Capítulo 23: Impulso destructivo
Matt observó a la chica durmiendo a su lado. Esto lo hizo por un breve periodo de tiempo hasta que decidió levantarse. En el baño vació su vejiga, lavó su rostro y manos antes de quedarse inmóvil contemplando su reflejo frente al espejo. Sintió lástima por sí mismo; sus ojeras, su piel pálida, sus tristes ojos y la tediosa prenda que lo cubría.
Tocó su ropa colgada en el baño, las que seguían empapadas, y se las colocó de todas formas. Sintió pesar al notar que su cajetilla de cigarros, la que guardaba en su chaqueta, quedó completamente arruinada.
Connie lo esperaba sentada al borde de la cama, con una mirada que reflejaba ilusión y usando una bata similar a la que él acababa de dejar en el baño.
—Hiciste bien el otro día —mencionó él.
—Matt, yo quer...
—Donde Derek. Ojalá yo hubiera hecho lo mismo hace un tiempo atrás.
Se miraron fijamente.
—En cuanto a Adam, jamás debes volver a esa casa —amenazó él con una expresión seria—. Adam es un maldito psicópata. Disfruta mucho drogando a las personas.
—¿Él te drogó?
Matt humedeció sus labios y respondió:
—Me dio un trago. Algo debió echarle.
—¿Por qué hizo eso?
—Porque está loco.
Connie lo observó con detenimiento. Notó que el color de sus ojos retornaron a ese azul intenso que ella adoraba.
—Matt, yo quería...
—A Dylan le pasó algo parecido —reveló de pronto, nuevamente sin dejarla hablar—. Por eso odia tanto ese lugar.
La chica lo miró con asombro. Por fin comprendió la razón detrás del disgusto que mostraba el rubio cada vez que iban a la casa de Adam.
—También hiciste bien en alejarte de él —prosiguió Matt—. Ahora sólo hace falta que te alejes de mí.
—¿De qué estás hablando? —Le entregó una confusa mirada—. Yo estoy segura de que podemos hacer que esto funcione.
—¿Qué?
El celular de la chica comenzó a sonar. Por un momento ella trató de ignorarlo, pero los ojos del muchacho frente suyo se clavaron en el aparato, como si el ruido lo estuviese molestando en demasía.
Ella se levantó. El nombre «Dylan» estaba en la pantalla. Apagó el celular.
—De eso quería hablar contigo. —Se paró frente al chico—. No he parado de pensar en ti, Matt. Y no importa cuánto te esfuerces en negarlo, yo sé que te gusto. Lo he pensado mucho y creo que de verdad podemos hacer que esto funcione...
—No existe ningún «esto», Connie.
—Porque así lo quieres tú. —Rodeó el rostro del chico con sus manos—. Yo quiero estar a tu lado.
Él la tomó por las muñecas mientras que negaba con la cabeza.
—Tú no sabes lo que quieres, ¿cómo no lo ves?
—Matt, le he dado muchas vueltas a esto y de verdad siento que podemos hacer que funcione...
—No, Connie. Estás delirando. Lo único que he hecho todo este tiempo es hacerte sufrir. ¿No lo ves? Estás obsesionada conmigo o es tu deseo autodestructivo el que me quiere a tu lado.
—¡Matt, por favor, deja de desviar el tema! —gritó impaciente—. ¿Por qué no admites, de una buena vez, que yo te gusto?
Matt suspiró profundamente. Su mirada se tornó frágil. Ya era tiempo de dejar que la emoción hablara por él en vez de la razón.
—Ay, Connie... A mí me gustaste desde el primer segundo en que te vi —confesó de la manera más honesta que se puedan decir palabras como esas.
Él recordaba muy bien ese momento: él estaba sentado en un sitio cercano a la escuela cuando vio a Connie caminando por el otro lado de la calle. Ella iba con unos auriculares que cubrían sus orejas, ensimismada en su propio mundo, e irradiaba una belleza tan mística que él no pudo evitar desviar sus ojos de ella.
Connie se quedó muda.
—Te observaba cada día después de clases e ideaba alguna forma de poder acercarme —continuó él—. Hasta que un día me atreví a hacerlo. Después continué saludándote, pero siempre sentí que me ignorabas. Luego otras cosas llamaron mi atención y te dejé de lado. Hasta que reapareciste... en el peor momento de mi vida.
—Matt...
—Pero tú te fuiste solita hacia los brazos de otro.
Matt le entregó una venenosa mirada, una que heló el cuerpo de la muchacha, quien retrocedió el paso que había dado.
—Enterarme de lo de ustedes se sintió como otro golpe bajo de parte del destino —mencionó él después de reír levemente de manera irónica.
Las lágrimas ya habían aparecido en ella. Su confesión no hizo más que enojarla hasta el punto de llorar.
—¿Por qué no dijiste nada? —Connie empuñó sus manos, aguantándose las ganas de ir a golpearlo—. ¿¡Por qué dejaste que las cosas se dieran así!? ¡Pudiste haber hecho algo!
—¡Por favor! ¿¡Cómo iba a competir contra Dylan!? —gritó de forma categórica—. Él es mejor que yo... Me supera en todo.
—¿De qué mierda estás hablando, Matt? Tú lo conoces mejor que yo. ¡Tú siempre supiste que con Dylan no teníamos nada!
—No valías la pena —contestó tajantemente—. Esa es la verdad... Aparte, las drogas eran mucho más deliciosas.
La chica le entregó una mirada atónita, sintiendo más tarde una fuerte punzada en su pecho, una tan grande que le fue difícil responder de forma inmediata.
Su lado testarudo decidió seguir intentándolo, porque todo lo que él acababa de decir estaba relacionado con el pasado.
Tomó una gran bocanada de aire y continuó:
—Ahora no tienes que competir contra nadie. Yo quiero estar contigo. Podemos intentarlo, yo lo sé.
—¿Qué más tengo que decirte para que lo entiendas? —dijo él—. Yo no quiero nada contigo.
—¿Por qué me dejaste abrazarte anoche entonces? —contestó después de erguirse y pretender que sus palabras no podían derrumbarla.
Matt la miró fijamente a los ojos. Se tomó un tiempo antes de responder:
—Fue una despedida.
—No te creo... ¡Eso no tiene sentido! —gritó—. Yo te gusto, Matt. No me hables más del pasado. ¡Yo todavía te gusto!
—¡Ese no es el asunto, Connie! ¡Entiéndelo! ¡Tú y yo sólo nos hacemos daño! —gritó más fuerte—. Dime, ahora mismo, ¿cuándo te he hecho sentir bien? Respóndeme y te juro que pensaré que todo esto vale la pena. Dime una única vez en la que he estado ahí para ti. —La incitó con ojos desafiantes—. ¡Respóndeme! Ayúdame a entender qué es lo que tú ves porque esto para mí suena sólo como un capricho. ¡Uno más de tus malditos caprichos!
Connie sintió un nudo en su garganta, imposibilitando que las palabras salieran de su boca.
—¿Lo ves? —prosiguió él—. ¡No tienes con qué responderme porque ese momento no existe!
—Ayer... —se apresuró en contestar. Tragó saliva, tomó un respiro y continuó—: Ayer, cuando impediste que entrara a la casa de Adam.
—¿En serio? —La miró con ironía—. ¿Y por qué fuiste para allá en primer lugar?
Connie volvió a quedarse muda.
—Yo sólo te hago daño, Connie. ¿Lo entiendes ahora?
—No, no es verdad...
Ella se acercó para tocar su rostro, pero él la agarró con fuerza por las muñecas.
—Muéstrame tus brazos —ordenó Matt de forma prepotente—. Muéstramelos y pruébame que me equivoco.
Matt se vio reflejado en un par de ojos vacíos antes de soltar las muñecas de la chica. Él sabía que los cortes en sus brazos se habían, al menos, duplicado desde la última vez que los vio. Lo notó anoche pero no quiso comentarlo, hasta ahora.
Salió de ahí sabiendo que Connie no volvería a insistir nunca más con la idea de estar juntos. En el fondo, era una sensación desagradable. Lo que más extrañaría sería la forma en que ella lo observaba. Esa forma que lo hacía sentirse tan especial.
Sabía que esto era lo mejor. Su cabeza y su corazón estaban convencidos de aquello. Lo que sí lamentó fue la forma en que este término se llevó a cabo. Pudo haberlo hecho antes y pudo haberlo manejado mejor.
Era consciente de que el rostro con que ella lo miró cuando le dijo todas esas cosas hirientes lo iba a perseguir durante bastante tiempo.
Él debía ser paciente y esperar a que todo volviera a la normalidad. Confiaba que pronto podría enfocarse solamente en crear música y en mantenerse alejado de la heroína.
Caminó hasta llegar a un teléfono público. Por suerte, las monedas no se estropean con un poco de agua, pensó mientras marcaba los números del celular de Dylan. Le informó que estaba bien, que no debía preocuparse y que pronto estaría en casa.
Llegó a casa de los Myers cerca de las 8:00 pm; antes debió resolver unos asuntos con el infame Adam. Entró al cuarto del rubio esperando que él se alegrara de verlo, pero Dylan lucía afligido y se estaba colocando una chaqueta.
—¿Qué ocurre? —preguntó al verlo tomar las llaves del auto.
—Me llamó Jake. No sabe nada de Connie desde anoche y no responde las llamadas —soltó Dylan con pesadumbre—. Saldré a buscarla. Mi madre te dejó comida en la nevera. Si te pregunta por mí dile que...
—Yo sé dónde puede estar —mencionó cabizbajo.
Dylan lo observó con atención e impaciencia.
Minutos más tarde, ambos iban en dirección a la casa de Derek.
Durante el trayecto, Dylan no paró de sermonear a Matt e insistir por explicaciones, las que no fueron suficientes para él porque Matt se ahorró todos los detalles.
Matt esperaba estar equivocado con su intuición y que el paradero de Connie siguiera siendo la habitación del motel, no obstante, algo en él sabía que eso era una simple ilusión.
El rubio estacionó el vehículo y a paso rápido se adentraron ambos al callejón.
Matt golpeó la puerta y luego gritó el nombre del dueño del departamento. Escuchó la cerradura desbloquearse y entró al lugar. Su respiración se detuvo al ver a Connie sentada en el sofá de la sala de Derek. Sintió luego que lo empujaban hacia un lado y sus ojos presenciaron cómo su amigo se apresuró para ir donde ella.
—Cielos... ¿Qué le pasó? ¿Por qué está así? —preguntó Dylan, exasperado, intercalando su mirada entre los rostros de todos allí, incluso el de ella, que no respondía.
—Está bien. Llegó hace poco —contestó Derek.
Dylan tomó a la chica en brazos y salió de ahí con apuro. Al llegar al auto comenzó a gritar el nombre de su amigo porque necesitaba la ayuda de alguien para abrir la puerta. Lo llamó una y otra vez, maldiciendo entre medio de cada palabra. Con bastante esfuerzo subió a la chica más arriba y se ayudó de su pierna junto con el auto para liberar una de sus manos, logrando abrir la puerta.
Matt volvió y lo ayudó a sentar a la chica en el asiento trasero.
—¡Mierda, Matt! ¿Por qué no me dijiste nada? ¿Desde cuándo que está haciendo esto? ¡Tú lo sabías y no me dijiste nada!
—Tranquilo... Hablé con Derek y no es tan grave como parece...
—¿¡Pero de qué carajos estás hablando!? ¡Mírala!
Matt lo observó confundido por su comportamiento.
—Cuídala y vigílala mientras yo conduzco —ordenó Dylan.
Él rodeó el auto por la parte delantera. Matt, en cambio, hizo lo mismo, pero por la parte trasera. Él tomó a Connie e hizo que recostara su cabeza sobre su pecho.
El auto comenzó a moverse.
Unas cuadras más allá, Dylan volvió a estacionarse y apareció entre medio de los asientos para cerciorarse del estado de ella. Connie seguía sin reaccionar y él se asustó mucho. Temió en ese momento que ella no volvería a despertar y sus ojos se cristalizaron.
—¿Debería ir a un hospital? —preguntó mirando a Matt.
—No. No. Se pondrá bien.
—Mierda, Matt. ¡Esto no se trata de ti! ¿De verdad se va a poner bien?
—Sí, Dylan. Va a reaccionar en unos minutos más.
—Mierda... ¡Mierda! ¿¡Por qué no me dijiste nada!?
Matt sintió su pecho apretarse.
—¿Desde cuándo está haciendo esto? ¡Tú lo sabías y no me dijiste nada!
El de ojos azules permaneció callado.
—¿Qué hacemos ahora? —continuó Dylan—. ¿Debería llamar a Jake? ¡Mierda!
Dylan bajó del auto. Comenzó a dar círculos erráticos desde un extremo del auto hasta el otro mientras se agarraba la cabeza.
Matt suspiró profundamente, sintiendo extraños deseos de llorar. Había quedado en evidencia que todo esto era su culpa. Bajó la mirada y observó el rostro de la chica. Hizo presión con sus dedos sobre el cuello de ella para sentir su pulso. Luego acarició su pálida mejilla e intentó hacerla reaccionar, sin conseguirlo.
Dylan retornó al auto.
—No podemos dejar que Jake la vea así. Tampoco mis padres —sentenció él, algo más calmado.
—Esperemos aquí.
Pausa.
—¿Esta así por esa mierda de la heroína? ¿Desde cuándo que la consume? —preguntó Dylan.
—Derek me contó que la aspiró, no quiso inyectársela.
—¿Qué?
—La aspiró por la nariz. Fue un poco. Derek estuvo ahí, la ayudó.
—¿¡De qué mierda me estás hablando!? Hablas como si debiéramos estar agradecidos. ¡Ese tipo pudo haberle hecho algo!
—¡Derek no es así!
—¡Púdrete, Matt! ¿¡Por qué no me hablaste de esto!?
Matt desvió la mirada.
—Tú le presentaste a Derek, ¿no es cierto? ¡No me mientas más!
—Sí, Dylan. —Miró a su amigo de forma inexpresiva—. Yo le enseñé ese lugar. ¿Por qué tendría que habértelo dicho? Ella me lo pidió. Ella debió contártelo a ti.
Dylan se giró hacia el frente y cubrió su rostro con sus manos. Necesitaba calmarse, pues tenía una mezcla gigante en su interior entre ira y desesperación.
—No me hagas quedar como el malo de la historia —continuó Matt—. El día que vinimos ella se arrepintió. ¿Por qué tendría que habértelo dicho si no pasó nada?
—Ya da igual. —Su voz se oyó entrecortada.
Matt lo observó con exceso de curiosidad por un breve minuto.
—No entiendo por qué te preocupa tanto —mencionó Matt con la intención de estudiar la reacción de su amigo—. Ella puede hacer lo que quiera. No es tu problema. Tú deberías mantenerte alejado de alguien como ella.
Dylan no lo soportó más: se bajó del auto, abrió la puerta del lado de su amigo y le gritó que se bajara, a lo que Matt obedeció.
—Maldito pendejo insensible —murmuró Dylan antes de retornar al vehículo.
Matt vio el auto alejarse y de pronto todo fue muy claro para él. La verdad lo golpeó tan fuerte como si fuese un puñetazo directo en su estómago.
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♫ Tool - Schism
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