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CAPITULO 1

Las cosas no estaban siendo sencillas, como princesa heredera tenía muchas cosas en contra, y más ahora que se había establecido una corte parlamentaria en donde 14 nobles contando con la presencia de mi padre contarían la suficiente confianza del emperador para tomar decisiones por el pueblo, es decir el imperio cambiaría su forma de organizarse y de ser una monarquía absoluta pasaría a ser una monarquía parlamentaria.

Había vuelto al imperio con la condición de prometida, eso significó el aumento de clases, de reuniones sociales y de estrés, casi no miraba a Sebastián y el tema de nuestra boda quedó pospuesto lo cual me mantuvo de mal humor los siguientes meses, la casa estaba demasiado alborotada, y el periódico no me había llegada.

—Emily — Llamo a mi criada, quien entra nerviosa —. Mándame, señorita.

—¿Y el periódico? — Preguntó, a lo que ella solo se disculpa —. No ha llegado todavía, eso me recuerda, el barón de Priego se aproxima para tomar el té usted.

Era raro que eran las 10 de la mañana y el periódico no llegará, le restó importancia y le pido que preparen las cosas, el clima estaba perfecto para tomar el té afuera, en menos de lo que espero alexander llega en su caballo, lo raro es que estaba demasiado molesto, y se notaba por como galopaba.

—¿Esta todo bien? — Le digo mientras lo frenó, su caballo estaba demasiado cansado, este se había dejado crecer demasiado el cabello, tanto que lo ataba con una colita en la parte de atrás. Me abraza.

—Vine en cuanto leí la noticia. ¿Cómo estás? — Me dice preocupado.

—¿De qué hablas? ¿Qué noticia? — Le pregunto separándome a lo que este me mira.

—¿No has leído el periódico? — Me pregunta mientras volteo con Emily, ella agacha su cabeza, y lo miro esperando que me diga —. Sebastián se comprometió con una princesa del sur.

El saca el periódico de la bolsa del caballo, la primera plana hablaba sobre el compromiso de mi prometido, con la princesa de un imperio en ruina, el sur aún conservaba la monarquía intacta por lo que el que Sebastián se casará con una princesa de allá para mediar la situación, siento como me caigo, mis criadas me toman, pero las apartó ellas sabían todo.

—Hiro también viene para acá — Me dice Alexander mientras me levanta, todo el maldito imperio lo supo primero antes que yo.

—Danielle — Le hablo a otra criada, pues Emily me había fallado —. Alístate un cambio de ropa y manda una carta al palacio que quiero una audiencia con el emperador.

Invito a pasar a Alexander quien estaba demasiado serio, mientras me cambio de ropa Hiro llega, y ambos me escoltan al palacio real, al entrar solo escucho los murmullos de lastima de las personas que hablan a mis espaldas, estaba a punto de hacer un escándalo, al mirar como Sebastián esconde la cara mientras me acerco al trono del emperador.

—Dios bendiga al emperador, lleno de gloria esté usted — Saludó inclinándome.

—Señorita Sofía ¿Qué la trae por aquí? — Me dice, aunque el suponía ya cual era la razón.

—Primeramente, he de felicitarlo por el matrimonio de su hijo el príncipe heredero, me permitiría tener una audiencia con él — Digo lo más cortes que pueda, este la concede mientras sus vasallos me guían a la sala más próxima, agradezco y caminó lo más rápido posible, Sebastián trata de hablar, pero no quería escucharlo todavía, en cuanto la puerta se cierra, me volteo —. ¿Me podrías explicar qué demonios está pasando?

Este se queda mirándome un rato, antes de hablar unas lágrimas caen.

—Perdón, no te he mirado en mucho tiempo — Me dice mientras se limpia la cara.

—Y vaya forma de solicitar mi presencia, su alteza — Le digo mientras se sienta delante de mí —. Adelante, te escucho explícame qué está pasando, no te he mirado en meses y me levanto un día y que te vas a casar con una princesa maldita.

—Victoria, se llama Ana Victoria de Ross, princesa del sur. Ella era la segunda en la línea de sucesión y al matar a su padre y hermano quedó como princesa heredera, el contraer matrimonio con ella será beneficioso para el imperio y más que sabe la verdad de la muerte de la emperatriz, su tía — Todo era una maldita red —. El matrimonio contigo no está del todo disuelto, aún puedo casarme contigo. Serás la segunda emperatriz.

—Me niego — Le digo haciendo que él levante su cabeza.

—Sofía, te estoy pidiendo que me apoyes. Si no me caso con ella, esta puede iniciar una rebelión. El consejo tomó la decisión de que me casaría con Victoria.

—Te apoyaría si es algo como una guerra, sabes que sería quien estaría en primera línea para luchar a tu lado, pero me estás pidiendo que me quede callada y aguante que sea la segunda esposa, olvidando que puede pasarme lo de tu madre — Digo alzando la voz, me había pasado en nombrar a su madre.

—Tienes razón, nuestro matrimonio queda disuelto — Este se levanta mientras lo jalo del brazo.

—¿Es enserio? Si te ibas a casar con otra porque me trajiste de nuevo, yo ya estaba haciendo mi vida, y me trajiste para que veas como te casas con otra — Le digo pues aún quedan muchas cosas que decir.

—Eras tú o el imperio, creo que la decisión está clara. Dijiste que me amabas con todo y corona — Se voltea.

—Te amo, pero no quiero ser tu maldita concubina.

La puerta se abre, dejando ver a una chica de cabello rubio largo hasta la cadera, un vestido rosa palo, no necesitaba que me dijera quién era yo ya sabía quién era, no me reverencio pues aún no la habían presentado, y sobre todo no tenía ganas de hacerlo.

—Padre me dijo que estabas en una audiencia — Dice con una voz tan cálida, no parecía mala persona, pero yo ya la odiaba —. Perdone, saludos me presento soy Ana Victoria Princesa heredera, prometida del príncipe heredero Sebastián.

—Saludos, creo que ya no tengo nada más que decir me retiro — Digo tratando de salir.

—Sofía — Me habla Sebastián —. Espero que me entiendas.

—Sebastián una cosa es entenderte, y otra totalmente diferente perdonarte. Ojalá jamás me hubieras traído devuelta si tenías planeado hacer esta... esta porquería — Le digo limpiándose las lágrimas. Hiro está afuera, me tomó de la mano mientras me sacaba de ese maldito lugar. No era solo mal visto que un hombre casado tomará de la mano a una joven soltera, si no que tomara a una mujer que estuviera tan cercana a la familia imperial.

Me dirijo hacia la salida, pero sin querer me encuentro con el Lord White, seguía igual de viejo y detrás de él como siempre iba su cuarta esposa, era una joven de 20 años, sentía lástima por ella, este hace una reverencia hacía mí.

—¡Qué vueltas da la vida! ¿No lo cree, majestad? Perdón el término "majestad" está demás — Me dice burlándose, obligando a que la chica se ría. Solo sonrío tratando de irme, pero me tomó del brazo devolviéndome, este está perdiendo el sentido —. Uno de mis hijos acaba de cumplir 18 años, considero prudente que usted le brinde una audiencia.

—Lo siento, en este momento no acepto aprendices — Le digo causando la risa de varios.

—Usted es bastante graciosa, Señorita — Dice mientras miro como se enoja —. Bastante, considerando que su padre está perdiendo el banco.

Eso ya no me causa tanta risa.

—Ahora todo está claro, la razón por la que el banco estaba tan bien establecido se debía al matrimonio que usted tenía con alguno de los hijos de la corona — Causa murmullos entre todos los presentes, él se atrevió a decir lo que ninguno decía.

—Lord, he sido muy tolerante con usted al escuchar cómo se mofa de la inteligencia del emperador y de mi padre, ¿Todo esto no será un acto de enojo reprimido al negarme a casarme con usted cuando tenía 16? — Este no sabe dónde ocultar la cara —. O bien, en qué basa sus supuestos argumentos, en chismes no fundamentados.

Estaba perdiendo la calma, Hiro me hace señas para que me calme, pero había llegado al límite de mi paciencia.

—Señorita, no me malentienda.

—Baronesa, no olvide que también soy Baronesa, Lord y la hija de un duque. Cuando se dirija a mí, no lo olvide por favor, como tampoco olvide fundamentar cada palabra, pues no me interesan los chismes de su aburrida vida — Sebastián sale con su prometida para ver el barullo, que se ha provocado con esto. Me reverencio solo para retirarme.

Salgo con Hiro del palacio una vez dentro del carruaje es cuando me obligo a llorar, había aguantado tanto que quería gritar, quería dejar atrás todo eso, quería enojarme.

—¿A dónde vamos? — Me pregunta Hiro.


—Al banco de mi padre — Le doy señas al chofer, quien apresura su paso, tenía que fundamentar eso que me decía.  

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