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• La feria

Yuu se sentía un poco molesto, pues no entendía por qué diablos Shinya había mencionado a Mikaela. Es decir, sabía que era el mejor amigo de su padre, Urd, pero no era necesario que dijera su nombre estando en su casa. ¿Qué necesidad tenía de perturbar su llegada? Apenas habían pasado unas horas de que pisara Japón y ya tenía a ese tonto en la cabeza por culpa de su cuñado.

—¿Te sientes bien, Yuu-kun? —inquirió Yoichi al notar que su prometido no se reía en las escenas graciosas del programa que estaban viendo juntos—. ¿Quieres que veamos otra cosa?

—No, lo siento —suspiró dejando caer su cabeza sobre la del castaño, que estaba abrazado a su persona—. Solo estoy un poco cansado por el viaje.

—¿Quieres que vayamos a dormir? Y mañana puedes mostrarme tu ciudad natal.

—Creo que mañana podemos ir a una feria cercana si quieres, por ahora todo lo que voy a mostrarte será mi habitación —rió jalándolo de la mano después de haber apagado su teléfono.

El ojioliva se rió también y solo lo siguió para poder irse a dormir. Yuu lo miró sonreír y no pudo evitar besar su frente. A veces pensaba que era como un pequeño cachorro al que debía cuidar y proteger.

Aunque a veces él mismo... No, no se permitiria pensar en tal cosa. Porque no era justo ni para sí mismo ni para el castaño.

—¿Vas a decirme con qué diablos te drogaste? ¿o vamos a fingir que todo es color arcoiris y no sucede nada? —insiquirió Shiho, con cara de pocos amigos.

—Pero no sucede nada —rió Mikaela, agarrando una bolsa con verduras del estante y poniéndola en el carrito.

—Mikaela, fuimos al gimnasio juntos. Tú fuiste al gimnasio. El mismo tú que ni siquiera sube escaleras sin quedarse sin aliento. Y estás brillando —enumeró sin dejar de verle—. Si no me vas a decir, voy a llevarte a rastras a que te internen en un psiquiátrico.

Mikaela largó una carcajada. Shiho se quedó de piedra. Eran muy contadas las veces en que le había oído reírse con tantas ganas como esa. Definitivamente, o estaba muy drogado, o algo demasiado bueno tuvo que haberle pasado.

—Está bien, te diré —dijo limpiando las lágrimas de sus ojos producto de la risa anterior—. Yuu-chan regresó hoy.

—Así que por eso no estás hecho un asco como siempre —suspiró relajándose, pero un poco sorprendido—. ¿Entonces?

—Pues nada, eso —dijo con una sonrisa emocionada, sin verle.

—No es por bajarte la emoción, pero, ¿recuerdas lo que pasó cuando se fue? ¿y lo que te dijo la última vez que hablaron? Yo no creo que quiera ni verte —razonó.

La emoción y alegría pintada en la cara de Mikaela se redujo a tal grado que Kimizuki se maldijo por haber dicho eso, puesto que no quiso hacerlo sentirse triste de nuevo. Él era su mejor amigo, de hecho, el único que tenía, desde lo sucedido hacía seis años, cuando se alejó de Krul, Lacus, y Rene.

Para empezar, perdió la beca deportiva de la que le había hablado a Yuu el día de la graduación de preparatoria. No fue capaz de jugar sin verlo en la gradería animándole, como decían las malas lenguas: "Yuuichirou Hiragi se fue y se llevó el talento de Mikaela Geagles con él". Sin embargo, y gracias a ello, descubrió que, en realidad, no le gustaba jugar.

Lo que le gustaba era que Yuu le estuviese mirando y animando, y ser recibido por su bonita sonrisa y su abrazo cuando el juego terminaba. Así que simplemente dejó de jugar y apuntó hacia otro lado. Estudió artes, y se convirtió en un pintor bastante reconocido en Japón.

Encontró refugio y consuelo en las acuarelas, los óleos y los pinceles, razón por la cual sus obras eran siempre tristes, melancólicas, afligidas, pesarosas y algo lúgubres. Los grandes críticos decían que estas reflejaban su corazón y su alma, y lo vacías que estas, suponían, se encontraban.

—De cualquier manera, estando en Japón, supongo que tienes una oportunidad —consoló Shiho, aclarando su garganta. Le dio un leve empujón con una lata de maíz, y él le sonrió levemente, un poco triste ahora.

Al recibir la noticia de su regreso, había sido optimista, tanto que se le olvidó cómo terminaron las cosas entre ellos. No obstante, quería pensar en que tenía el chance de cambiar aquellos colores sombríos y pálidos que utilizaba en sus pinturas, por unos llenos de fogosidad y vida, pues su musa había vuelto, y para él, nada era más importante que eso.

Pensó que, aunque Yuu lo odiara y no quisiera verlo nunca más, él quería disculparse adecuadamente, hacer las pases, y tal vez, solo tal vez, intentar conquistar su corazón. De alguna forma, quería demostrarle que podía volver a confiar en él después de tantos años, pues ya no era el mismo adolescente temeroso de sus sentimientos que actuó mal por enfrascarse en sí mismo.

Al día siguiente, siendo domingo, tal como había dicho a Yoichi, salieron juntos a pasear por toda la ciudad. Le mostró muchos lugares, lo llevó a comer y se divirtieron hasta la tarde, cuando fueron a la feria.

Era un atardecer precioso el que pintaba el cielo, lleno de colores vibrantes, que combinaban perfectamente con el ambiente que había en el lugar de la feria, a la que Yuu y Yoichi llegaron caminando de la mano después de aparcar el auto de Guren.

—¿Podemos ir al baño un momento, Yuu-kun? —pidió el castaño, pidiéndole que le señalara donde era, mas este lo acompañó al lugar—. Espérame aquí, no tardo.

Así que Yuu se sentó en un banco vacío frente a los baños para esperarlo. El viento golpeaba suavemente su rostro y su cabello, por lo que dejó caer su cabeza hacia atrás disfrutando de la sensación. Sintió una gran tranquilidad en ese momento.

—¿Oh? Pero qué casualidad.

La voz llegó a sus oídos con tal claridad que parecía estar justo a su lado y eso le sorprendió, así que se sentó correctamente de golpe y descubrió que, en frente suyo, estaba parada nada más y nada menos que la bruja de Krul Tepes.

—Vaya, una bruja se materializó en la feria —musitó sarcástico, sin levantarse.

—¿Bruja? Qué poco amable eres —rió ella, fingidamente—. Pensé que habías dejado el rencor en el pasado.

—Para dejarlo en el pasado, primero tenía que haberlo sentido, y tú no mereces que yo sienta algo, lo más mínimo, por ti, bruja.

Krul frunció el ceño, molesta. Y Yuu se levantó del banco, dándose cuenta que fácilmente podría golpeado sin ningún problema, ya no había un Mikaela que lo detuviera. Pero no lo hizo, sobretodo cuando vio a Yoichi salir de los baños y buscarle con la mirada.

—No sé a qué regresaste, pero gracias por hacerme las cosas más fáciles —dijo ella, poniendo su mano sobre su brazo. Él se lo quitó disimuladamente—. Que tengas una muy linda noche, Yuuichirou.

Dicho eso, ella se retiró y su prometido llegó hasta su persona preguntándole quien era, y le dijo que era una conocida. El encuentro le había amargado el momento, y sentía una furia desde la boca de su estómago subiendo por su garganta, pero decidió calmarse. Por Yoichi. Él había ido a divertirse con su persona y no merecía que le arruinara la diversión por estar de mal humor después de aquello.

Así que empezaron a caminar para comprar los tickets y subirse a los juegos.

Después de haber ido a cortarse el cabello, cosa que no hizo el día anterior porque, para empezar, era muy tarde para que un salón estuviera abierto, y para seguir, estaba todo sudado y ningún peluquero o barbero iba a tocar su cabello así; Shiho y Mikaela iban caminando tranquilamente cuando a la distancia, las luces de la feria fueron visibles.

—Shiho, vamos a la feria —pidió emocionado.

—No.

—¡No seas amargado! ¡vamos, Shiho!

—¿Amargado yo? ¿quién era el que no se cortaba el cabello, ni se afeitaba bien, ni se bañaba apropiadamente? —contraatacó el más alto.

Mikaela hizo mala cara e infló un poco los mofletes casi de forma automática. Simplemente se largó a correr agarrándolo del brazo, porque aunque este se negara, iba a terminar yendo para cumplir su capricho.

Obviamente no fue una buena idea, porque apenas habían llegado y estaban sin aliento. Tuvieron que detenerse a descansar después de tal carrera.

—Un día, voy a matarte —refunfuñó Shiho, agitado.

—Sí, sí.

Una vez calmados y con sus respiraciones reguladas, entraron y al rubio se le ocurrió la brillante idea de subirse sobre la espalda del de lentes.

—¡A caballo, Shiho!

—Bájate, Mikaela —pidió con fastidio—. ¡Eres pesado!

—¡Para algo haces ejercicio! ¿O no puedes con 70 kilitos?

Shiho odiaba que él se burlara de su persona, así que entre insultos, regaños, golpes y tropiezos, llegaron hasta la fila de la montaña rusa, lugar en que Mikaela decidió bajarse por fin, pensando en que a Yuu le habría encantado ir, porque aunque le daban miedo, siempre se subía. No pudo evitar hacer una sonrisa nostálgica.

—Vamos a subirnos a la montaña rusa, Shiho —dijo.

—Ve tú solo, ya estás como grandecito para que te acompañe —renegó.

A cierta distancia, comprando algodón de azúcar en un puestecillo, Yuu había ido con Yoichi, en parte para comer y en parte para perderse entre la multitud y no volver a encontrarse a Krul, pero ahora...

—¿Qué estás mirando, Yuu-kun? —preguntó el castaño, tratando de mirar en la misma dirección que los ojos ajenos.

El Hiragi menor se había quedado de piedra, completamente perplejo, porque sus ojos habían enfocado al mismísimo Mikaela Geagles, que iba sobre un pelirrosa que lo empujaba burlesco. Tuvo un genuino dejavú de su tiempo juntos, de cómo él le obligaba a subir a juegos como ese para que perdiera el miedo y de cómo, siempre, los terminaba disfrutando.

No pudo apartar la mirada por más que Yoichi le llamó y era consciente de ello. Siguió mirándolos hasta que desaparecieron por completo de su campo visual.

La amistad de Shiho y Mika es todo lo que está bien en la vida <3

Saben? Cuando pongo que algún personaje tuvo un "deja vu", inmediatamente la canción de Olivia Rodrigo suena en mi cabeza xD

Espero les haya gustado

Bye!

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