Capítulo 20: Histeria
Matt llevaba seis días desaparecido. En un inicio, su mejor amigo no lo consideró como algo importante; la ausencia repentina de Matt ya se había vuelto una costumbre. Sin embargo, Matt no apareció el día de ensayo y eso fue un llamado de atención para todos. Él nunca faltaba a esa cita.
Aquello generó que su círculo más cercano comenzara seriamente a preocuparse por su salud. Los chicos se organizaron ese mismo sábado para recorrer la ciudad en su búsqueda, sin tener éxito, ni ese día ni el resto que les siguió.
Dylan estaba devastado. Lo buscó en la comisaría, en la casa de Adam, en el departamento de Derek, en el hospital y hasta en la casa de la ex de Matt, sin tener resultados.
Para empeorar las cosas, Jake utilizó esa situación a su favor e insistió con que debían echar a Matt de la banda. Pronto tendrían que tocar su cuarto show en Insomnia Bar, y con él faltando a los ensayos no parecía haber otra alternativa, según Jake.
A Dylan le costó mucho trabajo desviar a Jake de esa idea, a diferencia de otras veces, ya que Brad, quien siempre compartía su postura, comenzaba a ceder con cada día que pasaba. Si Matt no aparecía para el viernes, día del show, Dylan se iba a quedar solo en esa posición y no habría vuelta atrás.
Por otro lado, Connie estaba destrozada. Durante ese tiempo se mantuvo muy desanimada. No estuvo de ánimo ni para escuchar sus discos favoritos. Lloró todas las noches y durante el día le costó trabajo realizar sus tareas con normalidad. Por suerte, en la escuela dieron varios días libres por las fiestas de fin de año, de lo contrario, no habría sido capaz de asistir a clases.
Su aflicción fue tan grande y arrolladora que empezó a autolesionarse. El dolor físico logró calmar por unos instantes su dolor interno.
Ese día, al igual que las noches anteriores, se durmió entre sollozos. Aproximadamente a las dos de la madrugada despertó al sentir un cuerpo frío acostarse a su lado, provocando que ella se exaltara e hiciera un ademán de levantarse.
—Soy yo —susurró Matt abrazándola por detrás.
—¿Qué haces aquí? —Hizo otro intento por voltearse, pero el chico la abrazó con más fuerza, impidiéndoselo.
—Así es perfecto. —Su voz se oyó muy áspera y desanimada.
El corazón de Connie latió con velocidad. El brusco despertar la colocó en alerta. Quería levantarse y cerciorarse del estado del joven, a su vez, sabía que debía permanecer calmada porque no quería despertar a Jake. Tampoco quería espantar a Matt, quien, por alguna razón, decidió aparecer de esa manera.
—¿Dónde estabas? —preguntó antes de intentar girarse, pero él nuevamente se lo impidió—. Quiero verte.
—No te muevas... Sólo quiero dormir. —Eso último se oyó como una súplica imponente.
Ella decidió permanecer quieta por un instante. Esperaría unos minutos para moverse y lograr ver al chico a la cara. Cuando ese momento llegó, logró prender la luz de su lamparita antes de ver al muchacho semidormido a su lado.
Aprovechó para estudiarlo; él lucía espantoso. Tenía unas oscuras ojeras debajo de unos ojos rojos que contrastaban con su pálida piel. Su cabello tenía un mal aspecto, como si llevara días sin asearlo. También podría apostar que había bajado varios gramos, quizás hasta un kilo.
—Cielos, Matt, te ves horrible —dijo con franqueza, obteniendo una leve sonrisa burlesca de parte de él—. ¿Dónde estabas?
—No he dormido bien en días. —Cerró los ojos y se acomodó para continuar con su sueño—. Sólo quiero descansar.
Connie suspiró frustrada. No iba a rendirse así tan fácil. Iba a conseguir su respuesta a como dé lugar. Levantó las sábanas para observar la vestimenta del chico; llevaba unos jeans sucios, afirmados por un grueso cinturón color negro. Su camiseta era del mismo color y encima llevaba puesto una sudadera con un estampado de un tiburón, una que ella jamás se la había visto puesta.
Retomó su vista a los jeans del chico. En sus bolsillos debía haber algún papel que podría servir como pista. Introdujo su mano en el bolsillo izquierdo y dio un pequeño saltó al sentir el agarre de Matt alrededor de su muñeca.
—¿Qué haces? —preguntó él en un tono agresivo.
—Busco algo que me diga en dónde estuviste.
Su tono dulce y a la vez desesperado hizo que Matt sonriera.
—Estuve donde Adam —confesó al soltarla.
—¿Cómo? Si con Dylan fuimos allá a buscarte.
—Lo sé. Le pedí que no me delatara —agregó con pesadumbre. Sabía que haberle pedido eso le costará caro más adelante. Pedirle un favor a Adam era casi como venderle el alma al diablo.
—¿Por qué te fuiste, Matt?
—No puedo creer que me preguntes eso —contestó con sequedad.
Los ojos de la muchacha se humedecieron. Sus palabras se sintieron como cuchillos atravesando su pecho.
—Allá es imposible dormir —explicó él, cambiando el tema—. No sabía a dónde más ir... Tenía la esperanza de que aquí podría descansar sin dar tantas explicaciones.
Connie se levantó al percatarse de que Matt dormía.
Ella no podía imitarlo, necesitaba respuestas y volver a dormir le era imposible en esos momentos. No le quedaba de otra que esperar a que él despertase.
Aquello ocurrió a la mañana siguiente, cinco horas después. El despertador fue el responsable de aquello. Ella apagó el aparato y retornó a su escritorio en donde pasó la noche en vela.
—Debo avisarles a todos que apareciste. —Fue lo primero que dijo al ver esos ojos azules clavarse en los suyos.
Matt se sentó en la cama, con su espalda pegada al respaldo. Fregó su rostro y sus párpados para luego rascar su nuca con ambas manos, de forma bastante lenta. Suspiró profundamente antes de girar su rostro en dirección a la chica. No supo qué decir. No quería hablar. Lo único que quería hacer era ducharse, beber algo y seguir durmiendo.
Connie esperó de la manera más tranquila que pudo, mientras su mente trabajaba a mil por hora. No quería recibir más palabras que dolieran, por aquella razón no haría ninguna pregunta hasta verlo levantarse de la cama. Sabía que Jake ya había salido de la ducha y que estaba en la cocina preparando el desayuno y, si Matt no quería al tatuado chico en la habitación haciéndole preguntas, tendría que comunicarse con ella. De cierta forma lo tenía entre la espada y la pared.
—¿No tienes escuela hoy? —preguntó Matt luego de un extenso silencio.
Connie se cruzó de brazos. Unos golpes se escucharon en la puerta.
—Dormilona, ¿estás ya en pie? —dijo Jake desde el otro lado y ella se levantó rápidamente.
—¡Por favor! —suplicó Matt con ojos llenos de pánico después de colocar sus pies sobre el piso, preparado para correr hacia la ventana por si la muchacha intentaba abrir la puerta.
Connie lo observó antes de retornar la mirada a la puerta.
—Sí. Bajo en unos minutos —gritó en dirección a la madera.
—Bien. Yo me voy en quince. Debo ir por Kate.
—Entendido. Ten un buen día.
Toda esa breve conversación se dio bajo un intenso juego de miradas entre los dos chicos encerrados en la habitación. Connie debía admitir que disfrutó mucho ver a Matt muerto de espanto.
Tenían la casa para ellos solos nuevamente, pero ya nada era igual. Ese deseo por estar cerca de él, por tocarlo y besarlo, se había esfumado en el mismo momento en que él se marchó aquella noche, dejándola en un mar de lágrimas.
Matt se levantó.
—Debo avisarles a todos que apareciste —repitió Connie.
—¿Y qué les dirás? —Su tono fue tan desafiante que los ojos de la chica se cristalizaron.
Un silencio extenso los invadió. Connie no fue capaz de responder o de insistir con que lo correcto sería avisar que él ya había aparecido. Estaba exhausta de toda la situación.
—Iré a la ducha. Podemos hablar después —mencionó él.
Cuando ella escuchó el agua caer pudo sentirse lo suficientemente a salvo como para llorar. «¿Qué ocurre conmigo?», se preguntó. Tuvo a Matt acorralado y pudo haberlo amenazado, sin embargo, los papeles se invirtieron fácilmente y terminó siendo ella la que debió ceder.
Se giró hacia su escritorio y vio el cuaderno que contenía los pensamientos que transcurrieron por su cabeza mientras Matt dormía en su cama. Se acercó para leerlos. Entre varios borrones y gotas de lágrimas se alcanzaba a leer:
¿Por qué desapareciste?
¿Tanto error hubo en nuestro encuentro?
Tú también lo deseabas.
¿Por qué me dejaste sola bajo la lluvia?
Me sentí un error.
Quisiera odiarte.
Te veo durmiendo. Te escucho respirar. Te siento lejano.
Haces que me sienta culpable por querer odiarte.
Te lo mereces, por huir y por no enfrentar tus problemas.
¿Soy yo tu problema?
Quisiera odiarte de nuevo.
Yo sólo quería ayudarte.
Creo que estoy repitiendo la misma historia contigo.
Quisiera odiarte.
Me odio.
Matt entró al cuarto casi una hora más tarde. Vestía ropa de Jake y lucía renovado.
En su ausencia, Connie decidió que lo iba a dejar ir, es decir, si él quería volver a huir, pues que lo hiciera. Estaba física y emocionalmente cansada de todo.
Le informó que ella también iría a tomar una ducha. Sin esperar respuesta fue a encerrarse en el baño. Si lo conocía tan bien como ella creía, sabía que al salir él ya no estaría en casa, y esperaba de corazón que así fuese.
Se duchó, vistió y secó su cabello. Todo eso debió tomarle más de una hora.
Al retornar a la habitación, grande fue su sorpresa al ver a Matt sentado en su escritorio, escribiendo en una pequeña libreta.
—¿Tú escribiste esto? —preguntó, sosteniendo el cuaderno de la chica—. ¿Tienes más? ¿Escribiste algo más estos días?
Connie lo miró confundida.
—Fue casi lo único que yo hice —explicó él, mostrando las hojas de su libreta.
En efecto, esos días escribió y pensó en bastante material para futuras canciones.
Connie no entendió nada.
—¿Me lo das? —preguntó él, refiriéndose a la hoja de papel del cuaderno.
¿Para qué quería su escrito? ¿Se sentía feliz de que ella escribiera sobre él? ¿Quería guardarlo como un recuerdo?, fueron algunas de las preguntas que surgieron en la cabeza de ella.
—Dylan está muy preocupado por ti —mencionó después de ver cómo él guardaba el papel en su bolsillo.
—¿Lo llamaste? —contestó asustado.
Connie indicó con la mirada su celular sobre el escritorio, respondiendo de esa manera.
—Tú deberías llamarlo —indicó ella.
—Debemos hablar primero. —La única razón por la que él permaneció en esa casa fue para darle un cierre a la situación. Así podría volver a retomar su vida, sobrio y sin ella insistiendo por respuestas.
Connie sintió su estómago apretarse. No quería hablar con él. No quería escucharlo decir lo arrepentido que estaba y que debían pretender que lo de aquella noche nunca pasó. No se sentía lista para eso.
—Sé lo que me vas a decir —se apresuró en mencionar ella.
—Fue un error.
Connie desvió la mirada, aguantándose las ganas de llorar.
—Nadie debe saber de eso, jamás —agregó Matt—. Necesito estar seguro de que no se lo dirás a nadie.
Sus miradas se toparon.
—Fue una equivocación y no se volverá a repetir. Por eso mismo es mejor que nadie lo sepa —continuó él.
Ella tragó saliva para despedazar el imponente nudo que se había formado en su garganta. Estaba tan exhausta que no quiso llevarle la contraria. Sepultó su angustia y con serenidad mencionó:
—Podemos llegar a un acuerdo.
Observó cómo sus palabras hicieron que él se colocara rígido. Se sintió bien volver a tomar el mando, aunque fuera por un breve segundo.
—¿Qué quieres? —Matt empuñó sus manos.
—Cuando fuimos a buscarte donde Adam, Dylan subió al despacho y yo aproveché de comprar heroína...
—¿¡Qué hiciste qué!? —la interrumpió con estupor.
—Ayúdame con eso —continuó y dio unos pasos hacia su closet.
—¡Espera! —gritó muy fuerte para detenerla—. ¿Tienes heroína aquí?
Ella asintió y el chico se transformó; comenzó a temblar y sus ojos vagaron por todo el cuarto. Connie lo miró asustada.
—¿Dónde está? ¡No! ¡No me digas! ¿Está en tu closet? No me respondas —se contradijo mientras temblaba entero—. Cielos... ¿Por qué me dijiste eso?
—Matt, cálmate. —Lo tomó por los hombros.
Él se liberó con furia y sus pasos marcaron un rápido camino hasta el closet. Comenzó a revisar cada compartimiento, uno por uno, hurgando descontroladamente entre medio de toda la ropa que alcanzaban sus temblorosas manos.
Después de un minuto de intenso trajín, se detuvo.
—No te puedo ayudar con lo que me pides —mencionó él con voz agitada.
Connie no supo qué decir. Nunca lo había visto así.
—No quiero que termines como yo —confesó él—. Debes deshacerte de eso... Es basura de todas formas.
—Matt, yo. —Se enmudeció porque se arrepintió de contarle que la iba a probar igual.
—La que venden allá no es buena, la mezclan con otras mierdas. Si te la metes vas a tener un mal viaje.
Connie lo observó con serenidad. Por eso mismo necesitaba su ayuda. Él sabía de esas cosas, sabía dónde conseguir de «buena calidad», sabía la dosis necesaria, sabía cómo prepararla y cómo usarla.
—Ayúdame —insistió ella.
Matt negó con la cabeza.
Su postura se había tornado frágil. Se notaba que estaba batallando contra algo que Connie desconocía, algo poderoso.
Ella se sentó en la orilla de la cama. El cansancio la estaba invadiendo y su cuerpo le reclamó por las horas de sueño que le debían. Por el otro lado, Matt se sentó en el suelo. Pegó su espalda a la pared y ahogó los sollozos que quisieron escaparse.
La chica lo estudió con detalle. Un intenso y súbito deseo de consolarlo la invadió sin vehemencia.
Caminó hacia él. Dejó que sus rodillas tocaran el suelo antes de tomarlo con delicadeza por el rostro. Se vio reflejada en esos ojos que siempre le han atraído.
Observó sus labios y su respiración se aceleró. Quería besarlo con tantas ganas en ese momento. Quería demostrarle que lo suyo nunca fue un error y que estaban destinados a juntarse.
Matt sacó fuerzas de no sabe dónde y se levantó.
¿Iban a seguir jugando al gato y al ratón?, se preguntó ella, todavía sentada en el suelo.
—Llevo días limpio —confesó él mirando el cristal de la ventana—. Y no ha sido bonito... para nada bonito —recalcó, teniendo en mente cómo los síntomas de la abstinencia han hecho estragos con todo su cuerpo sin piedad.
Connie se levantó y se paró frente a él.
—No puedes siquiera imaginarte lo difícil que ha sido todo esto para mí —continuó Matt—. Lo que escribí en estos días lo refleja... Eso es de lo único que me siento orgulloso.
—Matt...
—No insistas, por favor. No te voy a ayudar con lo que me pides. Tendrás que pedirme otra cosa.
—No quiero nada más.
Matt le devolvió una expresión de desilusión. Tristemente, sabía que era cierto.
Ella, en cambio, lo observó con ojos repentinamente vívidos. Ya no se sentía herida, ni débil. Lo deseaba de igual forma que hace unos días y quería intentarlo una vez más.
Llevó sus manos al final de su suéter y se lo quitó por encima de su cabeza. Lo tiró al suelo y miró con intensidad al chico frente suyo. Luego llevó sus manos a los botones de su blusa. Desabrochó uno, desabrochó otro y desabrochó el siguiente. Se detuvo de golpe cuando sintió los labios de Matt sobre los suyos.
La potente dependencia que había controlado a Matt hace un momento se esfumó tan rápido como llegó y su deseo se enfocó solamente en la chica.
Al separarse por oxígeno, él reconoció nada más que pasión en ese par de ojos que lo contemplaban como si fuera una de las grandes maravillas del planeta. Adoraba cuando ella lo miraba así.
Subieron a la cama.
Ella contestó de forma impaciente el nuevo beso que él le dio. Entrelazó sus dedos en la oscura cabellera del chico, sintiendo el dulce aroma de su cabello recién lavado.
Matt se enderezó sobre la cama, apoyado en sus rodillas, y se enfocó en deshacerse del calzado y el pantalón de la chica. Rozó con la punta de sus dedos el muslo izquierdo de ella antes de subir su mano hasta su rostro.
—Dios, eres realmente hermosa —le susurró, acariciándole la mejilla.
La chica sintió que el pecho le iba a explotar. Besó los labios del chico con urgencia. Luego se apoyó de sus codos para intentar sentarse, pero Matt se lo impidió y la volvió a recostar. Sus manos se fueron directo a la pretina del chico, como si fueran su presa, pero él volvió a impedirle que lograra su cometido. Cambió la táctica e hizo un ademán por quitarse su blusa, volviendo a ser interrumpida.
—¡Matt! —gruñó frustrada y él le sonrió con malicia.
—Déjame a mí hacerlo. —Dirigió sus dedos a los botones de la blusa y empezó a desabrocharlos de a uno.
Connie lo observó con detalle. La situación le pareció demasiado erótica como para soportarlo en calma por más tiempo. Quería desnudarlo y quería tenerlo entre sus piernas. Lo besó nuevamente y sus manos, en aquella oportunidad, sí tuvieron la libertad suficiente como para quitarle la sudadera y la camiseta, mientras sentía que le desabrochaban su sujetador.
Matt le quitó las prendas con pausa, a diferencia de ella, que hacía todo apresuradamente. Él cargó su peso en ella para volver a recostarla. Tomó sus muñecas con firmeza, las que para ese entonces estaban intentando desabrocharle su pantalón, y las llevó a la altura del rostro de la muchacha, sobre la almohada.
—Quiero que sea lento —murmuró él.
—Me estás torturando.
Matt sonrió gracioso. Bajó su mano por el cuello de ella trazando una línea recta; pasó por su pecho, su seno, su estómago y se detuvo en el hueso sobresaliente de su cadera.
—Este es bonito —comentó él mientras rozaba su piel, formando un círculo diminuto. Luego miró a la chica directamente a los ojos y agregó—: Apuesto a que él no sabe que tienes un pequeño lunar aquí.
La respiración de la chica se aceleró, al igual que sus latidos. Su pecho subía y bajaba mientras sentía su vientre en llamas.
Los dedos de Matt siguieron trazando su camino, pausadamente, hasta llegar al tobillo de la muchacha. Se acomodó un poco y dejó que sus dedos recorrieran el mismo camino que habían trazado hace un momento, pero en el otro sentido.
Connie no lo soportó más. Cuando los dedos pasaron por su cadera, por encima de su ropa interior, se alzó para besarlo e intentar desabrocharle el pantalón, sin tener éxito. Una vez más, él la obligó a acostarse.
—Matt, ¡quítate los pantalones!
—Ahora entiendo por qué tú y él congeniaron tan rápido... Ambos son intensos.
—¿Por qué lo nombras tanto?
—Alguien tiene que hacerlo —respondió después de sonreír de forma presumida.
Connie se vio reflejada en sus ojos e intentó leerlos. Algo en su interior le advirtió que eso era lo máximo que iba a conseguir de él.
—Si crees que esto no va a contar como sexo sólo porque no estás...
—Lo sé —la interrumpió con voz calmada. Le acarició su rostro y agregó—: Déjame disfrutar de esto a mi manera.
La chica lo examinó con seriedad. Lo vio luego bajar su mirada y sintió sus dedos sobre su vientre. Su cuerpo se estremeció con el contacto y un leve temblor invadió cada parte de su anatomía.
Ella no quería ir lento. No quería seguir dándole en el gusto y hacerlo a su manera. ¿Qué hay con lo que ella quería?, se preguntó. Sacó fuerzas provenientes de su orgullo y lo alejó unos centímetros. Se sentó sobre la cama e intentó invertir roles.
Sin embargo, Matt la agarró con violencia una vez más y la obligó a recostarse. Con su mano izquierda rodeó el cuello de la chica, el que apretó con fuerza, provocando que ella dejara escapar un gemido grave.
Él la observó con rencor a medida que al agarre se volvía más duradero, sintiendo el pulso de la chica haciendo presión contra la palma de su mano. Sintió que el tiempo se detuvo por un instante. Cedió un poco el agarre una vez que ella le entregó una sonrisa.
—¿Quieres que pare? —preguntó él.
—¿Cómo vas a parar algo que ni siquiera has empezado?
Él sonrió divertido, apartándose de ella.
—Matt, ¡quítate los putos pantalones! —insistió en el mismo momento en que sus manos se dirigieron al abdomen del muchacho.
—No puedo —soltó mirándola a los ojos. Luego apuntó con la mirada a su entrepierna antes de agregar—: Físicamente no puedo.
Connie lo miró confundida.
—Fallé como amigo... Le fallé a la banda y le fallé a mi Jefe. Incluso fallé como hijo... y ahora fallo como hombre —murmuró con pesar—. Puede ser por la abstinencia, el cansancio o la culpa... Pero no puedo.
—Déjame intentarlo. —Le bajó su cremallera.
—Sólo estarías perdiendo tu tiempo —advirtió agarrándola por las muñecas.
Un silencio se formó.
La chica quiso suplicar; estaba muy excitada como para dejar todo hasta ahí. Sintió luego los dedos de Matt recorriendo su antebrazo izquierdo e hizo el intento por apartarlo, pero él la agarró con fuerza y rozó uno de los tres cortes que había en su antebrazo.
—¿Esto es por mí? —murmuró él.
Connie se soltó del agarre y se levantó. Comenzó a vestirse, sintiendo nada más que deseos de llorar.
—Supongo que ahora sí podrás odiarme.
A Connie le tomó un tiempo entender que se refería a su escrito.
—¿Eso quieres? ¿¡Es eso lo que has querido todo este tiempo!?
Él negó con la cabeza.
—Deberías irte —dijo Connie después de colocarse su pantalón—. Dylan está muy preocupado por ti.
Matt suspiró y la observó ensimismado en su culpa interna mientras ella se vestía.
—No se lo digas, por favor... No quiero perder a Dylan —confesó él de pronto.
—Pero él tiene que saberlo.
—No. ¡No! ¡Jamás debe saberlo!
Connie se mantuvo callada. Su posición era diferente, pero entendió que ese no era el momento para discutir sobre el tema.
—Matt, ¡espera! —Se apresuró en colocarse frente a él luego de verlo salir de la habitación, ambos ya vestidos—. Para mí todo esto está muy lejos de ser un error.
—Hablaremos de eso en otra oportunidad.
Connie asintió y él siguió con su camino.
Retornó a su cama con la intención de dormir. Su cuerpo necesitaba descansar.
Dos horas después la despertó su teléfono celular. Era Dylan, quien le informó de una forma alegre que Matt había aparecido.
Ella debió fingir alegría durante toda la conversación.
Sintió un peso imaginario caer sobre ella una vez que cortó la llamada. Mentirle a Dylan de esa manera fue espantoso. Él no se merecía eso, él merecía saber la verdad.
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♫ Chevelle - Closure
Hemos llegado a la mitad de la historia (son 39 capítulos en total).
Si quieres comentar algo en general sobre el avance hasta ahora, o tus expectativas por lo que vendrá, siéntete en la total libertad de hacerlo (pero con respeto).
En lo personal, estoy muy ansiosa de que lean todo lo que se viene ♥
Muchas gracias a todos y cada uno de ustedes por sus comentarios y votos ♥
Los quiere;
Poly Cares S.
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