Capítulo 4: ¡Desde luego qué no!
Estoy viendo a mi padre de manera incrédula, de todas las noticias que me podría dar, me dice la peor de todas, ¿Pero qué carajos le pasa al dar mi mano? Y más a ese tipejo tan nefasto.
—Pues no me voy a casar y menos con él, espero lo tengan entendido —mi voz sale más golpeada de lo que esperaba.
Mi papá alza la ceja, ninguno de los hermanos nos atrevíamos a contestarle, lo que él decía se hacía, pero con esto si no pensaba ceder ni un centímetro, no quiero estar atada a un imbécil cómo él y mucho menos que me toque, me daba asco de solo pensarlos.
—¿Disculpa hija pero que dijiste? —me cuestiona mi padre, su visaje un poco molesto.
—Te he dicho que no lo haré.
Me mantengo firme ante mi decisión, quiero que el entienda que no quiero nada que ver con aquel sujeto, me causa mucha repulsión.
—¡No recuerdo haberte dado la elección Guadalupe! —comienza a alzar la voz, mientras que se nota como se tensa su cuello, era señal de que se estaba molestando, aparte ha usado mi segundo nombre.
—Es que no necesito que me la des, espero entiendas eso papá —mi voz es firme, llena de confianza, no sé por qué, pero mi instinto de supervivencia se ha manifestado.
—¡Miriam! ¡No le hables así a tu padre! —es la voz de mi madre, Mariela.
—Yo no soy el que está gritando, son ustedes —le señalo.
Mis hermanos sólo ven la batalla verbal cómo si de un partido de tenis se tratase.
—¿Por qué no ves que eso puede ayudar al negocio y a la familia? —señala mi padre aún molesto.
—¡Porque no dejaré que lo hagan a costa de mí! —ya estoy un poco alterada y lo nota mi hermano menor quien intenta intervenir.
—Papá, por qué no mejor buscamos de alguna otra forma ese apoyo.
—¡Tu cállate Xavier! —grita mi padre a la par de que voltea su mirada a mi hermano más pequeño.
Noto que Marlon sólo está viendo lo que sucede, él siempre les ha mostrado mucho respeto a mis padres, es alguien muy callado y sólo habla en cosas importante.
—Esta vez apoyo a Miriam —dice con aquella voz que convierte tu sangre en hielo, esperando a ver aquel golpe certero cómo siempre, pero había sido todo lo contrario. Me apoya, captando la atención de mis papás.
Esto los toma por sorpresa, Marlo por lo general siempre secunda la elección de nuestros progenitores.
—¿Cómo que la apoyas? —cuestiona Don Gaytán.
—Mira padre, conozco a Gonzalo y es un cabrón con las mujeres y la verdad no quiero tener que pelearme con él por sobrepasarse con mi hermana.
Mis papás veían a mi hermano, él siempre les daba muchos consejos y por lo general siempre acertaba en ellos, mi hermano mayor lo considero el más inteligente de todos nosotros en ese aspecto, sabe jugar el juego de la sociedad alta, y lo hacía muy bien.
—Tú sabes que si nos unimos a la familia Ortíz Narvarte tendremos muchas ventajas y nuevos aliados en la sociedad —comenta mi papá.
—¿Planeas sacrifica a tu única hija para ello? ¿De verdad quieres ver a Miri llorar siempre por ese tipo? Es mi amigo y por algo te lo comento —la voz de mi hermano es severa, no aparta la mirada de mi padre y jamás me pude haber sentido más agradecida por que el me defendiera.
—¿Creen que todo es amor? No todos podemos elegir con quien casarnos, pero aprendemos a lidiar con ello —dice mi madre.
Mi papá se queda callado y baja un poco la mirada, y era algo cierto, al inicio mi madre no quería casarse con mi padre, ella estaba enamorada de otra persona, pero sus papás los obligaron, bueno más que nada a mi madre, mi papá si quiere bien a mi madre, siempre estuvo enamorado de ella, pero doña Mariela no, eventualmente empezó a querer mucho a mi padre, le nació ese amor que hoy en día le tiene, pero les costó mucho, más que nada siento que fue porque no le quedo de otra y aprendió a lidiar con ello y bueno mi padre jamás se dio por vencido.
Hoy sé que tienen una relación muy sólida, pero eso no evita que mi padre se sienta menos muchas veces por ese pasado.
—Ustedes puede romper con esa cadena de eventos —les digo —Yo jamás podre amar a Gonzalo, no me gusta cómo es y me causa repulsión que sea tan machista y elitista.
—La gente puede cambiar —señala mi padre viendo a mi madre.
—Él no lo hará, lo sé muy bien padre —dice Marlon.
—Bueno agradecemos tu punto de vista, pero aquí se hará cómo nosotros decimos, ¿Lo entienden? —la voz severa de mi madre se manifiesta.
Eso me hace enojar y frunzo el ceño, levantándome de mi asiento.
—¡Pues me vale! no lo haré y hagan lo que quieran —les grito.
Todos se quedaban callados, nunca ninguno de nosotros nos habíamos atrevido a gritarles a mis padres, les tenemos mucho respeto.
Sólo sentí el golpe de la mano abierta de mi madre estrellarse en mi mejilla.
Sentí lo caliente del golpe, a la par de que gruesas lagrimas bajaban por mi mejilla, mientras llevaba mi mano hacia mi cachete.
—¡Jamás vuelvas a levantar tu voz en esta casa Miriam Guadalupe Gaytán Lozada! No sabes todo lo que tu padre y yo hemos sacrificado para que ustedes sean personas de bien y tengan un futuro garantizado allá afuera, así que no nos cuestionen, ninguno de ustedes lo que elegimos para ustedes —su voz está llena de veneno, se notaba su enojo y la latente frustración de su vida en cada una de sus palabras.
—¡No me importa! —le contesto —me vale todo lo de su vida, yo no tengo la culpa de nada de ella y no me casaré con ese pedazo de mierda.
Mi madre volvía alzar su mano, haciendo que cerrara mis ojos, esperando sólo la otra cachetada.
Pero jamás llegaba, al abrir los ojos, observaba la mano de mi padre deteniendo la de mi madre.
—No, los golpes no arreglan nada, lo sabes y quedamos jamás lastimar a nuestros hijos —se ve la tristeza en los ojos de mi padre.
Mi madre lo ve, se nota su enojo muy marcado en el rostro.
—No es una opción Armando, espero lo entiendas —mi madre menciona enojada.
—Lo entiendo, pero no podemos forzarla —dice.
—Irónico que tú lo digas ¿No lo crees?
Eso había dolido, ni papá siempre mantenía una actitud seria o enojada, pero en su mirada se nota la tristeza y melancolía.
—Se pueden retirar niños, tenemos que hablar su madre y yo —dice Don Gaytán.
Todos asentimos y nos retiramos, nos dirigimos al cuarto de mi hermano Xavier, teníamos que hablar, siempre nos apoyamos en todo, sea lo que sea el problema.
Entramos y me sentaba en su cama, he estado peleando con mis lagrimas todo este rato para no romperme a llorar, no me gustaba que me vieran llorando.
—Mis papás se están pasando esta vez —dice de manera calmada mi hermano Xavier.
—Esto fue idea de Mariela, estoy casi seguro de ello —dice Marlon recargándose en la pared.
—¿Cómo sabes? —le pregunto.
—La vi a ella hablando con el papá de Gonzalo hace unos días, me había pedido mi papá recoger unas cosas de acá para lo del rancho y vi al señor Ortiz saliendo de aquí.
Todos nos quedamos callados, sabemos que mi mamá quería ascender en la política y por obviedad el padre de Gonzalo podría ayudarla.
—No puedo creer que piense venderme a costa de ser diputada —comento mientras pongo mi cabeza en las manos.
—Conoces a mamá, ella es muy ambiciosa, ¡no va a detenerse hasta cumplir su capricho! —dice Xavier.
—Pero no pensé que mi madre callera tan bajo —señala Marlon de manera pensativa.
La relación de él y mi madre era un poco rocosa, más que nada por qué mi mamá no toleraba a la prometida de Marlon, Alejandra, una chica que estudió lo mismo que mi hermano, y ahí se conocieron, tienen saliendo casi seis años y él se le propuso hace uno aproximadamente.
Alejandra es una chica de clase modesta, pero tiene un gran corazón, a Xavier y a mi nos cae muy bien.
—A mí no me sorprende, digo, si se atreve hablarle de esa manera a mi padre, ¿Qué más podemos esperar de ella? Digo, ¿no intento separarte de Ale mucho tiempo? —le señalo al mayor.
Sólo asentía dándome la razón.
—No dejaremos que te haga casarte con ese tipo, eso te lo garantizamos hermanita —comenta Xavier.
—El pequeño tiene razón, siempre te vamos a cuidar —sonríe mi hermano mayor.
Ambos se acercan a abrazarme y sonrío, siempre me he sentido muy protegida por ellos, los adoro con todo mi ser son los mejores hermanos del mundo y jamás me han defraudado.
—Lo se hermanitos, créanme que lo se.
Continuamos platicando otra media hora hasta que Marlon tuvo que irse a su casa con Ale, yo me despedí de Xavier y me fui a mi cuarto, el de mis padres estaba en silencio.
Me metí a bañar, gozando el agua que cae sobre mi cuerpo, me siento entumida y un poco triste, al salir, veo mi celular y tenía muchos mensajes de mis amigos, a todos les contestaba, hasta que vi uno reciente de Lidia.
Mi corazón se desorbito.
"Charrita, ¿Qué harás el que sábado?"
Arqueo mi ceja, ¿Será que quiera verme?
"Nada chica, ¿Por?"
Me comienzo a poner mi piyama, mientras espero la respuesta, la cual no se hacía esperar.
"¿Quieres ir a San Cosme? Haremos unas grabaciones de patinetas y así"
Me quedo pensativa, analizando las cosas, me gustaría verla, no dejo de pensar en ella para ser sincera.
"Si claro, me gustaría acompañarte a ello"
Le mando un corazón, antes de poderme detener.
"Excelente, ¿Dónde quieres que pase por ti?"
Meditaba la respuesta.
"¿Te parece si nos vemos en Colonia del Valle?"
"¿La estación del Metrobus?"
"Si esa misma, ¿Cómo a qué hora?"
Le mando ese mensaje y me pongo a arreglar mi cuarto, moviendo las cosas y limpiando un poco el regadero que tenía de libros de la carrera.
Mi smartwatch me avisaba que mi celular estaba sonando.
Abría el mensaje de WhatsApp.
"A las once de la mañana ¿Te parece?"
Ella respondía y mi sonrisa se amplía un poco más, me sentía emocionada por esto.
"¡Claro que sí! Ahí te veré te mando mensaje en la semana para quedar bien"
Esbozaba otra sonrisa, está más amplia y le respondía.
"Excelente, tenemos un plan"
"¡Sí que sí!"
Estoy emocionada, pero lo que más miedo me daba era:
¿Y si me enamoro de ella?
Recibo un último mensaje qué hacía que mi corazón volara.
"¡Descansa Charrita fesita! Besos"
Nota de Autor
¿Qué les esta pareciendo?
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