Capítulo 6
Desde aquel día en el que sus planes de realizar un picnic se habían visto frustrados, Virginia y Damián ya no se despegaron uno del otro. A pesar de que ese recuerdo les evocaba una extraña mezcla de sensaciones negativas, también había marcado un antes y un después en su relación. Donde iba uno, estaba el otro y ambos se miraban con devoción y ternura, tal y como si hubiesen estado juntos desde siempre.
Eugenia, por su parte, adoraba a Virginia. Sin embargo, muchas veces sentía celos al ver que, sin proponérselo, la chica había conseguido en poco tiempo lo que ella siempre había soñado para sí misma: encontrar a ese alguien que la cuidara y la mirara como si fuese la única persona que existiese en el mundo. Ese mismo deseo había sido el responsable del apodo "Susanita" —de la historieta de "Mafalda"—, otorgado por sus amistades de la infancia.
Laura, por el contrario, se había convertido en su fiel amiga consiguiendo incluso que confiara en ella de un modo tal que había comenzado a hablarle de cosas que tal vez no se animaba o le daba vergüenza decirle a Damián.
Con Gastón, las cosas empezaban por fin a mejorar. Ya no la miraba con desconfianza y poco a poco, había comenzado a incluirla en las conversaciones. No sabia a ciencia cierta qué lo había hecho cambiar, pero intuía que tenía que ver con el miedo que había visto en sus ojos cuando se perdió en aquel cementerio. De todos modos, no le importaba. Por la razón que fuese, ya no sentía su rechazo y solo por eso se sentía muy agradecida. Aun así, apenas lo veía, ya que él había empezado a trabajar en la universidad como ayudante de cátedra y en su escaso tiempo libre, solía aislarse para leer o investigar.
Liliana y Federico la adoraban por completo. Para ellos, Virginia se había convertido en una más de sus hijas y deseaban lo mejor para ella. Se sentían muy complacidos de verla cada vez más animada y menos retraída y si bien esperaban que pudiese recuperar sus recuerdos, temían que los mismos pudiesen llegar a tener un efecto negativo, ahora que por fin parecía haber encontrado un equilibrio emocional.
Debido a su profesión, a Federico no le gustaba obrar fuera de la ley, pero era consciente de que no tenía otra alternativa si quería que ella pasara desapercibida. Por esa razón, le había solicitado a Martín que le consiguiera documentación falsa que le permitiera moverse, y en solo una semana, Virginia pasó a convertirse en una sobrina lejana que compartía su apellido.
A Liliana se le había puesto en la cabeza que comenzara alguna actividad, ya sea estudio o trabajo para que tuviese algo en lo que ocupar su tiempo durante las horas en las que los chicos estuviesen estudiando. Estaba segura de que eso la ayudaría a seguir fortaleciéndose como persona. Por eso, en cuanto los papeles estuvieron listos, se sentaron con ella y le transmitieron su idea.
Para su sorpresa, Virginia se mostró encantada. Estaba desesperada por hacer algo para ella y como no había nada que le interesara estudiar de momento, optó por la segunda opción. Federico le prometió conseguirle un puesto administrativo en el banco en el que él trabajaba, por supuesto quedando bajo su mando.
Debía reconocer que, aunque se sentía entusiasmada, también le daba un poco de ansiedad la idea de estar tanto tiempo fuera de la casa y, más importante aún, en contacto con otras personas. Desde aquella horrible tarde en el cementerio, no había sido capaz de quitarse de la mente la sensación de estar siendo observada. Se estremeció al recordarlo.
En un intento por tranquilizarse a sí misma, repitió en su interior las palabras que Damián le había dicho ese día: "No tiene sentido que te dejes llevar por el miedo de lo que podría haber pasado o podría pasar en un futuro. Lo único que tenés que pensar es que por suerte te encontramos y hoy estás a salvo con nosotros". Inspiró profundo. Él tenía razón. No debía preocuparse por cosas que ni siquiera habían pasado y tal vez nunca pasarían. Además, estaría cerca de Federico y sabía que él no dejaría que nadie le hiciera daño.
Buscando automáticamente su mirada, encontró en él la confianza que tanto necesitaba. Los demás, seguros de que esto sería de gran ayuda para poder afrontar el día a día, también mostraron su apoyo, en especial Laura y Eugenia quienes se ofrecieron gustosas para acompañarla a ir de compras y conseguir la ropa que necesitaría para sus jornadas laborales.
Luego de vacilar por unos minutos, aceptó con una sonrisa.
Por la noche, Damián la sorprendió con una invitación para cenar fuera. Quería celebrar junto a ella la decisión que había tomado. Para él, era un gran avance el que se hubiese animado a dar ese gran paso. Sabía lo difícil que era para ella relacionarse con otras personas por fuera de su familia y lo mucho que le costaba confiar en desconocidos. La entendía por supuesto, en especial dadas las circunstancias en las que se encontraba, pero admiraba que no dejara que eso la limitase.
Como el restaurante se encontraba en el centro del pueblo, tuvo que pedir prestada la camioneta a su padre, quien accedió con gusto tal y como siempre hacía. Se vistió con su mejor camisa y un pantalón de gabardina azul y con un ramo de flores que acababa de elegir para ella, aguardó a que estuviese lista para salir. Esa tarde había ido de compras junto a sus hermanas, quienes desde hacía horas se encontraban junto a ella en la habitación para ayudarla a prepararse.
Nada más verla, toda la impaciencia por la demora se evaporó. Virginia estaba hermosa y radiante. Su corto y veraniego vestido de color azulino, entallado en la cintura y acampanado en la falda, le permitía lucir sus preciosas y torneadas piernas. Llevaba su largo y rubio cabello suelto, de la forma en la que a él más le gustaba y en sus labios se había colocado un poco de brillo, lo cual hizo que su mirada se detuviese en su boca durante un poco más de tiempo.
—Estás preciosa —le susurró al oído cuando se aproximó para tomar su mano.
—Gracias —susurró con modestia a la vez que bajó la mirada.
Sonrió al notar su sonrojo. Le encantaba ese rasgo de ella. Transparente, inocente, adorable, lo hacía querer envolverla en sus brazos y protegerla del mundo. No entendía cómo había sucedido tan rápido, pero sabía que no había nadie más a quien quisiese a su lado. La quería con él por siempre y aunque aún era muy pronto para decirlo, así lo sentía y no iba a ignorar sus sentimientos. No con ella. Nunca.
Alcanzaron a oír los suspiros de las chicas cuando por fin abandonaron la casa y Damián tuvo que hacer un esfuerzo para no largarse a reír. Menos mal que Gastón no había estado para presenciar la escena o no habría dejado de molestarlo con sus molestas bromas. "Ya te tocará a vos, hermanito", pensó para sus adentros anhelando el momento en el que lo viese caer de rodillas por una mujer.
Al llegar al restaurante, se apresuró a bajar y rodear la camioneta. Tras abrir su puerta, le ofreció la mano y la ayudó a bajar. El salón no era muy grande, pero sí sumamente cálido y acogedor. Las mesas se encontraban dispersas, bastante apartadas unas de las otras brindando así a cada pareja la intimidad que buscaban. La decoración, la iluminación y la música que se oía de fondo reforzaban aún más el ambiente romántico característico del lugar.
Virginia suspiró al contemplar la belleza a su alrededor y aferrada a la mano de él, le permitió guiarla hacia la mesa que había elegido para compartir junto a ella una cena a la luz de las velas. La misma estaba ubicada junto a una gran ventana desde la cual se podía contemplar un bellísimo jardín lleno de coloridas flores y pequeños arbustos.
—Dios, este lugar es increíble. Parece de ensueño —indicó con una sonrisa que iluminó por completo su rostro—. Gracias por traerme.
—Me alegra que te guste. Esperaba que pudiésemos pasar algún tiempo a solas y conversar. Como ya te habrás dado cuenta, con mi familia se vuelve un poco difícil encontrar un momento de privacidad.
Ella rio y ese sonido le pareció lo más maravilloso que jamás había oído. Cada fibra de su cuerpo reaccionó a ella, anhelándola. No podía entender cómo había pensado que era feliz antes, si fue después de conocerla cuando entendió el verdadero significado de esa palabra.
Luego de varios minutos, ambos ordenaron tallarines con salsa parisienne acompañado por el vino blanco que recomendaba la casa. Aunque no solía tomar alcohol cuando tenía que conducir, esa noche ameritaba hacer una excepción. En cuanto volvieron a quedarse solos, Damián alzó su copa instándola a hacer lo mismo. Quería brindar con ella.
—Por los sueños —le dijo con sus ojos fijos en los suyos—. Deseo de corazón que se cumplan todos tus sueños, así como ya se están cumpliendo los míos. Y eso tengo que agradecértelo a vos. Apareciste en mi vida cuando menos lo esperaba y aunque la situación tal vez no es la ideal, me siento muy feliz por haberte encontrado esa noche.
Virginia se conmovió ante sus palabras y no pudo evitar que sus ojos se humedecieran.
—Sos tan dulce... —susurró a través del nudo que se había formado en su garganta—. No tengo idea de cómo era mi vida antes de conocerte, pero puedo decir con seguridad que ya no podría concebirla sin vos a mi lado. Gracias por todo lo que hiciste y seguís haciendo por mí.
—No hay nada que agradecer, Vir. Todo es mejor desde que estás conmigo —le dijo justo antes de llevar la copa a sus labios.
Ella lo imitó sin apartar en ningún momento la mirada de la suya.
El resto de la cena fue maravillosa. Conversaron acerca de cómo había sido cuando debieron decidir mudarse de la ciudad para instalarse en un pequeño pueblo. Damián le confesó que, si bien no estaba demasiado convencido, jamás podría haberse opuesto a algo que sabía sería beneficioso para su padre. Tanto Federico como Liliana les enseñaron a todos ellos el valor de la unión familiar y el compañerismo entre hermanos, por lo que no podría haber actuado de otra manera.
Virginia suspiró. Sabía muy bien lo mucho que siempre se apoyaban unos a otros y la forma en la que la habían aceptado a ella era el mejor ejemplo. Siempre estaría agradecida con su familia por la contención, el cariño y la aceptación que le brindaron desde un principio. Y qué decir del resto... Todos y cada uno de ellos la hicieron sentir como una de ellos. No podía pedir nada más.
—¿Cómo fue que te diste cuenta de que querías ser contador? —le preguntó de repente para alejarse de un tema que, sin duda, la ponía sensible.
Él sonrió.
—No hay alguien que no me pregunte sobre eso. Sé que, para muchos, los números son aburridos, tediosos, complejos, pero para mí es todo lo contrario. En matemática, dos más dos siempre es y será cuatro. El resultado es siempre el mismo y eso es algo con lo que me siento cómodo. Por si no lo notaste, me gusta tener todo ordenado y controlado a mi alrededor.
—Lo noté —concordó ella devolviéndole la sonrisa—. Pero no lo considero algo negativo. De hecho, es una de las cosas que más me gusta de vos. Sé que no hay nada que pases por alto y eso me reconforta, me hace sentir a salvo.
Damián se quedó mudo ante su respuesta. Sin duda, no había esperado que le dijese algo tan lindo y confirmó lo que ya sabía dentro suyo, que Virginia era la mujer más increíble que había conocido en su vida. Jamás olvidaría ese momento, mucho menos sus hermosas palabras.
De pronto, comenzó a sonar de fondo la canción "Endless Love" de Lionel Richie y Diana Ross. La reconoció enseguida ya que era una de las tantas baladas románticas de los ochenta que solían escuchar sus hermanas. Sabía que a ella también le gustaba por lo que, sin pensarlo demasiado, se puso de pie y extendió la mano hacia ella en una clara invitación. Nadie más estaba bailando en ese momento, pero no le importó. Necesitaba tenerla en sus brazos.
Por supuesto, Virginia se ruborizó, sin embargo, no rechazó su ofrecimiento y con una tímida sonrisa, se incorporó acurrucándose de inmediato contra su cálido pecho. Allí, podía sentir los latidos de su corazón sobre su oído mientras que los cuerpos de ambos se balanceaban lentamente al ritmo de la música. Entonces se percató de algo. No importaba lo que fuese que le hubiese ocurrido en un pasado, estaba justo donde pertenecía.
Reconoció la canción. Las chicas se la habían hecho escuchar una vez y le había encantado. Tanto que hasta le había pedido a Laura que se la tradujera. Quedó aún más enamorada cuando supo el significado de la letra.
"Two hearts. Two hearts that beat as one. Our lives have just begun. Forever I'll hold you close in my arms. I can't resist your charms. And love, oh love. I'll be a fool, for you. I'm sure you know I don't mind. You know I don't mind. 'Cause you. You mean the world to me. I know I've found in you my endless love". —"Dos corazones. Dos corazones que laten como uno solo. Nuestras vidas acaban de empezar. Por siempre te sostendré cerca en mis brazos. No puedo resistirme a tus encantos. Y amor, oh amor. Seré un tonto por vos. Estoy seguro de que sabés que no me importa. Sabés que no me importa. Porque vos. Vos significás el mundo para mí. Yo sé que encontré en vos mi amor eterno"—.
El tiempo se detuvo en ese instante, con ese fragmento de la canción. Suspiró una vez más ante el paralelismo entre esta y sus sentimientos. El amor que compartía con Damián no podía ser uno más entre tantos. Se sentía único, especial. Sus vidas se habían unido aquella noche en la que ella buscaba ayuda desesperada y él le abrió sus brazos para darle el sostén que tanto necesitaba. Eran dos corazones latiendo como uno solo y su historia de amor no tenía fin.
Como si hubiese sido capaz de oír sus pensamientos, Damián se apartó solo un poco y mirándola a los ojos, acunó su rostro entre sus manos. Entonces, se inclinó hacia ella y la besó. Se estremeció ante el roce de sus labios y aferrándose a su cuello, abrió la boca para él.
Desarmado por su entrega, introdujo su lengua despacio, recorriéndola de forma sensual, saboreándola con deseo. La necesidad de sentirla, de hacerla suya empezaba a sentirse como una verdadera tortura, pero sabía que aún no estaba lista y no quería presionarla. Obligándose a sí mismo a detenerse, fue ralentizando el beso hasta ponerle fin. Su ansia por ella, por hacerle el amor tendría que esperar un poco más.
—Te quiero —le susurró a escasos centímetros de su boca.
—Yo también te quiero —respondió con una sonrisa y por primera vez fue ella quien tomó la iniciativa dando comienzo a otro apasionado y delicioso beso.
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