Capítulo 4: Pintando el Camino
En la escuela, durante la hora de colación, Connie le contó a su mejor amiga sobre el beso con Dylan. En un inicio, Emily reaccionó bastante sorprendida con la noticia. Más tarde, tuvo que aceptar la resignación por haber fallado por completo en su intuición.
—¿De qué hablas? —cuestionó Connie.
—Estaba segura de que quien te interesaba era Matt —reveló Emily—. Creo que todos esperábamos que pasara algo entre ustedes.
—¿Qué? ¿Cómo que todos?
—¡Pero claro! Por la forma en que se miran los dos pensé que se gustaban, ¡y terminas involucrándote con su mejor amigo! —exclamó entre risas.
Connie se levantó. Tomó su bandeja y caminó hacia la salida, con las quejas de Emily a su espalda, cada vez más lejanas.
«Creo que todos esperábamos que pasara algo entre ustedes», esas palabras la hicieron pensar. En su caso, era cierto que miraba a Matt de una forma diferente, debido a que su misteriosa forma de ser la cautivaba de una manera inexplicable. Dicha intriga era comparable con lo que provocó en ella su primer amor.
¿Y Dylan?
Eso era incluso más difícil de explicar. Dylan era definitivamente lo opuesto a sus gustos en cuanto a hombres. Su personalidad extrovertida, sociable y relajada, sumado a su atractivo físico, lo convertían en un chico encantador para cualquiera. Al final, el paquete completo terminó por atraerla, lo suficiente como para responderle el beso. Se sonrojó un poco al recordarlo.
Pareciese que de tanto pensar en el chico de cabellera rubia terminó por invocarlo, porque lo vio acercándose mientras ella iba en dirección a su casillero.
—Te tengo una invitación que no podrás rechazar —dijo él con actitud confiada—. Mañana tenemos que ensayar en casa de Jake y queremos que ustedes vayan un rato. Tú y Emily. ¿Qué dices?
Dylan esperó algún cambio en el rostro de la chica, uno que le indicara que la idea le parecía entusiasta. Sin obtener respuesta, prosiguió:
—Después se pueden quedar a cenar. ¡Anímate! Estoy seguro de que Emily querrá ir.
Connie lo miró con fijación, teniendo en mente lo ocurrido ayer en la fiesta.
—Dime la verdad, ¿será una junta tipo parque o tipo fiesta? —soltó ella en un tono venenoso, causando confusión en él. Luego explicó—: Estilo parque con comida y plática, o estilo fiesta con alcohol y yerba.
Dylan le sonrió con malicia antes de agregar:
—Te faltó incluir el beso.
Ella se giró en otra dirección para que no la viera sonrojarse abruptamente. Dylan con prisa se colocó frente a ella para evitar perder el hilo de la conversación.
—¿Qué estilo te gustaría que fuese? —cuestionó él con curiosidad.
—Me da lo mismo. Sólo no actúes como si fuese estúpida y no entendiera lo que pasa a mi alrededor.
—No más secretos —prometió él antes de sacar de su bolsillo un papel que había escrito con anterioridad, el que contenía la dirección de la casa de Jake.
Connie bajó la mirada al papel que sostenía entre sus manos mientras que él se alejaba.
—¡Te veo mañana! —gritó Dylan a unos metros de distancia—. ¡Recuerda que me debes algo!
Ella bufó y guardó el papel en su bolsillo.
******
Jake recibió a Connie y Emily con bastante amabilidad antes de guiarlas hasta al garaje. Se disculpó un momento y salió de ahí mientras el resto de los chicos ordenaba los instrumentos.
Emily fue donde Dylan para pedirle su guitarra.
—¿Tocas? —le preguntó Brad a Emily cuando la vio colgándose la guitarra al hombro.
Emily tocó un poco para adaptarse al instrumento. Medio minuto después empezó a tocar los acordes de la canción I Love Rock 'N Roll de Joan Jett & The Blackhearts. Los chicos de la banda se miraron entre sí con entusiasmo y quedaron boquiabiertos cuando Emily le sumó canto a su espectáculo.
—¡Vaya! Ya te tenemos reemplazo, Dylan —comentó Brad en tono de broma una vez que Emily se detuvo.
Todos rieron, incluso el aludido.
—¡Toca otra! —la animó Brad camino a la batería.
Jake apareció más tarde para informar que en el comedor dejó una bandeja con varios emparedados. Matt aprovechó el momento y salió de ahí en silencio. Los demás chicos se miraron entre sí; no fue necesario preguntar, querían seguir tocando canciones.
Sólo Connie y Dylan acompañaron al mayor hasta el comedor.
—Los que tienen la aceituna arriba son sin carne. Los de esta mitad son de pollo y el resto es de atún —explicó Jake, apuntando a los emparedados.
Dylan tomó un plato, agarró un emparedado de pollo y retornó al garaje. Por otro lado, Connie se vio ahí, en el comedor, repentinamente a solas con Jake. Por cómo lucía la mesa, supuso que él había preparado todo para que sus amigos comieran sentados allí.
—Puedes tomar uno y llevártelo también. Yo de todas formas tengo que ir a preparar la cena —mencionó Jake de manera relajada después de notar nerviosismo en la chica.
Connie negó con la cabeza. Corrió una de las sillas hacia atrás y se sentó. Jake la imitó.
—Mmmm... ¡Está delicioso! —dijo ella después de tragar un pedazo de su emparedado de atún—. Cuéntame, Jake, ¿vives con alguien aquí?
Jake le contó que antes vivía con sus abuelos maternos, quienes lo criaron como un hijo. Su abuelo falleció hace tres años y su abuela el año pasado. Le dejaron la casa, el auto y el perro de la familia, quien falleció hace cinco meses producto de la edad. Vive solo desde entonces.
Connie sintió su pecho contraerse porque fue una historia bastante triste de escuchar. Sintió una cierta conexión con él por ser hijo único, lo que los diferenciaba del resto de sus amigos.
—Esta casa se siente muy vacía sin ellos —continuó Jake—. Pero mi trabajo y la banda me mantienen distraídos. Además, estoy saliendo con alguien.
Jake se levantó la manga de su camiseta y le enseñó los recientes tatuajes que adornaban su piel. Eran todos de estilo realista y mayoritariamente en negro y gris.
—Su nombre es Kate. Ella me tatuó.
Connie le sonrió con alegría. Se notaba que estaba feliz con esa relación.
Brad, Dylan y Emily se les unieron después para comer junto con ellos. Connie preguntó inmediatamente por Matt y los chicos le respondieron que no lo habían visto hace rato.
—Debe estar afuera —mencionó Jake al levantarse—. Guarden apetito. Voy a preparar la cena.
Connie también se levantó y lo acompañó a la cocina. Le ofreció su ayuda y el tatuado chico le indicó que podía pelar las verduras.
Un momento más tarde entró Matt a servirse un vaso de gaseosa. Connie dejó de pelar la papa que tenía entre sus manos y observó cada movimiento que él realizó, sin dejar de escuchar lo que le decía Jake sobre una anécdota ocurrida en su trabajo.
Matt bebió su vaso y salió de ahí, desconociendo totalmente que Connie quería seguirlo y preguntarle en dónde se había metido, o bien, saber por su día. Ella se apresuró en terminar con el quehacer que Jake le había encargado antes de salir a buscarlo.
Se escabulló hasta el patio trasero esperando encontrarlo ahí, y así fue. Matt estaba sentado en un banquillo, escribiendo en una pequeña libreta. Hasta ese momento, Connie no se había percatado de que él era zurdo.
El chico le entregó una mirada repleta de confusión y Connie se heló, sintiendo que había interrumpido su momento de paz.
—¿Me convidas un cigarro? —preguntó ella después de tragar saliva.
—Espera aquí.
Él se levantó. Guardó la libreta y el lápiz en sus bolsillos antes de entrar a la casa.
La chica aprovechó su ausencia para soltar el aire de sus pulmones. Frotó sus palmas por sobre su pantalón al notar que sudaban más de lo normal.
Matt volvió sosteniendo una cajetilla y su encendedor. Colocó un cigarro entre sus labios y le enseñó la cajetilla a Connie. Encendió ambos cigarros.
—Me contaron que tú y Emily fueron a la fiesta —mencionó él después de soltar el humo por su boca—. Dime, ¿Qué te pareció?
Connie hizo una pausa. Vino a su mente la escena de él riendo a más no poder por encontrarse bajo el efecto de la marihuana, muy opuesto a la imagen que ha visto de él desde que llegó.
—Estuvo... Interesante —respondió ella con una dramática pausa entre medio.
Matt la observó en silencio por unos segundos, pensativo. La comisura de su labio se arqueó antes de contestar:
—Entonces, ¿no tienes ningún problema con que fumemos marihuana con los chicos?
Connie abrió los ojos en sorpresa, sintiendo de pronto que le habían leído la mente.
—Pensábamos que dejarían de hablarnos si lo sabían —agregó él.
—Cada uno tiene sus propios vicios, supongo.
En ese instante ella quiso preguntarle si consumía alguna otra sustancia, pues sabía que Dylan sí lo hacía. Prefirió ahorrarse la pregunta, quizá por miedo a su reacción, o simplemente porque no le iba a gustar la respuesta.
Emily apareció un minuto más tarde para avisar que la cena estaba lista.
Matt aplastó la colilla y entró a la casa sin decir palabra alguna. Durante la cena él también se mantuvo en silencio. Connie presintió que algo sobre la fiesta lo tenía molesto, porque mientras comían volvió a reaparecer ese tema y su lenguaje corporal reflejó mayor incomodidad.
—¿Qué planes tienen para mañana? —preguntó Emily al finalizar su comida.
Emily invitó a todos a su casa. Para convencerlos, les dijo que tenía videojuegos y una piscina, logrando que los chicos aceptaran de inmediato.
Matt se disculpó y se levantó de la mesa. Emily se levantó después para realizar una llamada telefónica. Luego fue Dylan quien dejó el comedor para llevar los platos sucios hasta la cocina.
Connie en ese momento recordó que en la fiesta se besó con Dylan. Quizá Matt estaba molesto por eso, pensó.
Siguió el mismo camino que recorrió Dylan hace un rato y al entrar a la cocina lo vio frente al fregadero.
—¿Vienes a ayudarme? Qué linda —comentó él de forma coqueta.
Connie, sin inmutarse, tomó uno de los paños y empezó a secar los utensilios que ya estaban lavados.
—Necesito preguntarte algo —mencionó ella.
Dylan pausó su actividad. Secó sus manos y le prestó toda su atención a la muchacha.
—¿Le contaste a alguien que nos besamos?
—No, ¿por qué? —Frunció el ceño—. ¿Tú le contaste a alguien?
—Obvio que sí, a Emily.
—¿En serio? —Esbozó una radiante sonrisa—. Eso significa que fue especial.
—¡Claro que no! —Se sonrojó—. Ella es mi mejor amiga. Es mi deber contarle cosas como esas.
—Eso me recuerda que me debes algo —puntualizó él en un tono más grave.
—Oh, basta. No estoy de ánimo para juegos.
—¿Quién está jugando?
Ella resopló, sintiendo su corazón latir a toda prisa producto de la ira. Tenía que terminar con eso pronto.
—Entonces, seré más directa: Yo no te debo nada. No quiero que vuelvas a mencionar eso de nuevo, ¿entendido?
Dylan la observó pasmado. Una media sonrisa fue apareciendo lentamente en su rostro.
—Muy bien. Esta será la última vez que lo menciono —prometió él—. Pero quiero que sepas que no le he contado a nadie de nuestro beso porque me gusta la idea de que sea nuestro pequeño secreto.
Connie se sintió como una idiota. No creyó en sus palabras, su faceta de galán no lograba engañarla, aun así, sintió que había sido muy áspera con él.
—Dylan, espera. —Caminó hacia él cuando lo vio alejarse—. No estoy molesta contigo ni nada parecido, sólo me molestaba que dijeras tan seguido que te debía un beso.
—Está bien, lo entiendo. No te preocupes. —Le sonrió—. Buscaré otra forma de coquetear contigo, una que no te moleste.
Si ella quería mantenerlo alejado, ese era el momento preciso para decírselo. No obstante, sus labios se mantuvieron cerrados.
Emily entró a la cocina para avisar que su madre, Margaret, estaba afuera esperando por ellas.
Durante el viaje a casa, Emily convenció a Connie de que se quedara a alojar con ella esa noche. Emily sintió que debía tener ese tiempo extra con su mejor amiga para conversar sobre algo que le estaba causando ruido en su cabeza. No tardó mucho tiempo en exponerlo porque lo hizo tan pronto entraron a su pieza.
—Entonces, ¿Quién te gusta? ¿Dylan o Matt?
Connie la observó perpleja.
—Te vi hablando a solas con los dos —explicó Emily—. Dime quién es el que te gusta.
—Ay, Emily. Hablé con Jake casi toda la tarde, ¿por qué no lo incluyes también en la lista?
—Te conozco. Dime quién te gusta para ayudarte y evitar que hagas alguna estupidez. —Se sentó al borde de la cama.
Connie suspiró. Necesitaba desahogarse, ¿y qué mejor que con Emily? La única persona que conoce su trágica historia de amor y que estuvo ahí para apoyarla cuando era nada más que un montón de pedazos rotos.
—Matt me recuerda muchísimo a Ian —soltó Connie ya sin reparo. Ian fue su primer y único amor—. Creo que estoy tratando de llenar el vacío que dejó él con Matt.
Qué bien se sentía sacárselo del pecho, reconoció Connie para sus adentros.
—Entonces, ¿sigues enamorada de él? —inquirió Emily.
—No. Por supuesto que no. Sólo extraño esa sensación que sentía después de que Ian se abriera conmigo, ¿me entiendes? —Se sentó al borde de la cama también, a un lado de Emily—. En ese sentido, siento que Matt tiene tanto que decir, y me gustaría que pudiera confiar en mí. No me recuerda a Ian como pareja, sino que como un ser humano en problemas que necesita ayuda —aclaró Connie.
—Ay, amiga mía. —La abrazó con fuerza—. El único ser humano al que tienes que ayudar es a ti misma. Matt ya tiene a sus amigos. Si sigues por ahí ya sabes...
—Cómo va a terminar —continuó la frase mirando el suelo bajo sus pies.
Pausa.
—¿Y qué hay de Dylan?
Connie suspiró otra vez. No sabía cómo responder esa pregunta.
—Es apuesto —comentó Emily tratando de tener alguna respuesta. Al no conseguirlo se apresuró en informar—: He escuchado algunas cosas de él en la escuela.
—¿Qué cosas?
—Que salía con una pelirroja, aunque ya no están juntos porque ella se mudó. Y también que hay varias chicas interesadas en él.
La conversación llegó hasta ahí porque Connie se sintió muy confundida como para decir algo más. Sin embargo, hablar con Emily la ayudó a ordenar sus ideas y a comprender que no quería involucrarse sentimentalmente con nadie. Ya había tenido suficiente de eso.
******
Brad, Dylan y Jake quedaron fascinados con lo gigantesca que era la casa de Emily, la cual contaba con una habitación adaptada como sala de juegos, con una mesa de pool en una orilla y un televisor gigante frente a un sofá de cinco cuerpos.
Los chicos sintieron que estaban en el paraíso cuando entraron a esa habitación. Inmediatamente se sentaron en el sofá para jugar unas cuantas partidas de videojuegos. Emily los acompañó mientras leía una de sus recientes revistas juveniles.
—Oye, Emily. —Dylan jugaba una partida contra Brad—. ¿Dónde está Connie?
—Dijo que subiría después —contestó ella.
—¡Já, me toca! —exclamó Jake al ver que Dylan perdió.
Dylan le entregó el joystick a regañadientes. Miró el cristal del ventanal, el que daba directo al patio trasero, y decidió caminar hacia allá. Desde ahí vio a Connie nadando sola en la piscina. La observó fascinado por bastante tiempo. Brad lo devolvió al mundo actual al gritarle que era su turno de jugar.
—No, sigue tú. Tengo algo que hacer. —Se excusó Dylan.
Tan pronto llegó al patio, caminó hacia el borde de la piscina y se paró ahí a observar a la chica con mayor detenimiento.
Connie lo vio de pie en el otro extremo y nadó hacia él. Al llegar a la orilla, pasó su mano por su rostro hasta la punta de su pelo para sacar el exceso de agua.
—¿Y tu traje de baño? —preguntó ella después de apoyarse de brazos cruzados al borde de la piscina, con el agua llegándole hasta el pecho.
Dylan se miró sus pantalones. Rascó su cabeza antes de admitir que no sabía nadar.
—Qué lástima —dijo ella en un tono sarcástico—. Yo quería besarte justo acá en el agua.
Dylan la escuchó e hizo un ademán de sacarse su ropa para introducirse a la piscina, en forma de broma, causando una gran carcajada en la chica.
—No seas bobo, estoy jugando contigo —confesó antes de sumergirse bajo el agua para ir hasta el otro extremo.
Dylan caminó hacia allá.
—Si juegas con fuego te vas a quemar —replicó él al verla erguirse.
La chica, afirmada de las barandas, salió de la piscina usando la escalera, desconociendo que la observaban con ojos lujuriosos. Dylan sintió estar presenciando la escena de una película, de esas en que la chica camina en cámara lenta.
Connie fue por su toalla color púrpura y se envolvió en ella. Caminó hacia la silla playera y se acostó a tomar sol. Dylan se sentó en el borde de la silla que estaba a su lado.
—¿Me estás siguiendo? —preguntó ella de forma burlesca.
—Obvio que sí.
Connie lo observó con atención. Aprovechó la oportunidad y le preguntó por la ausencia de Matt.
—Tenía otras cosas que hacer.
—No quiso venir, ¿cierto? —replicó observando al chico, quien frunció el labio.
—No, no es así. Tan sólo tenía otros planes.
Connie notó preocupación en su tono de voz y no tardó en preguntar si todo estaba en orden con respecto a Matt.
—Le ha costado aceptar todo este cambio —contestó Dylan—. Más que quedarse sin hogar es la indiferencia de sus padres. No le ha sido fácil.
—¿Te ha dicho algo sobre eso?
—Todo. —Su respuesta fue muy breve. No quiso entrar en detalle y así se lo hizo saber.
Un rato después llegó Margaret, la madre de Emily, para avisar que había preparado unos ricos emparedados de atún. Les preguntó si preferían comer ahí o arriba en la habitación de juegos. Ambos prefirieron el lugar donde estaban.
—¿Puedo preguntarte algo? —inquirió Dylan de pronto al finalizar de comer su emparedado. La chica asintió y él pudo proseguir—: ¿Hay alguna razón por la que Emily nos esté espiando?
Connie miró hacia todos lados y él, entre risas, le indicó el segundo piso. Ahí estaba la rubia, observándolos atentamente a través del ventanal.
—La voy a matar —gruñó ella, causando más risa en el muchacho.
—Eso te pasa porque no eres disimulada al mirarme.
—¿Perdón? —Su mirada se volvió al chico.
—Sólo falta que se te caiga la baba.
Connie con fuerza le lanzó la toalla con la que antes se secó el cabello.
—El ego no te deja ver las cosas como son —dijo ella con seriedad.
Dylan encontraba esa actitud adorable. Agarró la toalla que le lanzaron y la dejó estirada sobre el respaldo de su silla.
—Te voy a preguntar algo yo ahora —advirtió ella luego de recordar lo que Emily le dijo la noche anterior—: ¿Estás saliendo con alguien?
Dylan arqueó una ceja.
—Entre cero y cien por ciento, ¿Qué tan soltero te consideras?
Él la observó de forma sospechosa antes de responder:
—No me gustan las matemáticas.
—Oh, ¡estás saliendo con alguien! —dijo entre risas.
—¡No he dicho eso!
La chica mantuvo su sonrisa burlesca.
Por su coqueta forma de ser y la vida fiestera que él llevaba, ella podría asegurar que no rechazaba a las chicas que estaban interesadas en él. A más de alguna sí, pero imposible que a todas, concluyó ella.
—Está bien, Dylan, mientras no lastimes a nadie —comentó sinceramente—. Por mi parte, no estoy interesada en que me guste alguien. Tampoco quiero gustarle a alguien, ¿me entiendes? Sólo quiero divertirme... Así como dice la canción de Cyndi Lauper... Girls just wanna have fun.
Dylan le devolvió una coqueta sonrisa.
—Los chicos también —agregó él después de un momento en silencio.
Una mirada de complicidad adornó el rostro de la chica, una que la hizo ver aún más atractiva para él.
—Podría besarte ahora mismo —confesó Dylan—, pero mi aliento huele a pescado.
Connie estalló en carcajadas.
—Creo que necesitas practicar tus diálogos de conquista. —Se inclinó para tomar su bebida.
—¿Ah, sí? Yo creo que están funcionando.
Connie bebió con rapidez el sorbo que había ingerido hace unos segundos para replicar:
—¡Ves! Ahí está de nuevo. Tu ego te tiene cegado.
Él frunció el ceño, observando que lo miraban de nuevo con una sonrisa burlesca, pero con ojos chispeantes. Eso era todo lo que él necesitó para entender que ese rechazo no le duraría mucho tiempo, y cuando tuviese la oportunidad lo tomaría todo.
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♫ La Ley - Día Cero
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