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Capítulo 33: Fluctuación (Parte I)

Connie asistió a la consulta con el psiquiatra el jueves después de clases. Dylan la llevó hasta allá. El especialista le recetó una baja dosis de un antidepresivo y reservó otras citas con ella, los lunes y jueves de cada semana, al menos por este primer mes.

Ella se vio en la obligación de contárselo a su padre para que costeara el tratamiento. De sus amigos, solamente Jake y Dylan supieron de esto. Decidió que se lo contaría a Rebecca más adelante, para cuando se sintiera lo suficientemente fuerte y capaz de brindarle las explicaciones que de seguro le exigiría su madre.

Al día siguiente de esa primera consulta, Dylan la esperó afuera de la escuela. Él intentó de convencerla de que fuera esa noche a verlos tocar en Insomnia Bar. Se lo imploró insistentemente, una y otra vez, obteniendo sólo negaciones de respuesta.

Finalmente, Dylan le comentó que era importante para él que ella fuera, que la necesitaba allá, con lo que Connie terminó por aceptar.

Ella no tenía ganas de pasar la noche rodeada de tanta gente desconocida y en ánimo fiestero. Tampoco lo estaba como para compartir tiempo con sus amigos. Tuvo que mirar la situación desde otra perspectiva para calmar su ansiedad: salir un viernes en la noche y hacer ese esfuerzo en sociabilizar, sería un buen tema para conversar con su psiquiatra en la siguiente cita, de esa forma le demostraría que estaba intentando mejorar.

Junto con Emily hicieron la fila en la entrada del Bar. Una vez adentro, intentaron ubicar a sus amigos.

La rubia recibió una llamada de Brad, indicándole que fuera hasta un costado del escenario, cerca de la puerta que da al área que sirve como backstage. Connie se negó en acompañarla, prefirió esperar en donde estaba. Unos minutos después observó a Dylan yendo hacia ella, quien la saludó con un abrazo antes de tomar su mano.

—Ven, quiero presentarte a Cristopher —informó, intentando que Connie lo siguiera, pero ella soltó su mano—. ¡Vamos! Es el primo de Brad y es como el quinto miembro de la banda. Me trajo hasta acá. ¡Lo tienes que conocer! —explicó de forma apresurada.

Connie lo observó con curiosidad, notando algo extraño en sus movimientos.

—Estoy bien aquí, Dylan.

—¿Qué? ¡Vamos! —Tomó la mano de la chica una vez más—. Él también te quiere conocer. ¡Te agradará!

—No. No quiero hablar con extraños. —Se soltó, notando que la miraban como si hubiera dicho algo descabellado—. Ve tú, disfruta. Yo te esperaré aquí —prometió con voz dulce.

Connie suspiró cuando lo perdió de vista. Lo esperó allí por unos minutos, comenzando a hartarse.

La primera banda de la noche estaba sobre el escenario y se preparaba para tocar, mientras que las personas presentes comenzaban a aglomerarse muy cerca, lo que la hizo moverse hasta otro costado.

Cuando vio al dueño del local subir al escenario, emprendió rumbo hacia la terraza que quedaba cerca de la barra. Tomó una gran bocanada de aire fresco y lo expulsó lentamente por su boca. Ahora debía esperar casi una hora más para ver a sus amigos tocar. Lo frustrante era que, en su cabeza, la mitad de esta espera la iba a sobrellevar con Dylan a su lado.

—Connie —la llamó Matt a sus espaldas.

Ella giró su rostro, quedando realmente asombrada al verlo, pues lucía mejor que nunca; había ganado masa muscular y sus ojos lucían vívidos. Con esa simple imagen supo que él ha logrado mantenerse sobrio durante todo este tiempo.

—Quiero hablar algo contigo, pero prefiero que sea en otro sitio. ¿Te parece bien si...?

—No tengo nada que hablar contigo —lo interrumpió de forma descortés. Se volteó y dio unos pasos con la intención de retornar al local.

—Es sobre Dylan —mencionó, haciendo que ella se volteara inmediatamente—. Mañana quiero llegar unos minutos antes, ¿te parece bien? Así podríamos conversar —explicó frente a ella.

—¿A dónde piensas llegar antes? —Frunció el ceño.

—A la casa de Jake, hay ensayo mañana —contestó como si la respuesta fuera obvia.

Connie frunció aún más el ceño. ¿Qué acaso nadie le contó?, se preguntó rápidamente.

—Ya no vivo con Jake. —Dicho eso, observó como la expresión del chico reveló lucidez, como si por fin entendiera un montón de cosas.

—Oh... No importa. Olvídalo —comentó, marchándose de forma silenciosa.

Ella permaneció ahí unos minutos más, analizando lo que acababa de pasar. Más tarde fue hasta el baño.

Mientras lavaba sus manos, se percató que la chica del lado la observaba con disimulo. Revisó su reflejo en el espejo y corroboró que todo estuviera en orden. Miró a la extraña con naturalidad, notando que el color de sus ojos era el azul. La chica extraña le entregó una sutil sonrisa antes de salir.

Connie salió del baño en dirección a la barra, decidida en encontrar a Dylan. Levantó su cabeza entretanto sus ojos hacían un rápido barrido por todos esos alcoholizados rostros.

Sintió de pronto que la tomaban por el brazo, siendo Dylan el que apareció frente suyo con una radiante sonrisa. Él le indicó que la estuvo buscando, a lo que ella debió excusarse por no permanecer donde prometió que lo haría.

—¿Quieres que te traiga una? —le preguntó él cerca de su oreja luego de notar que los ojos de la chica estaban clavados en el vaso con cerveza que sostenía—. ¿O alguna otra cosa para beber? —insistió al verla negarse.

—Estoy bien así. —Le sonrió.

Dylan le sonrió de vuelta antes de beber todo lo que quedaba de su vaso. Divisó a lo lejos a unos amigos y les hizo una seña con la mano. Rodeó la muñeca de la chica y la observó con ojos bien abiertos.

—Son Andrew y Luke. ¡Vamos! Tenemos que saludarlos —indicó él, encaminándose hacia ellos.

Connie avanzó unos cortos pasos hasta que se puso rígida, deteniendo el avance. Se soltó del agarre y negó con la cabeza.

—¿Qué haces? Vamos. —Dylan tomó su mano esta vez—. No son extraños, tú los conoces.

—No quiero. No estoy de ánimo. —Liberó su mano y lo observó a los ojos—. Ve tú, yo te espero aquí.

—Oh, no seas así. Sólo tienes que decir «Hola» —replicó con fastidio.

Connie lo examinó en silencio, concluyendo que había algo diferente en él porque lucía inquieto.

—¡Vamos, son mis amigos! —exclamó él, en tono entusiasta esta vez.

—¿Estás drogado?

—¿Qué? —Frunció el ceño y se enderezó por completo. Miró los ojos de la chica y luego miró hacia donde estaban Andrew y su hermano—. Da igual. Ya vuelvo.

Connie no necesitó confirmación. Inmóvil en aquel sitio se preguntó si esto tendría relación con lo que Matt querría hablar con ella.

Sin darle más vuelta a su repentina idea, fue hasta la terraza nuevamente, esperando encontrar al de ojos azules allí.

Vio a varias personas conversando y que sostenían un cigarro entre sus dedos, pero no a quien buscaba. En una esquina estaba Kate, conversando con una chica de cabello castaño que se le hizo familiar; era la misma extraña que estaba en el baño hace un rato. Vio a Kate que se percató de su presencia y luego la vio decirle algo a la chica que la acompañaba, quien le dirigió la mirada antes de cuchichear con Kate.

Connie salió de allí a paso rápido. Presenciar eso la dejó con una rara sensación en su estómago. Esa chica extraña debía tratarse de Rachel, la hermana menor de Kate, supuso mientras sus pasos se dirigían a la salida del Bar.

Tomó una gran bocanada de aire fresco y lo dejó escapar por su boca con lentitud una vez que sintió la brisa del exterior. Luego buscó, sin tener éxito, un lugar donde sentarse. Frustrada apoyó su espalda a la muralla. Con su mirada fija al piso bajo sus pies, meditó si sentarse allí sería una buena idea o no.

La voz de un chico mayor la obligó a levantar la mirada.

—¿Qué tienes para vender? —la cuestionó un chico robusto.

Connie le entregó una expresión que reflejaba confusión.

—¿Tienes algo o no?

—Chica equivocada —respondió luego de entender que la estaban confundiendo con una traficante.

Suspiró al encontrarse sola nuevamente. Se percató, después de mirar su reloj, que la primera banda de la noche pronto debería dejar de tocar.

La voz de Dylan se escuchó de repente a lo lejos. Lo próximo que vieron sus ojos fue a él caminando en su dirección.

—Pensé que te habías ido —confesó afligido.

Connie lo observó con atención.

—Te arrepientes de haber venido, ¿no es cierto? —continuó Dylan.

—No, para nada. —Humedeció sus labios y se sentó en el suelo, pegando su espalda en la pared—. Estoy contenta de estar aquí, aunque no lo parezca.

Dylan rascó su cabeza. Soltó un gran suspiro y se sentó al lado de la chica, con sus piernas flexionadas. Luego subió y bajó sus manos por sobre sus muslos. Realizó aquello, por lo menos, unas seis veces seguidas.

—¿Qué ocurre? —le preguntó ella con preocupación.

—Nada. O sea... Estoy algo nervioso por el show.

—¿Por qué? Si ya has tocado aquí varias veces —replicó con dulzura y con la intención de llegar al fondo de su problema.

—Sí, pero... esta vez es diferente.

—¿Por qué? —preguntó, sin obtener respuesta, ni verbal ni física, por lo que volvió a insistir—: ¿Por qué es diferente esta vez?

Dylan mantuvo el silencio.

—¿Es porque tocarán con Matt de nuevo? —Utilizó otra estrategia, la que dio resultado porque él la miró como si lo hubieran descubierto.

—Cada vez que lo veo quiero darle otro golpe en la cara —confesó Dylan con seriedad, provocando que su voz se escuchara ronca—. Cada. Maldita. Vez —recalcó con pausa.

Connie no supo qué contestar.

—Estoy seguro de que algunas canciones hablan de ti —comentó él antes de retornar la mirada al frente—. Y otras de mí... Pero no quiero corroborarlo. No quiero darme cuenta de que la verdad estuvo siempre ahí... frente mío.

—Dylan, escúchame. —Posó su mano sobre la rodilla de él—. Esas canciones son tuyas también. Una parte de ti vive en ellas, y estoy segura de que trabajaste duro para quedar conforme con ese trabajo. Piensa en eso cuando estés sobre el escenario. —Hizo una pausa—. No dejes que la rabia te gane. Enfócate sólo en tu guitarra y en ese mundo al que te transportas cuando la tocas. Déjate llevar por eso y disfruta del momento, como lo has hecho siempre.

Él continuó en silencio.

—Enfócate en tu instrumento. Ya verás que todo saldrá bien —aseguró ella entrelazando sus dedos con los de él.

—¿Verás el show?

—Claro que sí, para eso vine. —Soltó la mano del chico y se acomodó el cabello por detrás de su oreja—. Mis ojos estarán sobre ti todo el tiempo, así que más te vale hacerlo bien —amenazó en tono divertido y él le sonrió.

La música proveniente desde el interior del local se detuvo. Lo siguiente que se escuchó fueron aplausos y gritos de regocijo.

—Debo irme. —Se levantó.

Connie lo imitó. Asintió con su cabeza y le recalcó que todo saldría bien. Notó que los ojos color miel del chico destilaron confianza y lo próximo que sintió fueron sus labios sobre los suyos. El repentino beso la dejó sin aliento.

—Para la suerte —mencionó él antes de marcharse en dirección al recinto.

Connie permaneció unos segundos más allí, inmóvil, protestando internamente por lo corto que fue el beso.

Fue hasta la barra y compró una bebida energizante. Bebió de ella con calma hasta que, a lo lejos, vio a Emily haciéndole señas. Dejó la lata vacía a un lado y caminó donde su amiga.

Las luces se enfocaron en el escenario al mismo tiempo que Matt se paraba frente al micrófono. Connie observó a Dylan, al costado izquierdo del escenario; lucía tenso y ansioso. Su lenguaje corporal cambió drásticamente una vez que la banda comenzó a tocar. Ahora lucía relajado.

A lo largo de todo el show, ambas chicas escucharon varios comentarios sobre lo bueno que era el regreso de Matt en la banda, y ellas también lo notaron así. Era como si los cuatro chicos estuviesen destinados a hacer eso para siempre, pues irradiaban una energía especial, una que sólo las grandes bandas son capaces de transmitir.


******

—Voy a ir por Brad —le informó Emily, una vez que vieron bajar a sus amigos del escenario—. Su primo nos irá a dejar, ¿quieres venir con nosotros?

Connie se negó porque quería ver a Dylan antes de irse, pese a que la idea de estar pronto en su alcoba le gustó bastante.

Transcurrido un par de minutos desde que se despidió de su amiga, Connie se abrió paso entre el público y caminó en dirección al escenario. Reconoció a Jake entre la multitud y le preguntó por Dylan.

—Se quedó conversando con unos chicos en la parte de atrás —contestó Jake—. ¿Quieres que lo vaya a buscar?

—No. No te preocupes.

—Oye, tengo una cena organizada mañana, para celebrar la reunión de la banda. Me encantaría que puedas asistir.

Connie lo observó sintiéndose halagada. De pronto, la misma chica extraña de ojos azules que vio anteriormente, se colocó al lado del chico.

—Jake, disculpa, pero Kate quiere saber si te quedas o si vienes con nosotros.

El aludido le confirmó a Connie que aquella chica se trataba de Rachel, porque las presentó a ambas.

Connie los observó entablar una pequeña conversación.

—Vamos a ir al local de la otra cuadra a comer algo —le dijo Jake, una vez que se quedaron solos—, por si después tú y Dylan quieren unirse.

Jake se alejó luego de prometerle que, si veía a Dylan, le avisaría que ella lo buscaba.

Connie esperó en ese sitio hasta que vio a la última banda que tocaría esa noche subir al escenario con sus instrumentos. Caminó hasta la barra para evitar que las personas, las que comenzarían a aglomerarse, la hicieran sentirse agobiada.

Buscó una y otra vez la cabellera rubia que la tranquilizaría, sin tener éxito. Salió del local a tomar aire fresco y tranquilizar la angustia que comenzaba a punzarle el pecho.

Tenía que admitirlo: no era buena encontrando a Dylan en ese lugar. Parece que eso se le daba mejor a él, pensó. Sacó su celular y le mandó un mensaje, avisándole que ya se iría y que lo esperaría en los estacionamientos.

Dylan apareció diez minutos más tarde.

—¿Qué pasa? ¿Por qué te quieres ir? —preguntó con molestia cuando la vio.

La chica lo observó enmudecida.

—Es muy pronto, Connie. Ven, volvamos adentro.

—Se hace tarde y yo...

—¿En serio? La banda que tocará ahora viene desde Nueva York. Estuve conversando con algunos de ellos. ¿Por qué no te quedas un rato más?

Connie notó su molestia. Le contestó de forma breve que estaba cansada y que se iría a casa en un taxi.

—No malgastes tu dinero. Te iré a dejar en el auto de Jake. Espér...

—Jake no está adentro, está con Kate y su hermana. Fueron a comer —interrumpió apresuradamente—. Además, no creo que sea buena idea que conduzcas en ese estado.

Dylan frunció el ceño.

—No te preocupes —insistió ella—. Te mandaré un mensaje cuando llegue a casa.

—¿Por qué te quieres librar de mí?

—¿Disculpa?

—No es buena idea que andes sola. Déjame llevarte en el auto de Jake. No estoy tan ebrio.

—Dylan, si de verdad quieres acompañarme hasta mi casa, será en taxi. Ninguna otra posibilidad.

Él suspiró frustrado.

—¿Por qué estás tan molesto? —lo increpó—. Si quieres volver al Bar, hazlo, yo no te estoy deteniendo.

—Pues desearía que lo hicieras... Desearía que quisieras pasar más tiempo conmigo y que te hubieras esforzado, aunque sea un poco, en querer conversar con mis amigos.

Connie lo observó casi boquiabierta. Este no era el Dylan que la acompañó ayer a la cita con el psiquiatra, ni mucho menos el que la contuvo el lunes.

—Te metiste algo, ¿no es cierto? —inquirió ella con énfasis—. Tomaste una droga mientras estabas allá adentro.

—¿Por qué? ¿Los chicos que se drogan no son tu tipo?

Connie se heló. Su tono fue tan mortífero y directo, que no dejó dudas de que se refería a su aventura con Matt. A ella le costó reaccionar, pues nunca lo había escuchado hablar así.

—Lo siento —murmuró él, rompiendo el punzante silencio que se había formado—. No sé por qué dije eso.

—Está bien.

—No, no está bien. —Frotó sus párpados.

—Está bien, Dylan. Te entiendo... —Se miraron—. No me has perdonado del todo.

Él la observó anonadado por unos segundos, luego desvió la mirada.

—Lo entiendo, Dylan. Estás herido.

El chico la miró con ojos tristes esta vez. Sintió como si le hubieran arrancado con fuerza la venda que provisoriamente había colocado en su pecho.

—Perdí a mi mejor amigo —dijo él con la voz quebrada—. Después de lo que me hizo salí de su vida y tal parece que le dio lo mismo, porque jamás lo había visto tan feliz a como lo veo ahora.

A ella se le hizo un nudo en la garganta.

—No me malinterpretes —prosiguió Dylan—, estoy muy contento por él... tan sólo que... me duele no poder ser parte de su felicidad.

—Dylan, no creo que Matt...

—No sigas. Por favor —la interrumpió notablemente irritado—. No quiero escuchar cómo lo defiendes.

Pausa.

—Tonto chico rubio —murmuró con una sonrisa burlona—. No lo defiendo a él, defiendo la amistad que tienes con él. No quiero ser yo la razón por la que aquello se acabe.

Se miraron seriamente hasta que él esbozó media sonrisa.

—¿Siempre eres así de tierna? Nunca me habían llamado tonto de una forma tan dulce.

Ella le sonrió. Sintió luego los dedos de Dylan entrelazarse con los suyos en su mano derecha.

—Vamos por un taxi —sentenció finalmente él.


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♫ Collective Soul - Forgiveness

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