Capítulo único
Una eternidad esperé este instante...
... come de mí, come de mi carne
La sociedad colapsó alrededor de 2029. Pocos humanos sobrevivieron a la peste que asoló desde un continente a otro, y hasta llegar a todos. Lo que fue un golpe a la cadena alimenticia de estos predadores. Desde entonces, se reguló en un comercio internacional del que las regiones surcoreanas tuvieron ventaja, puesto que colonizaron territorios, yendo incluso a otros continentes y encabezaron la lista de proveedores.
Pero cual tragedia shakesperiana, surgió una competencia entre clanes que llevó a la guerra y a la paz y a la guerra y hoy por hoy a negociaciones. La materia humana no era un mercado exclusivo, si bien los Kim estaban a la alza en los comercios. Los Lee pujaban desde que contrataron alianzas con miembros de otros clanes y lo único que les impedía sobrepasar a los Kim era el Tratado Civil de Especies firmado en el instante mismo en que las cifras de bajas humanas alertaron a las razas no humanas del problema.
Así que, en esta línea, los negocios más que mercaderes, posicionaban a sus líderes en el rol de emperadores. Entonces, por un lado, el recién heredado Kim Seokjin se negó a conversar con el emperador Lee Jongsuk. La causa de esta inflexible respuesta era ni más ni menos que diferencias ideológicas respecto a la naturaleza de la alianza. O más simple: Seokjin no quería casarse sin amor.
—Es absurdo, pero es lo que es —defendió, orgulloso, pese a la postura humillante en la que se encuentra.
Con las manos atadas a la espalda y su rostro pegado a la colchoneta donde lo arrojaron esa madrugada, Seokjin tuerce el cuello para encarar a su némesis empresarial. Este, sin temer por la fiereza de la mirada que se le dirige, le sonríe de lado mostrando así hoyuelos que conmoverían a cualquiera que no quisiera cercenarle la tráquea.
—Si vas a rechazar un acuerdo tan importante no puedes excusarlo con algo tan banal como el amor.
—Oh, claro, olvidaba que los chupasangre conocen del corazón tan solo el sabor.
—Y los pulgosos son meros perros supersticiosos.
Seokjin gruñó, logrando que el vampiro retroceda en señal de que entendió que se sobrepasó con lo dicho. Aun así, no por tanto porque, dejándose caer de rodillas, Jongsuk extendió una mano para despejarle los ojos de aquellos negros cabellos que, despeinados, cubrían su rostro. El tacto helado del no muerto no vivo desencadenó una serie de reacciones incómodas, pero excitantes en Seokjin: piel de gallina, latidos acelerados y una urgencia perversa por liberar sus ataduras y lanzarse al otro hasta someterlo. Tal comportamiento, como adujo el vampiro cuando se conocieron ambos líderes, era parte del ancestral instinto de enemistad de especies. En Seokjin ardía la sangre del dominador, y en Jongsuk el hielo sembró ardides y astucias para obtener igualmente obediencia.
Tal vez lo único certero en el folclore humano fue retratarlos como adversarios.
—Harás esto difícil hasta el final, ¿verdad? Incluso si sabes que es inevitable.
La voz de vampiro se adornó de dulces engaños y promesas siniestras que al sentido agudísimo de audición del lobo le supieron tentaciones insoportables. Deseó otra vez romper las cadenas con las que lo retienen, pero entendió que era una tarea infructuosa. La plata corroía su piel, envenando su sangre al penetrar en sus heridas y lentamente lo sumía en un estado de indefensión peor que la muerte. Seokjin tenía que pasar más torturas que una exposición a la plata para morir, pero en el camino a ello no le evitarían, al parecer, crueles artimañas de persuasión.
—Sabes mi condición, si no estás dispuesto a ceder, no hay nada que hablar. Puedes retirarte —lo despechó, incluso si está recostado en un minúsculo colchón en el suelo de un igual de humilde cuarto.
Jongsuk volvió a tocarlo, esta vez una caricia sin excusa, que le recorrió de la frente, descendió por su nariz y se concentró en bordear sus labios con las yemas heladas de los dedos. Era un acto tal de intimidad que el lobo persiguió la mano una vez esta se retiró.
—Espero que para la cena estés de mejor ánimo —susurró el vampiro, enviando una oleada de escalofríos al lobo, que se removió en el colchón para entrar en calor.
Y se marchó.
+
Cómo es que Kim Seokjin, a cargo de una manada imponente de lobos, llegó a manos del clan de vampiros es uno de los escándalos más comentados. La ciudad abandonada de cualquier calidez y color, hábitat de los vampiros, ha sido nuevamente atacada por el ejército de los lobos a primera hora de la mañana tras el aviso de que Kim Seokjin fue secuestrado. Llevaban semanas guerreando, pero este último combate fue el más extenuante. Sin embargo, los no muertos no vivos cuentan con un ejército bien alimentado de sangre humana —lo que les dota una fuerza superior—, y con el apoyo de los elfos, quienes del trato entre Kim&Lee obtendrían vía abierta a exportar la mercancía.
Pero de pronto, como llegaron los lobos, se marcharon. Y es que el aullido alto y atemorizador —para los vampiros y elfos— de Kim Seokjin les encomendó no preocuparse. Que está todo bajo control. Su control.
—¿Crees eso? —preguntó Jungkook, un lobo joven aun, pero dado a la batalla.
—Es Seokjin, su terquedad es su mejor arma de defensa —suspiró Hoseok, y luego, como ocurrencia tardía dijo—, ¿no fue él quien se encaminó a la trampa por propia voluntad?
Jungkook asintió y sonrió nimio. Por poco y lo olvida.
—Vamos, hemos hecho todo el daño que quisimos, ahora muero de hambre —pasó un brazo por la cintura de su pareja y esta se recargó en él antes de robarle un beso de tal intensidad que su excitación burbujeó en su sangre y se encontró gruñendo—, o podemos comer después.
—Tengo un par de humanos —susurró Hoseok, lamiendo la marca en el cuello de Jungkook, donde marcó su dominación y entrega al otro lobo—, son jóvenes, apenas alcanzan la edad adulta y se los ve saludables.
—Perfecto, quiero cazar, ¿te importa?
Acariciando la dureza de Jungkook, Hoseok fingió pensarlo:
—¿Te apetece una competencia?
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Entre los escombros de la batalla, Park Jimin, un recién convertido, suspiró al ver marchar a los cachondos lobos. Lo que oyó le advirtió de lo peligroso que sería subestimar al prisionero, pero él no era más que un vampiro en entrenamiento y no disponía de jerarquía alguna para aconsejar a sus superiores. No así, sin embargo, su pareja.
—Yoongi —llamó, viendo cómo este repasaba los daños y destrozos, sabiendo que no tenía caso procurar reparaciones.
Lo que trajo el fin de la sociedad civilizada y humana fue, como efecto dominó, una caída de todo cuanto estos construyeron. Y tal parece que la tierra, presintiendo que sus principales perpetradores estaban débiles, consintió catástrofes naturales y fenómenos meteorológicos ingentes para luego, con una calma y paciencia propia, rebrotar.
Ni vampiros, ni lobos, elfos, hadas, ondinas y tritones, centauros o cualquier otra especie representaba un mal para la tierra. Puesto que, por obvias razones, se surtían de ella sin necesidad de intervenirla. Es decir, no producían cultura artificial. Aunque tampoco cultura social, salvo lo que sus propias relaciones configuraban. Los vampiros tenían clanes o aquelarres con jerarquías similares a los ejércitos humanos. Los lobos mantenían una estructura de manadas en las que los más fuertes tenían voz para ordenar a los restantes. Los elfos y centauros ejercitaban lo más cercano a la democracia, y ondinas y tritones eran individualistas, pero cooperaban entre ellos cuando un acontecimiento requería intervención.
La vida era por la supervivencia y para aquellos que heredaron costumbres y comportamientos humanos fue un cambio abrupto pasar de escolarizarse, como es el caso de Jimin, a entrenar para guerrear. Aun así, no podía quejarse. No era que su transformación a no muerto no vivo fuera un episodio que lamente. Por el contrario, estaba agradecido de que Min Yoongi se ocupó de ello cuando lo encontró agonizando.
—Deberías decirle al líder —volvió a intentar llegar a su pareja, pero este se sumía en reflexiones y olvidaba incluso que iba acompañado—, ¿Min Yoongi?
—Te oí —respondió al fin, volteando a verlo y sonriendo—, pero no lo haré.
Jimin, con su velocidad potenciada, se acercó a él y lo sujetó de los brazos. Más para estabilizarse que por impedir que su pareja huya.
—Lo siento, comí demasiado.
Con delicadeza, Yoongi llevó su mano al rostro pequeño de Jimin y limpió con el pulgar la sangre que manchaba sus labios. Luego, chupó su dedo y ronroneó complacido.
—Eres un glotón —bromeó.
—Para con eso y dime por qué no le dirás lo que oímos. ¿Y si el líder está en riesgo?
—Lee Jongsuk sabe lo que hace —tranquilizó, soltándose del agarre para tomarlo de la mano—, ¿crees que no sospechó cuando Kim Seokjin quedó atascado en nuestra trampa? Vamos, Chim, eres más inteligente que eso.
—Sospeché del lobo, pero nunca traté con ellos —admitió, encogiéndose de hombros.
Cuando batallaban, Jimin se ocupaba de custodiar el frente donde se alojaba su líder. Rara vez se le designaba al campo.
—No te preocupes, cuando la alianza suceda tendremos lobos correteando por aquí y por allá —se estremeció, como viendo ya aquella imagen—, estos pulgosos no dejan espacio sin aromar. Y apestan, Chim, apestan.
Riendo, Jimin siguió a Yoongi hasta el bunker donde se alojaban los guardias de turno.
+
Para Lee Jongsuk era difícil dar brazo a torcer. Una cualidad inefectiva para el mandamás, quien debía sopesar pros y contras entre las líneas de acción y decisiones para el bien de su clan. Por suerte, aunque el propio Jongsuk discreparía con considerarlo de tal modo, está a su lado Lee Jieun. Su segunda al mando y la voz de la consciencia.
—Estás acabado —sentenció la vampiresa, subiendo con elegancia al colchón y gateando hasta que se acurrucó junto a él—, y lo más gracioso es que estás al tanto de cuánto.
Jongsuk siseó, dejando a la vista sus afilados colmillos, pero no hizo intento alguno de apartarla. Contrario a lo creído antiguamente, los vampiros no eran reacios al contacto físico, pero este se condecía en contexto de extrema confianza. En su cuarto, por ejemplo.
—Lo que menos necesito es oír que tenías razón —pero la protesta perdió efecto cuando la rodeó con el brazo—. Tampoco quiero que me digas que me compliqué las cosas cuando mencioné la alianza con los lobos. No podía solo dejar ir esta oportunidad. Los Kim nos facilitarán vías de exportación al...
—Por supuesto, esa ha sido tu única motivación para ir en contra del consejo de todos.
Desbordó sarcasmo, pero Jongsuk no gastó aliento en contradecirla. No volvieron a hablar y se dedicaron a ver las luces que se filtraron por las ventanas de cortinas rasgadas. Tal como sabía, esa noche la luna compensaría las anteriores lluvias que cubrieron los combates entre lobos y vampiros. Por un breve instante, Jongsuk sintió una culpa espinosa pinchar su gélido corazón ante el aullido lejano de los lobos.
+
El hambre empujó a Seokjin a comer lo ofrecido. Incluso si sabía que esta ofrenda de paz no era sino un intento rastrero de calmar su ira. Pero no funcionaría, sobre todo porque la plata envenenando su sangre y su piel enfurecían al lobo en su interior. Esperaba que una vez libre su curación funcionase, porque de lo contrario se afilaría los dientes con los huesos de los chupasangre.
—Te ves horrible —conversó Jongsuk, sosteniendo el trozo de carne con la punta de los dedos.
Aunque sea de risa, a los vampiros les asqueaba la carne humana. No era para ellos interés alimenticio, solo su sangre. Por lo que, y era razón de odio entre las especies, desechaban el restante de su consumición. Ni siquiera los elfos eran tan desconsiderados, lo que era mucho decir teniendo en cuenta los rituales sádicos con los que oficiaban sus banquetes.
—Perdone, Majestad, pero me he revolcado en meo esta tarde y apenas tuve tiempo de arreglarme para su visita.
Sin poder evitarlo, Jongsuk se carcajeó de Seokjin.
—No querrás que traiga un diario y te enseñe modales.
Seokjin no siguió el intercambio de pullas, por lo que la fachada bromista del vampiro se diluyó dejando el agrio semblante del captor. Se cercioró de terminar de alimentar al lobo antes de retirar la bandeja y buscar en su bolsillo un pañuelo con el que limpió el rostro de Seokjin. El lobo no se echó hacia atrás, sino que encaró sus ojos con una mirada desafiante y cuando el contacto se extendió más de lo necesario, Jongsuk se inclinó hacia delante como si...
—Ten cuidado —advirtió el lobo en un gruñido—, no estoy dispuesto a ser tu juguete.
Espantado por lo cerca que estuvo de perder la cordura, Jongsuk se alejó a un rincón desde donde observó al lobo removerse para quedar sentado. Le había soltado las ataduras lo suficiente para que se levante y vaya a hacer sus necesidades en la letrina que dispusieron antes de traerlo. Allí, en ese inmundo cuarto, Kim Seokjin continuaba siendo el indómito lobo que con ferocidad luchó por tener su puesto asegurado cuando todos tenían quejas y peros de que él comande la manada Kim.
Para el mismo Lee Jongsuk fue engañosa la apariencia del lobo, con su cabello castaño cayendo a un lado del redondeado rostro, una boca digna de ensoñaciones lujuriosas y un par de ojos brillantes que al calor del odio ardían con magia y, en la cúpula del placer, se fundían en un río volcánico que hipnotizaba a sus amantes. Nadie esperó que tal angelical visión sea un condenado, una bestia que se hartó de convivir con humanos y comenzó a cazarlos y eliminarlos más rápido que el virus mismo. De hecho, había sido iniciativa de los lobos restaurar la cadena alimenticia a lo que exigía el rango evolutivo de las presas.
Fue entonces que Lee Jongsuk descubrió al líder de la manada y su afamada cruzada por dominar los territorios que a ellos, hasta ese momento vampiros camuflados entre humanos, pertenecían.
—Quiero que negociemos.
—No, mantengo lo que hablamos antes de que decidieras arrastrarme contigo y tu séquito de sanguijuelas.
La influencia de la pronta a despuntar luna llena ocasionó que Seokjin gruña las palabras, rasgando los vocablos con una ansia enfermiza. A Lee Jongsuk no le quedó ninguna duda sobre el poder de la bestia, porque, incluso privado de su transformación, manó una vibra colérica en su dirección. Nadie salvo los valientes o los dementes enfrentarían el poderío de un lobo alfa en su faceta lunar.
—Si tan solo oyeras lo que digo.
—Lo hago, y no dices lo que necesito oír. Es esta necedad la que nos deja estancados.
—Podrías ser libre esta misma noche, corretear con tu manada y servirte de la mercancía que dispuse para celebrar la alianza.
—Suena tan romántico que de tener rabo lo menearía para ti —sonrió Seokjin, y sus dientes parecían una fila de cuchillas preparadas para desgarrar su garganta.
Y no era el único cambio visible, también el rostro de Seokjin abandonó su suavidad y endureció los ángulos que antes otorgaron un halo aniñado. Su cabello, castaño y algo rizado, creció y oscureció, pero fueron sus ojos, de oro líquido, los que alertaron a Jongsuk que de seguir así el cambio completo impediría que sellen la alianza.
Podía continuar con este plan suyo de subyugar al lobo volviéndolo una presa de su desesperación por unirse a la manada cuando la luna esté en lo alto. Pero su interior congelado pareció astillarse cuando el dolor de ver vulnerable al lobo caló en su corazón. No era este hombre bestia el que lo cautivó al punto de rumiar planes absurdos para tenerlo. Para hacerlo suyo y, por supuesto, entregarse a él si es que... No consiguió detener su jadeo.
—Seokjin —habló, queriendo que su voz trasmitiera el arrepentimiento que lo golpeó y lo quebró.
Seokjin adivinó sus pensamientos porque dijo:
—La imprimación no requiere mordida, basta que sientas.
Sentir era incorrecto en este contexto, con un lobo que gruñó complacido al verlo aspirando bocanadas de aire que no necesita para aliviar los síntomas de este grave e insólito padecimiento. Cayó de rodillas, sujetándose el pecho, atajando una herida invisible que sangró ácida y develó la frágil coraza que lo protegía de sentir cualquier vestigio de emociones humanas. Había renunciado a aquellos sentimientos cuando probó la dulce y cobriza sangre de un ingenuo humano y aceptado que su naturaleza era la bestialidad.
—¿Qué me has hecho? —lamentó no haber oído consejos sabios que le pidieron que viole el Tratado y haga su voluntad sin pedir disculpas o permiso. En su lugar, escuchó a Jieun que, sin embargo, no hizo más que orientarlo a que halle por sí mismo la verdad de lo que deseaba.
Y lo que más deseaba era a Kim Seokjin. Ya no era relevante el modo en que sucediera la alianza, o si él estaba en desventaja en el acuerdo. Se conformaría con lo que fuera que el lobo ordenase. Por eso, y nuevamente como leyendo su mente, asintió al comando que exigió:
—Libérame, Jongsuk.
Se arrastró con su voluntad todavía insistiendo que tome las riendas de la situación, mas el reconfortante calor que lo abrasó mientras se acercaba a Seokjin facilitó que continúe andando. Cuando estuvo a su alcance, no obstante, lo primero que hizo fue tomar el rostro de Seokjin, que se percató del temblor de sus manos, y sin decirlo reconocer la derrota. Besó la sonrisa petulante del lobo, degustando el trago amargo de la rendición a la par que se embriagó de dicha porque no era el único afectado por las sensaciones de imprimación. La sumisión del vampiro era en exacta medida que la del lobo y entre besos firmaron su alianza. Pero no se detuvieron allí, en apenas besos y mordiscos que sangraron y alimentaron al otro.
Ambiciosos, buscaron más.
Jongsuk se apresuró a romper las cadenas, masajeando las zonas envenenadas y prometiendo que no volvería a hacerlo. Por su lado, Seokjin perdonó los malos modos de convivir del vampiro con lo que sienten por el otro y reclamó un beso rabioso. Lamió los labios magullados de Jongsuk y penetró con su lengua la boca fría del vampiro. Lo rodeó con los brazos, no quejándose cuando la tensión de su cuerpo entumecido por el cautiverio le reclamó la falta de movimiento.
—¿Será a tu modo, entonces? —susurró Jongsuk, dejándose caer de espaldas y mostrando su garganta al lobo.
Seokjin olisqueó la piel del vampiro, reconociendo el aroma de su pareja y percibiendo el miedo que esta trató de enmascarar. Aun así, la fragancia que aturdió sus sentidos fue la lujuria. Las feromonas de Jongsuk, con las que mareaba a sus presas para alimentarse en Seokjin apenas incentivaban a que hunda sus dientes y rasgue la piel. Lo que, en efecto, hizo.
La mordida del alfa en un beta u omega tendría efectos placenteros, puesto que era la máxima aspiración de la raza. Aun así, funcionaba en otras especies, pero con un costo alto de dolor. Jongsuk aferró sus cabellos y no parecía decidirse entre empujarlo o acercarlo para que siga bebiendo su sangre envenenada. Tal cual la plata, la sangre de Jongsuk intoxicaría a Seokjin para convertirlo. Solo que, por no ser humano, no afectaría demasiado su organismo.
—Mío —se jactó Seokjin una vez lamió la herida para que cierre.
—Tan primitivo —rezongó Jongsuk, una sonrisa extasiada plantada en su rostro ceniciento—, mi turno.
Y tal como él antes, Seokjin presentó su garganta. Pero Jongsuk operaba diferente a los lobos, no necesitó lastimar a su pareja dejando cortes grotescos con su mordida. Apenas enseñó los colmillos y lamió la vena sintiendo el pulso acelerado del lobo en su lengua. Y mordió. Las primeras succiones hormiguearon bajo la piel de Seokjin, que se pegó a él en una sacudida sorpresiva. Casi había caído bajo el encanto del poder vampiro y espabiló cuando sintió la vida correr y agolparse en su garganta, desde donde se arrojó a la boca de Jongsuk. Para los siguientes tragos que el vampiro bebió se dejó caer sobre él para frotarse contra este. Las pulsaciones de su corazón reflejaron en su entrepierna y estuvo erecto antes de que se diera cuenta.
La luna llena, pensó Seokjin en medio de la bruma erótica, está en lo alto. Y sin mayores preámbulos, una vez Jongsuk terminó su marca, se besaron. No había prisas, ni ceremonias, lo que a continuación los ocuparía sería apenas una respuesta natural. Se desvistieron en lo que debieron ser segundos y en un abrazo íntimo se acostaron sobre la colchoneta. Dio igual que el sitio de unión fuera una celda lúgubre que apestaba a sangre y encierro, nada más allá de complacerse tendría atención por esa velada.
—Lo vuelves fácil para mí —se rio Seokjin cuando Jongsuk separó las piernas para acogerlo entre ellas.
—Dame las gracias y hazlo ya —se estiró para besarlo y Seokjin descendió para aplastarlo en su total desnudez—, ¿por qué esperamos tanto?
—Porque eres un puto reprimido emocional y no quiero casarme con alguien que no pueda decirme que me ama.
Para la posteridad, el enfrentamiento de las principales potencias comerciales consistió en rencores de raza y desentendimientos políticos. No a que uno de ellos fuese reacio a las demostraciones de afecto, por supuesto.
—Te amo, Kim Seokjin —pronunció Lee Jongsuk, desacreditando aún más el mito vampírico que versó sobre su falta de alma y, por consiguiente, de emoción. Allí, en sus ojos, hondas charcas de sangre se derramaron en lágrimas que Seokjin recogió con anhelo por probar materialmente aquella admisión—, eres un miserable y un irresoluto error en mi destino, pero no puedo concebir un futuro donde estés ausente.
—Y tenías escondida esta alma poeta, eh —bromeó Seokjin, conmovido—. Tendrás que hacerte a la idea de que no seré para siempre, pero en mi larga existencia haré mi camino a tu cama y tu corazón cuando me necesites y cuando no.
La mención de la mortalidad lupina no surtió efecto negativo en la escena. Jongsuk era consciente de ello y, aunque no fuera de conocimiento para Seokjin, tenía planes para remediarlo. Pero esto era algo posterior, en el presente, lo que imperaba era la cimentación de su relación.
Presintiendo que era momento de seguir, Seokjin besó su frente y continuó con sus párpados, su nariz, sus mejillas y boca. Suspiró embelesado por la noción de que era correspondido y que, aun cuando para el vampiro era una tarea titánica, se esmeró en desangrar su pecho para contentarlo. Si había fortuna en el destino, Seokjin creyó tenerla ganada. Así que, sin más, decidió corromper todavía más al otro. Quería destrozarlo, hacerlo irreconocible a otros ojos amantes para que, cuando lo viesen, supiesen que fue él quien lo tomó. Un sentido de propiedad incorrecto que satisfizo a su aun ofendido lobo interior, pero que dejó un vago tirón de culpa al lado humano que vivía en él. A este último, lo sepultó mientras con las manos recorría un pavimento de piel nívea que se expuso a él por voluntad doblegada.
La belleza del vampiro era insultante. Una armonía de atributos que fascinarían a quien sea, puesto que estaba en su don complacer a la víctima para la obtención de sangre. Sin embargo, los lobos eran inmunes a este efecto. Lo cual, otra vez, confirmó a Seokjin lo jodido que estaba si ante la vista del cuerpo de Jongsuk solo pudo arrodillarse y contemplar como si se tratase de una deidad a la que él rinde tributo. Tal vez lo haría, decidió. Y comenzó con las piernas; levantó una para trazar con la lengua la planta del pie y mordisquear el talón provocando una risita susurrada de Jongsuk. Masajeó los músculos hasta que sintió que se derretían ante su toque y no dejó espacio sin que sus dientes conozcan.
Era improbable que el vampiro se convierta en lobo, no al revés, pero Seokjin albergaba esa insoportable esperanza de que Jongsuk fuera de los suyos. De este modo, tendrían sus propios cachorros y acrecentarían la manada. Mas era mejor no perder la cabeza en ello. Siguió arreando suspiros entre cada caricia áspera hasta que exasperó a Jongsuk. El vampiro levantó las caderas, queriendo al fin que Seokjin se aparte de sus sensibilizados muslos donde estuvo inspeccionando lunares con los que tropezó en la piel de alabastro.
—Seokjin, por favor —mendigó el vampiro, y el lobo tuvo que esconder su torcida sonrisa antes de volver a la carga lamiendo la unión de la pierna y la cadera. Siguió bordeando el pene que, hinchado y humedecido, aguardó su turno.
Lo devoró sin aviso, sintiendo la punta del grueso pene golpear su garganta, pero no aminoró la voracidad. Succionó, disfrutando la textura tersa y degustando el sabor de Jongsuk que se agolpó en sus papilas gustativas y lo enloquecieron. Quiso comerlo enterito, y si había un refrán antiguo que rezó no entrar a la boca del lobo fue a causa de hallar un placer arrebatador en ella. Para el vampiro, no quedó más que resistir consciente a la caliente boca que lo tragó, soltándolo para lamerlo a lo largo y volver a la carga como si no se decidiese en cuál era el método más efectivo para robarle el alma por la verga. Pareció decidirse por sostenerlo entre los labios, lamiendo las pulsiones de seminal y tomándolo con una mano para masajearlo.
No tardaría en dejarse ir en esa boca de ensueño, lo supo apenas apretó los colmillos en su labio inferior sin interesarse en que lo lastimó. ¿Quién podía culparlo por ello? Nadie. Menos cuando Seokjin estiró su otro brazo y le encajó dos dedos en la boca para que moje. Sabiendo que era sensato y una gentileza del lobo no arremeter sin dilatarlo, Jongsuk desbordó de saliva aquellos dedos hasta que encontró morboso y excitante que Seokjin empuje su lengua con movimientos similares a los que hacía en su pene. Gimió, ahogado por las sensaciones y tal vez fue este su reconocimiento de que estaba listo porque Seokjin sacó sus dedos y los llevó con él, tanteando entre sus nalgas hasta que encontró la pequeña entrada.
—¿Acaso no has...? —la incredulidad de Seokjin podría haberlo enojado en otra circunstancia, pero allí solo sirvió para que reniegue y se abra más de piernas. Asintió, levantándose en sus codos para ver fijamente al lobo mientras empujaba el primer dedo en su interior—, oh, corazón de escarcha, no sabes cuánto me alegra esto.
—Eres un energúmeno —si su voz no hubiera flaqueado al final con lo que fue un inequívoco gemido placentero, tal vez el insulto habría valido.
No pudo soportar mucho en esa postura cuando otro dedo de Seokjin se hizo camino en él y volvió a quedar recostado y expuesto al deleite del lobo. Cuando este volvió a tragar su miembro, liberó lo que fue un sonido mortificante, pero con la boca llena Seokjin no pudo comentar nada al respecto. Y no es que debiera de avergonzarse. Si algo había desalentador para la promiscuidad que tanto le atribuían a los vampiros era saber que el consentimiento de sus presas y amantes era resultado de su naturaleza. Con Seokjin no. Así que, aunque él tampoco lo dijo, entendió que esto era correspondido en igual medida.
—Suficiente, vas a sentirme por días —se rio Seokjin, apretándole la base del pene y acariciándole el estómago para que no se corra—. Shhh, pronto.
—Más te vale, no quiero copular con un perro salvaje.
—Ni yo permitiría perderme sin hacerte mío por completo.
Seokjin le ayudó a enderezarse, dejándolo de rodillas sobre la colchoneta y moviéndose para quedar detrás de él. Jongsuk, que a sus víctimas las tomaba de pie, esperaba que con su pareja fuese diferente. Sensual e íntimo, romántico. Pero cuando sintió el abrazo apretado de Seokjin y los besos de un tenor menos rudo que los anteriores, desperdigados por su nuca, hombros y cuello, comprendió que daba lo mismo en qué postura consumasen la alianza. Buscó las manos del lobo, que descansaban en su vientre, y entrelazó una de ellas mientras que a la otra la siguió hasta su culo, donde Seokjin se ubicó aun sin penetrarlo.
—Lo mucho que esperé estar contigo, siento si lo estropeo.
—Estás bien, estamos bien —volvió la cabeza para ver a Seokjin y besarlo en la mejilla—, adelante.
Dos dedos no eran ni de cerca comparados al grosor del pene de Seokjin. Este, a medida que conquistaba centímetros en su intestino, parecía engrosarse. Y si es que recordó su estudio sobre lobos, era factible que estuviera ocurriendo así. Los lobos anudaban a sus amantes cuando estos recibían la mordida y Jongsuk aceptó, rogando que no lo lastime demasiado. Pero encontró que al moverse, la simiente del lobo anestesió su pasaje y lo aflojó para el saqueo impiadoso con que Seokjin lo cogió.
Solo porque Seokjin lo sostenía evitó caer de bruces y alzar el culo para que el lobo continúe su faena. Era tal el dolor que creyó que sangraba, pero más era la sensación de ardor placentero que a él tanto le gustaba. Amó el sexo con el lobo, y si este era el preludio de lo que explorarían como amantes, no podía estar sino agradecido con el destino. Pero el sexo, aquel pene que entraba y salía estirándolo hasta que latió acalambrado, y le temblaron las rodillas, le dio sed y sin detenerse a considerarlo llevó la mano que aferró en su estómago a la boca. Mordió la muñeca de Seokjin y succionó deprisa, saboreando el veneno de la plata, casi al compás del frenesí de sus latidos y entonces, en esa doble estimulación, sexo y sangre, Jongsuk no pudo más que arrojarse al clímax.
Enceguecedor, el orgasmo blanqueó sus ojos y lo tensó cual cuerda de arco mientras echó su semen al frente, salpicándose el estómago y drenándose sin siquiera haberse acariciado. Detrás de él, el rugido del lobo crispó sus nervios y lo hizo retorcerse y contraer su intestino que resintió el nudo cuando creció y se alojó allí, inundándolo de semen. No había otra comunión mejor que la de dos bestias saciadas y enamoradas, pero Seokjin no tenía ya huesos para soportarlos a los dos de rodillas y se vencieron sus piernas. Cayeron en la colchoneta, con Jongsuk aplastado por el lobo y suspirando cuando luego de minutos el nudo de Seokjin aflojó y se salió, expulsando algo de simiente entre sus nalgas.
—Tu lobo... —habló, con la voz gastada de jadeos y gimoteos—, ¿por qué no ha sido convocado? Es luna llena ya.
—Vendrá si lo llamo —y cuando notó la confusión en Jongsuk, explicó sin culpa—, mentí, no necesito ninguna luna para anudar, solo un vampiro que me ame como yo a él.
El vampiro de verdad trató de enfadarse. No funcionó. Kim Seokjin se apartó, no tanto, apenas para poder amoldarse a él y descansar. A Jongsuk le agradó el arrumaco y cerró los ojos, sonriendo porque no se quedaría sin su amante por esa noche. Ni ninguna de las que le siguen a esa.
FIN.
Nota:
Nuevamente me arrastras, Anaka. Debería darte vergüenza! Aunque no, porque igual me sacas del incipiente bloqueo de escritora sin que llegue siquiera a tenerlo jajaja En fin, espero esto te anime.
La verdad es que lo terminé el mismo día que te mostré el adelanto, pero me tuve que contener para no hacerlo más largo. Un logro pa' mí, je. Además, fui a lo básico y que me encanta: vampiros vs. lobo.
Ayer, anteayer o por ahí, charlaba con una chica (Patata, si andás por acá: ¡hola!), sobre que hay que hacer songfics de rock nacional. Escuchen esa canción y no me digan que no es una pieza artística, erótica, sin igual.
Quienes no sean Anaka y estén aquí por curiosidad, sepan que este shipp crack nos fascina y cómo no? han visto el potencial entre Jin y Jongsuk? Ufff. Pero si no sabés quién es este actorazo, aquí una imagen:
¡Gracias por leer!
:)
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