Capítulo 5
REVELACIONES Y LAMENTOS.
No sé cuánto tiempo dormí, solo sé que me sentí mucho mejor después de eso. Aún seguía adolorida por todos los golpes que recibí, pero descansar me hizo reponer mis fuerzas, tanto físicas como mentales.
Más tarde, ese mismo día, sentí que alguien tocaba mi hombro, despertándome de un hermoso sueño que había tenido.
— Mmm... ¿qué? — pregunté perezosamente.
— La cena está lista — informó con aquella voz que últimamente me encantaba escuchar. Era como sentirse en el paraíso después de los huracanes que destruyen un viejo mundo, pero que, después de todo, te conducen a un lugar mejor y de ensueño.
Al escucharlo, abrí mis ojos perezosamente; tardé unos segundos en enfocar por completo mi vista en el ambiente en el que me encontraba, que consistía en la misma habitación donde Marcus me había traído.
Giré mi cabeza hacia el lado de donde había provenido su voz, pero él ya no estaba. Detrás de aquella cortina que separaba la habitación del comedor, pude ver su figura y cómo se dirigía hacia la salida, y posteriormente, se marchó.
— Qué extraño...— murmuré para mí.
Ese chico, Marcus, tenía un actuar muy raro. Hacía cosas extrañas, como no dejarme ver su rostro y siempre darme la espalda para lograrlo. También me pareció muy extraño que me haya salvado sin salir herido de aquella batalla. ¿Cómo fue que pudo lograrlo si aquella bestia parecía ser inmortal?
¿O será que llegó después de todo el suceso?
Varias cosas rondaban en mi cabeza: preguntas, de hecho, que no tenían una respuesta.
Me incorporé en la cama, y fue cuando noté que, en la mesita de noche, Marcus había dejado una bandeja; esta tenía un jugo de bayas, agua y un plato de comida. Sentí el olor impregnar mi nariz, haciendo que mi estómago rugiera debido al hambre.
¡Quién iba a pensarlo!, pero Marcus era un gran cocinero.
Lo que había preparado sació mi hambre. Y así, poco a poco, pude notar cómo mis fuerzas regresaban a mí. Ya me sentía mejor que antes, incluso si las heridas aún continuaban en mi piel, pero eran más soportables.
Estuve esperándolo durante un buen tiempo para poder agradecerle todo lo que había hecho por mí, pero él no llegó.
La noche cayó y el sueño volvió a vencerme. Quizás por la mañana estaría aquí y así lograría agradecerle por todo.
A la mañana siguiente, escuché un sonido parecido al de un hacha y al de la madera. Temí que se tratara de Roman, que hubiese sobrevivido y que haya podido encontrarme. Entré en pánico. Y creo que esa persona también lo sintió, ya que, sea lo que sea que estuvo haciendo, se detuvo.
Sin embargo, yo aún continuaba hecha un desastre; mis lágrimas surgieron sin yo poder controlarlas, y mi respiración se volvió cada vez más errada, más fuerte e incontrolable, casi asfixiándome.
Escuché sus pisadas acercarse cada vez más hacia la choza, fuertes y profundas, así como también llenas de firmeza. Abrió la puerta y se dirigió a mí.
Y yo, sin desearlo, cerré mis ojos esperando lo peor, como si mi destino ya estuviese trazado. Pensé que se trataba de ese hombre, y yo solo deseaba poder desaparecer del mundo entero.
— ¿Lina? — escuché mi nombre salir de sus labios, pero se escuchaba tan lejano, tan en lo profundo, como si yo estuviese metida dentro de una burbuja interminable e infinita. Me vi cayendo en aquel espacio, en la nada. Fue aún más terrorífico de lo que pensé. — Lina, está bien, no pasa nada. Estás conmigo...
Marcus hizo lo mejor que pudo para ayudarme, susurrando palabras alentadoras hasta que mi cuerpo finalmente regresó a la normalidad.
— Eso es... regresa conmigo, Lina... — lo escuché decir suavemente. — Respira lentamente y suelta el aire, así... — Me mostró cómo hacerlo, y como último escape de esta irrealidad que mi mente había creado como mecanismo por lo ocurrido, lo imité.
Así fue como pude sentir que era yo nuevamente. Que no debía temer por mi vida, que estaba a salvo.
— ¿Ya? — preguntó él después de unos instantes.
— S-si... ya...
Abrí mis ojos otra vez, dándome cuenta de que me encontraba en la habitación y no en lo profundo del bosque, y que a mi lado estaba aquel joven, no Roman.
Sentí su mano posarse sobre las mías. Estaban calientes en comparación, casi como si las hubiera puesto al fuego ardiente. Pero, lejos de molestarme, me sentí bien. Aquella temperatura se sintió tan agradable en mi piel que no quería que se apartara nunca.
— Lo siento... — susurré, aún sin tener el valor de mirarlo a la cara, avergonzada de haber hecho esa escena frente a él. — No sé qué pasó... nunca me había pasado... yo...
— Oye, está bien, no tienes que disculparte por eso. Es normal que suceda... — dijo comprensivamente. — Acabas de pasar por algo muy duro... y traumático. Es normal que reacciones así, pero quiero que me veas como alguien en quien confiar. No me temas... yo jamás te haría daño... — agregó con un tono apacible y sincero, tan honesto que conmovió mi corazón y me hizo llorar.
Nunca había tenido a alguien que me ofreciera su apoyo. Mi abuela había sido la única, pero la veía muy poco, así que la mayoría del tiempo me había enfrentado sola a todo. Por mi cuenta.
Pudo parecer algo insignificante, pero para mí, que Marcus me ofreciera protección y comprensión, significaba mucho.
— Gracias, Marcus, por todo lo que has hecho por mí.
— Para mí fue un placer, créeme. No podía verte ahí... sufriendo, viendo cómo ese...
— Monstruo... — murmuré para ayudarle.
— Cómo ese monstruo, ese ser nefasto, te hacía daño.
Solté un suspiro de alivio, ya que mi cuerpo y mente empezaron a relajarse, a entrar en calma y sintonía. Giré mi rostro a un costado y fue entonces cuando, después de todos estos días, pude finalmente verlo.
Mis ojos se abrieron de par en par, y mi cuerpo se tensó como reflejo.
Frente a mí estaba un ser tan majestuoso y bello. Nunca antes había visto a alguien lucir tan bien. Era casi irreal lo que mi vista percibía, y al mismo tiempo, una aura tan densa y maravillosa emanaba de él.
Tenía un cabello marrón muy oscuro con leves ondas, un rostro y una nariz perfectamente perfilados, siendo uno de los rostros más masculinos y hermosos que jamás había visto. Su piel, casi igual de perfecta, era de un tono caramelo, pulcra y suave. Su cuerpo, bien esculpido como si se dedicara mucho tiempo a actividades físicas, reflejaba una fuerza indudable. Era un hombre que sin duda cautivaría a cualquiera que lo viera, podría tener a cualquiera a sus pies si se lo propusiera. Pero lo que realmente llamó mi atención, y lo que me asustó, fue que sus ojos eran del mismo tono y tenían la misma profundidad que los de la bestia en el bosque...
— T-tu... tu... — ni siquiera podía formular las palabras. Estas se quedaron atascadas en mi garganta. Marcus parecía comprenderlo. Sabía que esto era nuevo, extraño y aterrador para mí. No era natural que un ser humano pudiera convertirse en lobo.
— Yo, mira ... — tartamudeó, quizás por mi evidente nerviosismo. Tal vez para él también era difícil, o no esperaba que comprendiera tan rápido o simplemente pensó que ya no lo recordaría. — Lina, no quiero que me temas, no quiero que sientas miedo por mí... soy como cualquier humano, por favor, créeme... — Su voz, aunque firme, parecía tener un ruego escondido. Estaba suplicando que no pensara de él lo que mi pueblo pensaba.
— Marcus... — logré decir con un hilo de voz — tú eres, eres aquel...
Vi en sus ojos una melancolía que no había notado antes. Vi sufrimiento en ellos, como si le doliera profundamente pensar que yo podría rechazarlo por lo que era.
Y, sinceramente, no sabía qué decirle, ni cómo reaccionar ante esta nueva revelación.
— Soy un monstruo. — completó él. — Lo sé, casi todos lo dicen. — Sonrió, pero aquella sonrisa no llegó a sus ojos. — Abelina ha sido la única que ha logrado verme, ver más allá de mi naturaleza... Desearía que, de alguna manera, tú también lo hicieras...
— Yo... yo no sé qué decir... — murmuré mientras mi cuerpo temblaba levemente. — ¿Qué pasó ese día... después de que me desmayé...? — pregunté con pánico, sin saber por qué lo hacía realmente, pero necesitaba oírlo, para saber de lo que él era capaz.
— No es algo que deba decir, al menos no ahora. Solo te diré que... no me arrepiento de lo que hice, incluso si eso me condena ante tus ojos... — respondió con firmeza. De repente, se levantó y me dio la espalda una vez más. — Te llevaré de regreso con Abelina. Con ella estarás mejor, más cómoda. Lamento si te he incomodado o si inconscientemente te he causado terror. Mi propósito siempre fue...
— ¡Lo siento, pero tú... tú eres un lobo! — exclamé, desesperada y con mucho dolor en el alma, interrumpiendo lo que fuera que iba a decir.
Él era uno de ellos. Una de aquellas bestias que habían acabado con la mitad de las vidas de un pueblo, con la vida de mis padres y la de mi hermano. A causa de ellos, mi vida cambió por completo.
Él me miró por última vez, con ojos decepcionados, llenos de tristeza y una pizca de enojo, y después salió sin decir nada más.
Pronto lo escuché allá afuera, escuché cómo se transformaba, el sonido de unos huesos quebrándose (supuse que a causa de la metamorfosis), y después unos gruñidos de lobo. Seguidamente, el silencio volvió a reinar en aquel bosque y en la choza donde yo me encontraba.
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