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Capítulo 31: Piezas encajando

Como era de esperarse, los votos fueron dos contra uno y Matt debió dejar la banda ese mismo sábado.

El domingo, Connie golpeó la puerta de la casa de Jake para ir por sus cosas. Él ya estaba al tanto de esta visita, por lo que la recibió con un afectuoso abrazo antes de acompañarla hasta el segundo piso.

Jake le indicó que podía tomarse todo el tiempo que requiriese para llevarse sus cosas, puesto que no estaba en sus planes ocupar esa habitación, es decir, si ella quería dejar algo allí, él lo iba a respetar.

Él la dejó empacando y bajó al primer piso a atender a sus otros invitados. Sacó de la nevera los emparedados que preparó esa mañana y los llevó sobre una bandeja hasta el garaje, donde se hallaba la banda junto con el nuevo vocalista; como se encontraban cortos de tiempo, decidieron darle el puesto vacante a Benjamin, un conocido de Jake.

Durante el ensayo, Jake notó que, extrañamente, Dylan le estaba dando la razón en todo lo que él decía, y que Brad lucía un poco incómodo con el nuevo integrante. Sin embargo, se convenció de que en los próximos días todo se ajustaría.

Benjamin se marchó con las letras de las canciones escritas en unas hojas de cuaderno, con la tarea de memorizarlas para el ensayo de mañana. El resto de los chicos se quedó para beber un par de cervezas y conversar sobre lo que se vendría.

Jake quiso invitar a Connie para que los acompañara. Muy a su pesar debió abstenerse, porque supo de primera fuente que las cosas no terminaron bien con Dylan.

Al escuchar que golpearon la puerta, Jake se apresuró a ojear por la mirilla, pues no esperaba más visitas hoy. Abrió con una gran sonrisa y saludó a su novia con un beso seguido de un abrazo.

—¿Llegué en un mal momento? —preguntó Kate una vez que entró a la casa.

—No, para nada. Ven, los chicos están acá. —Jake la guio hasta la cocina.

Kate saludó al resto de los chicos de forma fría y distante.

—Tengo algo que hablar contigo —informó ella mirando a Jake mientras se acomodaba su cabello.

Dylan y Brad se miraron entre sí de reojo.

—Huum... Nosotros ya nos íbamos —se disculpó Brad.

El chico corrió su silla hacia atrás e hizo un ademán de levantarse, sin embargo, Kate lo interrumpió con su mano.

—No es necesario —agregó ella con voz firme, dejando su casco de motocicleta color violeta sobre un costado de la mesa—. Esto también les incumbe a ustedes.

Brad y Dylan se miraron confundidos esta vez. Jake, de pie, observó a sus amigos por un breve instante y luego miró con atención a su novia.

—Desde ayer que Matt está alojando en mi departamento —soltó Kate, obteniendo miradas sorpresivas de los tres chicos allí—. Me contó todo y no dudé ni un segundo en ofrecerle la habitación de mi hermana.

—¿Hablas en serio? —dijo Jake—. No puedes dejar que viva contigo. ¿Acaso te volviste loca?

—Estoy completamente cuerda, cariño —ironizó Kate—. Cuando Rachel finalmente se mude conmigo, Matt tendrá que dormir en el sofá. ¿Entiendes lo que digo? No lo dejaré a su suerte y seguirá conmigo hasta que tenga a dónde ir, porque eso es lo que hacen los verdaderos amigos.

Jake bufó. Por la actitud de su novia, entendió que esto era sólo la punta del iceberg.

—Está bien, suéltalo —la incitó él—. Di todo lo que te tiene molesta.

—El chico está solo. De verdad no tiene a nadie, ¡y tiene tan sólo diecisiete años! ¡Por Dios, es la misma edad de Rachel! No puedo dejarlo a su suerte. Lo siento, pero no puedo. No lo crucificaré por un sólo error como lo hicieron ustedes. A esa edad yo cometí muchos errores y apuesto que tú también. —Miró a los chicos sentados antes de continuar—: A ustedes debería darles vergüenza. Se supone que es su amigo y lo abandonaron.

Ni Brad ni Dylan respondieron.

—¿A Connie también le diste la espalda? —preguntó Kate de forma sarcástica con la mirada sobre su novio.

Jake resopló por su nariz.

En ese momento apareció Connie en la entrada de la cocina y todas las miradas se dirigieron hacia ella.

El ambiente se volvió más tenso aún.

Kate observó a la chica de pies a cabeza. Luego retornó la mirada hacia Jake para continuar:

—Estás siendo inconsecuente. Eres mi novio y te amo, pero no permitiré que me digas a qué amigo puedo o no ayudar. De la misma forma que yo no puedo hacer eso contigo —enfatizó sus últimas palabras mirando nuevamente a Connie.

Dylan se levantó y golpeó suavemente el brazo de Brad para que lo siguiera. Él salió aprisa de allí, después de que Connie se moviera a un lado para darle la pasada. Brad lo siguió luego de despedirse torpemente de todos.

—¿Estás lista? —le preguntó Jake a la chica joven cuando ella retornó a su posición bajo el dintel, quien asintió como respuesta—. Bien. Espérame en la sala. Ya voy.

Connie lo obedeció y, una vez en la sala, fue hasta la ventana que daba a la calle. Vio a través del visillo a Brad y Dylan conversando, y observó con detenimiento al chico rubio para examinar su comportamiento; quería obtener alguna señal que le dijera que él se encontraba bien.

Tras unos minutos de sigilosa observación, terminó por corroborar que Dylan continuaba tan cabizbajo como lo vio hace dos días. Fue a sentarse al sillón una vez que perdió a ambos chicos de vista.

Desde la cocina ya no se escuchaban murmullos, lo que indicaba que prontamente podría irse a casa.

Vio a Kate caminando hacia la puerta con su casco en mano. La siguió con la mirada en caso de que ella quisiera decirle algo, sin embargo, nada salió de su boca, ni siquiera se inmutó por su presencia.

Jake apareció un minuto más tarde.

—¿Es todo? —le preguntó él después de observar un bolso y una maleta en el suelo, a un costado de la puerta.

—Sí. Me llevo lo básico.

Antes de partir, Jake movió la perilla de la radio hasta encontrar una canción de su agrado. El coro de la canción Fast Car de Tracy Chapman comenzó a sonar.

—¿Qué tanto escuchaste de lo que dijo Kate? —dijo él, transcurrido un minuto de conducción.

—No mucho, creo. —Se cruzó de brazos—. Para cuando me acerqué a la cocina la escuché decir que Matt estaba solo. Y eso fue lo que no entendí... ¿No que él estaba viviendo con Brad?

—Brad le pidió que se fuera de la casa.

—Oh... —Dejó caer sus brazos sobre sus muslos.

Pausa.

—No quiero que tomes las palabras de Kate como un ataque, ¿de acuerdo? —indicó Jake—. Ella no estaba molesta contigo, sino que conmigo.

—Lo sé. Y ahora que entiendo la razón de su molestia, creo que ella está en lo correcto.

Jake resopló por su nariz.

—Yo también engañé a Dylan, no fue sólo Matt —aclaró ella—. No lo digo para que me eches a un lado, me dolería mucho si lo hicieras, lo digo para que analices tu postura.

—No te preocupes, Kate ya me dio mucho en qué pensar.

Jake tomó una curva hacia la izquierda cuando empezó a sonar otra canción.

—Matt nunca ha sido santo de mi devoción —confesó él de forma relajada—, por varios motivos en verdad. En cambio, Kate lo adora. —Hizo una pausa—. Ellos dos se llevan muy bien... Me recuerdan a nosotros.

Connie le sonrió. Recordó de forma fugaz una conversación que tuvo con Matt, en la que él defendía a Kate y ella a Jake. Pronto se percató que ya estaban cerca de su destino y sus manos comenzaron a sudar.

—¿Te puedo dar un consejo? —preguntó Jake al detenerse frente a la casa de Rebecca.

—¿Sobre qué?

—Sobre la vida.

Connie lo observó confundida. Asintió temerosa.

—Cuando necesites tomar una decisión, no escuches a nadie más que a ti misma —prosiguió Jake—. No intentes cumplir los deseos de otros, eso sólo te hará infeliz. Piensa siempre primero en lo que tú quieres.

Connie suspiró.

—No sé muy bien lo que quiero —contestó ella.

—Eso es normal. Permítete sentir. Antes de decidir algo, pregúntate qué es lo que tu corazón quiere. ¿Me expliqué bien? —Esbozó una sonrisa torpe—. Así como dice la canción Simple Man de Lynyrd Skynyrd: «Sigue tu corazón y nada más».

Connie asintió sin saber exactamente a qué se refería o cómo seguir su consejo.

—¿Cuidarás de Dylan? —se apresuró en preguntar ella, evitando que Jake se bajase del auto.

—Claro que sí —prometió con una sonrisa y con su pie izquierdo en el pavimento.


******

La vida conviviendo nuevamente con Rebecca resultó ser mejor de lo que Connie hubiese imaginado. Rebecca consiguió un empleo, compró un auto pequeño, aprendió a cocinar y ha estado asistiendo todas las semanas a sesiones dedicadas para alcohólicos anónimos.

En cuanto a sus exigencias, sigue controlando la comida que entra a la casa, nada de comida rápida ni dulces, y le ordena a Connie mantener su cuarto reluciente. Fuera de eso, la relación entre ambas se ha mantenido bien. No han discutido porque Connie la ha obedecido en todo y ninguna de las dos se ha entrometido, demasiado, en la vida de la otra.

A Connie le costó bastante trabajo ocultarle a su madre el decaimiento emocional que ha estado sintiendo estas semanas. Hubo días en los que no quiso levantarse ni salir de su habitación. Lo más extraño era que ha estado perdiendo las ganas de escuchar música.

En cuanto a sus seres cercanos; Emily de a poco ha vuelto a dirigirle la palabra y eso la tenía contenta. Con Jake han estado conversando regularmente por teléfono, al igual que con su padre, John, a quien debió contarle que regresó a vivir con Rebecca.

En la escuela, saluda a Brad a la distancia y cuando está con Emily entablan una conversación banal.

Por el contrario, con Dylan se evitaban y no habían intercambiado palabra alguna. En más de una oportunidad, ella lo pilló mirándola de lejos. Cuando aquello ocurría, él desviaba la mirada y se hacía el desentendido. La última vez que lo sorprendió observándola fue en la biblioteca de la escuela, sentado unas mesas más adelante junto con Kimberly.

Ese sábado se levantó con ganas de enfrentar con cierta normalidad al mundo. Se dio una ducha larga, se vistió con ropa cómoda y se encaminó hasta el centro comercial después de coordinar con su madre que se juntarían allá para almorzar juntas.

Compró en una tienda de ropa un pantalón oscuro y en la tienda de discos el álbum homónimo de Audioslave.

Caminó por los grandes y transitados pasillos hasta llegar al tercer lugar que quería visitar esa mañana: la tienda de artículos de mascotas.

Entró y escuchó el ruido de una campanita que avisó de su llegada. Observó de lejos a Jake, quien se apresuraba en rodear el mesón de atención para ir hacia ella.

—Esta sí que es una buena sorpresa —comentó él, abrazándola con afecto—. ¿Qué te trae por aquí?

—Estaba de compras y quise pasar a saludarte, antes de que termine tu turno.

—Oh, me alegra tanto verte. —La abrazó otra vez—. Espérame unos minutos, ¿de acuerdo? Atenderé al caballero. No te vayas a ninguna parte —indicó regresando hasta el mesón.

Connie esbozó media sonrisa. Caminó hasta la pared que sostenía juguetes para mascotas, que eran parte del stock de la tienda, y se entretuvo ojeándolos. Le llamó la atención un peluche con forma de muslo de pollo.

Jake le entregó al cliente su recibo por la compra de alimento para gato y fue hasta la pequeña bodega a buscar una silla que colocó al lado de la suya. Invitó a Connie a sentarse y le ofreció un vaso de jugo.

—Echaba de menos verte —comentó él, mirándola fijamente—. No es lo mismo por teléfono, ¿sabes a lo que me refiero? Deberíamos juntarnos más seguido.

—Jake, no ha pasado siquiera un mes.

—¿Bromeas? ¡Solía verte todos los días! —replicó ofendido—. La casa está tan vacía ahora. Si las paredes pudieran hablar, también dirían que te extrañan.

Ella le sonrió con gracia.

—¿Cuándo vas a aceptar mi invitación a cenar? —prosiguió él—. Lo mencionaré hasta que termines aceptándola, e insisto, seriamos sólo los dos, sin Kate.

—Lo pensaré —contestó cabizbaja.

—¿Andas sola o viniste con Emily?

—Huum, ya no salgo tanto con Emily como antes. —Tomó un sorbo de su jugo—. La verdad, contigo es con quien más he hablado estos días. Desconozco qué hay de nuevo en la vida del resto.

—Eso significa que has estado enfocada solamente en tus cosas. Me parece muy bien.

Ella le sonrió.

—Algo así —dudó absorta en sus pensamientos. Hizo una pausa antes de mencionar—: Supe que volvieron a cambiar de vocalista.

Jake asintió.

—¿Cómo estuvo el show anoche? —preguntó ella con curiosidad.

—Oh, estuvo muy bueno. Alex posee mejor registro que Benjamin, y a diferencia de él, Alex se manejó mejor en el escenario. Debiste verlo, se lució con creces anoche.

—¿En serio? Suena genial.

—Sí, el problema es que es un verdadero idiota.

Ella lo miró con asombro.

—Si el ego se pudiera medir, el suyo llegaría hasta la luna. Se cree un Rock Star. Hace lo que quiere y no escucha a nadie —comentó él—. Matt es un idiota también, pero al menos es humilde... y obedecía.

Un silencio se formó.

—¿Has hablado con él? —preguntó Jake.

—¿Con Matt? No. No sé nada de él. ¿Por qué me lo preguntas?

—Porque yo sí. Lo veo muy a menudo, como sigue viviendo con Kate —contestó con disgusto.

Ella le sonrió gracioso.

—Está saliendo con alguien —continuó Jake.

—¿Quién? ¿Matt?

—Sí... Está saliendo con Rachel, la hermana de Kate. ¿La conociste? Se incorporó a tu escuela hace dos semanas. Tiene clases con los chicos.

—¿En serio? No, no la he visto... Quizás no se junta con ellos.

—Así parece. —Se acomodó en su asiento. Luego observó que Connie lo miraba divertido y le preguntó—: ¿Qué pasa?

—Debe ser todo un fastidio para ti, ¿no? En cambio, Kate debe estar contentísima.

—Ni que me lo digas —resopló.

Ella lo observó en silencio. Quiso preguntarle si es que Dylan estaba saliendo con alguien también, pero prefirió ahorrarse la pregunta.

—Hablando en serio —dijo Jake—, he conversado bastante con Matt últimamente. Tanto, que creo que ya entiendo por qué a Kate le simpatizó desde un principio.

—Parece que te arrepientes de haberlo echado de la banda. —Se atrevió a decir después de un intenso y silencioso análisis.

Jake no respondió, no hubo necesidad de hacerlo.

El sonido de la campanita alertó a los dos. Para sorpresa de ambos, se trataba de Brad. El chico traía consigo su mochila y su patineta.

—¿Qué ocurre? —le preguntó Jake al percatarse de que algo no andaba bien.

—Alex no irá al ensayo.

—¿¡Qué!? —gritó Jake y se levantó de su silla.

—Estábamos conversando por aquí cerca, con mi primo, sus amigos y Alex. Y de repente, él menciona que va a viajar más tarde a la costa, y... ¿Puedo? —preguntó mirando el vaso de jugo que lo tenía tentado. Bebió todo una vez que Connie le facilitó el vaso—. Ya, ¿en qué estaba? Ah, sí, entonces le pregunté por el ensayo; que como iba a ir a la playa si tenemos que ensayar. Él se rio en mi cara y me dijo, de esa forma bien despectiva que tiene él para hablar, que sólo nosotros deberíamos ensayar.

—Oh, ese mal... —Jake recordó que la chica estaba presente y se ahorró el insulto.

—Vine de inmediato a avisarte. Y quería preguntarte también: ¿Me puedo ir contigo? —Brad le entregó una sonrisa infantil que dejó ver todos sus dientes.

—Obvio que sí... pero, ¿qué vamos a hacer con Alex?

Los chicos se miraron entre sí por unos segundos.

—Se tiene que ir —soltó Brad.

—¡Por supuesto que se tiene que ir! —coincidió Jake—. Es un grandísimo imbécil.

Un silencio intenso se formó en ese momento. Al parecer, los tres allí estaban pensando lo mismo. Brad fue el primero en mencionarlo:

—Viejo, no me mates por lo que voy a decir, pero extraño a Matt.

—Eso ya lo sé. —Jake rodó los ojos—. Se te notó en la cara desde el primer ensayo sin él.

—No es sólo por la música, ¿entiendes? Extraño esas tardes después de ensayar, sentados en tu sala, fumando yerba y riéndonos de cualquier estupidez.

Jake tuvo un pequeño flashback y soltó una carcajada.

—Esos eran buenos tiempos —finalizó Brad.

—Deberían pedirle que regrese —propuso Connie luego de una pausa—. Apuesto que él también quiere volver.

Brad asintió y luego miró a Jake con seriedad.

—Si tienen suerte, podrían incluso lograr que ensaye hoy con ustedes —dijo Connie en tono alegre—. Así podrían darle a Dylan una sorpresa. Imagínenselo: él llega a ensayar y ve a Matt ahí.

Brad se acomodó la mochila y miró a Jake. El tatuado chico revisó la hora en el reloj de pared con el que contaba la tienda antes de observar de vuelta a su amigo con determinación.

—Bien. Vamos a buscarlo.

Brad levantó sus brazos al cielo como signo de victoria y Connie le entregó una amplia sonrisa al chico mayor.

—¿Vienes? —le preguntó Jake devolviendo a la bodega la silla que ella ocupó.

Connie se negó y le explicó que iba a juntarse con su madre para almorzar. Les deseó suerte a ambos chicos y se encaminó hasta el patio de comidas del centro comercial.

A las una en punto se paró cerca de la escalera mecánica por la que su madre debería llegar. Esperó varios minutos hasta que recibió una llamada de Rebecca. Colgó con fastidio al enterarse de que ella estaba atrasada.

¿Cómo era posible que se atrasara, siendo que ella era la más entusiasta con este panorama?, se preguntó Connie con molestia. Lamentablemente, no tenía más alternativa que esperarla.

Buscó algún sitio libre para sentarse y cuando lo encontró se dispuso a caminar hacia allá. No obstante, la voz de un personaje nada agradable para ella la desvió de su objetivo.

—¿No es curioso que siendo una ciudad tan grande sigamos topándonos de vez en cuando? —comentó Ian en un tono coqueto.

Connie lo ignoró. Dio unos pasos en dirección opuesta con la intención de alejarse lo más pronto posible.

—¿Cómo está tu novio? —gritó Ian a sus espaldas.

Ella se volteó. Por la expresión orgullosa que reflejaba su rostro, ella rápidamente comenzó a armar el puzle en su cabeza.

—Ya sabes —continuó él—, ese rubio, alto...

—Tú fuiste.

Ian esbozó una sonrisa maliciosa.

—Yo no lo toqué —enfatizó él de forma irónica y levantando sus manos a la altura de sus hombros.

—Pero estuviste ahí. Tú lo empezaste y tú viste todo.

—Debo admitir que fue un buen espectáculo.

Connie sintió como si por sus venas ya no transitara sangre, sino que fuego. Empuñó su mano derecha y, sintiéndose presa de una ira arrasadora, le lanzó a Ian un errático puñetazo al pecho, uno que no llegó a destino porque él alcanzó a esquivarlo antes de soltar una risilla.

—Tu madre tiene razón... No eres nada más que una escoria humana y debió abortarte cuando todavía podía hacerlo —soltó ella con ojos cristalinos.

Connie lo observó dejar atrás su postura burlesca y cambiarla por una abatida. Sin esperar respuesta, emprendió una veloz escapada a paso rápido, sintiendo una mezcla entre dicha y culpa.

Revisó los anuncios en las paredes y los que colgaban del techo, en búsqueda de los baños.

Cuando por fin logró encerrarse en un cubículo, dejó soltar las lágrimas que tenía reprimidas.

Se sintió muy contrariada consigo misma porque se permitió ser débil. Utilizó como arma algo muy personal que Ian le contó cuando estuvieron juntos.

En ese entonces, a ella le costó mucho trabajo animarlo y lograr que él dejara esa discusión con su madre atrás. Extrañamente, ahora sintió como si hubiera arruinado su propio esfuerzo, pese a que Ian se lo tenía bien merecido por haberle ocasionado ese sufrimiento a «su» Dylan.


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♫ Red House Painters - Song For A Blue Guitar

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