Capítulo 22: Don Gaytán
Todos vamos bajando las escaleras, yo estoy muy nerviosa por lo que pudiera suceder, no sé cómo reaccionaría mi padre ante todas las noticias que teníamos preparadas el día de hoy.
—Debemos tener tacto en decirle todo a mi padre, no sabemos cómo reaccione y más por cómo se está dando el divorcio con Mariela —dice Marlon.
Todos le poníamos atención.
—¿Qué ha pasado con eso? —le pregunto.
—Pues ninguno de los dos quiere ceder en nada, ambos tienen aliados muy poderosos en todos lados y por eso se está dando el jala y estira —respondía Alex.
—¿Qué es lo que quiere mi madre? —pregunta Xavier.
—Básicamente la mitad de las cosas de mi padre, pero el quiere proceder por abandono de hogar y recientemente se dio cuenta por un amigo contador de él que había desvió de fondos de las ganancias del criadero y las rancherías —comenta este Marlon.
Todos nos sorprendíamos con eso, nunca nos pasó por la cabeza que mi madre pudiera ser así.
—No me extraña —dice Alex al la mueca de asombro de Xavier y mía.
—¿Por qué? —pregunta Xavier.
—Mariela siempre fue muy ambiciosa en todo aspecto y por algo siempre quiso llevar los libros de cuentas desde que se casó con Don Gaytán —dice Marlon, —esto siempre fue de dominio público, que ella era la que cerraba los tratos y demás con los caballos y productos de la ranchería.
—¿Y a donde mandaba ese dinero? —pregunta Lidia.
—A la cuenta del senador Ortiz cómo donación para las campañas —contesta Alex.
—No sé porque eso no me sorprende y es lo que más tristeza me da —contesto con cierta pesadez en mi voz.
—Mi madre siempre ha sido una ficha y es triste que siempre fue así de mierda con mi padre que siempre buscó darnos lo mejor de todo —la voz de Marlon era triste.
Entramos a la cocina donde la señora Argelia y Mary estaba terminando de preparar la comida.
—¿Cómo va todo? —pregunta esta Alex saludándolas.
—Señorita Zepeda, cómo nos comentó ya hicimos todos los platillos favoritos del Don Gaytán —decía la más grande de las cocineras.
—¿La mesa ya está puesta?
—Si, la pusieron entre el señor Jacinto y el señor Clementino.
El segundo era el jardinero de la familia.
—Perfecto, ¿ustedes ya desayunaron? —pregunta Marlon.
—No señorito, apenas íbamos a hacerlo.
Mi hermano sacaba su tarjeta y de la misma tomaba mil pesos y se los daba a doña Mary.
—Comprense barbacoa o carnitas, vayan con los señores al mercado yo invito.
—Pero señorito, ¿quién los atenderá? —lo veía Mary.
Doña Mary siempre fue quien cuido a Marlon cuando era niño, siendo que mi mamá no quería hacerse cargo de él y mi hermano adoraba a la señora cómo si fuera su propia madre.
—Ustedes no se preocupen y disfruten del domingo, nosotros nos encargamos —sonreía Marlon y la abrazaba dándole un beso en la frente.
—Gracias señorito Marlon, regresamos en un rato.
Con ello nuestra servidumbre sale de la cocina mientras nosotros sacamos los platos para ir acomodando todo.
—¿Cómo te sientes charrita? —me pregunta Lidia.
Estamos acabando de poner las cosas, nos había tocado poner los platos y cubiertos.
—Pues, estoy nerviosa, la verdad no sé qué esperar con mi papá y todo lo que pueda pasar.
Ella se acerca a mí y rodea mi cintura para darme un tierno beso en el cuello haciéndome vibrar.
—Se que todo saldrá bien amor mío, confió que tu papá será abierto.
Me voltea hacia ella pone su frente sobre la mía con una amplia sonrisa ens us labios.
—Te amo Lidia —susurro, apenas audible para ella.
—Y yo a ti charrita, más que nada en este mundo.
Me acaricia el rostro mientras yo me pego más hacia ella con una sonrisa de tranquilidad que se plasma en mi rostro.
—Mi papá está dejando el carro en el garaje, prepárense —dice de manera repentina Marlon entrando con una hielera.
Todo está ya listo, sólo aguardamos, esperando el momento para que mi papá entre por esa puerta, lo cual no se hace esperar.
Un hombre alto robusto, de cabello muy similar a Marlon, con un bigote, trae una camisa de cuadros negra con blanco y unos vaqueros junto a sus botas y un sombrero como los de los cowboys de Estados Unidos.
Nos observa con aquellos severos ojos negros, pero una sonrisa se plasma en su rostro.
—¿Cómo estan niños?
Su gran voz sonaba por la sala.
—Buenas tardes, padre —dice Marlon acercándose a él y dándose dos palmadas en la espalda cada uno.
Don Gaytán observaba a los demás presentes y no podía evitar sonreír, ver a todos ahí reunidos para poder compartir alimentos con ellos.
—Todo huele suculento, ¿Qué hay de comer? —preguntaba mientras se dirigían al jardín donde habían puesto toda la mesa.
—Hay chuletas de puerco en salsa verde, Spaghetti, lomo en salsa de ciruela, chicharrón en salsa roja y flan napolitano con frijoles refritos —respondía Alex.
—¡Ay caramba! Puras cosas ricas, cómo siempre Alex sabiendo cómo ponerme de buenas —sonreía el señor.
Todos estamos felices de verlo tan tranquilo y emocionado por la comida.
Mis hermanos y mi padre se sientan al igual que Lidia mientras que las demás terminamos de servir.
Empezamos a comer primero bromeado entre todos nosotros hablando de cómo vamos en la escuela y que mi hermano mayor le estaba yendo excelente con lo del consultorio y la crianza del rancho.
—¿Cómo te fueron en tus negocios en Europa? —le pregunto.
—Ay mija todo bien, la verdad que a pesar de ir a trabar siento que descansé más de lo que lo había hecho en años —la sinceridad se notaba en sus palabras y rostro.
—Nos alegramos padre, esperemos que se cierren cada uno de ellos —dice Xavier.
—Veras que si hijo.
Seguimos comiendo por un rato más, hasta que me levantaba y traía el postre, ya mis hermano mayor y padre habían tomado un par de cervezas y sabíamos que se acercaba el tiempo de iniciar aquella conversación.
—Hay algo que queremos hablar contigo —dice Marlon.
Mi papá lo veía y trataba de esbozar una débil sonrisa.
—¿Qué paso Marlon?
Su mirada era cansada, se notaba cómo todo lo de mi madre estaba acabando con su ánimo.
Mi hermano tragaba saliva.
—Lidia no es mi amiga, ella es mi pareja.
Todos se quedaban callados, mi novia se sonrojaba mucho, pero intentaba sostenerle la mirada confundida de mi padre.
Él tomaba un sorbo de su cerveza.
—¿Cómo que tu pareja? —pregunta de manera tranquila.
Paso un poco de saliva, pero no le quito la mirada de encima a mi padre, sé que esto es confuso y tal vez no sea algo que le caiga de la mejor manera, pero se lo tenía que confesar.
—Ella es mi novia papá, bueno lo que quiero decir es que...no me gustan los chicos —bajo la mirada susurrando lo último.
Mis mejillas estan sonrojadas, tengo miedo de lo que diga, pero siento la mano de Lidia tomando la mía y apretándola, su apoyo siempre estaba ahí.
—Pues...está bien hija, no veo ningún problema en ello, sigues siendo mi niña hermosa y la princesa de esta familia y estoy feliz de que hayas podido elegir a quien amar, y que sea una chica tan genial y buena como la señorita Carrillo —mi padre voltea a ver a mi novia y le sonríe.
Mis ojos estan un poco humedecidos, de todos los escenarios que había pensado de esto, este era el más alejado de todos siendo mi papá un hombre criado a la antigua y con mucha creencia católica más aparte de cómo diríamos acá, de rancho, esperaba que pusiera el grito en el cielo.
Sin embargo, lo tomo muy bien y aparte admira a mi chica de bronce, se dirige a ella con mucho respeto, lo cual agradezco.
—Entonces, sé que es un poco tarde para esto, pero creo que lo merece —dice Lidia, —Don Gaytán —me gustaría pedirle permiso para salir con su hija Lidia.
Mi padre la ve con una amplia sonrisa.
—Desde que mi princesa te conoce, la he visto sonreír más de lo que lo había hecho en los últimos años, y ahora que está saliendo y hablando contigo puedo ver esa hermosa sonrisa todos los días. Sólo cuídala.
—¡Claro que lo hare!
Con ello estrechaba la mano de mi padre cómo si sellaran un trato.
—¿Cuál es la otra cosa de la que querían hablar chicos? —pregunta mi papá.
Todos nos volteamos a ver de cierta manera angustiados, no sabemos cómo abordar las cosas y soltarle la bomba de esa manera a mi papá, él no se merecía nada de lo malo que estaba pasando en esos momentos.
—Creemos que yo no soy tu hijo, sino del senador Ortiz —dice de golpe este Xavier.
Marlon se queda expectante, no era la manera en que se lo quería decir a nuestro padre, pero no teníamos ideado como hacerlo.
—Eso también lo sé.
Esto nos toma por sorpresa a todos, lo vemos y el solo sonríe alzando los hombros.
—Pero... ¿Entonces por qué te hiciste cargo de mí? —pregunta sin creerlo.
—Por que tu jamás tuviste la culpa de lo que hacía tu mamá, para mi eres otro de mis hijos.
Juro que por un momento pude ver una lágrima asomarse de los ojos de mi padre, pero la retuvo.
—¿Por qué aceptaste eso? —vuelve a preguntar Xavier.
—Les contaré una historia chicos, sólo quiero que sepan que ustedes tres son la razón por la que nunca me rendí.
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