Capítulo XIII: Flechas negras.
Capítulo dedicado a Maxime-278, muchas gracias por tus bonitos comentarios.✨
Descansé durante todo el día por petición de Echo y, aunque me sentí bastante mal por relantizar el viaje, decidí dormir hasta que mi cuerpo no aguantase más. Lobo se quedó a mi lado en todo momento, calentándome los pies y asegurándose de que no volvía a sufrir ningún tipo de alucinación. Por suerte, nada de eso ocurrió y conseguí fundirme en el mundo de los sueños hasta bien entrada la noche.
Desperté bajo el suave sonido de los ronquidos del majestuoso animal, mis músculos se encontraban tan entumecidos que me costó incorporarme y, colocándome una chaqueta que Juno me había prestado días atrás, escapé del dormitorio para tomar algo de aire puro. Lo primero que me atacó al entrar en el recibidor fue un frío horrible, la taberna estaba completamente vacía y se encontraba iluminada por el tono perla de la luna que se introducía por los ventanales de cristal.
Caminé entre las vacías mesas de madera, guiada por un extraño sentimiento en el corazón, y abrí la puerta principal dispuesta a fundirme en la niebla de la noche. Algo en mi interior deseó encontrar algo en la fría oscuridad, sin embargo, antes de que pudiera seguir mi instinto, una mano se posó en mi espalda. Me estremecí por el tacto y me giré sobre mis talones hasta encontrar la mirada oscura de Kylan.
Di dos pasos hacia atrás, aterrorizada por tenerlo frente a mí, pero no se atrevió a volver a ponerme la mano encima. Por unos confusos segundos, su mirada pareció endulzarse un poco.
-Blanca, ayúdame a deshacerme de la maldición y no volveré a entrometerme en vuestro camino.-Su voz era suplicante, desgarradora al venir de alguien como él.
Caminó lentamente hacia mí y retrocedí hasta que mi espalda golpeó el tronco de un árbol. Cerré los ojos con fuerza, suplicando en voz baja que no se atreviera a tocarme. No lo hizo, por el contrario, volvió a subir la manga de su camisa blanca y la flecha negra que tintaba su blanquecina piel atacó mi campo visual.
-No soy Blanca-intenté que me comprendiera, pero ni yo misma estaba segura de si aquello era totalmente cierto-. Ella murió por tu culpa, la mataste junto a Juno. A tu propio hermano...
Aquellas palabras parecieron enfurecerlo y me aprisionó con fuerza contra el tronco. Aguanté el terror de la situación para que no se aprovechase de mi vulnerabilidad, estaba cansada de ser débil, mi mirada impasible lo confundió y sus ojos me transmitieron un profundo dolor que no fui capaz de entender.
-Parece que has olvidado todo...-soltó una risa incrédula y luché con mis sentimientos para aguantar el intenso contacto visual-. Me lo pareció el día que nos encontramos en la taberna, tus ojos me transmitieron la misma inocencia que el día que nos conocimos por primera vez.
Una de sus manos pasó por mi pecosa mejilla y aparté el rostro con rapidez, rechazando el contacto.
-No quiero que me toques.-Me armé de valor y mis brazos lo empujaron para que me permitiera respirar. Mi fuerza era nula comparada a la suya, sin embargo, captó mi rechazo y mantuvo la distancia.
-No recuerdas nada, pero sigues arrastrando el mismo trauma-sonrió ladinamente, confundiéndome. Su expresión fingía una dolora diversión y comprendí que intentaba fingir algo que realmente no era. Sentí pena por él, pero lo odié. Odié que no fuera capaz de ser él mismo, porque me ví reflejada.-Nunca permití que volvieran a tocarte de aquella forma, yo mismo asesiné a los culpables y tú misma decidiste arriesgarte por un hombre que lo única que amaba era su propia corona.
Las lágrimas recorrieron las pálidas mejillas del príncipe de invierno, el ambiente se tornó más gélido y mi interior se retorció hasta que mis ojos imitaron a los del contrario, llorando sin entender nada. Caminé lentamente hacía él, movida por una sensación interna que me suplicó calmar su sufrimiento, yo, mi más sincero yo, quiso correr y buscar a Juno, sin embargo, la forma en la que se mantenía rigido, luchando consigo mismo, me rompió el corazón.
-Kylan-pronuncié su nombre con inseguridad y su mirada se fundió con la mía-. Tienes una nueva oportunidad ahora, no dejes que el rencor te convierta en algo que no eres.
Mis palabras lo endulzaron por unos instantes y conseguí presenciar al muchacho inocente que había sido en su primera vida.
-Mar, aléjate de él.-La voz de Juno acarició la piel de mi espalda y giré mi rostro hacia él.
El mayor tenía la espada desenfundada, su cabello negro estaba revuelto como si acabase de despertar y su expresión era tan seria que me costó reconocerlo. No dejó de analizar a su hermano pequeño, buscando la violencia y encontrando una repentina vulnerabilidad que desapareció en el instante que se percató de él.
Mis pies actuaron sólos, dispuesta a refugiarme en el pecho de Juno, pero, antes de que pudiera alcanzarlo, sentí la fría hoja de una daga contra mi cuello. Jadeé por el terror que aquello me ocasionó y alcancé a captar como el mayor apretaba con fuerza el mango de su espada.
-Blanca se viene conmigo, hermano.-Murmuró lo suficientemente fuerte para que el contrario lo escuchara y noté como mi piel se erizaba.
La furia ahogó las pupilas del príncipe, paralizado por la amenaza del cuchillo, y su cuerpo se tensó cuando las patas de Lobo caminaron hasta Juno. El animal no mostró su lado guerrero, por el contrario, se quedó al lado de su dueño y observó la escena como si la presencia del príncipe de invierno le prohibiese lanzarse contra él.
-Kylan, sé que no eres malo.-Mis palabras volvieron a atacarlo, sin necesidad de ningún arma, y la presión de la hoja contra mi piel se suavizó.-Déjame volver con ellos, por favor.
Su cuerpo fue tranquilizándose para mi sorpresa y, vacilando por unos instantes, me lanzó con agresividad contra el congelado suelo de piedra. Mi piel se hirió por las pequeñas irregularidades del pavimento, no obstante, el dolor no fue más rápido que los brazos de Juno en envolverme. Oculté el rostro contra su pecho, permitiéndome sentir la seguridad que me proporcionaba, y, antes de que pudiera regresar la mirada hacia Kylan, la niebla se lo tragó. Desapareciendo.
El silencio se fusionó con nuestras respiraciones agitadas, Juno no dejó de abrazarme hasta que conseguimos calmarnos y dejé de sentir el furioso frío contra mis huesos gracias a su calidez.
-Mar...-Su voz me acarició junto a sus manos, las cuales no dejaron de pasar por mis brazos para calentar mi piel. Levanté un poco mi rostro, buscando sus ojos con el acto y su mirada dulce me hizo temblar.-Has sido muy valiente.
Una pequeña sonrisa ocupó mis labios al escucharlo y, con su ayuda, conseguí ponerme en pie. Mi tobillo izquierdo dio una fuerte punzada, por lo que, enseguida me agaché para sujetarlo entre mis manos.
-Creo que me lo he torcido.-Murmuré y Juno volvió a ayudarme, permitiendo que pusiera todo mi peso contra él.
-Tranquila, te ayudaré a curarte las heridas.-Revolvió mi cabello como solía hacer y un fuerte cosquilleo me consumió cuando me tomó en brazos como a una princesa.
En otro momento le hubiera golpeado para que dejase de actuar así, sin embargo, el susto que seguía habitando en mi cuerpo y el deseo por abrazarlo toda mi vida le dejaron tratarme como si fuera una dama. Subió por las escaleras de la taberna hasta las habitaciones, Lobo nos siguió, evitando que el príncipe se cayera, y se quedó frente a la puerta del dormitorio de Juno sin querer entrar junto a nosotros. No lo comprendí, aún así, no le presté demasiado atención y el mayor me sentó sobre el colchón.
Me miró por unos segundos antes de tomar el botiquín que yacía en la mesita de noche y echó pomada sobre el algodón que sujetaba entre los dedos. Levantó -no sin antes pedirme permiso con la mirada- mi falda hasta por encima de las rodillas y su atención viajó por las pequeñas heridas que ocupaban mi piel. Comenzó a limpiarlas con suavidad, acariciándome con el algodón y obligándome a estremecerme por su tacto. Hicimos un breve contacto visual en mitad de su trabajo y soltó una corta risita al verme entrecerrar los ojos por el dolor.
-Nunca te ha gustado que te curase las heridas. Decías que estas te hacían más fuerte.-Dijo y noté como la nostalgia lo envolvía.
Por unos instantes, envidié a Blanca por haber tenido a alguien como Juno en su vida y deseé, incoscientemente, haberlo conocido antes de morir. Sin pesarlo dos veces, tomé su mano y la coloqué sobre mi mejilla en busca de algo de cariño.
-¿Sigues amándola?-Pregunté con el corazón ardiendo y Juno se sentó a mi lado sin dejar de mirarme o apartar su tacto de mis pecas.
-Jamás he dejado de quererte.-La sinceridad ocupó mis poros, se abrió paso por los metros de carne, pasó por mis huesos y se clavó con fuerza en mi alma.
Las yemas de sus dedos se escurrieron por mi mejilla hasta llegar al comienzo de la piel de mis labios y alcancé a encontrar las lágrimas que se acumulaban en sus pupilas. Al caer, mi cuerpo reaccionó como un acto reflejo y las limpié con ternura.
-Ojalá... Ojalá pudiera ser ella.-Murmuré con el corazón palpitando en mi garganta.
Juno sintió mis palabras, su cuerpo se inclinó hacia el mío y apartó el cabello de mi rostro. Lejos de asustarme por su cercanía, hipnotizada por todas las caricias que dejaba sobre mi piel, decidí rendirme ante él y nuestros labios se unieron en un apasionado beso que había esperado siglos para unirnos.
Me fundí con la ternura de sus besos, el amor consumió nuestro dolor y nuestras almas encajaron através de las realidades que nos habían separado.
Blanca se clavó en mi cerebro y unió las manos con Mar.
Mar le respondió con una sonrisa.
Por desgracia, la tranquilidad acabó pronto.
Tan pronto como las hojas del libro cambiaron.
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