Creí que al despertar me recibirían en nubes, gente con alas y aureolas o mis padres o hasta aceptaba que fuera en el infierno. No sabía qué hice o qué no para merecerlo pero daba igual. Ahora mismo no era el caso.

-¡Huh! -abrí los ojos de golpe al ser consciente de una cosa: estaba viva.

Miré mi cuerpo apresurada, estaba completa y... ¿estaba en mi habitación? Traté de moverme pero enseguida sentí el dolor intenso en mis heridas, pero extrañamente, estas estaban vendadas.

-¿Cuándo...? -murmuré para mí misma.

Todas mis heridas, las habían curado. Miré nuevamente apresurada entra las almohadas y las mantas, pero no lo encontraba. La carta que le había escrito a Ryder no estaba. Miré hacia la ventana y a paso torpe la abrí notando una pluma negra en esta, abrí los ojos de par en par y volví a mirar al cielo.

-Ryder...

Bajé las escaleras sin importarme estar descalza, busqué por todas las habitaciones pero no estaba en ningún lado. Salí de la casa y miré a todos lados... no estaba.

-¡Ryder!

Lo llamé pero nunca apareció. Apreté los barandales de madera con ambas manos mientras estas temblaban, sollocé de la ira y desesperación porque nunca aparecía cuando estaba despierta.

-¡Deja de ser un estúpido y vuelve! -grité con fuerza- ¡Te necesito!

No hubo respuesta.
Sollocé y dejé que las lágrimas cayeran por mis mejillas de nuevo, volví a dentro de la casa mientras limpiaba mis lágrimas. Fui a ponerme mis zapatos y mi abrigo, guardé mi daga otra vez y alcancé un taxi para que me llevara a lo de Brittany. Al llegar creí que estarían en alguna parte de la casa pero no, encontré una nota en mi puerta diciendo donde habían ido y cuando volverían.

Resoplé y fui a acostarme en la cama para descansar. Miré el collar en mi cuello y por algún motivo sentí molestia, me lo quité y lo escondí en mi cajón de la mesa de noche.

-Si tú no vas a aparecer entonces no quiero nada de ti.

Cerré el cajón con fuerza por la molestia pero luego sentí como las lágrimas amenazaban otra vez mis ojos.

-¡Agh! ¡Basta de llorar, Evett! ¡Por favor! -sollocé.

Me molestaba no poder evitar el llanto con cada emoción fuerte. Me hacía doler la cabeza y era molesto, no podía pelear verbalmente con nadie porque empezaba a llorar y los otros se burlan de eso. Es irritante. Odio llorar pero es lo que más hago.

Me giré para darle la espalda a lo demás y abracé una almohada para intentar consolarme. Suspiré profundo y calmé mi llanto como pude. Al abrir los ojos me quede mirando un punto fijo en la pared y pensé en todo lo que había pasado. Asher... debía evitar los encuentros con él, pero no tenía idea de que iba a aparecer justamente allí, en el estanque. Me tomó desprevenida, ¿qué pasará la próxima vez? ¿Intentará vengarse por la patada en su zona? ¿Por qué siento que es más extraño de lo normal?

Quería la opinión de Ryder en esto pero por lo visto ya no podía contar con él. ¡Agh como lo detesto en estos momentos! Dice que me ayudará con todo pero ¿cómo piensa hacerlo si no está aquí? Es un idiota.

-No entiendo por qué me gustas tanto -pensé en voz alta y me aferré a mi almohada.

Pronto recordé por todo lo hemos pasado a lo largo de los años, cuando nos conocimos, como crecimos juntos y cuando empecé a sentir cosas por él. Mi rostro empezó a sonrojarse más de lo habitual y me escondí en mi almohada para evitar sentir la vergüenza. Al pensar en Ryder solo puedo recordar lo bien que le ha sentado el entrenamiento, siempre ha sido tan atractivo... no me sorprendería que alguna que otra chica de su clan no le importara lo que dicen de él e intentara ligarlo.

¿Y si es por eso...?

Me senté en la cama y miré hacia el cajón donde metí la pluma. ¿Qué pasa si ya no viene por que ha encontrado a otra chica? Me lo hubiera dicho... ¿No puede ser eso, cierto? ¿Ryder enamorado y sin decirme? Yo creo que si hubiera alguien que le atraiga yo sería la primera en saber y nunca me ha dicho ni comentado nada de nada.

-Tampoco me gustaría enterarme... -volví a esconderme en mi almohada.

Si Ryder me dijera que le gusta otra chica... ¿cómo habría reaccionado? Por supuesto que me hubiera dolido, pero no podría hacer nada. Después de todo, él no es nada mío más que mi mejor amigo. Aunque ahora ya ni siquiera sé lo que soy para él, nada importante ha de ser, después de todo me ha abandonado.

Apreté los diente. Me sentía en una montaña rusa con respecto a mis emociones, ya no sabía qué más pensar y prefería dejar de hacerlo en realidad. Era lo mejor.