Capítulo 1: La chica de bronce.
El tráfico de la ciudad de México me pone de malas, no sé cómo la gente que vive aquí en el mero centro de la ciudad puede soportar tanto ajetreo.
¡Es una maldita monserga!
Mi nombre es Miriam Guadalupe Gaytán Lozada y tengo diecinueve años de edad, curso la carrera de Historia del Arte en la universidad Iberoamericana, que está situada en la zona de Santa Fe, obviamente en la parte nice de ahí, no en el lugar feo donde están todas las personas que no tienen oportunidad o mejor dicho y parafraseando a mi hermano mayor Marlon, los jodidos aborígenes del cerro.
Hay veces que entiendo el punto de mi familia, pero otras en las que no, jamás he podido comprender por qué la gente de la alta sociedad siempre ve como inferiores a las personas que no tuvieron las mismas oportunidades que nosotros, no todos pueden nacer en una cuna de oro como lo hicimos mis hermanos y yo.
Soy la mediana de los tres hijos de la familia Gaytán Lozada, que somos por nuestro rancho a las afueras de la ciudad de México donde criamos los mejores caballos para las escaramuzas y charrerías del país, de todos lados nos vienen a comprar y a pedir ciertas razas y demás, mi hermano mayor es quien le ayuda a mi papá en ello, él se recibió de veterinario, siempre le apasionaron los animales y mis papás lo apoyaron con ello.
—Miriam, tierra llamando a Miriam —escuché la voz del más chico de los hermanos Gaytán, Xavier, el bebé de la familia, sus ojos cafés me estaban viendo mientras que su cabello corto está desacomodado, no se había peinado y su uniforme de la preparatoria, rojo con blanco cubre su cuerpo.
—¿Qué quieres menso? —le contesté, nos tratábamos, así como hermanos, pero nos llevamos muy bien, yo siempre le intento dar consejos con las chicas y el me cubre cuando salgo con mis amigos hasta tarde.
—¿Supiste que hoy habrá un cómo concurso de patinetas en la escuela?
Esto me tomaba desprevenida, digo la universidad a la que íbamos era prestigiosa, así que no me la imaginaba haciendo concursos de ese tipo, no sería serio ¿O sí?
—¿Para qué o qué? —arqueo mi ceja viendo a mi hermano.
—Según dijo nuestro profesor de educación física es para abrir un poco las puertas a personas menos afortunadas, el primer lugar se llevará un premio grande de dinero, creo que dos mil pesos, bueno grande a sus estándares, el segundo mil quinientos y el tercero mil pesos —comenta mi hermano mientras íbamos camino a la escuela, nos estaba llevando Jacinto, el chofer de la casa.
—Bueno eso es genial digo ayudar ese tipo de gente es algo muy altruista de nuestra institución —le contesté mientras sacaba mi celular y veía que me había llegado mensaje de una de mis mejores amigas, Ana Sofi.
"¡Weyyyyyy! ¿Dónde estás?"
Amo lo efusiva que era ella, siempre nos contagia a todos con su felicidad, es el alma del grupo de mis amigos.
"Estoy a quince minutos de llegar ¿Por qué?"
Le contestaba, sabía que me tenía algún tipo de chisme, sólo cuando algo grande pasaba es que mandaba ese tipo de mensajes.
—¿Ana Sofia? —preguntaba Xavier, se escucha el suspiro en la voz de mi hermano.
A él siempre le ha gustado mi mejor amiga, pero siempre se lo he dicho, ella es una perra, sólo le gusta jugar con los chicos, nunca ha tomado en serio una relación, por ende, no quiero que mi hermanito se ilusione, no lo quiero ver llorar.
—Sí, parece que me tiene un chisme.
Mi hermano y yo nos veíamos y soltábamos una carcajada, sabíamos que eso era lo más probable.
En ese momento sonaba de nuevo mi celular y desbloqueaba mi IPhone catorce, viendo el mensaje de mi amiga.
"Están unos chicos buenísimos en la escuela, aunque no parecen que son parte de los estudiantes de aquí, todo tienen patinetas"
Y mandaba una carita que se le caía la baba, esto nos hacía explotar en carcajadas a mi hermano y a mí de nuevo.
—¡Ella jamás cambiara! —reía Xavier.
—Creo que no Xavi, ya sabes cómo es mi mejor amiga.
Ponía atención a lo que le iba a contesta.
"Si, justo Xavi, me estaba comentando que iba haber un cómo concurso por parte de la universidad para ayudar a la gente de escasos recursos, así que no le tomes mucha importancia, ¿Quién sabe que podrían hacer esos personajes?"
Se que a veces era una chica muy elitista, pero así me habían enseñado mis papás, el oro al oro y el carbón al carbón, como dice mi padre.
Al estar inmersa en mis pensamientos, no me daba cuenta del momento en que habíamos llegado a la escuela, si no es que me habla el señor Jacinto.
—Patrona, ya llegamos, su hermano se bajó hace dos minutos.
—Gracias Jacinto.
Descendía del carro y tomaba mi mochila y bolso, para comenzar a caminar hacia la entrada del campus, mostrando mi credencial.
Mi hermano ya se había adelantado, no me espero.
Mis botas se escuchaban mientras camino sobre la acera de la universidad, y alcanzaba a ver que mucha gente se estaba dirigiendo a los campos de entrenamiento de los deportes, futbol y americano.
Observaba que habían puesto en el fin de semana una rampa muy parecida a las que usaban los parques de los chicos patinetas en Estados Unidos, parecía que si era cierto lo del concurso.
—¡Miriam!
Escuchaba mi nombre ser llamado, volteando para todos lados buscando de dónde venía la voz y me encontraba con mi mejor amiga saludándome a unos cincuenta metros de mí.
Avanzo hacía ella, con una amplia sonrisa en mi rostro, mientras captaba que se había vestido muy provocadora ese día, su cabello rubio estaba suelto mientras que su cuerpo era cubierto por un vestido de sol amarillo que le llegaba un poco arriba de las rodillas, con unos flats de la misma tonalidad, ella era muy guapa y sus ojos azules de verdad resaltan mucho.
—¿Cómo está la más santurrona de todas mis amigas? —me pregunta cuando estoy a escasos metros de ella.
—Estoy bien, ¿Y la más zorra de las mías? —reí al preguntarle.
Ella solamente esbozaba una sonrisa.
—Estoy en el paraíso, he visto muchos chicos guapos, de esos que sabes que se ejercitan por la dura vida y no en el gym como nuestros amigos Whitexicans —señala a un grupo de muchachos que iban entrando a la escuela con patinetas en mano y con aquel look de skate, jeans y playeras ya sea de bandas raras o cosas chistosas de la marca Vans o mejor dicho de clones, con sus tenis que parecían tortas o que eran DC o de ese estilo hechos para patineta y algunos con gorras y demás.
—¡A ti siempre te ha gustado lo exótico Sofi!, eso jamás lo negaremos —escuchamos una voz detrás de nosotros y veíamos a nuestro mejor amigo Santi, un chico de cabello rubio y ojos azules alto vistiendo una playera polo rosa y unos jeans blancos con sus tenis Lacoste del mismo color.
—Ja,ja,ja ¡Qué gracioso me resultaste Santiago! ¿Comiste payaso hoy? —rodaba los ojos mi mejor amiga mientras yo intentaba no reír ante lo dicho por mi mejor amigo.
—No, hoy sólo comí unos molletes hechos por doña Gertrudis —comenta con una amplia sonrisa en sus labios.
—¿Y Valentina? —le pregunté.
—Según se por lo que dijo ayer esta con el profesor Mendiola, desde que metió optativas de historia en su plan de estudios se la pasa estudiando de eso —señala Santiago.
—Bueno ella siempre quiso especializarse en la difusión de la historia, pero sus papás no querían que estudiara la carrera de historia como tal, así que por eso opto por comunicación —dice Sofi mientras comenzábamos a caminar hacia el campo de la universidad, íbamos a acompañar a mi amiga.
Pasábamos por un salón que tenía vidrios negros donde nos reflejamos y me veía en ellos, me arreglaba mi cabello castaño claro amarrado en una cola de caballo, con mi blusa roja abotonada y que terminaba en "V" en la parte de abajo donde la tenía amarrada, con mis jeans a la cadera y mis botas de tacón pequeño que me llegaban a las rodillas.
Lo que siempre me decían es que mis ojos eran muy bonitos, color miel, algo que siempre les gustaba a los chicos, pero yo no les ponía atención no me interesaban mucho o mejor dicho para nada, o al menos no ahorita, me estoy enfocando solamente en mi carrera.
Seguíamos caminando hacia el campo, mientras platicamos sobre lo que haríamos él fin de semana.
—¿Este fin si lo tienes libre Miri? —me preguntaba Ana Sofia.
—Pues en la mañana estaré practicando para el festival de junio de las escaramuzas de Toluca, pero en la tarde y noche estoy libre.
Esa era otra cosa mía, amaba las escaramuzas charras, todo lo que tenía que ver con ese tipo de cosa e incluso cantaba estaba cerca de sacar mi primer sencillo de música regional mexicana o cómo le dicen, banda y mariachi.
Desde chiquita se me inculco todo eso, a mis hermanos no les atraía, pero ese es mi mundo entero, lo amo con toda mi alma.
—Todos te iremos a apoyar, eso te lo garantizo —dice Santi mientras ponía sus brazos alrededor de nuestros hombros para caminar juntos como los grandes amigos que somos.
—Lo sé ustedes y mi familia son mi club de fans personal —reía, siempre me sentía apoyada por todos ellos.
—De hecho, mucha gente te apoya y eso lo sabes amiga, tienes tu club de fans en eso de las charrerías —señala Sofia.
—Estas exagerando Sofi —le rodé los ojos a mi amiga.
Habíamos llegado a nuestro destino viendo que había mucha gente en el recinto, y justo ya estaban en el concurso, nos acercamos a las gradas del campo y nos sentamos en las de en medio.
—Hay mucha gente —comenta este Santi viendo a su alrededor.
Vemos que muchos de nuestros compañeros ven hacia la rampa, donde estaba patinando un chico, saltando y haciendo trucos, pero nada fuera de lo ordinario.
—Nunca he sabido qué le ven a esto —preguntaba Sofi.
—Es un deporte extremo e interesante —le contesto mientras sigo viendo cómo aquel chico patinaba.
—Lo sé, pero bueno no me puedo quejar, es el ejercicio que le da a estos chicos su cuerpazo.
Nos empezamos a reír, mientras que el que estaba patinando terminaba su turno.
El maestro de ceremonias del evento se acercaba al micrófono.
—Esa fue una gran muestra de destreza por parte de nuestro concursante número cinco, excelente demostración.
Los presentes estaban aplaudiéndole mientras bajaba por las escaleras de la rampa.
—Bien, nuestra siguiente participante, es una chica muy famosa en la escena Skate de México, a su corta edad de dieciocho años ha ganado muchos concursos en toda la ciudad, con ustedes Spider Carrillo.
En ese momento observamos como subía una chica morena, muy bonita, con un gran cuerpo, tonificado, supongo yo por ejercitarse con la patineta, su cabello caía a su espalda un poco largo, aproximadamente hasta la cintura, traía una playera blanca sin mangas donde se podían ver sus tatuajes, no alcanzaba a distinguirlos bien, pero parecían mándalas, que cubrían todos sus brazos, eran un como mural, traía unas bermudas de camuflaje y su patineta en la diestra.
El maestro de ceremonias decía unas cuantas cosas más pero no les podía poner atención, esa chica me estaba llamando, o mejor dicho no podía dejar de verla, me intriga ver una chica así de mmm, ¿bonita? Bueno si es muy atractiva pero no tiene nada de malo aceptar algo que es obvio.
Su piel de bronce brillaba con el sol matutino, como si de una estatua de la edad antigua de Grecia se tratará.
—Es guapa esa chica a pesar de parecer más chico que chica con su ropa —dice Sofia sacándome del trance que había creado aquella muchacha en mi persona.
—Si tienes razón Sofí —comenté.
Sin previo aviso la chica comienza con su rutina.
Lo primero que notaba era su agilidad, parece un águila en el aíre, iba a gran velocidad y su destreza al llegar al otro lado y saltar me deja boquiabierta, se paraba con una mano y sostenía su patineta con la otra, ganando muchos aplausos de las personas presentes.
—Es buena la niña también —comenta Santiago mientras la chica se deja caer, poniendo sus pies sobre la tabla y regresando hacia el otro lado con el impulso, donde ahora en vez de usar sus manos solamente salta tomando su tabla y dándole una vuelta en el mismo aire aterrizando de nuevo sobre ella granando otra gran ovación.
No puedo quitarle la mirada de encima, me había llamado mucho la atención aquella chica de bronce.
La rutina continuaba, no me perdía ni un segundo de la misma, me tenía embelesada la muchacha.
¿Qué me pasaba?
No me daba cuenta de que había acabado de nuevo ella y la estaban despidiendo y felicitándola.
—¡Spider Carillo lo hace de nuevo! —mucha gente está aplaudiendo, yo soy una de esas personas.
Esta Sofía checaba su teléfono y veía que era ya casi hora de ir a la primera clase que teníamos.
Nos movemos de manera rápida entre la gente, yo volteando a ver de manera esporádica hacia atrás intentando verla.
Estaba a lado de tres personas, dos jóvenes morenos altos, uno con playera sin mangas y pantalones entubados portando una gorra de víscera plana blanca mientras que el otro traía una playera negra de cabello largo, expansiones en sus oídos y unas bermudas grises, ambos estaban muy tatuados.
Y también alcanzo a ver una chica menudita, pero ella traía lo que parecía uniforme de estudiante de medicina, una bata, blusa y pantalones blancos al igual que sus zapatos, morena con cabello corto a los hombros.
—¡Miriam apúrate! Vamos tarde —exclama Ana mientras me jalaba sacándome de mi distracción.
—Voy perdóname.
Corríamos hacia el aula para poder llegar a la clase de Cultura Visual, estábamos ya en tercer semestre y amábamos la carrera.
—Las veo después chicas —díce Santiago quien iba encaminándose hacia la biblioteca, él estudia arquitectura.
Asentimos y seguíamos corriendo hacia el aula.
El tiempo pasaba rápido hoy, tuvimos como tres clases y alcanzamos a salir a las cuatro de la tarde, viendo que el concurso ya había acabado y eso me ponía un poco triste, no pude volver a ver a la chica.
Íbamos caminando hacia la salida, sabíamos que Santiago seguía en clase y resultaba que nuestra amiga Valentina no había ido ese día, se había sentido un poco mal.
—El trabajo que dejo la profesora Martha va a estar muy molesto —dice Sofia refiriéndose a nuestra maestra de Administración Y Finanzas del Arte.
—No soy fan de las matemáticas, pero no nos queda de otra amiga —le comento.
Salíamos del campus y veía un carro que hacía que el color se drenará de mi cara.
—Pensé que ya no te iba a molestar este Gonzalo —señala mi amiga.
El tipo en el carro es amigo de mi hermano, y no entiende que a mí no me atrae salir con él, un maldito necio.
Se baja del carro y se acerca a mí, con una sonrisa en su rostro que me hace rodar los ojos.
—Miri, ¿Te apetece ir a comer? —era lo que muchos llamaban un mirey, hijo de papi que le resuelve todo, y a mí me cae super mal y siempre le he comentado a mi hermano mayor que me molestaba, pero no me cree aparte mis papás lo aman, era un modelo a seguir según ellos.
Pero sus ojos cafés y su cabello chino me ponían de malas, más su sonrisa estúpida que le daba a todo mundo.
—No quiero ir a comer, tengo cosas que hacer que no te involucran a ti —le comento mientras, me doy la vuelta y tomo la mano de mi mejor amiga para salir de ahí.
Él nos sigue.
—No seas mala Miri, nos divertiremos —me agarra del brazo y me trato de zafar, pero el jamás entiende un no.
—¡Te dije que no!
—Ya déjala, ¿qué no entiendes cuando es un no? —dice Sofia.
—Tú cállate, que le abres las piernas a cualquiera.
Él es una persona super machista y me daba asco eso, seguía intentando zafarme, pero no podía, gente se nos queda viendo, pero no decían nada, sabían que su papá era poderoso y no quería nadie problemas.
—Oye juniorsito, la chica te dijo que la dejarás en paz, ¿Estas pendejo o no entiendes?
Era la voz de una chica la cual nos hacía voltear, y es cuando la veía ahí parada con su tabla en mano, en toda su gloria de bronce.
Gonzalo la voltea a ver y frunce el ceño.
—No te metas en esto india, ve hacer tortillas o algo por el estilo —era muy despectivo.
—¡India tu puta madre culero!
Ok, eso sí era algo que no esperaba, la florida voz de la muchacha era agresiva, pero tenía cierto toque melodioso, aparte parece una guerrera mexica encarando a Gonzalo, es alta, me saca como una cabeza y media, digo no soy muy alta, pero me defiendo.
Si algo sabía de Gonzalo es que siempre se sacaba de onda cuando alguien se atrevía a enfrentarlo, y en este caso ha sido una chica, quien no cedía un centímetro.
—Es mejor que te vayas prieta, o vas a tener problemas —dice Gonzalo intentando mostrarse valiente.
—¿Sino qué? ¿Llamaras a papi por que la prieta te está molestando? —lo seguía encarando. —Mejor deja de ser un acosador y llégale a la chingada, pinche vato.
No se quitaban la mirada de encima, sin embargo, aquellos ojos negros penetrantes y agresivos hacían que se me fuera un suspiro.
—Eres una naca, ¡Qué asco!
Y sin decir más se daba la vuelta Gonzalo al ver que mucha gente se paraba a ver que sucede.
—Luego nos vemos.
Con ello se iba, entrando a su caro y arrancando.
Volteo a verla y noto que es mínimo dos cabezas más alta que yo, y su cuerpo esta tonificado.
Nuestros ojos se encontraban y me sonrojo, no lo podía evitar.
—¡Gracias! —digo sin dejar de verla.
—No hay de que fresita, cuídate —me dice guiñándome el ojo dándose la vuelta, y subiéndose a su patineta.
—¡Oye! ¿Cómo te llamas? —dice repentinamente Sofia, haciendo que volteará ella.
—Me llamo Lidia, nos vemos —comenzaba a avanzar con su patineta para perderse entre los carros, dejando detrás de ella un dulce aroma a lilas, me gustó.
—¿Te gustó verdad? —me cuestiona mi mejor amiga.
Me quedo callada y bajo la mirada sonrojada para solo asentir.
—Sabes que tu secreto está a salvo conmigo.
La veo y le sonrío, es mi mejor amiga, siempre me cuida de todo y es la única que sabe aquello que oculto de todos:
Soy una chica lesbiana en una familia conservadora de alta sociedad.
Nota de autor:
Espero sea de su agrado este primer capítulo, se intentará actualizar cada semana o cada dos.
Sus comentarios, lecturas y votos me ayudarán mucho a crecer, ¡gracias!
¿Qué les parecio?
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