Capítulo 8: Sin confrontación
Dylan soltó un gran suspiro después de leer el mensaje que llegó a su celular, mientras él dormía; «Voy al trabajo. Matt se fue en la madrugada. Nos vemos más tarde. Atte.: Jake». Miró a la chica acostada a su lado y una sonrisa se le escapó. Parecía un ángel.
¿A dónde habrá ido Matt?, se preguntó de pronto. De seguro estaba con esas amistades que a él tanto le desagradaban.
Connie emitió un leve quejido al despertar. Sonrió al ver que no estaba sola. Recibió un vaso con agua de parte de Dylan y lo bebió inmediatamente.
Permanecieron en silencio por un tiempo largo, ambos sintiéndose a gusto, aunque con diferentes preocupaciones punzándoles el cerebro.
—No volveré a mi casa —afirmó ella y se miraron—. Necesito un lugar donde quedarme.
—Mis padres están cuidando a mi tía. Llegarán el lunes. Si quieres te puedes quedar acá hasta entonces.
—Gracias, pero... ¿Crees que Jake acepte alojarme en su casa?
—¿Quieres vivir con Jake? —Arqueó una ceja.
—Tiene una habitación disponible, ¿verdad?
—¿Y Emily? Su casa es más grande y es tu amiga. Estarás mejor allá.
—Allá es exactamente adonde irán a buscarme y no quiero que me encuentren. Nunca.
El silencio los invadió nuevamente. Dylan analizó la idea. Concluyó que no era una tan descabellada y así se lo hizo saber a ella.
—Gracias —mencionó Connie con dulzura después de otro rato de absoluto silencio. Observó al chico a los ojos y esperó que él hiciera lo mismo para continuar—: Por quedarte.
Dylan le sonrió. Un ruido proveniente del primer piso lo alertó en ese momento; alguien había llegado. Se levantó aprisa, ilusionado de que se tratara de Matt. Confiado en que la chica estaría bien sola, bajó hasta el primer piso. Su rostro se entristeció al darse cuenta de que fue el bajista de su banda quien ingresó a la casa.
—¿Qué ocurre? —preguntó Jake en la sala después de obtener tan frío recibimiento.
—Matt no ha llegado —informó Dylan con pesar.
—¿Crees que anda donde ese tal...? ¿Cuál era su nombre? El de la cicatriz en el brazo...
—Adam. Y sí, estoy seguro de que está allá.
—¿Quieres que vayamos a bus...?
—No —lo interrumpió con fastidio. Era una terrible idea salir en búsqueda de Matt porque sólo conseguirían pasar un mal rato.
Jake escuchó bulla desde el piso de arriba, seguido luego por el ruido de la ducha.
—¿Connie? —preguntó él, a lo que Dylan asintió como respuesta—. ¿Supiste qué le pasó?
—Así es.
Jake observó a su amigo de manera aguda.
—Ella hablará contigo —resolvió Dylan dirigiéndose a la cocina.
La preocupación provocó que se le antojara una cerveza bien helada. Jake lo siguió y sin más rodeos le preguntó por la situación de Matt, algo que Dylan no tomó muy bien.
—Si llega a enterarse de que te conté...
—Sólo quiero ayudar y para eso necesito saber qué sucede —explicó Jake.
Dylan se sentó en la misma silla que esa mañana botó por culpa de la furia. Bebió de su lata de cerveza hasta saciarse, sintiéndose mucho mejor con cada sorbo ingerido, mientras que Jake lo observaba desde el fregadero, de pie y de brazos cruzados.
Sabía que Jake no iba a quedarse tranquilo hasta saber qué ocurría. Tal vez no fue una buena idea pedirle que alojara ahí esos días para ayudarlo a controlara Matt, pensó después
—Está desesperado por obtener dinero porque creo que está endeudado con alguien —informó Dylan—. Y me ha comentado que quiere dejar la escuela y buscar un trabajo.
—¿Eso es todo? —cuestionó el tatuado chico luego de una pausa.
—Sí —mintió.
—De ser así, no debes preocuparte —comentó sin quedar conforme con la poca información que obtuvo—. Él debe estar pasándola bien junto a esa gente en casa de Adam. Ya verás cómo pronto lo tendremos por aquí y nos deleitará con su adorable carácter —finalizó en un tono sarcástico.
Dylan asintió con desgano, pues había ocultado lo más importante: Matt consumía opiáceos. Todo cambió para él cuando se enteró de aquello. No era un experto, pero sabía lo adictivo y peligroso que podían llegar a ser ese tipo de sustancias. Adicionalmente, esa semana vio a Matt escondiendo objetos extraños entre sus cosas. Matt no se lo confirmó, pero él sabía que eran robados.
Dylan permaneció algunos minutos ensimismado observando la lata entre sus manos, sin percatarse de que el bajista se había sentado en la silla próxima a él.
—¿Estás seguro de que no hay nada más que deba saber?
Escuchar la voz de Jake tan cerca hizo que Dylan volviera a la realidad. Asintió débilmente en respuesta antes de sacudir su cabeza, como queriendo botar toda su preocupación de una buena vez y volver a ser el alegre del grupo.
—¡Bah! Ya no me hagas caso. Él se sabe cuidar bien —mencionó tanto como para Jake como para él mismo—. Creo que me preocupo de más porque no me avisó que llegaría tarde.
Jake le entregó una expresión irónica antes de replicar:
—¿Cómo te iba a avisar si tú estabas...?
—¡Basta! Suficiente con el tema —lo interrumpió con una mirada amenazante—. No quiero discutir de nuevo.
Connie se les unió, secando su cabello con una toalla y vistiendo la ropa que el rubio le facilitó con anterioridad. Ya no lucía descompensada, al contrario, sus ojos transmitían vigor.
Ella le entregó una mirada de complicidad a Dylan, quien se levantó y salió del lugar con la intención de ir a ducharse.
—¿Podemos hablar? —preguntó ella observando el rostro del tatuado chico.
Jake le indicó que se sentara a su lado. Pacientemente esperó a que ella fuese la que comenzara la conversación, lo que no tardó en ocurrir, puesto que Connie fue directo al grano al preguntarle si podía mudarse a su casa y vivir con él.
El tatuado chico abrió los ojos de golpe. Al aturdimiento que sintió en una primera instancia se le sumó la curiosidad. Por consiguiente, Connie no tuvo más opción que contarle todo lo sucedido con sus padres el día de ayer.
—¿Por qué quieres vivir conmigo? —la cuestionó Jake con interés luego de escuchar su historia.
—Porque tienes un cuarto disponible, eres mi amigo y nadie de mi familia me encontrará si vivo contigo, por eso eres mi única opción. Seré ordenada y limpia. No te estorbaré en nada. Te ayudaré a limpiar, a cocinar, en todo lo que pueda...
—¿Dylan sabe de esto?
—Así es. —Su tono se volvió frío de forma drástica. La pregunta de Jake la colocó en modo alerta.
—¿Y está de acuerdo?
—¿Qué tiene que ver Dylan en esto? Este asunto es entre tú y yo.
Un tenso silencio se formó.
—Le pregunté su opinión porque te conoce mejor —contestó ella después de un suspiro, uno que la ayudó a calmarse y a entrar en razón.
Jake corrió su silla hacia atrás y cargó su espalda en el respaldo. De cierta forma, él requería la aprobación de Dylan antes de aceptar a la chica en su casa. Algo en su interior le advertía que debía tener cuidado, porque ellos dos tenían algo y los ensayos se efectuaban en su casa. Él sólo estaba tratando de ser precavido.
—¿Y qué dijo? —preguntó Jake.
—Que siempre estás dispuesto a ayudar a las personas cuando lo necesitan.
Jake la observó con atención, ocultando muy bien la alegría que sintió al imaginarse de nuevo viviendo con alguien más en su casa. Sin embargo, antes de aceptar debía meditar una última cosa que le estaba causando conflicto en su cabeza.
—Mira, Connie. —Apoyó sus brazos sobre la mesa—. Lo que me complica es que de un día para otro hayas cortado toda comunicación con tu familia. ¿Qué pasaría si ellos van a la policía y te declaran como desaparecida? Yo no quiero tener problemas... Ellos deben saber que estás conmigo.
—¿Eso quiere decir que me aceptas? —Sus ojos brillaron.
Jake ya no pudo evitar ocultar su alegría. La chica se abalanzó a entregarle un efusivo abrazo y él le hizo prometer que se lo contaría a sus padres, al menos a uno de ellos. Connie accedió, planeando rápidamente que se lo informaría sólo a John.
Dylan entró a la cocina vistiendo una camiseta azul y una toalla amarrada a su cintura. Se acercó a la muchacha para entregarle el celular que traía consigo, explicando que se trataba de Emily.
Esa llamada telefónica duró casi media hora. En ella, Emily le contó que Rebecca y John fueron ayer hasta su casa a buscarla, y que Rebecca se puso violenta porque creyó que le estaban mintiendo.
Connie debió contarle todo y Emily se comprometió a ayudarla en su mudanza, la que se llevaría a cabo al día siguiente.
******
Su nueva pieza necesitaba de un aseo profundo, un retoque de pintura y de varios recambios de muebles, empezando por el colchón de esponja, al cual le faltaban algunos pedazos. Parte de la madera del closet se hallaba carcomida, el cerrojo de la ventana estaba defectuoso y las cortinas eran de un color opaco y de una tela gruesa. Por falta de dinero tendría que acostumbrarse a ese panorama. Sin embargo, le urgía hacer algo con esas horribles cortinas. Se propuso consultarle a Jake, una vez que llegue de visitar a su novia Kate, si tenía otras cortinas para facilitarle.
Cuando las bolsas de basura llegaron a su límite, Connie las amarró y, sosteniendo una en cada mano, bajó por las escaleras.
Al salir de la casa encontró a Matt sentado en el peldaño de cemento, dándole la espalda a la puerta y sosteniendo un cigarro. Ella caminó con normalidad a completar su tarea. Decidió hablarle en su retorno a casa, ya sin las bolsas.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó ella en tono severo.
Matt no respondió, ni siquiera la miró. Ella lo observó un rato, con paciencia. Parecía distraído, como si no percibiera lo que ocurría a su alrededor, y la mano con la que sostenía su cigarro temblaba.
No fue hasta cuando ella le arrebató el cigarro que él se dio cuenta de que no estaba solo. Connie hizo eso porque el cigarro se consumía y las cenizas debían ser eliminadas.
Matt le contó que estaba ahí porque necesitaba la ayuda de Jake. Ella lo invitó a sentarse en la sala.
—Me puedes dar un vaso con agua, ¿por favor? —dijo él.
Ella fue de inmediato a conseguir lo que le pidió.
Matt sacó una pastilla de su bolsillo antes de beber toda el agua. Dejó el vaso vacío sobre la mesa de centro, aún tembloroso. Luego subió sus piernas al sofá y las abrazó con fuerza, como si quisiera mantenerse caliente.
Connie lo observó con interés. Lucía enfermo. Un fuerte deseo por saber qué le sucedía la invadió, pero la actitud tan odiosa del chico hacia ella en el último tiempo evitó que saliera alguna palabra compasiva de su boca. Prefirió dejarlo ahí, pues debía seguir con su tarea.
—Supe que dejaste tu casa —comentó él al verla de reojo alejarse en dirección a las escaleras.
Connie entrecerró los ojos sintiendo la ira apoderarse de ella.
—¿Y eso es un chiste para ti? ¿Crees que por ser amigo de Jake tienes el derecho de...?
—Sólo quería recalcar esa coincidencia —la interrumpió con voz fuerte.
Connie observó al chico con curiosidad, incitándolo a ser más claro con sus palabras.
—Ambos dejamos nuestros hogares —puntualizó él—. La diferencia es que a mí me echaron. ¿Qué te ocurrió a ti?
El tono que utilizó para decir aquello provocó en Connie que la ira fuese rápidamente reemplazada por la empatía. Caminó hacia él con una mirada que reflejaba interés.
Matt relató aquel momento como si estuviese hablando con un ser cercano. Aquel momento en que su padre le dijo que no permitiría que su hijo mayor prefiriera dedicarse a la música en vez de ir a la universidad a estudiar una carrera de renombre, y que tampoco iba a permitir por más tiempo que saliera por las noches y que llegara días después. Su padre lo amenazó, diciéndole que si no cambiaba tendría que irse de la casa y olvidarse de todo su dinero. Matt ese mismo día dejó su hogar.
—¿No te arrepientes? —cuestionó ella.
—En lo absoluto —dijo con un dejo de arrogancia—. Lo único que extraño es a mis hermanos... La menor cumplirá seis en tres días más. Me perderé su cumpleaños.
—Pero puedes volver y tratar de arreglar las cosas, a lo menos acordar una visita... Son tus hermanos y deben extrañarte también.
—No. Jamás dejaré que mis padres me vean así.
—¿Así? —Lo observó de arriba abajo—. ¿Así cómo te estoy viendo yo ahora?
Matt rio levemente antes de contestar:
—Debo verme como la mierda entonces.
Él continuó riéndose de sí mismo, por el contrario, Connie permaneció seria.
Posteriormente, Matt le preguntó si podría prestarle una manta para dormir un rato mientras esperaba por Jake. Ella accedió y no sólo le llevó lo que pedía, sino que también una almohada para que durmiera cómodo.
Connie volvió a su nueva habitación a retomar la limpieza, sin poder dejar atrás lo que acababa de saber.
Desde que conoció a Matt, ella ha sentido cierto interés por ayudarlo con sus problemas. No obstante, el reciente cambio de actitud tan drástico en él esas últimas semanas, sumado a la conversación que tuvo con Emily hace un mes, habían opacado ese interés.
Entre tanta sacudida de polvo, orden de ropa y movimiento de muebles, sólo una cosa le quedó clara: Debía ayudar a Matt.
Bajó al primer piso y se acercó al dormido muchacho, quien lucía agitado y tenía el rostro con sudor. Recogió el vaso de la mesilla y fue a llenarlo con agua fresca, tomando de paso un paño limpio.
Posó su mano sobre el hombro de Matt, el cual movió con cuidado. El chico despertó exaltado, como si el ligero movimiento a su hombro hubiese sido una ruidosa alarma o algo por el estilo. Se sentó de golpe sobre el sofá y con ojos bien abiertos miró a la chica.
—¿Llegó Jake?
—No, no se trata de Jake. Toma, te traje agua. —Le dejó el vaso a un costado y le pasó el paño—. Estabas sudando mucho —explicó para saciar esos confundidos ojos.
Matt bufó molesto. Hubiera preferido seguir durmiendo.
—Estuve pensando en lo que me dijiste —mencionó ella para captar la atención de Matt, dado que para ese entonces él secaba su frente—. Quiero ayudarte a que veas a tu hermana el día de su cumpleaños.
Matt, extremadamente serio, la observó sin decir ni una sola palabra.
—Podemos idear algo para que la puedas saludar —continuó ella, sin lograr alguna reacción en él, ocasionando que el ambiente se tornara tenso—. ¿Te da miedo?
—¿Por qué me quieres ayudar? —Rompió su silencio.
Ella se sonrojó, no obstante, logró mantener su cuerpo y actitud en calma para responder de forma sencilla que eso hacían los amigos.
Otro silencio se formó.
—¿Qué fue lo que te ocurrió a ti? —preguntó Matt—. Todavía no me respondes eso.
Connie caminó hacia el sillón que se encontraba a mano derecha del sofá donde estaba Matt.
—Me contaron la verdad —mencionó antes de sentarse—. Soy adoptada... Viví toda mi vida bajo una gran farsa.
—Guau... Yo pensé que te habías ido por eso de la infidelidad de tu madre.
—Pues no. Y ella no es mi madre.
Matt esbozó media sonrisa.
—Entonces... ¿Haremos algo con tu hermana?
Una hora después llegó Jake y para ese entonces el plan ya estaba armado: Connie se haría pasar por una profesora de Audrey, la hermana de Matt, e interceptaría a la sirvienta encargada de llevar a la pequeña al Kindergarten. Connie diría palabra tras palabra para conseguir dos cosas: No darle tiempo a la sirvienta de pensar y hacer que se atrase. En ese momento ella se ofrecería de llevar a Audrey al recinto, pero claro, su destino sería ir con Matt.
El día escogido para efectuar el plan no fue el del cumpleaños, sino que dos días después. Según Matt, ese lapso de tiempo les sería suficiente para preparar el vestuario que usaría Connie. Matt no se le contó a ella, pero también dejó pasar esos días esperando desintoxicarse lo suficiente para que su hermanita lo viera sobrio.
El día llegó.
Connie se encontraba muy nerviosa esperando por sus dos objetivos. La parte más importante del plan dependía de ella y quería hacerlo bien. Respiró y exhaló continuamente un par de veces hasta relajarse.
Tomó una gran bocanada de aire cuando divisó a la sirvienta junto con Audrey. Hizo una seña hacia el lugar donde Matt estaba escondido antes de caminar hacia ellas.
Esa seña le indicó a Matt que debía movilizarse hasta el sitio designado previamente para el encuentro, el cual era un parque de juegos. Al llegar ahí sacó su cajetilla, pero al poner el cigarro en su boca se arrepintió y lo retornó a su lugar. No quiso que su hermana lo viera fumando o sintiera ese desagradable aroma en su cuerpo.
Por mucho que la espera lo estuviese volviendo loco, tendría que abstenerse de fumar.
De pronto, divisó a Connie de la mano con Audrey caminando en su dirección, y para él fue lo más hermoso que había visto en mucho tiempo. La pequeña se soltó rápidamente de la mano de la muchacha para emprender una corrida hacia su hermano. Se unieron en un extenso abrazo en el que Matt estuvo a punto de soltar algunas lágrimas.
Los tres caminaron rumbo a una heladería ubicada en el centro comercial. Cuando la pequeña llevaba la mitad de su helado consumido, Matt le entregó un regalo.
—Ábrelo —ordenó él con voz dulce.
Los ojos azules de Audrey brillaron con el gigante regalo entre sus manos. Impaciente rajó el papel hasta encontrarse con un conejito de peluche color blanco y con una cinta celeste en su cuello.
—¡Qué lindo! —Se bajó de su silla para ir a abrazar a su hermano—. ¿Cómo se llama?
—Puedes ponerle el nombre que quieras. —Tomó a Audrey y la sentó en su regazo.
—Se llamará Mattie.
La pequeña dormiría desde ese día en adelante abrazada a ese peluche.
Después de los helados fueron a un área de juegos para niños, lugar en el que pasaron el resto del día.
Connie se preocupó más de la cuenta porque Matt no quiso devolver a su hermana a la hora que correspondía el término de la jornada escolar. Ella le advirtió que sus padres se preocuparían y que metería en problemas a la sirvienta. Pero a Matt no le importó. Él compartiría con su hermanita hasta que ella se hartara.
Aquello ocurrió cerca de las siete de la tarde.
—Espera aquí —le ordenó Matt a Connie antes de tomar la calle que llegaba hasta su casa.
Connie lo observó alejarse a paso lento, cargando a una dormida Audrey entre sus brazos. Encendió un cigarro cuando lo perdió de vista.
—¿Cómo te fue? ¿Qué te dijeron? —preguntó ella una vez que tuvo al de ojos azules nuevamente cerca.
Ella lo vio emprender el rumbo después de encender un cigarro. Suspiró al entender que no obtendría mayor información.
Caminaron en silencio hasta la parada del autobús. Matt aplastó la colilla y se paró frente a la chica.
—Muchas gracias por todo lo de hoy. Sin ti nada de esto hubiera sido posible —mencionó mirándola directamente a los ojos.
Connie se sonrojó. Luego bajó la mirada y se encogió de hombros, más que nada para reaccionar de alguna forma.
—¿A dónde vas? —preguntó ella al ver que el chico comenzaba a caminar en otra dirección.
—A casa de Dylan, obvio.
Ella le entregó una mirada que reflejó incredulidad.
Minutos después ella tomó el autobús que la llevaría a su nueva casa. Al llegar, se topó con Emily, quien la estuvo esperando.
Las chicas subieron al cuarto de Connie y se encerraron ahí a conversar.
—Tu padre ha estado llamándome. Le conté que estabas viviendo con un amigo de ambas, como me lo pediste —dijo Emily al sentarse en la solitaria silla que se encontraba a un costado de la ventana.
—¿Le dijiste que era un secreto?
—Claro. Le dije que no le contara a tu mam... a Rebecca.
Connie asintió en señal de aprobación.
—Me pidió también que te dijera que iba a depositarte dinero cada mes —continuó Emily—. Quiere que te compres un celular y que le des el número de Jake.
Connie se mordió el labio. En el fondo sabía que tendría que hacerlo, no podía tener a Emily de mensajera para siempre.
—Hay otra cosa más importante de la que quiero conversar contigo —prosiguió Emily—. Quiero saber qué te gustaría hacer para tu cumpleaños.
Connie la observó sorprendida. Había olvidado por completo que el próximo martes cumpliría dieciséis años.
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♫ The Verve - Stormy Clouds
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