Sasuke corrió sin detenerse. No podía dejar de pensar en lo que había estado a punto de hacer. Casi lo mata, su hambre voraz casi lo mata. Enamorarse no era nada conveniente para un tritón de cola negra. Vivir con ese temor en el cuerpo no era una buena vida. Sabía que los de su especie se juntaban entre ellos pero también cazaban juntos. Era más fácil vivir con alguien de tu misma especie. Desde el primer día que Sasuke vio a Naruto nadando cerca de los barcos, movido por la curiosidad de ver a los humanos o aprender su lengua, supo que se enamoraría de él, pero que jamás estarían juntos.
Simplemente era un imposible. Él era un príncipe de Náutica, un poco habitual cola dorada, tan sólo la realeza tenía ese color en sus colas. ¿Qué harían un príncipe de Náutica y un cola negra juntos? Nada. El cola negra acabaría matando al príncipe en algún momento. Era un hecho.
Entre la oscuridad, Sasuke continuó alejándose de la habitación de Naruto, en realidad, se alejaba de todas ellas. Necesitaba energía pero... ¿De donde sacarla?
Salió del edificio y fue directamente hacia el dojo. Nadie debía estar entrenando a estas horas y seguramente, la puerta estaría cerrada. Dejó de correr y las imágenes de lo que había hecho regresaron a su mente. Estuvo a punto de matarle, si Naruto no le hubiera llamado... si no le hubiera hecho perder la concentración...
- ¡Mierda! – maldijo entre dientes, cerrando los párpados y apretándolos con fuerza a la vez que sus dedos se oprimían hasta formar un puño.
Ser un tritón de cola negra era un asco, él mismo sentía asco de sí mismo pero, no podía hacer otra cosa que seguir con esa vida. Debía alejarse todo lo posible de Naruto, del resto de gente. ¿Qué le esperaba? ¿Una vida de soledad? Nadie podía entender su sufrimiento excepto los de su especie. En momentos así echaba de menos a su hermano y... a su madre.
Corrió nuevamente hacia el Dojo y movió la manivela enérgicamente. ¡Estaba abierto! Fue una sorpresa incluso para él, pero no pensaba ponerse a pensar en el motivo por el que estaría abierto. Entró y cerró tras él.
El recinto era iluminado últimamente por la luz del firmamento que entraba por las grandes ventanas de la parte alta de las gradas. Sasuke caminó hacia el centro del recinto y una vez allí, cerró los ojos unos segundos. La calma y tranquilidad del lugar le gustaba, sin embargo, odiaba la soledad. Así sería toda su vida, estaba seguro de ello.
Se dejó caer de rodillas y apoyó la frente sobre el tatami. Intentaba encogerse lo más posible y finalmente, ante la incómoda posición, dejó que su cuerpo se derrumbase hacia un lado para tumbarse. Se quedó en posición fetal, con sus brazos cruzados en su pecho, agarrando la parte alta de sus brazos.
Si hubiera podido ver a su madre... aunque fuera una vez. Para él no fue posible. Era imposible preguntarle a su padre por ella, él solía enfadarse, por eso, muchas veces, hablaba con Itachi. Solían nadar a solas todo lo lejos que podían y se resguardaban en cuevas o entre las algas marinas. Allí, es cuando Sasuke finalmente se dignaba a preguntar por su madre.
Itachi siempre decía lo mismo. Era dulce y cariñosa. Él pudo conocerla, él disfrutó de unos años con su madre hasta que él nació. Murió en el segundo embarazo, como era lo normal en los de su especie. Los cola negra no podían tener dos hijos sin pagar un alto precio.
Engendrar vida era posible tanto en machos como en hembras, sin embargo, la mitad de tu energía vital era necesaria para dar vida al nuevo tritón o sirena. Un hijo se llevaba la mitad de tu vida y... tener un segundo... era inevitablemente la muerte de la madre.
El cuerpo de Sasuke tembló. Su madre murió por tenerle a él después de Itachi y él estaba resignado a jamás tener un hijo. ¡Sólo tenía la mitad de su vida! Porque según su padre, fue un idiota que dio la mitad por salvar a un desconocido. Tener un hijo le mataría, así que... ¡Sí! Estaba destinado a estar solo toda su vida a menos, que recuperase la mitad que ofreció y perdió.
Sus labios se curvaron en una mueca por sonreír, una sonrisa incrédula. ¿Quién en su sano juicio le devolvería la mitad de su vida? Para recuperar lo que una vez perdió, debía encontrar al individuo al que se la dio y convencerle para que la cediese voluntariamente pero... nadie hacía algo así. Por eso mismo, las sirenas de cola negra tenían un don más evolucionado que otras sirenas para hipnotizar y encandilar a la gente. Ya no sólo necesaria para la cacería, sino por su supervivencia.
Aquella vez cuando vio a Naruto morirse lentamente, con su cuerpo dirigiéndose al fondo marino, no pudo evitar acercarse a él por primera vez. Salió de sus sombras, completamente embelesado por ese chico, enamorado como estaba de él y... no dudó en darle su energía vital para evitar que muriera pero... ahora no podía pedírsela de vuelta, no podía decirle que le devolviera la mitad de la vida que le dio. Si le decía que era un cola negra... se lo diría a su familia, le darían caza.
Una lágrima resbaló de sus ojos, recorriendo un silencioso camino por su mejilla hasta caer sobre el tatami. Al menos las lágrimas, fluido corporal propio, no le transformaría, así que dejó que siguieran saliendo.
Recordando las palabras de Itachi exigiéndole una y otra vez que recuperase lo que perdió, se quedó dormido. No fue un sueño placentero, sino uno lleno de pesadillas. En ellas, veía morir a Naruto una y otra vez. Le enamoraba y Naruto le devolvía la mitad de la vida que le dio y entonces... ese chico de rubios cabellos moría frente a él. ¡No podía pedírselo! No podía perderle a él.
- ¿Sasuke? Ey Sasuke... despierta.
***
Una hora había pasado y aún no podía moverse. ¿Qué había ocurrido? Naruto no entendía por qué su cuerpo se notaba tan pesado y agotado hasta el punto de no poder mover ni un músculo. Sólo había sido un beso pero... fue tan frío, esa sensación le hizo pensar que moriría.
- Maldita sea – se quejó en un intento por volver a moverse.
¿Cómo era posible no poder moverse absolutamente nada? Su padre siempre decía que debía mantenerlo en secreto pero, como cola dorada, su regeneración era mucho más rápida que la de cualquier otra sirena, entonces... ¿Por qué narices seguía tirado en el suelo? Intentó moverse una vez más pero no hubo forma.
Tenía que haber algún truco. Las heridas normales se regeneraban bastante rápido, quizá era... que no era una herida normal. Esto era otra cosa, era energía vital. Cerró los ojos y pensó en las enseñanzas de su padre. La energía vital debía asimilarla de otra fuente de energía, necesitaba... el sol.
- Estoy jodido – miró Naruto la luna por la ventana. La luz de la luna no era lo mismo. Cargada con luz solar, era mínimo lo que podía recargarle. Necesitaba el sol directo. Apoyó la espalda contra la pared y esperó. No podía hacer otra cosa hasta que el sol saliera.
Intentó dormir un poco. Quizá le ayudase a recuperarse, sin embargo, fueron los primeros rayos de sol los que hicieron que su piel se sintiera cálida y sus dedos empezasen a moverse. Naruto abrió los ojos al sentir esa calidez. ¡Funcionaba! El sol estaba cargando sus energías, con los rayos de sol su regeneración funcionaba perfectamente.
Movió primero sus dedos, luego la mano y el brazo hasta que finalmente, sus piernas se recuperaron también. Todo su cuerpo se movía y suspiró aliviado. ¡Odiaba las noches! ¿Por qué no podía haber sol siempre? Él sería feliz viviendo bajo el sol veinticuatro horas al día.
Se levantó y salió corriendo del cuarto en busca de Sasuke. No había regresado desde que se marchó de la forma en que lo hizo.
Recorrió cada rincón del edificio en busca del moreno. Miró en las duchas, en las zonas comunes y hasta en la azotea, pero no hubo forma de encontrarle. ¿No se habría ido al bosque? Salió del edificio y se quedó frente a las escaleras de bajada al jardín. Frente a él estaba el bosque y al girarse a la derecha, vio el Dojo. Quizá...
Naruto caminó hacia el Dojo y colocando la mano en la manivela, la impulsó hacia abajo para ver si abría. Lo hizo y entró. La luz entraba por las ventanas de las gradas y en el centro, Sasuke dormía sobre el tatami. Parecía tener una pesadilla por la forma en que su cuerpo se movía su rostro fruncía el ceño agobiado.
- ¿Sasuke? – se acercó corriendo a él, arrodillándose a su lado y apoyando su mano en el hombro del chico para despertarle – ey Sasuke... despierta – susurró una vez más.
Sasuke abrió los ojos con lentitud. Soñaba con la oscuridad que había en la profundidad del océano y al abrir los párpados, un intenso brillo le asoló. Como ver el sol directamente, sus ojos tardaron un poco en adaptarse y finalmente, ver el rostro de Naruto frente a él.
Se incorporó con rapidez en un intento por alejarse. No quería que le ocurriera nada a él ni quería dar explicaciones de lo que ocurrió la noche anterior, pero allí estaba y sería difícil evitar a ese chico.
- Sasuke, ya está. Creo que tenías una pesadilla. ¿Estás bien? – preguntó Naruto al ver sus ojos de desconcierto.
- S-Sí... creo que sí. ¿Qué haces aquí?
- ¿Qué, qué hago aquí? pues venir a buscarte. Me tenías preocupado. Ayer te marchaste demasiado rápido y...
- No te acerques a mi – se quejó Sasuke al ver que hacía el amago de avanzar un poco hacia él.
Sasuke miró sus piernas y trató de calmarse. Estaba un poco mejor. Había un motivo por el que ellos solían cazar de noche. Sus poderes se intensificaban con la luna. Miró la ventana. Entraba mucha luz, era de día y no uno nublado, uno perfectamente soleado, lo cual le relajó un poco. Sus poderes no serían tan fuertes ahora. Dejó caer la cabeza una vez más contra el tatami y suspiró algo aliviado.
- Ey Sasuke, creo que deberíamos ir a desayunar – intentó Naruto cambiar de tema.
Por una parte, se moría de ganas por entender qué ocurrió anoche, pero por otro lado, no quería que Sasuke se sintiera incómodo y seguramente lo haría si sacaba el tema en ese momento.
- Naruto... lo siento – susurró Sasuke.
Naruto, que acababa de levantarse, miró al chico todavía tirado en el tatami. Había puesto su brazo derecho sobre sus ojos y no le miraba, sin embargo, Naruto observó sus labios y pensó en las palabras.
- ¿Por qué lo sientes? Fue un buen beso – susurró Naruto intentando quitarle leña al asunto.
- No lo fue – susurró nuevamente el moreno – yo pude...
¡No podía decirle que pudo matarle! Aceptar eso sería como decirle a Naruto que era un cola negra. Sasuke mordió su labio inferior con suavidad y pensó otra cosa que decir.
- Si nos besamos en otro momento, te prometo que será más cálido – intentó matizar.
- Vale. Vamos, dame la mano, te ayudaré a levantarte. Estoy que me muero de hambre.
Sasuke apartó su brazo de los ojos y miró a Naruto. Se había agachado levemente sobre él pero seguía de pie, tendiéndole la mano para que él pudiera agarrarla. Miró su rostro. Sonreía como solía hacer él. ¡Eran tan opuestos! Él era como el brillante sol, en cambio, Sasuke era la luna ocultándose en la oscuridad. Pensó un momento si debía agarrar su mano o no, pero con ese sol tan intenso, supo que no pasaría nada por acercarse a él ahora mismo.
Tomó la mano de Naruto y éste le ayudó a levantarse. No volvieron a tocar el tema. Llegaron a la cafetería del lugar y desayunaron en silencio mientras esperaban a que sus compañeros despertasen y fueran bajando.
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