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• El reencuentro

—Buenos días, vine a ver a Kureto-san —saludó Mikaela a la recepcionista del edificio, la cual le conocía desde mucho antes y le sonrió en lo que le pedía que esperara para notificar a la oficina.

Shiho le estaba esperando fuera de la cafetería de en frente, puesto que este le había pedido que le dejara entrar solo en caso de que tuviera la oportunidad de hablar con su añoradísimo Yuuichirou. Todavía pensaba que su amigo estaba fingiendo estar bien para que no le viera débil, porque enterarse de que él estaba comprometido, no debió ser un golpe fácil de recibir.

Por eso, solo lo dejó estar sin insistir, ya que andaba por ahí con una sonrisa radiante y buen humor, pese a que en la noche había estado quejándose y sollozando, borracho, mientras dibujaba el boceto que iba a presentarle al Hiragi mayor.

Incluso tuvo que ser él quien lo despertara, porque con la borrachera que se dio en la noche, había caído como piedra.

—Puedes subir, Hiragi-san está esperándote —avisó la recepcionista, amable.

Mikaela le sonrió y caminó al elevador, el cual llegó rápidamente, pero se detuvo en el tercer piso.

—Teñido, qué sorpresa —saludó Guren al verle apenas se abrieron las puertas.

—Guren-san, buenos días.

—Pareces muy alegre, ¿eh? Relaja las hormonas, apenas son las ocho de la mañana —se quejó—. Es muy temprano para estar tan feliz.

—Lo siento, lo siento —rió.

Entonces, Guren bajó en el octavo piso, en donde estaba la oficina de Shinya y Mikaela siguió hasta el doceavo, en donde estaba la de Kureto, el cual lo recibió después de que su secretario, Goshi, le avisara que había llegado.

Después de comer el desayuno que Yoichi le preparó, de recibir su beso de buena suerte y de despedirse, Yuu había llegado a la empresa de su familia, en donde fue recibido por Shinya, el cual le presentó a todo el personal a su cargo antes de llevarlo a su oficina, en donde le estaría apoyando con las entrevistas que había mencionado su padre el día anterior.

Se sentía un poco incómodo recibiendo las miradas de las personas, había quedado un poco traumado desde la última vez que recibió tanta atención y se sentía juzgado debido a ello. Shinya se dio cuenta, supuso, y se encargó de hacerle saber que las miradas no eran por algo malo, sino por dos razones: la primera era porque era el hijo del presidente de la compañía, y la segunda era porque se veía muy guapo y muy llamativo.

Usualmente no acostumbraba a utilizar trajes, pero había tenido que ponerse uno para asistir. Era de color negro, combinaba con su corbata morada y estaba hecho a su medida, lo que permitía que entallase bien su figura, lo que lo hacía todavía más atractivo, según su cuñado.

Pasaron algunos minutos realizando las entrevistas a diferentes personas, tanto mujeres como hombres. Se sentía un poco extraño presentarse a cada uno de ellos y que le mostraran una expresión entre sorprendida y asustada, pues suponía que conectaban su apellido con su padre y los ponía nerviosos sin querer. Shinya había dicho que era una buena prueba de fuego para ellos.

Así que, cuando terminaron con la quinta persona, Shinya le dijo que podía tomar un descanso antes de seguir, ya que probablemente no estaba acostumbrado al ritmo del trabajo de oficina. Decidió pasearse por la empresa y se le ocurrió ir a ver a su padre, por lo que subió al elevador.

Al llegar con su secretario, y que este le saludara con una sonrisa, alegre de verlo después de tantos años, puesto que lo conocía de toda la vida, este le informó a su padre que estaba allí y él autorizó que entrara.

Entonces, cuando lo hizo, sus piernas parecieron haberse quedado pegadas al suelo apenas girarse tras cerrar la puerta.

—Buenos días, mocoso menor, ¿cómo va todo con Shinya? —saludó su padre, como si nada—. Ah, imagino que te acuerdas del rubio.

Fue algo que se sintió sacado de un drama. La forma lenta en que Mikaela Geagles se había girado a verle había sido de película. Cuando sus ojos se conectaron, sintió una onda expansiva dentro de su cuerpo.

Su panza se hizo todo un nudo y le pareció que había empezado a temblar, aunque en realidad no lo habia hecho.

—Buenos días, Yuu-ch... Yuuichirou —se corrigió, sonriendo.

Su corazón dio un latido doloroso y sus mejillas se colorearon de un rosa nervioso que ocultó con su mano de forma instintiva.

—D-De... De saber que estabas ocupado, no habría venido. Disculpa, papá —dijo y se dio la vuelta como pudo, lleno de nervios. Sentía sus manos temblando.

—¡Ah, no! Quiero decir, Kureto-san y yo ya terminamos —escuchó decir a Mikaela. Su voz se había hecho más grave desde la última vez que la oyó. Le pasó un escalofrío por la columna—. Entonces vendré luego para mostrarle un avance.

—Quedo al pendiente.

—Hasta luego, Kureto-san —se despidió levantándose de la silla. Yuu sintió sus pasos acercarse y se movió para dejarle pasar sin que le tocara. Pensó que si lo hacía, sus piernas iban a ceder—. Hasta luego, Yuuichirou.

No fue capaz de contestarle, y apenas se cerró la puerta, sus piernas perdieron la fuerza y se cayó al suelo. Se sentía estúpido por reaccionar así. Y le molestó más no tener el control de su cuerpo.

—¿Qué te pasa, Yuu? —inquirió su padre, acercándose a su persona.

—¿Qué... Qué hacía aquí...?

—¿Quién? ¿el rubio? —recibió un asentimiento mientras le ayudaba a ponerse de pie—. Ah, él hace todos los retratos y pinturas que hay en la compañía, usualmente viene con el rosadito, pero bueno, le pedí que hiciera un retrato de la familia para conmemorar que volviste a Japón.

—¿De nosotros...? —jadeó. El recuerdo de aquel pelirrosa cargando una botella de pintura le llegó y negó con la cabeza, intentando reponerse—. Ya veo...

Kureto lo observó sin decir nada por un momento, y luego largó un suspiro. Su hijo era fácil de leer, pero no quería inmiscuirse en sus asuntos.

—¿Sabes qué? Tiene una galería de arte y es bastante famoso, creo que su próxima exposición es en unas cuantas semanas, deberías ir —recomendó. Yuu lo miró casi horrorizado, como si hubiera visto un fantasma—. O no.

—Creo que necesito aire.

Como pudo, salió de la oficina de su padre, se despidió del secretario y bajó en el elevador hacia el área de descanso, en donde se compró una lata de café, aún con sus manos temblorosas, y se sentó a recibir la suave ventisca de la mañana. Sentía su corazón agitado y todavía había una sensación de vacío en su panza.

Se sentía tan enojado por el hecho de que verlo le conmocionara tanto. No pensó que lo vería frente a frente tan pronto, y lo peor de todo es que no podía evitar que su cerebro continuara bombeándole recuerdo tras recuerdo.

Y luego, a su cabeza llegaron las últimas interacciones que tuvieron, mismas en que le quedó muy claro que no era tan importante para él como creyó. La adrenalina empezó a disminuir en su cuerpo y comenzó a calmarse con el pasar de los minutos.

Pudo suspirar con pesadez. No podía creer que él siguiera teniendo esa energía alegre de cuando eran adolescentes, y su sonrisa seguía siendo igual de luminosa y llena de vida. Bufó, nostálgico.

Entonces unos gritos llamaron su atención y bajó la mirada, topándose con el mismo Mikaela y aquel hombre de cabello rosado con el que ya lo había visto antes. Su ceño se frunció solo.

—¡Bájate, baboso! —oyó que le decía al rubio. Podía verlo subido sobre él, cual jinete en su corcel.

—¡No quiero!

—¡Que pesas, puto!

—¡Me vale y me cargas, Shiho! —chilló el rubio.

Yuu decidió que era suficiente exposición a Mikaela Geagles, por lo que regresó con Shinya un poco más calmado.

Por su parte, Mikaela y Shiho entraron a la cafetería en la que el segundo había estado esperándolo.

—Así que, ¿cómo te fue? —le preguntó después de haber ordenado un par de cafés.

—Vi a Yuu-chan —contó sin más. Pero no había emoción o alegría en su voz, era más bien un tono melancólico—. Ha cambiado tanto... Se ve tan maduro con traje, pero sigue teniendo un rostro adorable —suspiró sin verlo—. No me atreví a llamarlo Yuu-chan, ¿sabes? Pensé que no tenía el derecho.

—¿Y cómo reaccionó él?

—No dijo nada —sonrió acomodando sus codos en la mesa y recostando su mandíbula sobre sus manos—. Estaba muy sorprendido, la verdad no esperaba mucho por ser la primera vez que nos vemos, quiero decir, yo también estaba muy nervioso y asustado de verlo, así que me fui.

—¿Tú? ¿por qué? —indagó curioso.

—No lo he visto en seis años, y me ignoró mucho tiempo. Por más que intenté comunicarme con él, me bloqueó de todos lados, además, no terminamos bien. No quiero que piense que soy algún acosador o algo, si de por sí la imagen que tiene de mí no es muy buena... —confesó.

Shiho lo miró unos instantes y genuinamente se sintió mal por su amigo, así que decidió que pagaría por el café esta vez y le escucharía desahogarse durante el resto del día.

—Creo que había olvidado lo brillantes que son sus ojos —sonrió de lado, mirando distraídamente por la ventana. Su tono había sido de nostalgia y anhelo—. Tuve tantas ganas de abrazarlo que no sé cómo es que me contuve.

Por fin, el reencuentro :'3

Yuu todo conmocionado fui yo en algún momento de mi vida xD

Espero les haya gustado

Bye!

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