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Capítulo V: Comenzar a confiar.

Juno me llevó a su hogar. El camino fue largo, bastante lejos de la aldea, subimos por una inclinada cuesta hasta entrar en el bosque mágico y, mágicamente, en el instante que la suela de mis zapatillas tocó la tierra del misterioso lugar, el día se marchó, dando lugar a la noche cubierta por una espesa niebla.

El sonido de los grillos nos persiguió durante todo el trayecto, asustándome en varias ocasiones y provocando que el príncipe se burlase de mí. Jamás había leído sobre aquel lugar, es más, no recordaba ninguna descripción que coincidiera con el paisaje. Los árboles eran tan altos que parecían no tener fin, además, las calles naturales no estaban rectas, sino que nos obligaba a andar hacia la izquierda constantemente.

Pegué un pequeño saltito cuando un arbusto se movió a mi lado, escuché una carcajada por parte del mayor y no pude evitar sonrojarme. Sí, era inevitable que me sintiera tensa y asustada, al fin y al cabo, el protagonista de mi libro favorito había intentado asesinarme y aquello no era algo que ocurriese todos los días.

—¿Sigues asustada, niña?—Preguntó mientras retomaba el camino.

—Un poco.

Lo seguí, acelerando mis pasos para poder alcanzarlo. El adulto era más alto que yo, por lo que, mis piernas debían ir más rápido para andar a su paso. Pareció darse cuenta, pues disminuyó el ritmo.

—Nadie va a atacarte si te quedas a mi lado.—Contestó con una amplia sonrisa.

Levanté una ceja por el tono coqueto que estaba empleando conmigo y lo analicé detenidamente. Su aspecto despreocupado me resultaba extraño, acababa de sufrir un ataque, sin embargo, no parecía afectado y jugaba con uno de sus anillos sin dejar de sonreír. Al contrario que él, mi cuerpo seguía estremeciéndose al recordar el enfrentamiento.

—Bueno, ya lo han hecho.—Murmuré y me quité la mochila para poder rebuscar mi bufanda.

La nieve comenzó a caer del cielo y el frío se estaba volviendo insoportable. Sonreí al encontrar la prenda de ropa, me envolví el cuello con esta y olí el dulce aroma de mi hogar. No quise ponerme melancólica, pero recordar la calidez de mi casa provocó que mi estómago se revolviera. ¿Seguirían buscándome? Apreté mis puños al imaginarme a mis padres esperándome para cenar y me prometí a mi misma no volver a quejarme de la comida de mamá.

—¿En qué piensas?—Una voz desconocida y grave se escuchó a mi lado, me asusté al escucharla y me abracé al brazo de Juno incoscientemente.

La figura de lo que parecía ser un duende apareció ante nuestros ojos, me relajé al ver su rostro triste por mi reacción y aparté a Juno con las mejillas aún más rojas. Hice un breve contacto visual con él, fijándome en la diversión de su mirada, y tosí para disimular un poco mi nerviosismo.

—Ronno, te dije mil veces que no aparezcas así.—Juno le reprochó su acción y el duende hizo una reverencia para mostrar sus respetos.

—Lo siento, querido príncipe—se disculpó e hizo un pequeño puchero—. ¿Quién es ella? ¿Murió también? Si es así, siento que perdieras tu alma... Te acompaño en el dolor y, de verdad, lo hago porque yo también estoy intentando volver.

Lo observé sorprendida por lo rápido que hablaba, sus palabras se atropellaban una sobre otra y tuve que prestar mucha atención para entenderle. Abrí la boca para contestarle, pero sus orejas verdes temblaron y giró la cabeza hasta un punto oscuro del bosque, perdiendo la mirada.

—Lobos...

La forma que pronunció el nombre de aquellas criaturas salvajes creó un ambiente tenso y asustado. Ronno no tardó en salir corriendo para esconderse, elevando mi preocupación.

—Vamos, mi casa no está lejos. Llegaremos antes de encontrarnos con uno de ellos.

Tomó mi muñeca para que volviera a andar y lo seguí con el corazón latiendo más rápido de lo normal. Podía escuchar los gruñidos de los animales a lo lejos, pero, gracias a un breve atajo, conseguimos llegar a la entrada de lo que parecía ser una diminuta aldea. Juno abrió la puerta de madera que separaba el bosque del lugar y mis ojos se encontraron con las oscuras y nubladas calles del pueblecito. Todo estaba totalmente vacío, como muerto.

—Esta noche puedes quedarte en mi casa, mientras tanto te buscaré una vivienda para que puedas instalarte.—Dijo con la mirada fija en el suelo rocoso.

—Está bien.

Llegamos enseguida. Su casa era de una madera oscura, pequeña y sencilla. No tenía ningún porche, no obstante, a su extremo había una pequeña cuadra donde sobresalía la cabeza de un caballo blanco y majestuoso. Juno le acarició el hocico mientras caminaba hacia la vieja puerta, antes de que pudiera meter la llave en la gran cerradura, la cabeza de la señora que me había vuelto el cabello blanco, sobresalió de la entrada. Me analizó, reconociéndome al instante y haciéndose a un lado para dejarnos pasar.

Su mirada permaneció pegada a mí, seria, como si fuera una amenaza. Juno no le prestó atención, guiandome escaleras abajo, a lo que parecía ser un improvisado refugio. Abrió una rechinante puerta de madera blanca y mis fosas nasales se llenaron de humo. Tosí, escuchando al instante las risas de varias personas que se reunían allí. Me recordó a la taberna, aunque esta estaba mucho más limpia.

Lo seguí sin saber muy bien a donde me llevaba, caminó hacia el interior de la barra de los camareros y dentro de la cocina, atravesamos otra puerta, aunque esta vez de hierro. El silencio se abrió paso una vez que entramos y unas cortinas rojas nos dió la bienvenida.

—¿Dónde estamos, Juno?—Demandé con el nerviosismo a flor de piel.

—Necesito que conozcas a Marga.—susurró y me pidió que entrase dentro de las cortinas.

Actúe conforme a sus peticiones, no muy convencida, y me topé con lo que parecía ser la guarida una bruja. El terror me invadió en el instante que mi vista se topó con los ojos fríos y azules de la dueña del lugar tras el cristal de una pecera iluminada. Di un paso hacia atrás y choqué contra el pecho de Juno.

—Mar...—Balbuceó mi nombre como si me conociera. Su voz se asemejaba al seseo de una serpiente.—Mi querido Juno ha estado buscándote desde que llegaste...

La mujer rodeó la pecera, enseñando su cuerpo cubierto por una capa demasiado grande, su rostro era increíblemente hermoso, hechizante, y tras su sonrisa se encontraba algo demasiado extraño. Me hizo un gesto para que me sentase frente a ella, vacilé antes de aceptar y apoyé mis congeladas manos sobre la mesa que nos separaba.

—¿Lo sabíais?—Pregunté algo demasiado obvio, pues su sonrisa se volvió más grande.

—Yo misma te traje aquí, Mar.—Clavé las uñas en la madera de la mesa y mi expresión se volvió perpleja, incapaz de entender lo que estaba ocurriendo.

—¿Qué?—Mi voz tembló y sentí como Juno acariciaba uno de mis hombros para que me calmase.

—Muertes injustas, asesinatos, descuidos... Me encargo de salvar a todos los que puedo. Les mando un libro desde su nacimiento, El soldado rebelde, y provoco que tengan una segunda oportunidad. Lejos del destino que está escrito.

Mi rostro se volvió pálido y tuve que esconderlo entre mis manos para no gritar o tirarme al suelo. Conforme las horas pasaban y la información me atacaba, estaba más y más segura de que aquello debía ser una pesadilla de la que no podía escapar.

—No puede ser...—Jadeé y Marga me tocó las manos, quitando el frío de estas mágicamente.

—Lo que pretendía hacerte ese hombre era asqueroso, tan injusto y doloroso que tu muerte se adelantó. No quise dejarte morir allí y arrebaté tu alma antes de que fallecieras.

Su explicación me dejó sin respiración por un tiempo, mis labios temblaron y contuve una carcajada amarga y llena de incredulidad. Aquello no podía estar pasándome, todo era demasiado irreal y comenzaba a agobiarme por no saber cómo volver.

—Quiero regresar...—El hilo de voz que escapó del nudo de mi garganta hizo que Marga borrase su expresión dulce a una más fría.

El nerviosismo aumentó en mí, reconociendo por la tensión del momento que aquel deseo era tan complicado que parecía imposible. Escuché a Juno suspirar detrás de mí y giré mi rostro hacia él con el corazón en un puño.

—Dicen que hay un diamante que concede tu deseo más profundo, cada persona tiene una oportunidad, sin embargo, llevan años buscándola y jamás la han encontrado—La bruja volvió a hablar, clavando su mirada sobre el príncipe—. Juno y sus soldados están preparando una exhaustiva búsqueda, tienen algunas pistas, pero aún no se han atrevido a iniciar el viaje.

El muchacho no se atrevió a levantar la mirada de sus manos, ocultando la tristeza y la desesperación que gobernaba su alma.

—Los acompañaré...—Insistí.

—Creo que deberías dejar que el tiempo pase. Ese océano esta lleno de enemigos que aprovechan el sentimiento de vulnerabilidad que provocan nuestros miedos, no sería sano para tí.—El adulto habló por primera vez desde que habíamos entrado allí, incapaz de hacer contacto visual con nosotras.

—¡No me importa! Sólo quiero volver a mi hogar y...—Todo mi cuerpo temblaba por culpa de la ansiedad—mis padres deben estar tan preocupados. No puedo estar tranquila, sabiendo que sufren por mi culpa.

Toqué mi tórax, experimentando como un fuerte cosquilleo se apoderaba de él, y evité que las lágrimas volvieran a descender de mis ojos. Juno clavó su mirada sobre la mía, confuso, incapaz de entender mi desesperación, y, agachándose hasta quedar a mi altura, dijo:

—A tus padres sólo les interesa los ascensos en el trabajo.

La crudeza de sus palabras me afectó. Presioné los labios intentando borrar los pensamientos de mi cabeza y me negué a pensar que tenía razón. Era cierto que siempre habían estado obsesionados por su estatus, pero jamás serían tan fríos a la hora de perder a su hija.

—Eso no es verdad. Siempre me han querido, me han dado todo. ¡Se han desvivido por proporcionarme una buena vida!—La rabia salió de mi boca repentinamente y Juno se incorporó sin apartar su mirada.

—Tu padre ha conseguido firmar un contrato de socio con Javier—susurró Marga desde su asiento—. Han pasado semanas desde que desapareciste, el único que sigue buscándote es Aarón y comienza a perder la fé.

Noté mis mejillas humedeciéndose y mi corazón se destrozó hasta quedar completamente calcinado. Roto. La vida seguía, pero yo quería que se detuviera en ese instante.

—¿Sigues queriendo regresar?—Juno me sacó de mis pensamientos y se cruzó de brazos, totalmente serio.

No supe que responder.

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