalidad inquieta y humor de anciana, había conseguido conquistar parte de mi corazón muerto. Para mí, su presencia era el motivo por el que seguía luchando por un buen final y necesitaba, incoscientemente, que ella consiguiera regresar a su mundo. Pero, conforme sus pupilas claras se conectaban con las mías, comencé a darme cuenta de que la joven estaba cambiando de opinión y no quise que aquello ocurriese, pues habría sido demasiado egoísta permitirle quedarse a mi lado.
Deseaba formar parte de su futuro, abrazarla cada día y escuchar las diferentes melodías que salían de su aparato mágico, no obstante, Mar y yo no pertenecíamos al mismo lugar y, si conseguiamos encontrar el diamante, ella podría tener una nueva oportunidad para rehacer su vida. Lejos. Muy lejos de mí.
Acaricié su cabello castaño con dulzura, el frío del bosque solía ser infernal, por lo que no dudé en taparla con mi chaqueta para que pudiera dormir mejor, y, notando como mis párpados luchaban por cerrarse, observé su rostro tranquilo durante unos largos segundos. Era idéntica a Blanca, aún así, las consideraba dos personas totalmente distintas.
Mientras que Blanca se negaba siempre a recibir una mínima muestra de amor, Mar no dudaba en escabullirse a mis brazos, besarme las mejillas y provocarme un fuerte ataque de nerviosismo cuando buscaba mi mirada con naturalidad. Adoraba lo cariñosa que se comportaba conmigo, tanto que me dejé llevar las primeras semanas de convivencia y le abrí mi corazón con rápidez. Le conté cada detalle de mi reino, confesé lo mucho que extrañaba mi aldea y me deleité de sus pupilas brillantes por cada leyenda que escapaba de mis labios.
Mar me parecía increíble y pronto acabé adoptándola como si fuera de mi familia. Sin embargo, algo más profundo me atacaba cada vez que me despertaba por las mañanas vestida con mi ropa y me pedía que le enseñara a lanzar flechas. No reconocí el sentimiento rápidamente hasta que, una de esas noches, la joven se quedó dormida en mis piernas y empecé a cuestionarme si estaba enamorándome de sus ojitos esperanzados.
—Hermano.
La voz que tantas veces había recreado en mi ajetreada cabeza me atacó por la espalda, abandoné el cabello de Mar y giré mi rostro hasta Kylan. A pesar de los años que llevabamos muertos, ninguno habíamos cambiado y su cabello se mantenía del mismo blanco que siempre. Me percaté de la forma en la que su mirada se posó sobre la joven dormida sobre mis piernas y fruncí el ceño con molestia. Ella no era Blanca y me aterrorizada pensar que el menor pudiera dañarla de la misma forma con la que lo hizo con mi antigua soldado.
—Deja de mirarla—mis palabras salieron rápidamente y su mirada viajó hasta mis ojos inyectados de odio—. Atrévete a ponerle un dedo encima y acabarás más muerto aún.
Mi amenaza le hizo sonreír y la furia de mi tórax aumentó cuando alcancé a encontrar la burla en sus pupilas grises.
—Blanca aún te mantiene preso —su risa se clavó en mi cuerpo con intensidad y tuve la inquietante necesidad de clavarle mi espada en el pecho—. No me sorprende, esa joven tiene algo que es adictivo, ¿No crees?
—Ella no es Blanca.—Intenté hacerle entender y me percaté de que por mucho que se lo dijera, Kylan estaba convencido de ello.
Pero no era así.
Blanca y Mar eran dos personas diferentes.
Tal vez por eso me dolía tanto darme cuenta de que estaba totalmente enamorado de Mar.
Una sonrisa ladina se apoderó de los labios de Kylan, aún así, bajo esta, noté la tristeza de su alma. En un pasado hubiera tratado de consolar sus demonios, pero yo ya no era capaz de mirarlo a los ojos con amor y me dolía. Porque, al fin y al cabo, era mi hermano y yo siempre había intentado alejarlo de mi padre.
—El escritor tiene cierta debilidad por Mar.—Esta vez Kylan no se atrevió a pronunciar ninguna palabra, por el contrario, fue Echo quien apareció tras él y se sentó a mi lado con su gato entre las piernas.
El animal me miró con curiosidad y recordé a Lobo con el corazón en un puño. Extrañaba a mi mejor amigo. Mis manos temblaron al recordar mi espada clavándose en su pecho y aguanté las lágrimas que quisieron escapar de mis ojos.
—Nunca me dejará en paz.—La voz de Mar acarició mi piel y regresé mi atención hacia sus hermosas pupilas.
Su miedo me quemó por dentro y quise ser capaz de prometerle que nunca volvería a verle, sin embargo, no podía saber lo que ocurriría. Se incorporó con dificultad y mi chaqueta se resbaló por su huesudo hombro con suavidad. Admiré lo bonito que era su rostro adormilado por unos breves segundos y Leo me dio un suave golpe en la nuca para que saliera de mi ensoñación. Lo fulminé con la mirada, sintiendo la vergüenza golpear contra mi cara.
—Intentaremos protegerte, pajarillo.—Kambe hizo su aparición estelar y me prometí cortarle las cuerdad vocales si seguía empleando aquel estúpido mote.
Mar rodó los ojos al escucharlo y se abrigó mejor cuando una ráfaga de viento le revolvió el pelo. Intenté no detenerme demasiado en la perfección del paisaje que creaba frente a mí y me levanté para poder darle de comer a los caballos antes de partir nuevamente.
Intenté calmar el ritmo de mi corazón conforme preparaba a los animales, sin embargo, el nerviosismo no desapareció con la misma rapidez con la que Kylan se aproximó a la joven. Me mantuve atento mientras cepillaba el pelaje negro de mi yegua y me estremecí al sentir como Kambe se posicionaba a mi lado.
—¿Tienes miedo a que alguno de nosotros robe a tu dulce doncella?
Su pregunta fue directa al grano y se llevó una mirada llena de furia. No quería ser antipático con el protagonista de la novela, pero comenzaba a cansarme aquella actitud molesta.
—Mar es más lista de lo que ustedes piensan, además, ella no me pertenece. Puede hacer lo que quiera.
Intenté disimular la angustia que me producía verla con Kylan, pero, tras el caos de mi corazón, nuestras miradas se conectaron y deseé tomar su mano para mantenerla a mi lado.
Ese sentimiento perduró cuando la diminuta y terca chica decidió no compartir el caballo conmigo, por el contrario, Echo le permitió descansar contra su espalda unas cuántas horas del trayecto. Las examiné de reojo, percatándome de que Mar se había vuelto a dormir y reí por lo bajo, recordando lo dormilona que llegaba a ser.
Seguimos nuestro camino en silencio, el bosque parecía no tener fin y numerosas aldeas nos dieron la bienvenida con una inquietante amabilidad. Me pregunté si era por el hecho de tener a Kylan con nosotros, sin embargo, debajo de esas sonrisas, se escondía algo más que no llegué a comprender hasta que decidimos detenernos a descansar.
Mi querida Mar fue la primera en bajar del caballo y estirarse. Seguidamente, los demás la imitamos, atamos los caballos en el establo de un gran establecimiento de baños termales y entramos por la inmensa recepción.
Una vez dentro, varios ogros de rostros verdes y granosos nos dieron la bienvenida con confeti de colores. La explosión provocó que Mar diera un pequeño salto de sorpresa y se abrazara a mi brazo. El nerviosismo que sus acercamientos me ocasionaban explotó contra mi pecho, la observé con una sonrisa burlona y esta se sonrojó notablemente.
—Algún día me arrancarás el brazo.—Me quejé para ocultar lo nervioso que estaba y la contrario bufó molesta.
—Este mundo siempre está lleno de sorpresas, no lo puedo evitar.
No la culpé, pues recordé que apenas llevaba tres meses en el limbo, y le revolví el cabello para evitar que la nostalgia arruinase su humor tranquilo.
—Vamos, Mar. ¡Bañémonos en el agua caliente!
Echo hizo que mi brazo volviera a respirar y, con un suave empujón, se la llevó por los pasillos del local. Los demás las siguieron entre sonrisas calmadas y yo, por el contrario, decidí subir hasta las habitaciones para poder meditar o descansar un poco. Esa era mi intención, pero, en el instante que puse un pie en el pasillo, el aura del lugar cambió drásticamente.
Giré mi rostro hacia el recibidor, alertado por algo prácticamente invisible, y noté como la intensa luz se tornaba cada vez más ocre. Mi corazón subió hasta mi garganta, un mal presentimiento me atacó y di un paso hacia atrás.
—Juno...—Un susurro siseó contra mi oído como una serpiente, toda mi piel se erizó en el instante que experimenté como una mano acarició mi nuez de Adán y regresé mi mirada hacia la persona que tenía frente a mis narices.
El mundo se cayó sobre mis hombros al reconocer las esferas verdes que me devolvían la mirada y tomé a Blanca de los hombros al no poder creer que la tenía ante mis incrédulos ojos.
—¡Blanca! ¡Estás viva! ¡Eres tú!—Mis exclamaciones se unieron a la risa escalofriante de la soldado y, al tocar sus pecosas mejillas, su rostro fue cambiando gradualmente.
El horror poseyó mis pupilas y la persona desconocida acarició mi cabello con una frialdad que no llegué a comprender. Mi corazón seguía latiendo por la sorpresa y la decepción no tardó en engullirme conforme el iris verde de Blanca fue engullido por el intenso rojizo de Marga.
—¿Juno?
Las lágrimas que retenía se deslizaron por mis mejillas y me alejé de la bruja para buscar la voz de Mar. Su rostro preocupado me dio la bienvenida desde la luz oscura del recibidor, caminó hacia mí y sus brazos me rodearon con una dulzura única.
—¿Por qué lloras? ¿Qué ocurre?—Preguntó cuando dejó de importarme mi faceta fuerte y aplastó su rostro contra mi angustiado pecho.
Volví a girar el rostro en busca de la bruja, sin embargo, no había rastro de ella. Me contuve en decirle que había ocurrido para que no se preocupase, pero, conforme intenté regresar la atención a sus brazos, sus ojos sin vida traspasaron mi vista. Su cuerpo perdió la fuerza y traté de sujetarla con desesperación. Su estómago estaba atravesado por una flecha. Una que conocía demasiado bien.
—¡Mar! ¡Mar, dios mío!
Mis rodillas chocaron contra la madera del suelo y mis gritos de terror se fundieron en su delgado cuello. La desesperación se enredó en el nudo de mi garganta, traté de detener la hemorragia de su estómago y en un abrir y cerrar de ojos, desapareció de mis brazos.
La oscuridad engulló mi campo visual como si me hubiera quedado ciego y, no fue hasta unos segundos después, cuando la lluvia volvió a darle la bienvenida a mi vista. Me encontraba en el exterior de un extraño lugar y frente a un gran edificio de estructura peculiar y moderna visualicé a una jovencita sentada bajo un tejado de metal.
Mar se encontraba allí sentada, sumergida en un libro de tapas marrones y moviendo sus feas zapatillas con nerviosismo. La ropa que vestía la compartía con el resto de muchachas que se adentraban en los feos carros aparcados por el lugar y la imagen me transmitió una terrible soledad que se clavó como un punzal en el corazón.
—Tu padre me pidió que te llevara a casa.
La voz masculina y familiar se metió por mis oídos, me incorporé lentamente y no dudé en caminar hacia la grotesca escena que lentamente fui reconociendo. Mar se levantó insegura, se estiró la falda que mostraba sus huesudas piernas y pasó frente a mis ojos, sacando unas llaves de su incómoda chaqueta. Temblaba, pero no se atrevió a negar conforme abría la puerta del carro.
Los seguí con el sonido de mis latidos chocando contra mis tímpanos y me escabullí hacia el interior del vehículo como si fuera un fantasma.
Bueno, en realidad era uno.
Desde los asientos traseros pude percatarme de las miradas que Javier le dedicaba a la indefensa estudiante, quien mantenía la vista fija en el espejo lateral del carro. Su mochila ocultaba la mano temblorosa que sujetaba las llaves y un escalofrío la recorrió cuando el contrario tuvo la poca decencia de apoyar la palma de su mano contra el blanquecino muslo de Mar.
Noté como el calor de la impotencia me asfixiaba al escuchar sus palabras, sus acciones y el miedo de la sollozante muchacha acabó por ahogarme. No lo soporté más y, cuando Mar tuvo un diminuto atisbo de valor y clavó las llaves en el ojo de su atacante, hundi la hoja de mi daga contra el cuello de Javier.
El silencio se abrió paso ensordecedoramente. La sangre escapó por el corte y mis ojos se abrieron de par en par cuando la mirada vulnerable de la adolescente me engulló. Me estaba devolviendo la mirada y lloraba con tanta intensidad que quise abrazarla por toda la eternidad. A su lado, Javier golpeó su cabeza contra el volante y comenzó a desangrarse, ensuciando la piel de gallina de Mar.
—Mar...
Estiré mi mano para tocarle el brazo, pero su terror dilató sus pupilas y abrió la puerta para correr lejos de la escena del crimen.
¿Qué había hecho?
¿Qué estaba ocurriendo?
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