Capítulo 6: Adicto
Dylan se levantó por su ropa una vez que escuchó bulla proveniente del primer piso, sospechando que debía tratarse de Jake preparando el desayuno.
—¿Por qué hay tanta luz aquí? —se quejó Connie con voz carrasposa.
—Porque ya amaneció —lo dijo como si fuera muy obvio.
—Ohh, mi cabeza...
Dylan soltó una risilla burlesca en su camino hacia la puerta. En comparación a ella, él estaba en perfectas condiciones. En la cocina se encontró con Jake, sosteniendo un sartén sobre la llama del gas.
—¡Mmm, eso huele bien! —exclamó Dylan asomándose por un costado de Jake para echar un vistazo a lo que cocinaba.
El muchacho mayor le entregó una mirada autoritaria que le duró muy poco. El entusiasmo de su amigo le causó alegría y no pudo evitar reír al escuchar su estómago reclamar por alimento.
—Te sirvo enseguida —indicó Jake continuando con la preparación de los hotcakes.
Un rato después apareció Brad, justo cuando el agua comenzó a hervir. Él llenó las tazas de cada uno y se sentó al otro extremo de la mesa ubicada en la cocina.
—¿Y Connie? ¿No bajará a comer? —preguntó Jake mientras repartía las correspondientes porciones.
Dylan le entregó una suspicaz mirada.
—Los vi subir anoche, pero nunca bajar —explicó Jake, leyéndole la mente a su amigo y sin ocultar lo molesto que estaba con respecto a ese asunto.
—Sigue dormida —contestó Dylan antes de introducir en su boca un pedazo de hotcake.
Dylan, sentado en la punta de la mesa y dándole la espalda a la entrada, se disponía a tomar de su café cuando sintió un fuerte golpe detrás de su cabeza, uno que le hizo derramar algo de líquido sobre su ropa. Se levantó de forma brusca para entender luego que el causante del golpe había sido Matt.
—¿¡Qué te pasa, idiota!? —Lo enfrentó furioso—. ¡Me quemé, maldición!
—Bien merecido te lo tienes —mencionó Matt esbozando una leve sonrisa.
Dylan hizo un ademán de abalanzarse sobre su mejor amigo, cuyo acto se vio interrumpido por Jake. El tatuado chico extendió los brazos entre ambos, logrando que se mantuvieran separados el uno del otro. El afectado continuó quejándose, furibundo. Arremetió una vez más con querer abalanzarse en contra de Matt, pero Jake estuvo ahí para impedirlo otra vez.
—Eres un maldito hijo de puta, ¿lo sabías? —escupió Dylan mirando a Matt después de recibir un paño por parte de Brad, con el que empezó a secarse.
—¿Yo? ¿Y qué hay de ti? Tuve que dormir en el sofá porque se te ocurrió coger anoche.
Dylan se quedó callado, sintiendo todas las miradas sobre él.
—Por favor, ¿pueden tranquilizarse? —Brad rompió el incómodo silencio que se formó.
—Como sea, no tenías por qué pegarme. —Dylan fue a buscar un plato para sacar otraporción de comida—. Te recuerdo que es mi pieza.
Dylan fue muy punzante en eso último. Sabía lo mucho que le dolía a su mejor amigo haberse quedado sin hogar y siempre era muy cuidadoso con las palabras que ocupaba, teniendo que ceder en muchas ocasiones ante peticiones o actitudes que le molestaban de parte de Matt. Aquella vez fue diferente.
—Teníamos un acuerdo —puntualizó Matt con ojos apenados.
—¡Pues lo olvidé!
El acuerdo era que, en caso de que Dylan necesitara la habitación para él solo, debía avisarle a Matt.
Anoche, cuando Matt fue a acostarse, se encontró a Dylan y Connie dormidos en la cama. Una extraña y real sensación de desconcierto lo invadió en ese momento, una que no fue producto de las drogas en su sistema. Luego la ira fue lo único que sintió porque las otras habitaciones eran para el resto de los chicos, dejándole únicamente la opción de dormir en el sofá.
—No es necesario que te vayas, Dylan —mencionó Jake cuando lo vio en dirección a la salida, cargando un plato y un tenedor.
¿Para qué seguir ahí si todos lo estaban juzgando?, pensó Dylan. Seguía muy molesto con Matt y lo mejor era alejarse de él o terminaría golpeándolo.
Al subir por las escaleras, decidió que hablaría con sus padres para solicitar que le pasaran el cuarto de su pequeño hermano a Matt. Así estarían ambos más cómodos. Eso fue lo único favorable que rescató de toda esa situación.
De vuelta en su pieza, se percató de que la chica seguía dormida. Dejó la comida sobre su escritorio e inmediatamente se quitó su pantalón húmedo, quedando en ropa interior. Ver su piel levemente rojiza lo hizo volver a enojarse y maldecir contra su mejor amigo.
Volvió a tomar el plato y lo dejó sobre la mesilla, al lado de la chica. Se sentó a la orilla de la cama, despertándola de esa manera.
—Te traje desayuno —indicó él apuntando el plato.
—¿Qué hora es?
Dylan miró su reloj despertador: eran las 10:16 am. Connie pegó su espalda a la pared, cubriéndose con las mantas. Corrió su pelo por detrás de sus orejas y Dylan le entregó el plato que había traído para ella.
—¿Qué te pasó? —preguntó Connie con preocupación cuando vio el muslo desnudo de su compañero.
Dylan le respondió que fue un estúpido accidente. Sonrió ampliamente al verla comiendo con rapidez.
—Estaba bueno —comentó algo sonrojada por lo rápido que comió.
Dylan cambió su postura y se colocó serio. Las preguntas que surgieron anoche no había podido sacarlas de su cabeza y necesitaba obtener respuestas. A su parecer, ese momento era idóneo para aquello, ya que se encontraba lucido y ella accesible.
—Necesito preguntarte algo —sentenció él.
—¿Sobre lo que pasó?
—Más o menos... —Hizo una pausa, la cual lo ayudó a decidir con cuál tema comenzar—. ¿Cómo supiste que yo tenía coca?
La chica le entregó una sabionda mirada.
—En la fiesta anterior vi cómo un chico te entregó algo blanco en una bolsa pequeña que escondiste muy rápido. Yo sólo até los cabos sueltos.
Dylan frunció sus labios y Connie tomó ese gesto como una mala señal.
—¿No debía saberlo? —intuyó ella.
—Da lo mismo. —Rascó su cabeza al sentirse incómodo—. En verdad... No lo sé... Todo esto es muy raro para mí.
—¿Qué es lo raro?
Él no pudo formular las palabras en su cabeza porque sintió mucho miedo de lastimarla. No quería provocar que ella escapara enojada, al igual que anoche.
—¿Acaso es raro que siendo amigos hayamos compartido algo de coca y luego follado? —lo incitó ella.
—¡No! —Se levantó de la cama de forma abrupta—. Lo raro es que pensé que eras diferente.
Por el rostro de impacto que le entregó la chica, Dylan se arrepintió inmediatamente de haber dicho eso. Regresó a la cama y envolvió la mano de ella con las suyas.
—No estoy diciendo que haya estado mal, que quede claro eso. Soy yo el idiota que no lo notó antes... No tengo ese talento de atar los cabos sueltos, como dices tú. Si no lo veo con mis propios ojos, jamás hubiera pensado que tú también consumías coca.
—Sigo sin entender qué es lo raro para ti. —Soltó su mano—. Y creo que estás cavando tu propia tumba al no cerrar tu boca.
Ella se levantó, desnuda, y fue en búsqueda de su ropa.
Paralelamente, Dylan desvió la mirada a otra dirección después de ver cómo las sábanas dejaban el cuerpo de la chica. Sintió un cierto grado de culpa por no poder expresarse bien. Recordó de pronto lo que ella le dijo hace un tiempo atrás sobre los secretos. Decidió que dejaría el miedo detrás y hablaría con sinceridad.
—Pensé que eras de esas chicas tranquilas y que lo más alocado que habías hecho en tu vida había sido salir sin permiso de tu mamá —explicó luego de una pausa, una que le dio el tiempo suficiente a ella de colocarse su ropa interior.
Existía otra cosa que lo tenía inquieto y estaba seguro de la respuesta, de todas formas, quiso corroborarlo:
—Lo de anoche no fue tu primera vez, ¿cierto?
—Pues lamento haberte decepcionado —ironizó por encima de su hombro mientras abrochaba sus pantalones.
Dylan se levantó para rápidamente colocarse frente a ella.
—Fue mejor así —dijo mirándola a los ojos—. Fue mejor de lo que hubiera imaginado, Connie. Y si te ofendí, lo siento mucho, no era esa mi intención.
Con su mano ella se abrió paso, empujándolo hacia un lado para ir por su blusa.
—A mí también me gustó —confesó ella, provocando una sonrisa en él—. Y sólo eso debería importar.
—Sí, sí. Soy un idiota.
—En eso concuerdo contigo.
Él esbozó una radiante sonrisa.
******
Rebecca le confesó todo a su esposo la misma noche que Connie huyó. Como era de esperarse, John lo tomó muy mal. Lo peor era que Rebecca no estaba arrepentida; ella culpó de todo a su marido por dejarla de lado y priorizar su trabajo, sin comprender que John lo hizo exclusivamente para darle la vida que ella siempre quiso.
John durmió en un hotel las primeras dos noches después de enterarse del engaño. Luego se mudó a la habitación para huéspedes que había en la casa.
Por otro lado, toda esa situación mantuvo muy apenada a Connie. Nunca pensó que le afectaría tanto el hecho de que sus padres discutieran y durmieran en habitaciones separadas, porque nunca los vio tan cercanos tampoco.
Ella despertó temprano al escucharlos discutir. El altercado se volvió intenso con rapidez y los gritos de parte de ambos se sumaron a la escena. Tal parece que todo empezó porque Rebecca pasó la noche afuera.
«Esta es la gota que rebalsó el vaso. ¡Me voy de aquí!», fue lo último que le escuchó decir a su padre, acompañado luego de un portazo en la puerta.
La chica se escapó por su ventana, como en más de una oportunidad lo hizo en el pasado. Las palabras de su padre le dieron a entender que él se iría de la casa. No lo culpaba, ella haría lo mismo, no obstante, la aterró de sobremanera la idea de vivir a solas con Rebecca.
Por ser sábado, día de ensayo, decidió ir hasta la casa de Jake. Muy a su pesar, la casa se encontraba vacía. Había olvidado por completo que Jake trabajaba hasta las dos de la tarde los días sábados.
Rendida se sentó sobre el escalón de cemento que había en la entrada de la casa. Debía idear qué hacer durante esas horas para no caer en el aburrimiento.
De repente, vio al auto de Jake estacionarse en frente. Era su día de suerte, pensó rápidamente. Desde donde estaba vio a Matt bajar de la parte trasera y a Jake ir hasta ese lugar. Observó asustada cómo ambos chicos ayudaban a Dylan a bajar del auto y a caminar en dirección a la casa.
Se apresuró en ir hacia ellos.
—¿Qué pasó? —les preguntó al notar que Dylan estaba lastimado.
—Rápido, saca las llaves —ordenó Jake enseñándole el bolsillo izquierdo de su chaqueta.
Connie lo obedeció. Con las llaves en sus manos corrió hasta la puerta. Los muchachos entraron con prisa, casi a tropiezos, y dejaron a Dylan sobre el sofá, quien tenía una contusión a un costado de su frente, se quejaba de su tobillo y le dolía la cadera.
Matt se sentó en uno de los sillones y dejó la mochila negra que traía consigo en el suelo, a un costado. Connie notó que, tanto él como Dylan, estaban vestidos completamente de negro y llevaban puestos unos guantes del mismo color. No pudo sacar conclusiones al respecto porque Jake comenzó a regañar a gritos al par de muchachos.
—Me tienen harto con sus pendejadas. Estoy atrasado para ir el trabajo, pero claro, ¡les importa en lo más mínimo! ¿Acaso no piensan en los demás? No estaré ahí siempre para salvarles el pellejo. Es más, para la próxima vez me haré el sordo y tendrán que arreglárselas solos. ¡Ya es el colmo! —dijo paseándose de un lado a otro.
Jake miró el rostro de sus dos compañeros de banda, lo que lo hizo enfurecer aún más.
—¿No tienen nada que decir? ¿Ni siquiera me agradecerán?
Ni Matt ni Dylan respondieron. Ambos chicos sabían que cualquier cosa que dijeran enfadaría más al tatuado muchacho. Connie, en cambio, los observó a todos en silencio, sin entender qué ocurría.
—Como sea. Me iré al trabajo. No quiero ver más el rostro de tarados que traen —sentenció Jake caminando hasta la puerta. Se detuvo al recordar que la chica también estaba ahí y se volteó para preguntarle—: ¿Te quedarás?
Ella asintió y Jake bufó.
—Llamaré a Brad y le diré que el ensayo se adelantó. No confío en ninguno de ustedes para dejar a cargo mi...
—Estaremos bien, Jake —lo interrumpió Dylan al sentir que su amigo estaba sobrepasando la línea de la exageración.
—¡Ja! ¿No me digas? Cada día se superan más en sus estupideces y si...
Jake continuó con el tedioso sermón y Matt le entregó a su mejor amigo una aguda mirada, una que literalmente decía que no debió haber abierto la boca.
—¡Por Dios! ¿Qué razones le dieron a ese hombre para estar así de enfadado? —los interrogó Connie después de que Jake finalmente dejara la casa.
Jake tenía una apariencia de chico rudo. Intimidaba demasiado a primera impresión, pero en realidad era una de las personas más amables que alguien podría llegar a conocer. Era incapaz de lastimar a otro ser vivo, por algo era vegetariano, y siempre que alguien lo necesitase, él haría todo lo posible por ayudarlo. Tenía mucho carácter, pero siempre trataba de arreglar las cosas hablándolas con calma. Por eso para la muchacha fue muy extraño verlo en esa faceta.
—Fuimos a una tienda a...
—No le digas —interrumpió Matt, entregándole una mirada desafiante.
Dylan lo miró por unos segundos y luego retornó a la muchacha. Después de todo lo que había pasado con ella, no tenía razones para ocultarle algo. Decidió ignorar a su amigo y prosiguió con la historia:
—Fuimos a una tienda a robar algunos objetos y cuando huíamos un auto me golpeó.
Matt se levantó en medio de la explicación y abandonó la sala. Connie lo siguió con la mirada. ¿Qué le ocurría?, pensó ella. Esa semana se había comportado muy extraño con todos, en especial con ella.
—Ignóralo —ordenó Dylan, ocasionando que la mirada de la chica retornara hacia él—. Se está quedando sin dinero y sin cosas para vender, por eso anda así de insoportable.
—¿Y esa es razón para robar?
Dylan suspiró e hizo un gesto de desgano antes de confesar:
—Fue su idea... Está desesperado. No contar con dinero siendo un adicto lo tiene mal. Yo sólo quería ayudarlo.
Una alarma se encendió inmediatamente en la cabeza de la chica. ¿Adicto? Eso sonaba muy fuerte. ¿En qué momento pasó Matt de fumar marihuana a ser un adicto que necesita robar para comprar drogas?
De esa forma comprendió que el decaimiento en el aspecto físico de Matt durante esa semana debió ser ocasionado por esa adicción, no por dormir mal o por los problemas con su familia, que fue lo que ella pensó en primera instancia.
Por la forma en que Dylan le contó aquello, supo que no mentía y lo valoró. Aun así, enterarse del problema de Matt de esa forma la hizo sentir una extraña sensación en su estómago.
Se sentó al lado de su compañero y colocó su mano sobre la rodilla de él para hacerle entender que no lo juzgaba.
—¿Tú qué haces acá? —preguntó de pronto Dylan.
—Mis padres discutieron. Creo que mi papá se irá de la casa. No quiero pasar este día junto a la loca de mi madre.
Dylan ladeó su cabeza, como un cachorro que no entiende qué sucede.
—Si mi padre se va de la casa yo me voy con él. Así de simple. No tengo siquiera que pensarlo. No me imagino viviendo a solas con mi madre —soltó Connie.
—¿Y si él se va a otra ciudad?
—No, no. Su trabajo está acá. No sería capaz de dejarlo.
Dylan acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja de la chica.
—No me gustaría que te fueras —comentó él—. Todo se ha puesto difícil últimamente y no me gustaría quedarme con una amistad menos.
—¿Lo dices por Matt?
—Sí, por Matt y por el estado de salud de mi tía —mencionó con aflicción—. Ella es la hermana mayor de mi madre y es muy cercana a mi familia. Le diagnosticaron cáncer y el médico le dio dos meses como esperanza de vida.
—Oh... Lamento mucho oír eso.
—Sí, es lamentable. Pero ella está con ganas de dar la batalla y yo con mis padres tenemos toda la intención de ayudarla con eso.
Ella le sonrió con dulzura. Segundos después lo observó con fijación y humedeció sus labios antes de preguntar:
—¿Traes coca contigo?
—No... Lo siento —contestó él con seriedad—. Pero puedo conseguir marihuana si quieres.
—No, no te preocupes. Da igual.
Dylan le sonrió con alegría. Esa nueva etapa de mayor comunicación en su amistad le comenzaba a gustar, y mucho.
—¿Me harías un favor? —preguntó él con cierto grado de malicia en su mirada.
Connie arqueó una ceja, entendiendo el doble sentido.
—¿Me traerías, por favor, una bolsa con hielo? —continuó él.
Ella le entregó una expresión de alivio. Fue hasta la cocina y al volver colocó la bolsa con hielo en el tobillo del chico.
—Esto me recordó algo —comentó Dylan de pronto—. ¿Cómo está tu pierna?
—Mi pierna está bien. ¿No crees que haya que colocar hielo aquí también? —Tocó el chichón en la frente de Dylan, provocando que él saltara levemente por el dolor.
Aquello provocó una sonrisa malvada en Connie.
—Borra inmediatamente esa sonrisa de tu rostro —ordenó él en tono juguetón—. Estoy convaleciente, merezco un buen trato.
La risa de Connie se vio interrumpida por el sonido de unos golpes en la puerta. Se trataba de Brad. El pobre chico creyó que el ensayo de verdad se había adelantado y con prisa entró en la casa cargando su patineta.
Cinco horas después comenzaba el ensayo, pese a todas las complicaciones previas. Cuando ellos tomaban sus instrumentos, las peleas y los problemas personales quedaban siempre atrás.
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♫ 311 - Beautiful Disaster
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