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Capítulo 17: Jingle Bells en el barrio

La navidad en nuestra casa siempre había sido un tiempo para pasar entre familia, de las pocas cosas que ya hacíamos juntos, a pesar de las rencillas que habían tenido mis padres de vez en cuando, siempre buscaban estar en paz en esos momentos, más que nada por mí y mis hermanos, y esta sería la primera fiesta decembrina que no estaríamos juntos.

Marlon y Ale querían su tiempo a solas, mientras que mi papá iba a estar en un viaje de negocios en Alemania, nos dijo de ir con él pero decidimos quedarnos, en parte porque no nos apetecía ir y en otra por qué queríamos pasar tiempo con nuestras novias este Xavier y yo.

Y fue cuando Lidia nos comentó de pasar dichas fechas en su casa, algo a lo que accedimos sin problema alguno, y nos emocionaba, ya que los dos nos llevamos muy bien con nuestra suegra y nuestros cuñados y esto nos ayudaria a ser más cercanos a todos ellos.

Mi relación con Lidia va sobre ruedas, somos muy compatibles y nos fascina estar juntas, teníamos la rutina de que ella iba por mí a la universidad cuando salía antes del trabajo o yo la veía allá en su trabajo para después irnos a comer o a pasear por la ciudad, mientras que los fines de semana nos veíamos a veces en mi casa u otras en un punto medio para irnos a la suya, ya que vivía en una zona un poco peligrosa, ya que era cerca de la salida a puebla, por la colonia Tepalcates en Iztapalapa, y a ella no le gusta que yo me mueva sola por ese lugar, me cuida mucho y eso me hace sentir muy amada y querida, algo que hace mucho no sentía con alguien.

Ni ella ni Yesenia habían querido que pusieramos algo para la cena, sin embargo y viéndonos listos, nos habíamos puesto en contacto con la señora Duran, nuestra suegra para saber que podiamos llevar, y nos costó mucho que nos dijera las cosas, mencionando que ellos se harían cargo de todos, pero no cedimos, no queríamos que ellos gastaran su poco dinero así a lo rudo para una gran cena.

Al final la convencimos y le mandamos un retiro sin tarjeta del banco de unos cinco mil pesos, para que pudiera comprar los ingredientes y lo que comeríamos más la botana y refrescos.

Yo estoy super emocionada, será nuestra primera navidad juntas de las muchas que deseo que tengamos, dentro de todo, y tal vez me estaba adelantando mucho, pero si veía una vida a su lado, incluso tenía ganas de convencerla de entrar a la universidad, ella a pesar de todo es muy lista, sé que sería muy buena estudiante y se merecía tener una oportunidad de mostrarlo, ella será una gran escritora y yo me haré cargo de que lo logre.

—Miriam, ¿Entonces lo de las escaramuzas de los señores Chico ya no se hicieron verdad? —pregunta Ana Sofi.

Estamos en su casa, eran dos días antes de Navidad y le había traído su regalo que consistía en el nuevo bolso de Ferragamo que tanto le gustaban a ella, siendo una de sus marcas favoritas.

—No amiga, por lo que supe, la idea que tenían se las robo el imbécil del diputado Ortiz, y ellos tuvieron que cancelarlo —suspiro un poco molesta.

—Me lleva el carajo, de verdad que esa familia es nefasta —comenta, —a todo esto, ¿cómo van ustedes con lo de ya sabes, tu mamá?

—Pues, no sé qué decirte Ana, en parte me siento triste por lo que paso, pero a la vez me siento aliviada, me salvé de haberme tenido que casar con el perro de Gonzalo.

—Yo no te hubiera dejado cometer tal tontería amiga, siempre te cuidaré —me dice Sofi viéndome.

La amistad que tengo con Ana Sofia era irrompible, eso lo sabía, nos habíamos conocido desde tercero de primaria, siempre nos apoyamos en todo aspecto, en las buenas y en las malas, sólo ella tenía mi entera confianza.

—Lo sé Sofi, pero créeme que tenía miedo de lo que fuera a pasar, no sabía que podría hacer para prevenirlo, o cómo escaparía —mi voz se está quebrando.

—No iba a haber necesidad de eso, hubiera golpeado a todos para salvarte, tu mereces ser feliz con Lidia, son la una para la otra —me sonríe.

—Gracias por siempre apoyarme, no sé que hice para merecer una gran amiga cómo tú —la abrazo.

—Tú sabes que hiciste y por qué te amo cómo mi hermana, sin ti, yo no estaría aquí.

Al escucharla mi corazón se hunde, recuerdo muy bien ese episodio en nuestras vidas, no quisiera vivirlo de nuevo.

—Y lo haría mil y una veces Sofi, mientras eso te mantenga siempre a mi lado.

Era el veinticuatro y ya estábamos listos para ir a casa de Lidia, nos iba a llevar el chofer, y nosotros ya llevábamos los regalos para la familia, y el particular para nuestras parejas.

Había optado por una blusa roja estilo suéter y una falda plisada negra con rojo, y unas botas largas negra con mallas del mismo color, con un abrigo navideño.

El que me sorprende fue Xavier al irse de traje, azul marino de tres piezas, se ve muy bien mi hermano.

Vamos en el carro, viendo las luces de la ciudad, teníamos la dirección de la familia Duran e íbamos siguiendo el Google Maps.

—Me da gusto que ya estén formales tu y Lidia —me dice este Xavier.

—Créeme que yo esto feliz por ello, no sabes cuanto adoro a esa chica —le sonrió.

—Entiendo ahora por qué jamás te conocí un novio —ríe, —en parte me tranquilizaba porque nadie es digno de mi hermana, sin embargo, Spider, es otro mundo.

—Mi chica de bronce, es de verdad una gran mujer, es de admirar todo lo que hace por su familia —dejo salir un suspiro.

—Yesenia me cuenta que muchas veces se quedaba sin comer Lidia por dejar que ella, su mamá y su hermanito comieran lo suficiente.

Escuchaba como la voz de mi hermano era triste, y yo sabía eso que me contaba, me lo había medio comentado Lidia, pero no abordaba mucho ese tema, le molestaba.

—Ella ya no volverá a pasar por ello —digo de manera firme, —no dejaré que vuelva a pasar por esa situación.

Llegábamos a los departamentos, eran de los del Infonavit, la mamá de Lidia los seguía pagando, sé que eso se tomaba mucho tiempo.

Ya nos estaban esperando afuera Lidia y Yesenia, y al ver a Lidia, mis colores se me subían.

Su cabello amarrado en una cola de caballo, con una camisa de color negro y debajo de ella una playera del mismo color de la banda Sum 41, con unos jeans y sus Vans clásicos, se ve demasiado bien.

Nos acercábamos a ella dándole las gracias a Jacinto antes de todo y el se iba, mientras que Lidia me recibía en sus brazos dándome primero un tierno beso en la frente y yo la jalaba hacía mí para darle un tierno beso en sus labios.

—¿Cómo está la charrita más hermosa del mundo? —me pregunta.

—Feliz estando ya en tus brazos —hundo mi mirada en la de ella, me fascina, aquellos ojos negros cómo la noche al igual que su cabello.

—Te ves hermosa —me vuelve a besar y me sonrojo.

Ella tomaba la bolsa que llevaba de regalos mientras que Xavier llevaba la otra.

Entrabamos al fraccionamiento e íbamos a su edificio, ellos vivían en la tercera planta y al entrar al departamento, podía decir que me sentía en casa, era un sitio muy hogareño, estaba adornado de navidad, con un humilde árbol y un pequeño nacimiento, algunos adornos aquí y allá de Santa Claus, de muñecos de nieve y demás, era de dos recamaras, una la compartían Yesenia y Lidia y la otra era de Alan y su mamá.

Cuando entramos su mamá nos recibe con una amplia sonrisa.

—Mi nuera y yerno, me da tanto gusto que si pudieron venir —nos sonríe.

—El gusto es nuestro de estar aquí señora Durán —le respondo.

—¡Huele exquisito! —dice Xavier.

En ese momento sale una bala de uno de los cuartos y vemos que es Alan, el cual abraza a Xavier, sonriendo.

—¡Xavi! —exclama el pequeño.

—¡Hola Alan! ¿Cómo estás campeón? —cuestiona mi hermano mientras que el pequeño ahora me estaba abrazando a mí.

—Bien, hice toda mi tarea esta semana, ¿si podré jugar con tu celular?

Ellos tenían un trato, siempre que iba Xavier a la casa de los Durán, le prestaba su celular para jugar uno de los tantos videojuegos que tenía en su celular mi hermano, pero sólo si hacía su tarea y se esforzaba para salir bien en la escuela.

—¡Claro que si pequeño! —sonríe Xavi y le daba su celular haciendo sonreír al pequeño.

—¡Gracias!

—Sólo un rato Alan, ya casi nos sentamos a comer —dice Yesenia.

El asentía y se iba para el cuarto.

Todos nos sentábamos en la sala y comenzábamos a platicar de la semana y cómo nos había ido.

—¿Cómo sintieron este semestre? —preguntaba la señora Duran.

—Estuvo un poco tedioso, pero no nos podemos quejar de ello.

Ya había yo pasado a quinto semestre de la carrera, acababa de terminar el cuarto antes de vacaciones y con Lidia ya llevaba dos meses de relación y aproximadamente ocho meses conociéndonos a la mitad del tercer semestre en abril.

—Ya estás pronta a terminar ¿Verdad? —preguntaba Yesenia quien tenía la mano entrelazada con la de Xavi.

—Si cuñis, tres semestres más y listo —sonrió muy emocionada.

—Mi charrita siempre será la mejor en todo —dice Lidia.

Siempre que escucho a mi novia ovacionarme por cualquier cosa hace que mi mundo sea más hermoso, siempre apoyándome, siempre estando al pie del cañón por mí, no pude haber pedido mejor pareja.

—Esta Yesenia va a entrar a sexto semestre de la prepa, eligió area cuatro —sonríe la señora Duran.

—¿Quieres estudiar Comunicaciones verdad? —le pregunto.

—Si, estoy muy emocionada por ello, ya me estoy poniendo al tiro para el examen de la UNAM —sonríe ella.

—Verás que lo lograras pequeña, confió mucho en ti —dice Xavier besando su mano.

La comida estaba lista, y nos sentamos para disfrutarla, y tengo que decir que el ambiente era lo mejor de todo, las risas, las bromas, las pláticas, esto jamás lo habíamos tenido, al menos no de esta manera en la familia.

Aquí si se sentía cómo un hogar.

Después de comer, Lidia y yo salíamos antes de abrir los regalos, nos íbamos a echar un cigarro juntas.

—Gracias por venir charrita —dice mi novia.

—No tienes que agradecer nada cariño, de verdad amo pasar tiempo contigo y tu familia.

Ella me sonríe.

—Te tengo un pequeño regalo que quería darte a solas —me sonríe y yo la veo con la ceja levantada.

Sacaba una pequeña caja de joyería, y la abría, era un hermoso anillo con el símbolo del infinito.

—Se qué tu estas acostumbrada a mejor joyería amor, pero quería darte este pequeño anillo de promesa, con la cuál quiero que entiendas que jamás te dejaré a menos que tu me lo pidas.

Estoy sin palabras, era hermoso y nada ostentoso, pero sabía que ella había hecho un esfuerzo titánico para comprarlo. Estiraba mi mano y ella me lo ponía.

—Tu eres mi más grande amor Lidia Carrillo.

Con ello la jalaba hacia mí y la besaba tiernamente, bajo los cohetes que estaban explotando por navidad.

Mi vida era perfecta. 

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