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Capítulo 24: Mensajes

Dylan se resistió en dejarla sola esa noche, y se lo hizo saber mientras conversaron en su habitación, luego de que ella volviera en sí. No tuvo más opción que obedecerla, porque Connie insistió en que estaría bien sola.

Fue a visitarla a primera hora de la mañana siguiente. Quería estar con ella para cuando sintiera los efectos de la abstinencia, en caso de que llegase a sentirlos. Quería acompañarla, conversar con ella y llegar al trasfondo de todo, sólo así podría combatir la causa de su aflicción y ayudarla.

Pasó todo el día con ella. Le preparó algo de comida y estuvo atento a sus síntomas.

Por más que insistió, no logró obtener la razón de trasfondo que la llevó a ir donde Derek. «Quería olvidarme de todo», fue la única explicación que consiguió, dejándolo más intranquilo.

Él se debatió si contarle lo sucedido a Jake; quería hacerlo para que él vigilara y cuidara de Connie. Sin embargo, si lo hacía, Jake se enfadaría aún más con Matt. En el balance final, tenía mayor peso el proteger a su mejor amigo, y de paso, a la banda. Por tanto, decidió no contarle nada.

Al otro día él repitió el panorama, y esta vez trajo consigo su guitarra. Practicó y tocó algunas canciones, sentado en la sala. Connie, en cambio, trató con todas sus fuerzas de no sobre pensar, sólo se concentró en ordenar, compartir tiempo con Dylan y comer ligero.

La mañana del día siguiente él volvió a visitarla y lo único que hicieron fue escuchar los discos de la banda Pantera, los cuales le habían prestado a Dylan. Ambos chicos sacudieron sus cabezas y comentaron cada una de las canciones que hicieron retumbar la sala de Jake.

La música se vio bruscamente interrumpida por la llegada de Emily; Connie la llamó con anterioridad para que la fuera a buscar. La rubia aprovechó y les contó que con Brad ya eran oficialmente novios. Tanto Connie como Dylan la felicitaron.

La razón detrás del escape de Connie se debió a que era día de ensayo y no quería toparse con Matt. Consideró que era mejor opción pasar la tarde en casa de su mejor amiga.

—Tengo otra cosa que contarte —dijo Emily tan pronto llegaron a su casa—. Es sobre tu mam... Rebecca.

Connie la observó con ojos bien abiertos.

—Vino de visita ayer y no se veía muy bien —continuó la rubia—. Dijo que iría donde su hermana mayor a pasar el año nuevo allá. Y que se quedaría con ella unas semanas hasta sentirse mejor... Me pidió que te avisara.

Connie no supo cómo tomar esa noticia.

—Yo creo que es mejor así. Le hará bien estar en otro ambiente y acompañada —agregó la rubia.

—Sí... creo que tienes razón.

******

Connie se hallaba sentada en su escritorio, revisando algo en su computador, cuando unos golpes en la puerta la hicieron girarse.

—Adelante —invitó ella.

Dylan entró al cuarto, sonriendo a más no poder. Con impaciencia se apresuró en contar:

—Mis padres pasarán el año nuevo donde mi tía y me prestaron la casa para hacer una fiesta. ¿Quieres venir?

Connie mordió su labio inferior, dubitativa. Ella ya había organizado su noche, es decir, tenía planeado quedarse en casa, como cualquier otro día normal porque no tenía ánimos de celebrar.

—Recién hablé con Emily y me dijo que quizás iría un rato. Vamos, la pasaremos bien —insistió Dylan—. Irán todos, incluso algunos chicos que conocí en Insomnia, como Andrew y su hermano, con el resto de su banda.

—No estoy de ánimo, Dylan —soltó tajantemente.

Él ladeó su cabeza. Se acercó a ella y le acarició el brazo por encima de la ropa.

—Vamos, di que sí. Estoy seguro de que la vas a pasar bien —enfatizó en un tono dulce.

Ella lo miró con ojos inocentes.

—Estando allá hacemos lo que tú quieras —insistió nuevamente él. Bajó su mano hasta alcanzar la de la chica—. Podemos dejar a todos e ir a caminar, o salir en el auto y escuchar algunos discos.

—No, no es necesario. —Soltó su mano—. No pierdas más tu tiempo. Me quedaré acá. Quizás beba algo de vino, baile un poco en la sala y vea alguna película... Tengo ganas de ver Forrest Gump.

Dylan suspiró. Tendría que aceptarlo, pasarían el año nuevo separados.

—Tú sabes cómo llegar si es que cambias de opinión —mencionó él—. O llámame y vengo a buscarte.

Ella le entregó una sonrisa antes de caminar hasta su escritorio. Tomó una caja pequeña y sacó de ahí unos billetes.

—¿Te quedan de las pastillas que te dio Adam? —preguntó Dylan a sus espaldas.

Connie se giró y lo observó con el rostro serio.

—Me gustaría que me obsequies tres... o dos.

—¿Tú y Matt? —cuestionó ella de mala gana.

—No. No he hablado con Matt desde el sábado. Anda muy extraño... Serían para mí y Andrew, tal vez... No lo sé, dependerá del momento.

Connie caminó hasta su closet. Sacó de su escondite las pastillas y se las pasó todas, cinco en total. En ese intercambio, Dylan la observó a los ojos, queriendo decirle que la iba a extrañar y que su deseo de fin de año iba a ser que estuviera ahí, junto a él.

—Prométeme que vas a estar bien aquí sola.

—Estaré bien. —Le entregó una sonrisa para calmarlo—. Te mandaré mensajes durante la noche, para que estés tranquilo. No necesitas responderlos. Tú dedícate a pasarla bien, ¿de acuerdo?

Él asintió.

—Quería pedirte un favor, antes de que te vayas —mencionó ella. Dylan le prestó toda su atención y ella prosiguió—: ¿Puedes ir a la tienda y comprarme una botella de vino, por favor?

—Por supuesto.

Connie le pasó el dinero y él lo guardó inmediatamente en el bolsillo de su pantalón.

—Mientras tanto, piensa en mi invitación. —Dylan plasmó sus labios en la frente de la chica antes a salir del cuarto.

No había nada que pensar, ella ya había tomado una firme decisión. No quería celebrar ni mucho menos ver a Matt. No estaba lista para eso aún. Tenía miedo de cómo iba a reaccionar para cuando eso pasase, por tanto, lo iba a evitar unos días más, quizás hasta el próximo ensayo, ideó rápidamente.

Unas horas después, Jake se presentó en su habitación e intentó también de convencerla de ir a la fiesta. Ella volvió a negarse.

Cuando se quedó finalmente sola, bajó a la sala. Colocó el disco homónimo de Candlebox, luego Ten de Pearl Jam y, por último, el disco de Muse que le regaló Dylan.

Vio algo de televisión hasta que escuchó gritos desde afuera, ocasionados por las celebraciones de sus vecinos. En ese momento la soledad se sintió con fuerza, como si un camión la hubiese arrollado. Se preguntó si existirá otra persona en el mundo que haya decidido pasar esta fecha de esta manera. Quizás cuántas personas estaban así y no por opción, meditó.

Tomó su celular. Buscó a Dylan entre sus contactos y le escribió: «Feliz año nuevo». Miró la botella de vino que estaba sobre la mesa de centro, meditando si sería una buena idea beberla. Se retractó de hacerlo y optó por tomar una pastilla de Valium.

Su celular vibró, alertándola de un mensaje: «Ojalá estuvieras acá», fue la respuesta de Dylan.

Subió a su alcoba y se vistió con su pijama. Escribió otro mensaje: «Dormiré ahora. Todo está bien. Disfruta. Buenas noches». Apagó la luz de su lámpara y se durmió media hora después.

Al despertar, en lo que ya era oficialmente la primera mañana del año 2008, lo primero que hizo fue ir al baño a realizar su rutina matutina.

Revisó su celular y unas carcajadas le siguieron al leer los dos mensajes que recibió mientras dormía; uno a las 02:09 y otro a las 05:49. Ambos provenían de Dylan y eran realmente ilegibles. Se imaginó en las condiciones que debió haber estado él cuando le escribía esos mensajes, ocasionando que una sonrisa burlona apareciese en su rostro mientras observaba como boba la pantalla de su celular.

Esperaba verlo más tarde para saber los detalles de la fiesta. Quería saber en específico cómo le fue con las pastillas que le obsequió.

Pasó toda la mañana y parte de la tarde sola en casa hasta que llegó Jake.

—¿Todo bien? —preguntó el tatuado chico.

Connie asintió.

—Excelente. ¿Comiste algo ya?

—Sí. Ya almorcé. ¿Quieres que me haga cargo de la cena? —preguntó al notarlo cansado.

—No, no te preocupes. —A su respuesta le siguió un gran bostezo.

Jake caminó hasta la escalera. Antes de subir los peldaños se giró hacia Connie para decir:

—El sábado es el cumpleaños de Kate y me pidió que te invitara.

—¿Este sábado? —cuestionó ella después de humedecer sus labios.

—Así es. Lo celebrará en su departamento. Quizás para ese día esté su hermana menor... ¿Sabías que ella se mudará con Kate?

—No sabía siquiera que tenía una hermana.

—Es media hermana en realidad. No es seguro que llegue para esa fecha, pero ojalá así sea —informó Jake—. Después del ensayo iremos para allá. ¿Te sumas?

Connie, sin pensarlo mucho, aceptó en ir y él se alegró de escuchar aquello.

—Jake, ¡espera! —Se apresuró en seguirlo, pues él había subido algunos escalones—. ¿Qué días ensayarán esta semana?

—Viernes y sábado. La próxima semana será casi todos los días. ¿Por qué?

—Quiero programarme. —Ese día era martes.

—No tienes que irte cada vez que ensayamos, lo sabes, ¿verdad?

—Sí. Claro, pero a veces me gusta darles su espacio. —Era cierto, no le gustaba entorpecer sus ensayos o sus conversaciones de chicos.

—Esta es tu casa también, no lo olvides.

Ella le sonrió.

Dejó escapar un suspiro para cuando volvió a quedarse sola.

Tal parece que vería a Matt el viernes. Sintió que se formaba un nudo en su estómago de tan sólo pensarlo.

Fue a su pieza a buscar su cajetilla de cigarros. Salió de la casa y se sentó en el peldaño que estaba frente a la puerta.

A esas alturas ya había asumido que Matt tenía razón, que todo lo que sintió por él fue parte de una obsesión. Tenía que aceptar que él nunca le perteneció y que él jamás tuvo intenciones de jugársela por ella. Eso último era lo que más le dolía. Todavía retumbaban las palabras en su cabeza cuando él le dijo que ella no valía la pena.

El humo del cigarro se escapó por su nariz cuando vio el auto de Dylan estacionarse frente a la casa. No pudo evitar sonreír cuando lo vio porque recordó inmediatamente los ilegibles mensajes en su celular.

Le respondió entre risas el abrazo que él le entregó.

—¿Cómo estás? —preguntó él.

Connie lo observó con una sonrisa graciosa y él alzó una ceja.

—¿Qué pasa? —interrogó Dylan.

—Nada, sólo me alegra que estés aquí. Ha sido un día muy largo y aburrido.

Dylan le sonrió también. Luego miró la casa, a la chica y después su auto.

—¿Quieres ir a dar una vuelta? Podemos ir al parque.

Connie aceptó. Entró a la casa por su celular. Tomó una hoja y le escribió una nota a Jake, avisando que saldría.

A mitad del trayecto, Dylan le contó que su auto hacía un ruido extraño cada vez que realizaba un cambio de marcha. Pasaron varios minutos hablando sobre eso. Connie no escuchaba nada fuera de lo normal, por ende, Dylan intentó una y otra vez de convencerla de que el ruido sí existía. Incluso él debió bajar el volumen al disco que tenía puesto, Hysteria de la banda Def Leppard, para que ella pudiera escuchar el ruido, pero no hubo caso; Connie no escuchó nada extraño durante todo el recorrido.

Una vez que llegaron al parque, fueron inmediatamente a comprar algo para comer.

Comenzaron a caminar hacia el interior del recinto, Connie comiendo un algodón de azúcar y Dylan un poco de maní.

—Kate celebrará su cumpleaños este sábado...

—Sí. Jake me contó —comentó ella.

—¿Irás?

—Claro, iré... Tendré que comprarle un regalo —mencionó Connie antes echarse a la boca otro pedazo de su algodón de azúcar.

—No es necesario. —Sonrió burlesco—. Sólo lleva tu propio alcohol.

Ella lo ignoró. Lo correcto era llegar al cumpleaños con un regalo, así la habían educado.

—¿Cómo te fue con las pastillas? —preguntó ella—. ¿Tuviste suerte?

—¿A qué te refieres?

—Con alguna chica —reiteró con ojos curiosos.

La expresión del chico reflejó aturdimiento.

—Eeehhh... —murmuró él, sin saber exactamente qué decir.

—Está bien. No me lo digas si no quieres.

—Connie, yo... yo estaba drogado. La pastilla se me subió muy rápido y ella...

—Dylan, detente —lo interrumpió antes de estudiarlo con cuidado. Al parecer, él le estaba dando explicaciones por algo que no debía. Tenía que enmendar su error—: Creo que malinterpretaste mi pregunta.

Dylan se mordió el labio.

—Sólo quería saber si tuviste suerte, por simple curiosidad —retomó ella.

—No pasó a mayores... O sea, fueron sólo besos, nada sexual —explicó con sus mejillas levemente ruborizadas.

Connie le entregó una alegre sonrisa, pues eso significaba que él la pasó bien.

Se sentaron en una banca en el centro del parque.

Después de algunos minutos de silencio, ella se percató que su compañero actuaba extraño, no estaba siendo el chico divertido o coqueto que acostumbraba a ser.

—¿Es la pastilla la que te tiene así ahora? —preguntó ella.

—¿Cómo dices? —La observó confundido.

—Te noto diferente... Afligido, me atrevería a decir.

—No, no, para nada. Sólo estaba pensando en este nuevo año, que trajo consigo algunos cambios repentinos.

Connie arrugó el entrecejo antes de preguntar:

—¿Qué clase de cambios?

—Matt se mudará... Está ahora mismo en casa empacando sus cosas.

—¿Matt dejará de vivir contigo? —preguntó con asombro.

—Se mudará con su novia.

Connie pestañeó varias veces mientras trató de asimilar lo que acababa de escuchar.

—¿No... novia? ¿Matt tiene una novia? —balbuceó ella.

—Sí, volvió con su ex. Fue con ella ayer a la fiesta... Está loca como una cabra. —Soltó una risilla—. Pero obviando eso, es bastante simpática, te agradará.

Connie no pudo seguir con normalidad el resto de la conversación. Por suerte, Dylan tenía sus propias cosas en las que pensar, de lo contrario, habría sospechado que su noticia le afectó más de lo normal.

Luego de unos minutos de haber procesado esa nueva información, la única emoción que Connie sintió fue la ira. Claramente, Matt estaba utilizando a esa otra chica para huir de la casa de Dylan y para mantenerla alejada.

No podía creer que fuera tan cobarde. De haberlo tenido en frente le habría dado un puñetazo en el rostro en ese mismo momento.

Intentó ocultar su enojo para terminar de buena forma la salida con Dylan.

Una voz conocida la saludó a sus espaldas cuando abrió la puerta del auto. «No ahora», pensó. Llenó sus pulmones de aire antes de voltearse y ver a Ian, quien la observaba a ella y a Dylan de una forma muy suspicaz.

—¿No nos vas a presentar? —la interrogó Ian.

Connie lo observó con fastidio. Parece que el destino le puso otro rostro para entregar el puñetazo que deseó dar hace unos minutos, ironizó.

—Ignóralo —mencionó ella mirando a Dylan, quien se encontraba al otro extremo del vehículo—. Vámonos.

Ella se introdujo al auto y Dylan la imitó.

Ian apareció a un costado de la ventana del copiloto. Apoyó su mano en el techo del vehículo y se inclinó para quedar a la altura del rostro de la chica.

—Me agradó verte. Mándale saludos a Jake y a Kate —dijo él, alzando su tono de voz para asegurarse que lo escucharan desde el interior.

Connie lo vio de reojo erguirse y lo próximo que escuchó fueron dos golpes suaves en el techo del vehículo sobre ella.

El auto partió.

—¿Quién era...?

—Un imbécil —se apresuró en contestar.

—Pues es un imbécil que conoce a mis amigos —replicó Dylan medio minuto más tarde.

—No es nadie, ¿de acuerdo? Dijo eso sólo para fastidiar. Te dije que lo ignoraras.

Ella se cruzó de brazos y se hundió más en el asiento. Dylan, por otro lado, no insistió más. Subió la música y condujo con calma.

—¿Sabías que el baterista de esta banda perdió uno de sus brazos? —mencionó él de pronto.

Connie lo miró perpleja. No por lo que dijo, sino que por el drástico cambio en el tema de conversación. No se molestó, al contrario, lo agradeció. Escuchó luego con total atención todo lo que él quiso contarle sobre la historia de Def Leppard.

Le gustaba cuando él le hablaba sobre sus bandas favoritas, lo hacía con tanto entusiasmo que podría escucharlo por largos minutos sin hartarse.

De vuelta en su habitación, tomó una pastilla de Valium y se acostó a dormir. El efecto que esperaba tardó en aparecer, dificultando que lograra controlar sus deseos de escape por más tiempo.

Se acercó hasta uno de sus escondites y sacó un objeto de allí. Luego fue a encerrarse al baño. Echó a correr el agua, desvistió su brazo izquierdo y sacó la hoja de afeitar que acababa de tomar desde su escondite.

Estaba orgullosa de cómo lidió con Ian, aun así, dejó que su presencia la afectara. Lo mismo que con Matt, quien prefirió retomar una relación antigua en vez de intentar que las cosas volvieran a la normalidad entre ellos.

En ese momento se odió a sí misma. Se odió por permitir que él siguiese lastimándola, pese a que no lo ve hace días.

No fue capaz de permanecer en casa el viernes, día de ensayo, porque no se sintió preparada para ver a Matt. Por ende, se convenció de que era una buena idea pasar todo ese día en el centro comercial buscando un obsequio para Kate.

Sin embargo, terminó aquel día sabiendo que nopodría seguir huyendo. Mañana vería a Matt.

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♫ Sia - Breathe Me

Creo que esta canción resume muy bien lo que Connie sintió en el capítulo. Si te sientes así, te mando mucha fuerza ♥ Y no importa lo que te digan, tu valor no lo definen otros.

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