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EPÍLOGO

-¡Jayd! No me hagas ir a buscarte y ven aquí.

Salí de la casa al escuchar los gritos demandantes de Ryder quien se mantenía de brazos cruzados frustrado porque el pequeño no le hacía caso.

-¿Qué pasa? ¿Por qué no entran? Ya es tarde -comenté.

-Lo sé, es Jayd... -resopló-. Desde que sus alas se manifestaron no quiere dejar de volar.

Intenté no reír mientras apoyaba mi mano en su hombro y le sonreía con cierta mirada de burla pero tratando de disimularla.

-¿No controlas a tu propio hijo, cuervo? -cuestioné haciendo que me fulminara.

-Hazlo tú, entonces.

-Lo haré -miré a Jayd que reía y volaba por todos lados-. Jayd, ven aquí.

Se detuvo en cuestión de segundos y voló con la cabeza baja hasta nosotros.

-Ve a dormir -le dije.

-Sí, mami.

Pasó por mi lado y entró a la casa hasta ur corriendo a su habitación. Miré a Ryder y le guiñé el ojo victoriosa. Él resopló.

-Al menos le hace caso a alguien -mencionó.

-Venga, vamos a dormir.

Me colgué de su brazo y ambos entramos a casa, cerramos todo como siempre hacemos en nuestra rutina de cada noche y fuimos escaleras arriba mencionando algunas cosas, pero nos sobresaltamos cuando nuestra hija más pequeña, Sarah, se aferró a la pierna de Ryder mientras lloraba.

-¡Mamá, papá! -Ryder se agachó para limpiar sus lágrimas.

-Mi ángel, ¿qué ocurrió? -preguntó él con una voz muy dulce.

-J..Jayd... -y solo con ese nombre ya supimos el resto-. V..Volvió a moles..tarme.

Giré la cabeza rápidamente y vi al susodicho asomando la cabeza por la puerta de la habitación, notándose culpable.

-Mamá, yo...

-A tu habitación, ahora -hablé con la voz dura.

Bajó más la cabeza, pude notar sus ojos cristalizados pero sabía que no era por temor a lo que podría pasar. Era culpa... lo sabía. Él fue hasta su habitación y yo iba a hacerlo de no ser porque recibí un jalón de Sarah.

-M..Mamá... no te enfades, por favor.

Conocía tan bien a mis hijos para saber que ella también se sentía culpable por delatar a su hermano y pensar que lo regañaría. Suspiré y besé la mejilla de mi hija menor.

-Ve a acostarte. Papá te arropará y limpiará esas lágrimas que no te sientan bien, ¿okey? -sonreí secando sus lágrimas mientras hablaba.

-No le grites. Me hace enfadar pero no quiero que se sienta mal... -murmuró apenada.

-¿Cuándo les he gritado yo? -volví a besar su frente-. Anda ya.

Miré a Ryder y asentí para que se la llevara. Él así lo hizo, alzó a Sarah en brazos y se la llevó a su habitación. Yo fui donde Jayd y cuando cerré la puerta tras de mí él se escondió más entre sus alas. Me acerqué y me senté a su lado manteniéndome callada por un momento para pensar en las palabras que usaré.

-Jayd... A tu hermana le duele la idea de no poder manifestar sus alas como tú o tu hermano, lo sabes -asintió- ¿Entonces por qué la haces llorar así?

-Y..Yo... yo no quería hacerlo, no quería que llorara -sollozó-. Lo siento, mamá.

-No es conmigo con quien debes disculparte. Debes pedirle perdón a Sarah y si no te perdona dale tiempo, sabes que su mayor deseo es volar como ustedes y con ustedes.

-Lo sé...

-Si lo sabes, ¿por qué sigues haciéndolo? Todas las veces que la molestas pasa lo mismo, que ella no deje que la veas llorar es otra cosa.

Jayd se destapa un poco y me mira aún más culpable por enterarse de que todas las veces que la molestaba por el retraso de sus alas ella lloraba. Suspiré y lo atraje hasta mí para abrazarlo.

-¿Quieres que te cuente una historia? Tiene relación con ustedes -asintió-. Bien, acuéstate.

Él se metió bajo las mantas y yo lo arropé mientras empezaba a narrar.

-Hubo una vez un cuervo pequeño que vivía con su clan en el monte, a ese cuervo le encantaba la idea de manifestar sus alas y volar con los demás cuervos para sentirse parte de ellos y del cielo. Soñaba todas las horas con hacerlo, pero el día en que debían de manifestarse, estas no lo hicieron.

-Como mi hermana... -murmuró con una mueca triste al escucharme y relacionarlos.

-Así es, pero él no tuvo mucha suerte ya que esta situación era completamente extraña para todos los cuervos, jamás habían escuchado de algo parecido. Sus padres eran cuervos sanos y fuertes, entonces ¿por qué sus alas no aparecieron?

Extendí ligeramente las alas de Jayd mientras cuestionaba el retraso en las alas. Jayd se encoge de hombros sin saber la respuesta.

-Fue blanco de burlas e insultos, lo trataron como si fuera una enfermedad contagiosa y le exigieron al jefe del clan expulsarlo.

-Que crueles -refunfuñó- ¿Por qué le hacían eso?

-Habrán muchas razones y quizás una de ellas fuera la misma razón que la tuya ¿no lo crees? -volvió a bajar la mirada con tristeza-. El joven cuervo se sentía solo, triste y sin nadie que lo ame... Viviendo apartado de su clan y pensando en irse por su cuenta a vivir lejos de ellos.

-Pero ese no es el caso de Sarah -asegura-. Ella no está sola y sí nos tiene a nosotros que la queremos mucho.

-Si es así, debemos evitar que se sienta triste ¿no? Cuando quieres a alguien lo que menos deseas es hacerle daño y verla llorar.

-Tienes razón, mamá... No volveré a molestarla, no quiero que vuelva a sentirse triste.

-Lo bueno es que has aprendido -besé su frente con ternura-. Desde mañana demuéstrale cuanto la quieres y que ya no la molestarás con sus alas.

Asintió en respuesta mientras me sonríe. Me sentía tan bien cuando veía ese cambio de mirada en sus ojos, sabiendo que hizo mal y que piensa reparar su error.

-A dormir, cuervito.

Estaba por levantarme cuando sentí que me abrazó con fuerza rodeándome con sus bracitos y alas.

-Te amo, mamá.

Escuchar esas palabras me derretía de amor y ternura, me hacían sentir que estaba haciendo algo bien con ellos.

-Te amo, pequeño.

Volví a besar su cabeza y lo arropé de nuevo. Salí de la habitación apagando las luces y cerrando la puerta tras de mí. Noté entonces la puerta semiabierta de la habitación de Sarah, me asomé y volví a derretirme de ternura al verla a ella junto a Ryder y nuestro hijo mayor, Dylan, quien a diferencia de Jayd, él siempre ha protegido y consolado a su hermana menor pues la ama con toda su alma y corazón.

-Y esa misma humana, sin la necesidad de alas o poderes, derrotó al demonio y lo hizo con su propia fuerza -terminó de relatar Ryder.

Me crucé de brazos y sonreí. La mirada de admiración de Sarah me hacía sentir increíble.

-Genial, ¿en serio pudo hacer todo eso? ¿Siendo humana? -preguntó Sarah.

-Por supuesto, esa humana es increíblemente fuerte y muy inteligente.

-¿"Es"? ¡¿O sea que existe?! -ella salta emocionada- ¡Quiero conocerla!

Solté una leve risa divertida mientras seguía observando. Ryder la tranquiliza y la hace acostarse de nuevo bajo las mantas y abrazar a su hermano.

-Ya sabrás de quién te hablo, no desesperes, ángel.

-Pero ya oíste la historia, hermanita -ahora era turno de Dylan de hablar-. Esa humana logró cosas impensables que tú también puedes conseguir. Solo tienes que mirar a mamá, ella también es humana y es increíble, ¿no crees?

-Tienes razón, mamá es genial.

¡Dios mío! ¡iba a morir! ¿Qué he hecho yo para merecer tan hermosas criaturas?

-Sí, ella lo es de verdad -acota Ryder.

-Y no tienes de qué preocuparte, cuando quieras yo seré tus alas -asegura Dylan-. Te llevaré a volar todas las veces que quieras, a donde quieras y cuanto tiempo quieras.

-¿Lo harás?

-Sí, por supuesto.

Sarah abraza fuertemente a su hermano y se lo agradece. Ryder sonríe enternecido por la escena al igual que yo.

-Papá, ¿Dylan puede dormir conmigo?

-Por favor, papá.

-Claro, que descansen.

Ambos se acomodan abrazándose. Ryder los cubre a ambos y les da un beso en la frente antes de salir. Apagué la luz y él cerró la puerta.

-Así que, mamá es increíble -comenté llegando a la habitación.

-Nadie lo niega -respondió.

Repentinamente me abraza por detrás y nos deja caer hacia la cama conmigo encima, reí y me giré para mirarlo antes de besar sus labios con intensidad.

-Lo estamos haciendo bien, yo creo -hablé.

-Yo creo lo mismo.

Fin

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