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• Extra: Boda de Goshi y Kureto

Un año completo había transcurrido desde que Goshi había casi forzado a Kureto a tener una cita con él, y desde entonces, muchas cosas habían pasado.

De alguna forma, logró conquistarlo con su insistencia y se abrió paso en su corazón a pesar de todo. En realidad no fue muy difícil, ya que lo conocía bastante, puesto que había estado bajo su mando por muchísimos años.

Y ahora, contra todo pronóstico, a excepción del de Goshi y Mahiru, faltaban solo unos cuantos días para su boda. Todos se habían quedado de piedra con la noticia, tanto sus hijos como sus compañeros y empleados. Es decir, nadie se lo esperaba, porque, vamos, ¿Kureto, el hombre más serio, malhumorado y con mala cara del mundo, con Goshi, el hombre más despreocupado y risueño que existía?

Ellos eran una extraña combinación, y encima estaba el corto período que habían estado como novios, que dejaba mucho que pensar. No obstante, eso era solo la punta del iceberg, puesto que en realidad, todos desconocían que Goshi había estado perdidamente enamorado de Kureto desde hacía muchos años.

Aunque eso fue algo así como un accidente, cuando en sus años de universidad había comenzado a salir con Mahiru y ella lo invitó a su casa. Toparse con él se sintió como amor a primera vista, algo que ni él mismo entendió, pero que no pudo ignorar.

Aunque estaba mal, salió por Mahiru por un año completo, con la única excusa de poder seguir viendo a su hermano; intentó acercarse a él y platicaron en unas cuantas ocasiones, lo que solo hizo que el sentimiento por él se intensificara y la pelilila se diera cuenta de ello.

Acabó por confesarle la verdad el mismo día en que terminó con ella, cosa que le rompió el corazón, pues Mahiru se había enamorado de él. Y separaron sus caminos, encontrándose de nuevo solo unos seis años después, cuando Kureto solicitó un secretario asistente para reemplazar al que estaba por renunciar y Goshi ocupó ese papel.

Desde entonces, y pensando que no tendría oportunidad con él, se resignó a quedarse a su lado, encargándose de cuidarle y de colmarle de su atención. Sin embargo, aquella vez en la boda de Guren y Shinya fue como un milagro, algo que solo pasaría en alguna novela.

Había sido como la última puerta que necesitaba ser abierta para lograr entrar en su corazón, ¿quién diría que ahora estaban por casarse después de esperar años y años porque correspondiera su amor? Estaba más que dichoso.

El tan esperado día en que unirían sus vidas por medio del matrimonio, llegó. Todos los invitados asistieron, la madrina, el padrino, las damas de honor y el sacerdote estaban perfectamente en sus lugares.

Fue un espectáculo verlos dar el "sí, acepto" y el típico beso. Se sintió como algo mágico, por lo que al finalizar la ceremonia, parecieron flotar en una nube hasta el hogar de Kureto, que habían comenzado a compartir desde que sus hijos se habían mudado y vivían con sus respectivas parejas.

En esta ocasión, debido a que había sido una ceremonia muy íntima, habían decorado impecablemente el jardín de la casa. Fue algo sencillo, pero muy lindo y vistoso. Todo había sido organizado de forma tan pulcra que casi parecía que era un matrimonio joven el que había acabado de casarse, cosa con la que los invitados bromeaban.

De hecho, había sido muy comentados los trajes que usaban, ya que ambos eran negros. Sin embargo, la realidad es que Kureto no quiso usar ningún otro color, mucho menos porque ya había estado casado antes y tenía hijos; cosa que a Goshi en realidad no le importaba, pero respetó su deseo.

Así que disfrutaron de la boda, cortaron el pastel, tuvieron su primer baile como pareja y por primera vez en un tiempo, todos escucharon la risa de Kureto, lo que les sorprendió.

Entonces, llegó uno de los momentos que más incómodo hizo sentir al de cejas pobladas: cuando pidieron lanzar el ramo. De hecho, habían preparado dos ramos, únicamente porque Goshi sabía que algo como eso pasaría.

—¡El ramo, el ramo, el ramo! —pedían todos en medio de la fiesta.

Lancémoslos juntos, ¿te parece bien? —preguntó el rubio, apretando su cintura con una mano y tendiéndole uno de los dos ramos con la otra.

Con un deje de sonrisa, Kureto tomó el ramo y se pusieron de espaldas, para posteriormente lanzarlo sin mirar.

Cómicamente, el primer ramo aterrizó en las manos de Kimizuki, que estaba en una videollamada con Yoichi para enseñarle quién tomaba las flores. Su cara se puso tan roja que todos se rieron de verlo así.

Y el segundo fue atrapado por Mikaela, que sin vergüenza alguna, se lo ofreció con una reverencia pomposa y exagerada a su Yuu-chan, que lo tomó riendo avergonzado.

Entonces, mientras todos estaban fijos en los tres personajes que habían recibido las flores, Kureto se abrazó a su esposo, descansando por un instante su cabeza en su pecho.

Gracias... —le oyó susurrar.

Él, enternecido, llevó su mano a su mentón y se inclinó un poco para poder besarlo, sorprendiéndole.

—Te amo, Kureto-chan...murmuró sobre sus labios.

—Más te vale que dejes de llamarme así pronto o tendré que golpearte en la cara, ¿entendiste? —amenazó en voz baja, haciéndole reír—. Y... Yo también... 

Goshi esbozó una amplia sonrisa con sus palabras. Amaba cuando él era un poco cursi, aunque no esperaba oírlo estando en público, así que había sido una grata sorpresa. Lo apretó contra sí en un abrazo, aspirando su aroma y sintiendo su calidez.

Valió la pena esperar tanto tiempo por ti —dijo, susurrando en su oído—. Eres tan lindo, Kureto...

No me digas que soy lindo, mocosorenegó avergonzado, ocultando su leve sonrojo en su hombro.

—¿Mocoso? Pero si solo soy tres años menor que tú.

Cállatepidió alejándose un poco para darle un beso un tanto disimulado—. Oficialmente, eres mi mocoso.

Así que después de la fiesta y de dejar a sus invitados al cuidado de sus hijos, Kureto condujo todo el camino hacia donde Goshi le guiaba. No tenía ni idea de dónde iban a pasar su primera noche de bodas, solo se estaba dejando llevar por él.

Acabaron en una suit de lujo que el rubio reservó en un hotel más que reconocido y famoso. Habían estado allí antes, para cenas, reuniones o eventos de la compañía, pero nunca había subido a un cuarto tan costoso, pues prefería regresar a su casa para quedarse con sus hijos, por muy tarde que fuera.

De tal forma que ahora, estaban sentados en la cama, como si nunca antes hubieran estado solos. El ambiente entre ambos era un poco tenso, como si fueran dos adolescentes a punto de tener sexo por primera vez.

—Nos saltamos entrar como una pareja casada —mencionó Goshi, tratando de cortar la tensión y tomando su mano suavemente.

Sabes que no voy a dejarte hacer eso, por dios, Goshi —aseguró bufando con gracia, acercándose un poco a él y recostando su cabeza en su hombro—. ¿Estás seguro de esto...?

—¿A qué viene eso ahora? Ya nos casamos —se burló tomándolo de la cintura y apretujándolo contra su cuerpo—. No voy a arrepentirme de haberte escogido a ti como mi esposo.

Kureto medio sonrió, y entonces se alejó un poco para poder darle un beso, mismo que se intensificó y para cuando quiso darse cuenta, Goshi lo tenía sentado en su regazo, frotaba su trasero y sonreía desvergonzado.

No sé qué diablos viste en un viejo como yo —suspiró burlesco el de cejas pobladas, aferrándose a su cuello.

No eres viejo —rió frotando su nariz en su pecho—. Eres perfecto para mí.

Kureto largó una muy leve risa, sorprendiendo a su esposo, que estiró su rostro y dejó que él volviera a besarle. Teniéndolo encima suyo, se permitió disfrutar de tocar su espalda y su trasero tanto como quiso, hasta que sus propios pantalones comenzaron a sentirse algo apretados.

E-Espera un momento —pidió el Hiragi, alejándose al sentir como su pantalón era desabrochando—. Tengo que ir al baño.

—No —respondió de inmediato y luego, lo empujó para tirarlo en la cama, donde se acomodó sobre él—. Hoy quiero ver cómo te preparas para mí.

—¿Es en serio?

—Muy en serio —dijo sonriendo, y volviendo a besarlo.

Sus labios juntándose, con sus lenguas bailando en el interior de sus bocas y sus manos traviesas tocando por todos lados, eran una combinación perfecta para comenzar a calentar el ambiente y deshacer la tonta tensión que había.

Goshi aprovechó que su esposo jadeaba debajo suyo y se permitió desvestirlo sin más, despojándolo de su traje y de su ropa interior. Le dejó los calcetines porque lo hacía ver muy sexy, pensó.

Siempre... me haces esto... —se quejó un agitado Kureto, sentándose para quitarle su saco y su camisa.

Al caer su ropa, admiró su torso marcado y el pequeño tatuaje con las letras "KH" grabado en la parte derecha de su pelvis; lucía endemoniadamente sexy y se sintió avergonzado de pensar que era suyo. Le había confesado, cuando cumplieron seis meses de salir, que aquel tatuaje eran sus iniciales, y ese mismo día casi agendó una cita en una estética para que se lo removieran.

Ahora, viéndolo y sabiendo que era su esposo, se sentía un poco bien saber que siempre lo llevaba consigo, incluso de forma abstracta.

¿Disfrutando de la vista? —preguntó un coqueto Goshi, observando a su esposo sonreír al tocar su tatuaje—. Pensé en hacerlo más grande.

—¿Eh?

—Es broma —rió de inmediato, al ver lo sonrojado que se puso su esposo.

—Prefiero que se quede así, me gusta más —murmuró jalándole del cuello para volver a besarlo.

Goshi correspondió de inmediato, disfrutando del calor que su cuerpo emanaba y de la sensación de sus pieles al tocarse. Lentamente, comenzó a bajar sus besos por su cuello, dejando uno que otro mordisco.

Mnh... —jadeó el de cejas pobladas, revolviendo el cabello de su esposo.

Goshi estaba más que extasiado de ver como sus caricias eran tan bien recibidas, y le encantaba la expresión embelesada que tenía Kureto en su rostro mientras lo despeinaba. Tenía debajo suyo una vista tan perfecta que no pudo evitar frotar sus entrepiernas entre sí, creando una deliciosa fricción.

Kureto sintió un fuerte escalofrío recorriendo su cuerpo, e inconscientemente, enroscó sus piernas en la cintura del rubio, que largó una risita.

¿No estás muy impaciente? Aún no me he quitado el pantalón —señaló burlesco, acariciando sus piernas al tiempo que las removía de su cuerpo con cuidado.

Solo... cállate...

—Qué orgulloso eres, Kureto —rió estirándose para tomar el bote de lubricante que había en la mesa al costado de la cama—. Pero ahora quiero verte preparándote para recibirme.

—¿Estás hablando en serio? —gruñó avergonzado—. ¡Ah! Está frío... —se quejó al sentir como su esposo dejaba caer un chorro de lubricante en su entrada como si nada.

Te lo dije antes —canturreó coqueto, mirando sin pudor como se contraía nerviosamente—. Tomaré esto es mi regalo de bodas.

Kureto quiso hacerle mala cara, y de hecho iba a negarse porque se sentía demasiado avergonzado de hacer algo como eso a su edad, pero luego reparó en la mirada lasciva que su esposo tenía más que clavada entre sus piernas y la enorme montaña que era su miembro, que aún no había escapado de sus pantalones.

—Pero no puedes tocarme mientras lo esté haciendo —condicionó, cubriendo con sus manos aquella zona para que su esposo le mirara a los ojos.

Eso suena interesante —murmuró sentándose en la cama correctamente y cerrando el bote de lubricante—. Hagámoslo.

Kureto apretó un poco los labios, y quitó la mano que cubría su entrada, sintiendo de inmediato la penetrante mirada del rubio, que no disimulaba en absoluto. Goshi disfrutaba pasando sus ojos por cada rincón de su cuerpo, maravillado de que no tuviera ninguna marca que no fuera suya en su piel.

Cuando se dio cuenta de cómo el de cejas pobladas había comenzado a insertar dedos en su interior, le pasó un escalofrío por todo el cuerpo. Podía verlo temblando debajo suyo, jadeando mientras se preparaba y sentía su miembro palpitar en sus pantalones.

Ah... Ngh... gimoteaba Kureto al mover sus propios dedos.

La imagen de su esposo observándolo tan emocionado y excitado solo lo hacía sentir más deseado, y no podía evitar querer provocarlo más, así que mientras jugaba con su trasero, también tocó su pecho, sin dejar de mirarlo fijamente.

—Diablos... —siseó él, desabrochando su bragueta para sacar su miembro, al tiempo que se acomodaba encima suyo sin tocarlo—. Te ves tan sexy...

Así que ahora tenía a Goshi masturbándose sobre su persona, jadeando sobre sus labios y mirándolo intensamente.

Esto... no es justo... —jadeó agarrándolo por la nuca con su mano libre y plantándole un beso.

Al separarse, Goshi pudo ver su expresión, sonriendo embobado al ver que sus ojos estaban llorosos y llenos de lujuria. Incluso le sorprendía un poco como él le había abierto las piernas tranquilamente, permitiéndole acomodarse entre ellas, y dejándole tener acceso a aquella zona en que él tenía haya tres dedos dentro.

Para que conste, tú perdiste —se burló socarrón, acariciando sus muslos al echarse hacia atrás—. Así que voy a castigarte.

—¿Qué...?

Súbitamente, Goshi jaló su pelvis hacia sí, poniendo sus piernas en sus hombros, y sin previo aviso, le dio una lamida a su entrada.

¡Mnh! ¡e-espera! —pidió avergonzado a más no poder, intentando empujarlo con sus manos, pero la posición, y la forma en que él continuaba estimulándolo, no lo permitían—. A-Ah... Goshi, esp... ¡ngh!

Estuvo a punto de venirse al tener su lengua en su interior; sus piernas temblaban descontroladas en sus hombros, y había perdido la fuerza en sus brazos y torso para resistirse, así que estaba preso del placer que su esposo le estaba dando. Y Goshi se excitaba más al tenerle gimiendo debido a su lengua.

Su propio miembro palpitaba fervientemente, y la mirada perdida y llorosa de su esposo lo llamaba a penentrarlo o enloquecería; así que sacó su lengua y lo bajó lentamente, sintiendo con sus manos los espasmos que daba su cuerpo.

Al darle una mirada completa, se dio cuenta de que se había venido, y continuaba temblando.

Nunca antes te habías venido solo con tu trasero —mencionó excitado, estirándose para agarrar la caja de condones que había en la mesa al lado de la cama para ponerse uno.

—C-Cállate... —jadeó sonrojado a más no poder, sentándose lentamente y observándolo ponerse un condón.

—No te enojes conmigo, mi amor —canturreó acercándose a besarlo.

Kureto se dejó hacer, un poco avergonzado por el apodo cariñoso, pero antes de que el rubio pudiera darse cuenta, se había sentado en su regazo, dejando sus piernas a ambos lados de sus caderas.

Así que quieres montarme... —susurró risueño y excitado, apretando su trasero.

Te voy a hacer venir como venganza —aseguró acomodando su miembro en su entrada, y finalmente, permitiéndole penentrar su interior—. Ngh...

—Entonces véngate tanto como quieras, por favor —contestó divertido, apretándolo contra su cuerpo.

Así que ahora que la Goshiconda estaba dentro de la Kurecueva, las estocadas comenzaron, lentas, profundas, apasionadas. Sus corazones latían rápido y al mismo ritmo, conectándolos.

Goshi estaba extasiado de ver como su esposo daba saltitos encima suyo, haciéndole estremecer. A veces se detenía, se movía en pequeños círculos, lo besaba y luego continuaba penetrándose con su miembro. Era tan excitante poder verlo así: tan dominante, pero con una expresión tan lujuriosa y llena de deseo.

—Te amo tanto, Kureto... —jadeó el rubio, sin evitar comenzar a mover sus propias caderas, apretando las caderas de su esposo con una mano y con la otra, mastubándole.

¡Ah! Mnh... —gimió apretándolo en un abrazo.

Estocada tras estocada, cada vez se acercaba más y más el orgasmo de ambos, las penetraciones se hacían cada vez más rápidas y frenéticas. Goshi había perdido un poco el control de su fuerza y del ritmo, por lo que Kureto había comenzado a apretar sus piernas enroscadas a su cintura y a arañar su espalda al sentir como su próstata era fuertemente estimulada. Sentían corrientes eléctricas pasando por cada rincón de sus cuerpos.

—G-Goshi...gimoteó en su oído, agitado.

Aquello hizo que el rubio alcanzara el clímax, más que excitado de ser llamado de tal lasciva forma. Y al sentir tal calor en su interior, Kureto también acabó por venirse en medio de ambos.

Los espasmos de sus cuerpos los hicieron mantener la posición por unos segundos, mientras se apretaban mutuamente. Lentamente, al alejarse, se miraron a los ojos.

Tú no has ganado... —renegó el de cejas pobladas, haciendo que su esposo largara una carcajada.

No estamos compitiendo, Kureto —le recordó risueño—. Pero si ese fuera el caso, yo ya gané, desde que aceptaste ser mi esposo.

Esta vez, Kureto fue quien se rió, entre avergonzado y conmovido. Volvió a apretarlo al no haber bajado sus brazos, dejó su cabeza en su hombro, y aspiró su aroma por un instante.

—Te amo, Goshi...

Honestamente, escribir este extra me resultó tan diferente y lindo que me sorprendí un poco xD

Nuevamente, les agradezco por haber seguido este libro y por todos sus bonitos comentarios ♡

Espero verles en alguno otro de mis libros uwu

Anyways, espero les haya gustado todo!

Bye!

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