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Capítulo 21: Persecución

La banda se reunió el jueves a ensayar. Jake debió intercambiar turno con su compañero de trabajo para poder hacerlo, a diferencia de Matt, quien había perdido su empleo debido a los días que se ausentó.

Antes de empezar, Matt tuvo que dar explicaciones a sus compañeros por haber faltado al ensayo y por toda la angustia que les provocó. Esa conversación fue tensa. Él sabía que estuvo en pauta la opción de echarlo del grupo, por eso mismo se dio todo el tiempo necesario para disculparse y prometer que no se volvería a repetir. Les indicó también que pasó esos días escribiendo y que tenía hartas ideas para nuevas canciones.

Jake fue el más entusiasta con eso último. Él siempre admiró la creatividad de Matt. Su molestia con él iba enfocada en otro aspecto, como lo era su comportamiento y su desagradable actitud.

Ensayaron todo el día. Sus pausas sólo fueron para llamar a la pizzería y comer. Mañana tendrían su cuarto espectáculo en Insomnia Bar y sería el último en el que se presentarían como la banda de apertura, es decir, de tocar treinta minutos pasarían a tocar cincuenta y cada tres viernes.

Connie también permaneció en casa todo ese día, pero alejada de ellos. Jake y Dylan trataron de convencerla de que bajara a comer pizza, pero ella se negó. No quiso distraerlos y no quiso ver a Matt, al menos no así, sin poder conversar a solas.

Ella pasó todo el día pensando en qué rumbo debería tomar con respecto a él.

Con Dylan ya estaba clara, ya lo tenía decidido. Por otro lado, con Matt no sabía qué hacer porque no sabía exactamente qué quería con él; ¿Quería solamente su ayuda con las drogas o también quería tener una relación?

En el caso de querer algo serio, ¿valía la pena el intento?

En el otro caso, de querer solamente su ayuda, ¿podría mantenerse alejada de sus labios? Recordó su mirada y sus dedos rozando su cuerpo inmediatamente después de analizar esa opción. Era consciente de que no podría mantenerse alejada de él.

Sabía también que Matt sentía algo por ella, estaba segura de aquello, pero él no era capaz de admitirlo. Quizá por miedo o por orgullo. Bajo ese escenario, ¿cuánto tiempo más se iba a tardar él en decidirse? ¿Estaba dispuesta a esperarlo?

Decidió permanecer en casa el día viernes y no asistir al bar Insomnia. Dylan la llamó antes y después del show para preguntarle cómo estaba. Él no comprendía por qué ella estaba tan distante y a Connie le costó trabajo convencerlo de que no tenía de qué preocuparse.

Al día siguiente, los chicos volvieron a reunirse para ensayar, pero esta vez lo hicieron para trabajar en nuevas canciones. Esa tarde, Connie fue con Emily al centro comercial a comprar obsequios.

Ella retornó a casa cerca de las 10:00 pm. En su camino a la entrada notó que Dylan se encontraba apoyado en su auto, mirándola con una sonrisa.

—Parece que te fue bien —mencionó él después observar las bolsas que ella traía consigo, de las cuales sobresalían paquetes envueltos con diseños navideños.

—¿Y Matt?

—En el baño. —Miró su reloj. Llevaba quince minutos esperándolo.

Connie retomó su camino hacia la entrada de la casa. Con la mano en el pomo se giró a ver al chico rubio, notando que él la miraba fijamente. Se debatió si este era un buen momento para hablar con él.

—Buenas noches —se despidió ella, luego de decidir posponer la conversación para otra oportunidad.

De pie en el vestíbulo, vio a Matt caminando en su dirección y ella se paralizó. Sintió que el corazón se le iba a salir por la boca. Dejó las bolsas en el suelo y afirmó la puerta, impidiéndole su avance.

—Necesito hablar contigo.

—Ahora no puedo —contestó Matt, haciéndola a un lado para que despeje su camino.

Connie se lamentó. Debió mantenerse callada, se sermoneó a sí misma. Había pensado darle tiempo y hablar con él después de las fiestas de fin de año, siendo ya evidente que su impulsivo subconsciente la traicionó.

Al girarse hacia la escalera, vio a Jake de pie, mirándola con detalle. Parecía que la estaba analizando. Se puso nerviosa instintivamente.

—Mañana tengo que devolver el turno en el trabajo —mencionó Jake, rompiendo el silencio que duró varios segundos—. ¿Puedes hacer aseo en la casa?

—Claro. No te preocupes. —Tomó las bolsas que había dejado en el suelo y subió a su habitación.

******

Después de pasar todo el día limpiando, Connie se encaminó hasta la casa de Dylan al cerciorarse, por mensajes telefónicos, que él estaría en casa.

Ella subió las escaleras luego de que la señora Jane le confirmase que su hijo se encontraba en su habitación. A medida que se acercaba a la pieza, escuchó con mayor nitidez unos acordes, sumados al canto de Matt, provocando que se detuviese a medio camino. No esperaba encontrarse con el de ojos azules.

Producto de sus nervios no logró reconocer la canción en una primera instancia. Le tomó como un minuto identificar que era Sour Girl de Stone Temple Pilots. La interpretación se escuchaba tan buena, que se quedó parada a un costado de la puerta a escuchar con atención, como si fuese una fanática más.

A la mitad del coro entró al cuarto de improvisto, ocasionando que ambos chicos se detuvieran inmediatamente. Dylan estaba sentado de piernas cruzadas sobre su cama, con la guitarra en su regazo, y Matt se encontraba sentado en la silla del escritorio, a un costado de la cama.

—Lamento la interrupción. —Se disculpó con voz dulce—. Dylan, ¿puedo hablar contigo?

—Claro —respondió él y miró a su amigo, incitándolo a salir.

Matt se petrificó por un instante porque temió lo peor. En su camino a la salida le entregó una amenazante mirada a la chica, esperando que aquello haya sido suficiente como para amedrentarla.

Dylan dejó la guitarra a un costado y se levantó para cerrar la puerta.

—Te escucho. —Se sentó al borde de su cama.

Ella tragó saliva. La forma en que la miró Matt la asustó de forma inexplicable. Debió tomarse una pausa para relajarse porque, con él fuera, ya no había ningún peligro.

—¿Es algo bueno o malo? —preguntó Dylan en un tono impaciente.

Connie negó con la cabeza. Suspiró y, sin darle más suspenso a la situación, soltó:

—Quiero que dejemos de hacer lo que hemos estado haciendo.

—¿Perdón?

—No más besos, no más encuentros y no más reglas. Todo eso se acaba desde ahora —anunció ella.

—¿Y eso por qué?

—Porque así lo quiero yo —contestó irritada.

—¿Esto es por Kimberly? —Se levantó.

—¿Qué? ¡No! Claro que no.

—¿Entonces?

Silencio.

—Estoy viendo a otra persona —sentenció ella.

Dylan frunció el ceño, desconfiado.

—¿En serio? —La vio asentir y él no tardó en reclamar—: Pero Connie, acordamos que podemos ver a otras personas, ¿no lo recuerdas?

—Sí, lo sé, pero es mejor de esta manera... Lo lamento —agregó eso último con la voz entrecortada.

Dylan avanzó dos pasos hacia ella.

—¿Es por eso que has estado tan distante conmigo? Ni siquiera fuiste al Bar a vernos tocar.

—Lo lamento —repitió Connie.

El chico continuó dubitativo. Sintió en ese momento que había algo más de trasfondo, algo relacionado con sus complejos. No le creyó que esto estuviese relacionado con otra persona, aun así, prefirió no insistir por explicaciones.

—Entonces... Supongo que las cosas van a cambiar entre nosotros —dijo él.

Ella no contestó porque sintió las lágrimas formándose en sus ojos.

—Está bien. Si así lo deseas, así será —mencionó él en tono dulce—. Hazme saber si cambias de opinión.

Ella asintió, limpiándose una lágrima.

—¿Quieres que te lleve a casa?

—No. No es necesario. —Le sonrió y caminó hacia la puerta—. Te dejé un pequeño obsequio bajo el árbol de navidad. Espero te guste. Hay algo también para Matt, tus padres y Ryan.

Dylan esbozó una sonrisa. Abrió sus brazos y esperó pacientemente de pie en el centro de la habitación. Luego vio que ella le sonrió de vuelta antes de ir a su encuentro. Él la envolvió en un fuerte abrazo porque de verdad necesitaba de aquello. Necesitaba corroborar que ella seguía estando ahí y que esta separación se enfocaría solamente en lo carnal.

******

De vuelta en casa, y desconociendo totalmente que la habían seguido, Connie sacó de la nevera una crema de zapallo que Jake dejó preparado para la cena. Él debía llegar en cualquier momento.

Dos golpes en la puerta la alertaron.

—¿Todavía quieres probar la heroína? —le preguntó Matt una vez que ella abrió la puerta. No hubo ni un saludo previo ni menos una expresión de cortesía.

Connie lo estudió por un instante. ¿Qué tenía en mente? ¿Podrían finalmente conversar sobre su relación? Sintió demasiada curiosidad como para negarse.

—Vamos. Trae dinero.

La chica cortó la llama del gas, la que calentaba la olla. Luego fue a su cuarto a buscar dinero, junto con su chaqueta, y salió de la casa.

Caminó al lado del chico, en silencio, por alrededor de cinco cuadras.

—¿A dónde vamos? —preguntó finalmente.

Matt no respondió. Apuró el paso, dejándole a ella ninguna otra opción más que imitarlo. Ya era de noche y cada vez se adentraban a lugares más peligrosos.

Al caminar dos cuadras más, ella se detuvo.

—Matt, ¿podemos hablar antes?

—¿Tú quieres esto o no? —replicó elevando la voz—. Me dijiste que no querías ninguna otra cosa más.

—Sí, pero... —Lo miró a los ojos y luego miró a su alrededor—. Al menos dime a dónde vamos.

—Vamos donde Derek. Es un amigo mío.

Retomaron su camino.

Se detuvieron frente a un departamento. Matt se adentró por un costado y abrió una reja que allí había para delimitar el sector. Connie lo siguió, sintiendo sus pies adoloridos de tanto caminar.

—Matt... ¿Podemos hablar primero? —lo interrumpió antes de que él golpeara la puerta—. Me dijiste el otro día que hablaríam...

—¿Y tú crees que quiero hablar ahora?

Ella se heló. El tono que utilizó él, sumado a su mirada inexpresiva, la obligó a no volver a insistir con eso.

El chico golpeó la puerta, contestó «Es Matt» y lo próximo que se escuchó fue el sonido de una cerradura abrirse.

El lugar era oscuro, olía a humedad y poseía escasos muebles.

Connie siguió al chico hasta llegar a un pequeño cuarto que, a diferencia de la sala, se encontraba bastante iluminado por lámparas y tres pantallas de computadoras. Ahí estaba Derek, quien hace poco había presionado un botón para abrir la puerta.

Derek era obeso, usaba anteojos, tenía una pierna amputada y se movilizaba en una silla de ruedas. Matt los presentó antes de indicarle a su amigo la razón por la que estaban allí.

—Esperen en la sala. Voy en unos minutos —dijo Derek, con voz grave y ahogada.

Los chicos lo obedecieron. Las manos de Connie comenzaron a sudar y debió secarlas en su pantalón.

—Escucha, y escúchame bien —mencionó Matt de pronto luego de girarse hacia ella—. Después de esta dosis tienes que aguantar el máximo de tiempo que puedas, ¿entendido? No importa cuánto lo desees, tienes que dejar pasar varios días hasta el próximo chute, ¿de acuerdo?

Connie pestañeó varias veces.

—Entre más seguido lo hagas, más jodido se pondrá todo —agregó él.

Ella lo observó con verdadero terror. Su corazón latió fuertemente al escuchar que la silla de ruedas se movió a otra habitación. Derek apareció en la sala mostrando unos pequeños paquetes hechos con papel de aluminio.

—Bien. Connie, entrégale el dinero —ordenó Matt.

La chica sintió los punzantes ojos de ambos sobre ella. Miró la droga que tenía Derek y luego miró los ojos de Matt. Un nudo se formó en su estómago. Ya no quería seguir adelante. 

Negó con la cabeza e intentó decir algo, pero nada salió de su boca.

—Connie, pásale el dinero —insistió Matt.

Ella tragó saliva. Se disculpó y se giró hacia la puerta. Su andar fue interrumpido por un fuerte agarre en uno de sus brazos. Vio a Matt pararse frente suyo y lo próximo que sintió fue su intensa mirada.

—¿Qué estás haciendo? —la cuestionó él.

—No quiero seguir con esto.

—¿¡Es una puta broma!?

Ella apartó a Matt del camino y salió de allí con prisa, escuchando que él la llamaba a sus espaldas. Avanzó unos pasos más y al llegar a la vereda se detuvo repentinamente. Necesitó tiempo para hacerle entender a su cerebro que ya estaba a salvo.

—¡Connie! —Se paró frente a ella, la tomó por los brazos y le dio una leve sacudida—. ¿¡Qué ocurre contigo!?

—¡Déjame! —Lo empujó—. No quiero hacer esto, ¡no así!

—Está bien, está bien, lo haremos a tu manera... —Se tomó unos segundos—. Dame el dinero. Yo la compro y nos juntamos en tu cuarto en una hora más, ¿te parece bien así?

Ella lo estudió minuciosamente. La postura del chico y sus gestos le indicaron que debía ser precavida y no confiar en él, no en ese momento.

—Connie, ¡dame el dinero! —gritó impaciente.

Ella se quebró y comenzó a llorar.

—Juro que no te entiendo —comentó él—. ¡Tú querías esto! ¿Qué esperabas? ¿Qué la droga saliera de un mágico poni blanco? ¡Despierta!

—¡No estás haciendo esto por mí! ¡Sólo quieres mi dinero para seguir con tu adicción!

—¿Te golpeaste en la cabeza o qué? No necesito tu mugroso dinero —escupió con rabia—. Tú me pediste esto y a cambio no le contarías lo nuestro a nadie, ¿o ya se te olvidó?

Connie sintió su pecho comprimirse. Quiso gritarle que se fuera a la mierda por no comprenderla ni por esforzarse en hacerlo.

—No hago esto por tu dinero —insistió Matt, impaciente con darle un cierre a la conversación—. Pero si quieres la droga la tienes que comprar tú.

—Eres un imbécil... No necesitas hacer nada para que guarde silencio. No se lo diré a nadie porque te hice una promesa y la voy a cumplir.

Pausa.

—Como sea. —Matt hizo un gesto de desaprobación antes de intentar regresar al departamento, siendo interrumpido por un agarre en su brazo.

—¿Me vas a dejar aquí? ¡Necesito hablar contigo! —gritó ella.

—Ahora no. Tengo otra cosa más importante que hacer. —Se zafó con desprecio.

Ella caminó de regreso a casa, con sus brazos cruzados, sola y sintiendo las lágrimas cayendo por sus mejillas.

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♫ Three Days Grace - Take Me Under

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