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Capítulo 39: Amarillo

La primera llamada que Dylan recibió, después de encender su celular, fue una proveniente de Rachel.

Estaba cansado; pasó todo el día ayudando a su padre a terminar el jardín de un vecino. Se ofreció a ayudarlo a cambio de un pequeño pago y, principalmente, para tener su mente ocupada en algo que no fuera la ruptura con Connie.

Pese al cansancio, salió sin cenar en dirección a la casa de la chica, porque el llamado de Rachel lo alertó y Connie no contestaba su celular, lo que terminó por preocuparlo en demasía.

Golpeó varias veces la puerta antes de decidir ocupar el juego de llaves que ella misma le dio, en ese primer día de la «reunión».

—¿Hola? Permiso. —Entró de forma sigilosa—. ¿Connie?

A primera vista la casa lucía vacía. Una nota en el suelo, a un costado de la entrada de la cocina, llamó su atención; «No me esperes. Hoy no llego a dormir». No era la letra de Connie, por lo que asumió que se trataba de su madre.

En el segundo piso, ubicado a un costado de la escalera, se percató de que la puerta de la habitación de Connie se encontraba abierta. No quiso entrar ahí, porque todo estaba extrañamente silencioso. En su lugar, fue directo a abrir la puerta del baño.

Su mundo se paralizó al ver a la chica en la tina con el agua hasta el pecho, la que tenía una tonalidad rojiza.

Corrió hacia ella y rodeó su rostro, esperando obtener alguna reacción o indicio sobre su estado. Sus ojos bajaron directamente a la parte izquierda de Connie, donde el color rojo era más intenso. Sacó del agua el brazo de ella, notando allí un gran corte en paralelo.

—Oh, Dios.

Apretó el brazo con una mano, intentando controlar la pérdida de sangre, mientras que con la otra sacó su celular para llamar a emergencias. Una vez que colgó la llamada, trató de hacer reaccionar a la chica, sin tener éxito.

No supo qué más hacer. Sintió que cada segundo que pasaba era un segundo más lejos de poder salvarla. Llamó a su madre, quien sabría qué hacer, o eso esperaba, porque él se bloqueó y lo único que su mente recordó en ese instante fue que su madre era enfermera.

Le relató a ella todo lo que sus ojos alcanzaron a ver, como lo fue también el frasco de pastillas que vio tirado en el suelo. Escuchó con atención lo que su madre le dijo y cortó la llamada.

Se metió en la tina, a espaldas de la chica, después de sacar el tapón. Elevó el brazo lastimado y tomó el rostro de Connie con su mano desocupada para intentar hacerla reaccionar.

—Lo siento —dijo él—. No me dejes, por favor.

Su visión se nubló producto de las lágrimas. Le dio a ella unos golpecitos en la mejilla, mientras el nivel del agua descendía cada vez más.

—No me dejes.

Él apretó con más fuerza el delgado brazo de la chica, viendo cómo su propia ropa comenzaba a cubrirse con sangre.

—Quédate conmigo, por favor...

Escuchó bullicio proveniente del primer piso y gritó con todas sus fuerzas para indicar que se encontraban allí. Escuchó a gente subiendo la escalera antes de ver a los paramédicos entrar.


******

Connie fue internada en el hospital público de la ciudad. Dylan les avisó a Jake y a Emily, y prontamente los padres de la chica también se enteraron.

Una desesperada Rebecca llegó al hospital esa misma noche. Hecha un manojo de nervios, gritó por los pasillos esperando saber en qué cuarto se encontraba su hija. Una de las enfermeras tuvo que tranquilizarla, diciéndole que Connie estaba estable, pero inconsciente. Rebecca insistió en verla.

Dylan se encontraba en la sala de espera, con su madre a un costado y Jake al otro. Los tres vieron en silencio a Rebecca, siendo escoltada por una enfermera hasta el pasillo que llevaba a la habitación donde se encontraba Connie.

Las horas pasaron sin que Dylan quisiera dejar el hospital. Su madre y Jake le recomendaron ir a descansar y a cambiarse ropa, porque la suya estaba húmeda y ensangrentada, a lo que él se negó cada vez que le insistieron.

Finalmente, Jake pasó la noche en el departamento de Kate, por la cercanía de este con el hospital. Rebecca durmió en un sillón a un costado de la cama donde estaba Connie. Y Dylan durmió, si es que logró dormir algo, en los asientos de la sala de espera, al igual que su madre, quien no lo iba a dejar solo.

Emily apareció a primera hora de la mañana siguiente y de inmediato fue a hablar con Dylan para obtener detalles de todo lo que pasó.

—Tía Rebecca, no sabía que estaba acá —le dijo Emily, levantándose de su asiento, tan pronto la vio asomarse por la sala de espera—. ¿Cómo está ella?

Rebecca la miró con desazón. Le entregó un abrazo antes de volver a fijar su mirada en los ojos verdes de la chica rubia.

—«Está estable», eso es lo único que me dice ese doctor de pacotilla que tiene —contestó Rebecca—, pero está bien, está respirando.

—¿Está despierta? Quisiéramos verla —indicó Emily, haciendo alusión a Dylan, quien se encontraba sentado en el mismo sitio donde pasó toda la noche, con su madre al lado.

Rebecca le entregó una despectiva mirada al rubio antes de dirigirse a Emily.

—¿Me acompañas al baño, querida? No me siento muy bien —dijo la mujer mayor.

Emily la acompañó y, una vez que estuvieron cerca de la puerta del baño, Rebecca le preguntó quién era el chico tan desaliñado que no le quitaba los ojos de encima.

—Él es quien salvó a Connie. Es su pareja.

Rebecca abrió los ojos lo máximo que su anatomía se lo permitió.

—¿Es una broma?

—Por supuesto que no. ¿Cree que es momento para bromas? —contestó Emily en tono ofendido—. Dylan es un buen chico. Cuenta con toda mi aprobación.

—Oh, cielos, este día ya no puede empeorar más —murmuró con fastidio antes de entrar al baño.

El nuevo objetivo de Rebecca fue conseguir otro hospital para que tratasen a su hija. No confiaba en ese sitio ni en su doctor. Realizó todas las llamadas que pudo hasta que lo consiguió; pasado el mediodía se llevaría a cabo el traslado, es decir, en tres horas más.

Un leve altercado se formó cuando Dylan se enteró. Por suerte su madre estuvo ahí para tranquilizarlo. Ese fue el primer enfrentamiento entre él y Rebecca.

Minutos más tarde, Jake fue a ver a Dylan, con la clara intención de convencerlo de ir a tocar al Bar esa noche.

Ausentarse al show sería muy perjudicial para la banda. Jake y el resto lo sabían. De fallar, el dueño del Bar tendría una poderosa y fundamentada razón para cancelar su acuerdo, puesto que los ánimos estaban revueltos entre ellos; originado principalmente por lo desastroso que fue el show la primera vez que cambiaron de vocalista.

No podían echar por la borda todo lo que habían conseguido.

La solución más sensata era tocar con un reemplazo, pero ni Jake ni el resto conocían a alguien capaz de reemplazar a Dylan sin prepararse con días de antelación.

—Ve a casa —le recomendó Jake—. Dúchate, come algo y descansa. Después paso por ti y nos vamos al Bar.

—Escúchalo, cariño. —Jane poso su mano sobre el hombro de su hijo—. Te hará bien salir un rato de este lugar y recobrar energías.

—La banda te necesita —agregó Jake.

Los músicos referentes de Dylan, a esos que tanto admira desde hace años, le han inculcado que el Rock and Roll debe continuar, pase lo que pase. Además, no tenía ningún sentido seguir allí, porque a Connie la iban a trasladar pronto a otro hospital.

Lo que terminó por convencerlo fue la idea de que, si pudiera hablar con Connie, ella le diría que se suba a ese escenario a dar lo mejor de sí.

Él suspiró, deseando que esa conversación imaginaria que tuvo recién con la chica hubiese sido real.

The Show Must Go On —dijo Dylan, citando la canción de Queen, que en español sería «El show debe continuar».


******

Dylan se enteró por medio de Emily el nombre del nuevo hospital en el cual se encontraba Connie. Sin embargo, el sábado le fue imposible verla porque Rebecca se lo impidió, lo que fue el segundo altercado entre ellos dos.

El domingo llegó al hospital cerca de las once de la mañana. A unos metros de la entrada vio a Rebecca discutiendo con un hombre. Aprovechó que ella se encontraba ocupada y apuró el paso hasta tomar el elevador.

Al llegar a la sala de espera del piso correspondiente, se encontró con Emily y Jake conversando. Ambos lucían apenados y eso lo asustó.

—Su padre llegó hoy desde Suecia —le informó Jake apresuradamente.

—Oh... Genial. Espero él me deje verla. —Tan pronto dijo aquello, notó que ambos chicos lo miraron raro—. ¿Qué pasa?

Emily comenzó a llorar, haciéndose a un lado para apartarse de ellos. Dylan la siguió con la mirada antes de enfocarse en Jake.

—Su padre vino por ella, Dylan. Se la va a llevar con él... a Suecia.

—¿Cómo? —Ladeó su cabeza.

—Lo siento... —Los ojos marrones de Jake se tornaron tristes—. A mí también me duele esto.

—No. No puede... ¿Dónde está? —Miró hacia todos lados—. Hablaré con él... Jake, no puede hacer eso.

—Es lo mejor.

—¡No! No pueden hacer eso. —Sus ojos se humedecieron y su voz se quebró—. ¡Ella me necesita!

—¡Dylan, ella intentó matarse! —Lo sacudió por los hombros—. Necesita un tipo de ayuda que ni tú ni yo podemos brindarle.

Dylan comenzó a llorar y Jake hizo un ademán por abrazarlo.

—¡Suéltame! —Esquivó con violencia el abrazo—. Ella no puede irse. Su madre no lo va a permitir. Hablaré con...

—Su madre se acaba de enterar de que ella estaba viendo un psiquiatra —informó Jake con sequedad—. Ella no puede cuidar de Connie y eso es algo que entendió hace poco. —Hizo una pausa, notando que sus palabras causaron un daño en su amigo—. Lo lamento, Dylan, pero está todo acordado entre sus padres y Connie ya lo sabe.

—No...

—Por favor, sólo falta que tú lo entiendas.

Dylan negó con la cabeza y bajó la mirada. Jake esta vez sí lo pudo abrazar.

—Hablaré con su padre para que la puedas ver, ¿de acuerdo? —prometió Jake, haciéndose a un lado—. Tómate un tiempo para asimilar todo esto. Cuando la veas, no le digas nada que pueda hacer que ella cambie de opinión, por favor. Esto es lo mejor para ella.

—¿Cómo puedes saber eso? —Lo miró con enojo—. Ese hombre la dejó sola con la loca de su mamá, ¿¡y debo confiar de que él la va a cuidar!? —gritó exasperado.

—Dylan...

—¿Cómo puedes estar tan seguro de que esto es lo mejor para ella? —Su voz volvió a quebrarse.

—Yo conversaba con él regularmente. Él siempre se mantuvo al tanto de ella y le pagó el tratamiento con el psiquiatra. Si debe quedarse con uno de sus dos padres, él es la mejor opción.

—¡Pero puede volver a vivir contigo, Jake! Seguir en el tratamiento y...

—¿Y esperar a que pase de nuevo lo que pasó?

El recuerdo de esa escena se vino a la mente de Dylan. Él cerró con fuerza sus ojos, tratando de dejar atrás esa terrorífica experiencia.

—La próxima vez puede ser definitivo... y ahí no habría vuelta atrás, la perderíamos para siempre —agregó Jake, utilizando esa honestidad tan cruda que lo caracteriza.

Dylan se quedó sin argumentos y no pudo seguir insistiendo. Tampoco pudo tomarse mucho tiempo para recomponerse, porque Jake lo tomó por los hombros para decir:

—Ahí viene su padre. Conversaremos con él, ¿te parece bien?

Dylan asintió. Se secó las lágrimas y lo primero que le preguntó a John fue sobre los planes que tenía con respecto a Connie. Necesitaba convencerse de que irse con su padre era lo mejor para ella, sólo así iba a aceptarlo.

John se tomó con calma cada interrogante que le plantearon.

Él nunca fue partidario de alejar a su hija de sus amistades, o de generarle un cambio tan drástico de vida. No obstante, era consciente de que su hija necesitaba ayuda especial, mucha compañía y comprensión, algo que nunca iba a obtener de Rebecca.

John les aseguró a ambos chicos que iba a conseguirle a Connie toda la ayuda que fuese necesaria para su recuperación, sin escatimar en gastos.

Les contó también a ambos que en Suecia vive hace cuatro meses con su pareja actual y dos niñas pequeñas, hijas de su pareja. Allá tiene una pieza disponible para Connie, por lo que no debería ser difícil para ella adaptarse a su nueva familia.

—Me gustaría verla —pidió Dylan una vez que la conversación llegó a su fin.

—Claro. Dame un minuto. —John se apartó de ellos, con dirección al pasillo.

Jake se giró a Dylan y le preguntó:

—¿Te sientes mejor?

Dylan asintió, engañándose, no sólo a sí mismo, sino que también a su amigo. Siguió a John cuando este le indicó que lo hiciera. Vio al hombre mayor detenerse frente a una puerta de color blanco, idéntica a todas las demás que había allí. Esperó unos segundos a un costado de la puerta, porque John así se lo pidió. Tomó aire y se ordenó a sí mismo que debía calmarse.

—Listo. Puedes pasar —le indicó John.

Dylan sintió su temperatura disminuir cuando vio a la chica acostada, con el rostro pálido y con el antebrazo izquierdo vendado, el que reposaba sobre la frazada. La vio entregarle una sonrisa leve, la que él respondió de igual forma.

—¿Cómo estás? —preguntó después de pararse al costado derecho de la cama.

—En las nubes. —Esbozó una sonrisa más amplia—. Me tienen muy sedada.

Él no pudo evitar soltar una lágrima. En ese momento pensó en lo mucho que la iba a extrañar.

—Lo lamento —dijo él, secándose la mejilla.

—No, yo lo lamento. —Movió su mano esperando que él la tocara, lo que Dylan no tardó en hacer—. Tú no has hecho nada malo. Nada de lo que ocurrió es por tu culpa.

Él no dijo nada. Apretó su mano, luchando consigo mismo para impedir que más lágrimas se formasen. Todo el asunto lo tenía realmente destrozado, pero por el bien de ella tenía que mostrarse fuerte, sólo así iba a conseguir que las cosas fuesen un poco más sencillas para ella.

—Conocí a tu padre —mencionó él con la intención de cambiar el tema—. Parece agradable. —Forzó una sonrisa, mientras que otra lágrima caía por su mejilla.

—Lo es. —Lo observó con detenimiento—. Me va a llevar con él... ¿Es por eso que estás llorando?

Dylan asintió, sintiendo un nudo en su garganta y comenzando a perder la batalla contra el llanto.

Dos golpes se escucharon en la puerta antes de que John se asomara desde allí.

—Querida, vamos a ir con tu madre a casa a empacarte tus cosas. ¿Hay algo en especial que quieras que te guarde?

—Mi reproductor de música —contestó luego de humedecer sus labios—. Y mis discos... todos mis discos.

—Bien. En un rato más la enfermera te traerá...

Esa pequeña conversación que se estaba llevando a cabo golpeó duramente a Dylan. Eso estaba pasando de verdad. Ella se iría a otro país, a otro continente, y quizás no la vería nunca más. Apretó su mano, la que seguía unida a la de la chica.

Al diablo la opinión de Jake y todo lo que John le dijo, pensó una vez que terminaron de conversar padre e hija. Vio la puerta cerrarse tras la despedida de John e inmediatamente clavó sus ojos en ella.

—¿De verdad es esto lo que tú quieres? Porque si no estás segura dímelo, yo me encargaré de todo lo demás... Te juro que soy capaz de mover montañas con tal de que te quedes.

Ella lo observó con calma, notando una pequeña chispa de ilusión en su mirada. No quiso contestarle porque su respuesta iba a lastimarlo.

—Puedes decirme, no te preocupes —insistió él—. Yo necesito estar seguro de que esto es algo que tú quieres y que nadie te está forzando.

—Dylan, lo único que yo quiero es acabar con mi vida —contestó finalmente.

—¿Es por Mandy? —logró decir después de sepultar la agonía que sintió al oír sus palabras—. Matt me contó que fuiste a hablar con él...

—No. Sé que ella mintió.

—Entonces, ¿es por nuestra discusión? Porque pensé en eso y sé que no debí exigirte tanto...

—Dylan...

—No, escucha. Tú me dijiste que tenía que seguir esperando y no respeté eso. No sé ir lento, ese es mi problema, pero puedo aprender. De verdad, aprenderé... pero no te vayas, por favor...

—Yo volveré, Dylan. —Movió su pulgar para acariciar la mano del rubio—. Si me voy con mi padre te prometo que voy a volver. Pero si me quedo aquí... no puedo prometerte nada porque... porque no quiero seguir viviendo así.

Ella tomó un respiro y continuó:

—Tengo la esperanza de que allá recibiré la ayuda que necesito. No me iría si no creyera eso. Desearía que fuese distinto... Mi padre jamás debió irse tan lejos, pero así son las cosas.

Él usó ambas manos para frotarse los párpados y secar las lágrimas.

—Nada de lo que me pasó es tu culpa, ¿de acuerdo? —continuó ella—. Tú has sido la única luz en mi oscuridad.

Ella lo observó asentir y luego lo vio secándose las lágrimas, las que no paraban de brotar desde sus tristes ojos.

Verlo así fue muy penoso para ella. Extrañamente, sintió culpa por lo que intentó hacer aquella noche en su casa. Aquella fatídica noche en la que sus demonios ganaron, en donde uno de ellos la convenció de que hacía lo correcto porque Dylan iba a estar mucho mejor sin ella.

Recordó de pronto que había algo muy importante que él debía saber.

—Dylan, yo...

—No sigas, por favor. Se me parte alma de tan sólo pensar en lo que debiste y debes estar pasando. No te esfuerces más en hacerme entender... no es necesario.

Él comprendió rápidamente que estaba siendo egoísta al pedirle que se quedara, por muy doloroso que fuese.

—Yo volveré. Te lo prometo.

—Prométeme que te pondrás bien —pidió después de una pausa reponedora—. Esa es la única promesa que quiero que me hagas.

Ella le sonrió.

—Puedes decirle a Jake que venga, por favor. Quiero hablar con él.

Dylan asintió. Se inclinó hacia ella para besar su frente. Salió de allí en búsqueda de su amigo.

Emily y Brad estaban en la sala de espera también, junto a Jake. Los tres se levantaron cuando vieron a Dylan caminando hacia ellos.

—Quiere hablar contigo —dijo Dylan, mirando al tatuado chico.

—¿Qué pasó? —lo cuestionó Emily tan pronto notó las lágrimas en sus ojos color miel.

—No quiero que se vaya —soltó el rubio.

—Oh... Yo tampoco —admitió Emily antes de abrazarlo.

Brad y ella trataron de consolarlo, mientras que Jake se adentraba en la habitación de Connie.

Para Jake fue muy inquietante ver a la chica en esas condiciones. Enterró la pena que lo invadió y se acercó a ella, esbozando una fingida sonrisa tranquilizadora.

—Necesito que me prometas que cuidarás de Dylan —soltó ella apenas lo tuvo cerca.

Después de la conversación que mantuvo con el rubio, ella necesitaba cerciorarse de que Dylan recibiría apoyo y que no se quedaría solo. Eso era lo único que necesitaba para quedarse tranquila. 

—Claro que lo haré. —Jake tomó la mano de la chica y la envolvió con las suyas—. No te preocupes. Él estará bien.

—Pregúntale si ha comido y si ha dormido bien. No le ofrezcas tanta marihuana ni mucho menos té. Él odia el té... Cuídalo, por favor, así como cuidaste de mí todo este tiempo.

—Lo haré, Connie. Pierde cuidado con eso. Dylan estará bien, me encargaré personalmente de eso —prometió con seguridad.

Ella le sonrió, completamente conforme. Sabía que podía contar con la palabra de Jake.


******

John no perdió tiempo y apresuró todo para viajar de vuelta a Suecia lo antes posible.

Connie prácticamente salió del hospital para ir directo al aeropuerto esa mañana. Aquello no fue una sorpresa para ella, pues estaba al tanto de ese plan. Por eso mismo, la noche anterior le escribió una carta a Dylan, a quien esperaba ver antes de tomar su vuelo.

Pasó varios minutos mirando su reloj y a las personas que entraban al sector, sin obtener rastros de él.

Necesitaba verlo. Necesitaba hablar con él y entregarle un abrazo de despedida.

Comenzó a impacientarse. Al parecer, la medicación que llevaba encima no cooperó en disminuir su ansiedad.

—Cariño, tenemos que subir —le dijo John.

Ella lo miró asustada. Necesitaba más tiempo.

—Las despedidas no son fáciles para algunos —agregó su padre.

Connie suspiró. Apretó con fuerza el tirante de su mochila, que colgaba de su hombro derecho.

—Vamos. —John la tomó por el brazo.

Connie dio cuatro pasos en la dirección que John la guio, y antes de dar el quinto se volteó. Dejó caer su mochila al suelo y corrió hacia Dylan apenas lo vio entremedio de la multitud, luciendo como si hubiera corrido una maratón para llegar a tiempo.

Lo abrazó con fuerza, con toda la fuerza que su lastimado brazo le permitió, sintiendo que la abrazaban de igual forma.

—No me quería ir sin antes verte —confesó al subir su mirada al rostro del chico.

—El tráfico... La gente... Discúlpame... —logró decir con la respiración agitada.

Ella se apartó y le indicó que lo esperara justo ahí. Corrió a buscar su mochila y regresó donde él, sosteniendo un sobre que contenía la carta que le escribió anoche.

—No sabes cuánto lamento tener que irme antes de tu cumpleaños —dijo ella al pasarle el sobre—. Lee esto ese día, por favor.

Ella comenzó a sentir que la inmensa alegría que la invadió al verlo estaba siendo rápidamente reemplazada por la pena. El cumpleaños de Dylan sería en siete días más y ella no podría estar ahí para acompañarlo.

Sacudió su cabeza y retornó al presente.

—Aquí tienes los teléfonos de John y el de la casa en la que estaré. —Le pasó una hoja doblada que sacó de su bolsillo.

Dylan guardó las cosas en su chaqueta y revisó sus bolsillos en búsqueda de algo para darle a ella. Entretanto, John se acercó para saludarlo y decirle a su hija que en cinco minutos debían estar arriba del avión.

Dylan sacó su billetera al recordar que ahí guardaba algo que podría servir de recuerdo.

—Para que no me olvides —dijo él, entregándole una púa de guitarra color naranjo.

—Jamás podría olvidarte. —Colocó su mano derecha en la mejilla del chico—. Pensaré en ti cada vez que escuche los discos que me regalaste, o cuando vea a un oficial de policía. —Le sonrió divertido.

Dylan esbozó una sonrisa que le duró poco. No pudo hablar porque temió que no podría controlar la ganas de decirle lo mucho que la iba a extrañar y en la gran falta que le iba a hacer, y esas palabras estaban de más.

—¿Recuerdas cuando entraste a mi pieza y estaba escuchando la canción Yellow de Coldplay? —preguntó ella. Lo observó asentir, por lo que continuó—: Esa canción es muy especial para mí, y cada vez que la escuche pensaré en ti y en nadie más que en ti.

Se colocó de puntillas para posar sus labios con los de él de forma fugaz.

—Te amo, Dylan —confesó tan pronto sus talones tocaron el suelo—. Te amo desde hace mucho tiempo y espero puedas disculparme por tardarme tanto en aceptarlo.

Él la observó con sorpresa, incapaz de decir algo. Sintió luego que ella volvía a abrazarlo e instintivamente rodeó sus brazos alrededor de ella, deseando que ese momento no se terminara jamás.

—Te prometo que volveré —dijo ella al separarse.

Él asintió, viendo como John se acercaba a la chica.

—La próxima vez que te vea, la banda tendrá un contrato firmado con una disquera y te contaré en persona todos los detalles de cómo conseguimos eso —prometió él.

—Estoy segura de que así será. —Le sonrió—. Hasta pronto, Dylan —dijo, alejándose lentamente de él gracias a que John la guiaba por el brazo.

—Hasta luego, canción favorita.

Dylan la observó ingresar a un pasillo. Las lágrimas aparecieron una vez que la perdió de vista, mismo momento en que sintió una mano sobre su brazo. Escuchó la cálida voz de su madre antes de sentir que lo abrazaban con dulzura. Él la abrazó de vuelta, pero esta vez con una sonrisa en su rostro, pues no tenía nada que reprocharse.


FIN


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♫ Framing Hanley - Alone in this Bed (Capeside)


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