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• La caja

Después de haber presenciado tal escena, Yoichi se sintió tan mal, tan enojado, tan celoso y tan herido, que no le quedó de otra más que irse, así que tan pronto como Yuu entró a la oficina, se despidió de él y se fue sin más.

Guren los observó sin decir nada, y cuando estuvo solo con su hermano, se le escapó una sonrisa de lada, burlón.

—Espérame aquí, Yuu, tengo algo que enseñarte —le dijo levantándose, por fin, del escritorio.

Yuu asintió, y en silencio, Guren se fue hasta la sala de los archivos, en donde le pidió a su compañero que lo dejase entrar. Resbucó entre muchos estantes y cajas, hasta toparse con la que necesitaba en ese momento y lo tomó. Firmó un documento y luego regresó con su hermano, que estaba sentado, completamente ido.

—¿Qué es eso? —le preguntó cuando cerró la puerta, llamando su atención.

—Esto es algo que me pediste que quemara hace tiempo, pero no lo hice —murmuró poniéndolo en el escritorio—. No creí que eso era lo que querías en realidad, así que ha estado guardado aquí desde hace seis años. ¿Quieres verlo?

Inseguro, el ojiesmeralda dejó la pintura que el rubio le había regalado sobre el escritorio y atrajo la caja hacia sí mismo para abrirla, topándose con todas y cada una de las camisetas, los libros, videojuegos, posters, y demás, que había arrancado de su habitación aquella vez, en un ataque de frustración e ira, que le recordaban a Mikaela. Su corazón dio un latido doloroso cuando comenzó a sacar los objetos poco a poco.

Había muchas cosas dentro, desde pulseras y muñecos, hasta álbumes de fotografías, y en especial, una foto enmarcada de ambos, la cual tomó en sus manos temblorosas. Era uno, de los muchos recuerdos que tenía junto al rubio, que más atesoraba en su memoria. Estaban sonriendo a la cámara, era una selfie, y podía verse a sí mismo mirar ensimismado a Mikaela, que ostentaba un tierno sonrojo mientras lo abrazaba. Habían ido de viaje de fin de semana a la playa, solo ellos dos por el cumpleaños del contrario.

Había sido en el mismo año en que sucedió todo, solo a unos cuantos meses de que rompieran toda conexión.

Ni siquiera se dio cuenta cuando, pero ya había empezado a lagrimear. Abrazó la foto, como si se tratara de él, con tal fuerza que quedó doblado en la silla.

Guren lo miraba solamente, hasta que se dignó a hablar.

—Estás siendo muy testarudo, ¿no lo crees? —dijo, guardando poco a poco las cosas devuelta en la caja.

—¿Eh?

—No sé qué es lo que sientas por ese enano prometido tuyo, pero estoy bastante seguro de que sigues completamente enamorado de Mikaela.

—Yo no...

—No trates de verme la cara de imbécil —advirtió cuando su hermano le hubo mirado. Podía ver tristeza en sus ojos aguados de lágrimas—. No te estaría diciendo nada si fuera obvio que lo superaste, pero desde donde yo lo veo, no has podido dejarlo ir, por mucho que trates de engañarte y engañar a los demás —aseguró cruzándose de brazos.

Se miraron entre sí por un momento, Yuu tenía una expresión descolocada y angustiada. Guren suspiró.

—Sé consciente, Yuu. Mira nada más el cómo enfrentarte a esta caja con sus recuerdos te hizo a llorar, ¿te das cuenta lo de susceptible que te pusiste conque te diera una pintura? ¿y todavía tienes la osadía de intentar negar que lo amas? ¿en serio?

Yuu se quedó en silencio un largo rato, separó la foto de su pecho y la miró de nuevo, luego la colocó en la caja, se disculpó con su hermano y se levantó de la silla para irse al baño.

Allí, se lavó el rostro y meditó, tanto las palabras de su hermano, como sus propias acciones y sentimientos para con el rubio y el castaño. Tenía todas sus emociones revueltas, pensamientos confusos y estaba lleno de ansiedad, temor y culpa.

Si era muy honesto consigo, no sabía qué era lo que iba a hacer.

De regreso en la casa Hiragi, Yoichi llegó como alma que lleva el diablo, agitado y sintiendo su corazón roto. No fue capaz de entrar por completo, se desplomó en el recibidor y se largó a llorar allí mismo.

—¡Wow! ¡¿qué sucede?! —chilló Scarlett saliendo de la nada, habiendo oído el llanto de su hermano. Él la miró—. ¿Qué te pasa? ¿estás herido en algún lado? ¿a quién debo ir romperle las piernas?

—No, estoy bien, yo solo... —iba a decir y sintió un nudo en la garganta, lo que lo hizo volver a llorar.

Ella se acercó, lo ayudó a ponerse se pie mientras lo oía hipar y sollozar, y lo llevó a la sala, en donde se sentó con él, abrazándolo y acariciando su cabello. Le tomó un rato tranquilizarse. Fue una suerte que todos hubieran ido a trabajar y pudieran estar solos en ese momento.

—¿Qué pasó? Pensé que fuiste a ver la compañía con Yuu —dijo ella, confundida.

—Y fui. Te juro que todo estaba bien hasta que apareció Geagles-san...

—¿Mikaela? ¿pues qué te hizo él o qué?

Se quedó en silencio unos segundos, y se estrechó más a su hermana antes de hablar. Ocultó su rostro en su pecho.

—Le... Le dio una pintura a Yuu-kun —murmuró, sorbiendo mocos.

—Entiendo, ¿y?

—No lo entiendes, tú no los viste —renegó separándose para verla, frustrado—. Geagles-san lo abrazó y te aseguro que nunca antes había visto a Yuu-kun así. Parecía tan feliz en sus brazos, tan cómodo, tan pleno... como si... c-como si...

Yoichi no quería decirlo, sentía que si lo decía, iba a aceptar perder a Yuu. La mirada confundida de su hermana lo sacó de su trance y suspiró pesadamente.

—Como si perteneciera ahí, y no conmigo... —finalizó la frase, quedo—. Hubieras oído cuando le dijo que lo amaba, o cuando le dijo que él era su musa, ¡Yuu-kun parecía tan feliz! —chilló.

—Bueno, si a mí me dijeran eso, yo también estaría muy feliz —bromeó ella, recibiendo una mirada enojada de su hermano—. Lo siento, lo siento.

—Venir aquí fue un error —dijo secando sus lágrimas con brusquedad—. Si no hubiera regresado, él nunca habría aparecido en su vida de nuevo y ahora estaríamos felices.

—Hey, eso no lo sabes —regañó ella—. ¿Qué tal si Mikaela hubiera hecho una exposición en Londres y ustedes hubiesen ido sin saber? Se habrían reencontrado igual. Simplemente hay cosas que no podemos controlar y eso tú lo sabes. Tal vez esta es una de esas.

—Que lo sepa no significa que deje de dolerme —siceó, enojado. Ella rodó los ojos y continuó acariciándole el cabello—. No voy a entregárselo.

—Eres muy divertido, Yoi-chan —se mofó, recibiendo una mirada molesta—. Sé realista, ¿quieres? Si Yuu decide que no quiere estar contigo y rompe su compromiso, tú no tienes ningún derecho sobre él, así que cuida lo que dices. No quiero tener que defenderte en una corte porque hiciste una locura.

—Cállate, no voy a hacer nada raro —suspiró, limpiando el rastro de sus lágrimas en sus mejillas y separando el abrazo de su hermana—. Pero no he perdido. No aún.

—Guren, ¿qué fue lo que le hiciste a Yuu? Lleva dos horas tirado en el sillón de mi oficina como un muerto viviente, a duras penas respira y eso es mucho decir —espetó Shinya, entrando en la oficina de su novio tranquilamente y sin tocar.

—Solo le mostré la caja que guardé después de que el teñido le entregara la pintura que vino a darle —respondió con simpleza, sin siquiera mirarlo. Sabía que él entendía a qué se refería, así que no sintió la necesidad de hacerlo.

Y no lo habría hecho, de no ser porque Shinya se sentó directamente en su escritorio, justo al costado de su laptop. Recorrió con sus ojos desde la punta de sus bien lustrados zapatos, hasta el último de sus cabellos albinos.

—Yuu está muy triste —avisó.

—No está triste, está recalibrando su cerebro —aseguró dejando la computadora de lado para verlo—. Le cuesta admitir que después de todos estos años y de como terminaron las cosas, sigue enamorado de tu sobrino y no de su enano prometido.

Shinya sabía que su novio era muy bueno leyendo a su hermano, por lo que solamente bufó resignado, comprendiendo que no había mucho que pudiera hacer.

—Pues le rompiste el cerebro.

—No es como que hubiera mucho que romper en primer lugar.

—¡Oye! —regañó riéndose sin poder evitarlo.

Guren sonrió y puso su mano sobre la pierna de su novio, el cual lo miró unos segundos. Luego, decidió moverse y sentarse en su regazo, colgando sus manos de su cuello.

—Le puse seguro a la puerta... —avisó, coqueto.

—Lo sé —contestó, y en seguida, le plantó un beso.

—El evento es pasado mañana, le envié la dirección por mensaje —hablaba Krul por teléfono—. Hm, seguro. La mitad ahora y la mitad cuando todo esté hecho.

Rene y Lacus, que se habían hecho pareja hacía unos dos años y le arrendaban una habitación en su departamento a la pelirrosa, la miraron desconfiados y luego entre sí.

—Claro, estaré al pendiente —dijo—. Gracias.

Había algo muy sospechoso en la forma en que ella hablaba por su teléfono, puesto que les recordó a la vez en que había orquestado la golpiza y el vídeo editado de la "violación" de Yuuichirou.

Cuando ella salió de su cuarto a la cocina para comer con ambos, se dio cuenta de que ellos no dejaban de verla inquisitivamente.

—¿Qué? ¿tengo algo en la cara? —preguntó.

—¿Con quién estabas hablando? —indagó Lacus.

—Eso es privado, ¿eh? —renegó—. No deberían estar escuchando a escondidas.

—Estás muy rara desde que supiste que Yuuichirou había regresado a Japón —mencionó Rene, dándose cuenta que ella dio un respingo—. Si estás planeando alguna cosa, te advierto que vas a tener que irte de aquí.

—¿Disculpa?

—No vamos a dejar que trates de convencernos para meternos en problemas de nuevo —advirtió el ojeroso—. Tú sabes lo horrible que fue la última vez y ninguno de los dos está dispuesto a pasar por eso.

—Sobretodo con todo lo que nos costó salir de la mirada pública y encontrar universidad y trabajo —continuó Lacus, tomando la mano de su novio bajo la mesa.

—Qué serios —rió ella—. Soy inocente de lo que me acusan.

Ninguno de los dos le creyó, pero tampoco insistieron. Solo cenaron en silencio y cuando ella se hubo ido, decidieron que lo más adecuado era poner cámaras en el departamento; así podrían eximirse de la culpa si ella hacía alguna locura.

Guren es la voz de la razón que Yuu necesitaba n.n, y pobre Yoichi :(

Anyways, espero les haya gustado

Bye!

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