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Cap. 16 EL ENCUENTRO CON UN FANTASMA


Clara y Li fueron nuevamente a la cosina. Él tomó asiento mientras Clara le servía un vaso de agua, luego de dárselo, ella se sentó a su lado.

—Gracias, Clara —dijo él luego de beber el agua.

—Por nada... ¿Cómo te sientes? ¿Quieres que te traiga algo más? ¿O vaya por alguien?

—No, quédate. No te vayas a ningún lado.

Clara tomó su mano y permaneció allí, acompañándolo.

—No te entiendo —dijo él mirándola—. ¿Porqué eres tan amable? Te secuestré, y voy a entregarte a un psicópata... Y tú actúas como si no te importara.

—Bueno... Alguien que conocí me dijo que siendo amables es como hacemos más amigos. Y todo lo que hiciste fue por tu familia, no podría enojarme contigo ni aunque quisiera.

—Eres increíblemente extraña, con razón me gustas.

—¿Que? —preguntó Clara intentando esconder su sorpresa.

—Llamaste mi atención desde el primer momento. Me gustas mucho —contestó Li mirándola fijamente.

Clara no podía creer lo que acababa de escuchar, no tenía palabras. De los nervios que sentía solo pudo bajar la mirada hacia el suelo y permanecer callada.

—Tranquila, tengo ojos y oídos en todas partes, sé que el chico Lion y tú tienen algo —Clara lo miró sorprendida—. Acepto la derrota, más no voy a ocultar lo que siento.

—Li, yo...

—No te preocupes, sobreviviré. Solo espero que ese tonto sepa cuidarte mejor, de lo contrario la próxima vez te secuestraré y no te devolveré.

—¿Qué? Dices que...

—El acuerdo con Dilan era hacer el intercambio al amanecer, pero cambié de opinión —dijo Li poniéndose de pie y caminando hacia la salida de la cosina—. Al salir el sol te llevaré al distrito Sur, a no ser que quieras quedarte y seguir gozando de mi compañía.

—¿Qué dices? ¿Lo decidiste así como si nada? —dijo Clara poniéndose de pie y acercándose a él—. ¿Siquiera lo pensaste? Dilan tiene lo que necesitan ¿Qué pasará con ustedes, con los niños? No, no quiero que...

—¡No voy a entregarte a él! ¿Oíste? No lo haré —contestó Li sujetándola de los hombros.

Ambos se encontraban muy cerca uno del otro, Li se dejó lleva y acarició la mejilla de Clara, pero antes de que pudiera decir alguna cosa, un fuerte estruendo se escuchó.
El sonido de explosivos resonando por los túneles. De pronto un hombre llegó corriendo a dónde estaban Clara y Li.

—¡Señor! ¡Nos atacan! ¡El distrito Norte! —exclamó el joven.

—Dilan, maldito traidor —dijo Li conteniendo su ira—. Ya saben que hacer, evacuación de emergencia, todos a la bóveda, date prisa Sam.

—Sí, señor.

—Clara, ven conmigo —dijo Li, tomando la mano de ella y sacándola de ahí.

—¿A dónde vamos? Debemos sacar a los niños de aquí —exclamó Clara.

—La bóveda es un área a prueba de explosivos y balas. Las mujeres y los niños ya se encuentran ahí, es donde duermen. Solo faltan mis muchachos, pero ellos saben cuidarse, llegarán a la bóveda sin problemas. Mi prioridad ahora es tu seguridad, él viene por ti.

Conforme avanzaban sentían como las explosiones eran más intensas. Las paredes temblaban y tierra con pequeños escombros caían arriba de sus cabezas.

Estaban cerca de la bóveda cuando se toparon con Sam, que venía corriendo de otro túnel.

—¡Sam! ¿Qué sucedió? —preguntó Li.

—Todos ya de encuentran en la bóveda, señor. Ya aseguraron los accesos, solo queda la puerta principal abierta.

Al final de aquel túnel se encontraba la puerta a la bóveda, donde Roxi, la chica de los sistemas y dos muchachos más esperaban ansiosos a que Clara y los chicos llegaran para refugiarse.
Faltando ya poco, otra explosión resonó, una nube de polvo y escombros cayeron sobre ellos, limitando su visión. Del susto Clara soltó la mano de Li, y cayó al suelo. Se separaron unos metros mientras la tierra se disipaba del aire.

Sam y Li ya de encontraban en la puerta. Cuando la tierra se disipó, Clara y Li cruzaron miradas. Ella avanzó unos pasos en dirección a ellos, pero una voz resonó.

—¡Clara!

Ella frenó en seco, la voz era familiar. Su corazón latía con fuerza, ya que era aquella voz que fue silenciada hace tiempo, la cual sabía que jamás volvería a escuchar.
Clara volteó lentamente, su sangre quedó helada. Allí, a varios metros de ella, estaba él, estaba Dilan, el amor que había enterrado metros bajo tierra, el amor que descansaba frío en un cajón, ahora estaba frente a ella.

Ver a Dilan vivo otra vez la impactó. Cuando Li vió que Clara no reaccionaba, intentó correr hacia ella para meterla a la bóveda, pero los muchachos lo sujetaron inpidiéndole alejarse. Luego uno de los hombres de Dilan, armado con una ametralladora apareció desde otro pasillo, y comenzó a disparar hacia la puerta del refugio, los jóvenes se cubrieron retrocediendo hacia dentro.

Clara viendo esa escena, intentó proteger a las personas de allí. Así que se abalanzó sobre aquel hombre, forcejeando con él para que dejara de disparar. En ese mismo segundo, mientras algunos sujetaban a Li para que no saliera, a los otros no les quedó más opción que cerrar la puerta y asegurarla desde dentro.
El sujeto con la ametralladora, muy molesto golpeó con violencia a Clara en la cara utilizando su arma, haciendo que ella cayera aturdida al suelo.

—¡Clara! —gritó Dilan, corriendo desesperado hacia ella.

Él se agachó y tomó el rostro de ella entre sus manos. Clara apenas podía mantener los ojos abiertos, pero ver el rostro de Dilan hizo que se dibujara una pequeña sonrisa en su rostro ensangrentado.

—Dilan —dijo Clara casi sin voz—. Estás vivo.

—Mi amor, estoy aquí —contestó él—. Estarás bien, lo prometo, estarás bien.

Unas lágrimas rodaron por el rostro de Clara, justo antes de perder el conocimiento. Una de las manos de Dilan se impregnó con la sangre de Clara. Él la recostó con cuidado en el suelo, luego se puso de pie, cerca del hombre que la había atacado.

—Golpeaste a mi esposa —le dijo Dilan a su subordinado sin desviar la vista de Clara.

—Lo siento, señor. No la reconocí —contestó el sujeto.

—Una bala en la frente sería piedad para ti —dijo Dilan mirándolo fijamente.

—Por favor, señor. Perdóneme... No volveré a cometer otro error, se lo pido —suplicó.

—Tranquilo, ya, no te preocupes —añadió Dilan calmado, dándole una palmada en el hombro—. No te mataré... Los deambulantes lo harán.

—¿Qué?

En ese segundo Dilan desenfundó su pistola y le disparó al hombre directo a las rodillas, haciendo que cayera al suelo envuelto en un dolor inconmensurable.

—Arrojen a este perro a la calle —ordenó Dilan a sus hombres.

—Sí, señor —respondieron.

Dilan cargó a Clara en sus brazos, subió a la superficie y una vez dentro de se vehículo de guerra, condujo al distrito Norte.

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