Capítulo 17: Estruendos (Parte II)
Matt vio a su mejor amigo caminar en su dirección acompañado de Peter. Este era un mal escenario, pensó. Luego dirigió su mirada al interior del auto; la chica se había movido al otro extremo y estaba a punto de salir por la otra puerta. Retornó al vehículo con la intención de detenerla.
—Dylan se acerca —dijo él comenzando a fingir que todo seguía en orden.
Una vez en el auto, lo primero que hizo Dylan fue pasarle a Connie una botella con agua por entremedio de los asientos.
—Bébela toda —ordenó él antes de colocarse el cinturón de seguridad—. Jake me llamó. La Van se averió y necesitan nuestra ayuda.
Connie miró confundida la botella entre sus manos. Sintió el auto avanzar con su mente dando vueltas entre tres cosas: lo excitada que se encontraba, la identidad del nuevo chico que los acompañaba, y el beso con Matt.
Bebió varios sorbos de agua al sentir su boca extrañamente seca. Su teléfono comenzó a sonar, llamando la atención de todos en el interior.
—Es Jake —informó ella.
—No contestes —le ordenó Dylan. Jake debe estar muy molesto para llamarla ahora a ella, pensó con impaciencia.
Llegaron al estacionamiento del Bar, el que se encontraba tres cuartos de capacidad. El tiempo apremiaba. Dylan se bajó con apuro y le ordenó a Matt hacer lo mismo.
—Peter, estaciona tú. Nos vemos adentro —dijo Dylan.
El aludido fue con prisa a obedecer la orden.
Connie vio todo en cámara lenta. Por otra parte, reconoció el nombre y el rostro del chico que conducía el vehículo; Peter era a quien le compró cocaína hace poco más de un mes.
Su nuevo compañero, Peter, comenzó a cuestionarla con preguntas vagas a medida que caminaban hacia el local como, por ejemplo, de dónde conocía a Dylan y si ya había venido. Connie lo observó extrañada y le respondió de forma breve, no quiso recordarle que ya habían hablado antes.
La conversación giró luego en torno a una historia divertida que Peter experimentó la semana pasada en ese mismo aparcamiento, lo que resultó con su moto averiada. Por ese motivo le había pedido a Dylan el favor de traerlo y dejarlo en su casa después del show.
Connie se río a carcajadas de lo tragicómico que fue su historia. Comenzaba a tener el subidón por la pastilla, el que se potenció con la música en el interior: Sabotage de Beastie Boys.
Los chicos entraron al local unos minutos más tarde por la parte trasera del escenario, después de echar a andar la Van que traía consigo sus instrumentos. Eran conscientes de que le debían una explicación al dueño por su leve retraso, por lo que hicieron eso antes de montar sus cosas sobre el escenario, para lo que iba a ser su tercer show en ese lugar.
A minutos de comenzar con la función, Dylan se acercó a los dos chicos, Peter y Connie, ubicados en medio del local, para confirmar que todo estuviese en orden. Peter le entregó las llaves de su vehículo y Dylan asintió.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó en tono dulce a la muchacha.
Connie lo observó con delirio.
—Debes beber mucha agua y alejarte del alcohol, ¿entendido? —continuó él, en tono autoritario esta vez.
La chica se le abalanzó a colgarse de su cuello y besar esos labios que hace un momento la habían tentado. Dylan respondió el beso por unos segundos antes de apartarse con una divertida expresión en su rostro. Le pareció cómica la manera en que ella reflejó su repentino deseo. Esa había sido su primera risa de la noche, pues todo el asunto con la casa de Adam lo tenía bastante molesto.
Tiempo más tarde él ya estaba sobre el escenario, preparándose para comenzar a tocar su guitarra y liberar tensiones.
El dueño del local presentó a la banda y le siguieron unos tibios aplausos desde el público. La banda abrió la noche con una potente canción que contenía un riff imposible de ignorar.
La música, ver a sus amigos sobre el escenario y, por supuesto, el efecto químico de la droga, hicieron que Connie comenzara a mover su cuerpo al ritmo de las canciones, disfrutando así el subidón de optimismo que le provocó la pastilla.
De vez en cuando se detenía a observar el despliegue escénico que montaban sus amigos; Matt estaba cantando con más ira que de costumbre. Cada palabra que salía de su boca la sentía tan personal como cuando la escribía sobre un papel. El chico estaba compartiendo sus pensamientos y sus sentimientos de la única manera que sabía hacerlo. En algunas ocasiones, después de terminar la frase de la canción, dejaba escapar un grito gutural que arrastraba con él parte de su frustración, ocasionando que el público se volviera loco.
Connie lo admiró fascinada. Por otro lado, a quien quería devorarse entero era a Dylan. Su desplante escénico le pareció cautivante. Todo de él se le antojó a medida que lo observa más y más.
La audiencia los ovacionó efusivamente una vez que terminaron su corto show. Sin duda alguna ya habían alcanzado un nivel superior. Ya no estaban para ser el grupo que abriera la noche y tocar solamente cinco canciones. Habían dejado la barra alta y la banda que les siguió no obtuvo la misma recepción.
Pese a eso, Connie disfrutó de ese show de igual forma, bailando junto con Peter, ya que sus amigos se habían vuelto populares y muchas personas entablaron conversaciones con ellos.
Era parte del trabajo, lo sabían. En el mundo de la música debían crear una buena red de contactos para tratar de alcanzar otros escenarios y así hacerse conocidos dentro del Estado. Posterior a eso podían comenzar a soñar con grabar un demo, conquistar el país y después el mundo. Nada los iba a detener.
Casi dos horas más tarde, Dylan se acercó a la muchacha, quien para ese entonces bailaba con un chico desconocido. Él la tomó por la cintura y la guio hacia la pared, que era un sector más tranquilo para conversar.
En otra situación, aquello le habría molestado a la chica, porque lo habría sentido como una acción posesiva y ella puede bailar con quien quiera, pero en ese momento lo encontró idóneo.
Lo besó con lujuria una vez que llegaron al sitio.
—Connie... —Se alejó del agarre unos centímetros.
—Vamos a otro lugar —susurró ella acariciándolo por encima de su abdomen.
Dylan sonrió divertido. Olvidó así decirle que habló con el resto de sus amigos y concordaron que ya era hora de marcharse.
Al no obtener respuesta, la chica le entregó otro beso, uno tan animado como el anterior, haciendo que él comenzara a ceder.
—¿Qué tienes en mente? —preguntó él.
—Tú y yo. En mi cuarto. Ahora. Vamos —respondió con pausas entre medio, haciéndola ver más impaciente.
Dylan rio por lo bajo. Su idea sonaba agotadora, muy opuesta a lo que él tenía en mente para esa noche.
—No, Connie. Es hora de irse a casa. —Tomó la mano de la chica. Alcanzó a dar unos pasos en dirección a la salida hasta que ella se abalanzó para abrazarlo por el cuello.
—Vamos al baño —pidió ella de puntillas para alcanzar la oreja del chico.
Dylan le entregó una mirada repleta de incredulidad.
—Esa es la pastilla hablando por ti —mencionó él.
Connie sonrió ampliamente, dejando ver su dentadura y reflejando vigor por sus ojos. Para él eso fue una postal encantadora.
—Vamos, Dylan, sé que es tu fantasía.
Él volvió a verse reflejado en esos ojos marrones llenos de vida que, junto a su lenguaje corporal, hacían lucir su oferta demasiada tentadora. Por unos segundos se imaginó con ella encerrados en un cubículo del baño jadeando como bestias.
Suspiró profundamente y volvió a tomar la mano de su compañera.
—Quizás en otra oportunidad —dijo antes de dirigirse a la salida, con la chica a su siga.
Afuera los esperaban Matt y Peter.
—Hablé con Jake y dijo que se quedaría hasta mañana en el departamento de Kate —le informó Dylan a Matt mientras los cuatro chicos se encaminaban hasta el vehículo.
Dylan abrió la puerta trasera de su auto, detrás del copiloto, y le indicó a la chica que debía subirse.
—¿Nos vamos? —preguntó ella.
—Sí, Connie. Sube al auto.
—Pero... aún hay música adentro.
Él la tomó por el brazo y con ojos suplicantes insistió con su petición. La chica lo observó por un segundo, luego se giró para ver a Matt y retornó a Dylan. Se introdujo al auto al sentir lo tenso del ambiente, lo que le causo algo de temor. Peter también subió al auto.
—No sabemos si ese idiota le dio algo más —comentó Dylan al girarse hacia Matt.
—¿A qué te refieres? Yo estaba ahí.
—Sabes tan bien como yo que el estado de euforia se le irá en cualquier momento, y no creo que sea buena idea que esté sola para cuando eso ocurra.
Matt frunció el labio.
—Y no sabemos si salió de allá con alguna otra cosa. Podría incluso hacer una estupidez. Preferiría que la acompañemos.
—¿Ambos? —Matt arqueó una ceja.
—¡Por supuesto! Fue idea tuya ir allá.
Matt se mordió la lengua para no replicar. Él no se sentía culpable por nada.
—Apóyame —insistió Dylan en un tono endeble.
Si a Matt le molestaba la idea de hacer de niñero esa noche, a Dylan le molestaba tres veces más.
Él seguía enfadado por cómo salieron las cosas en casa de Adam. Estaba cansado por el espectáculo brindado y lo único que deseaba era estar dormido en su cama. A pesar de eso, no quería dejar a la chica sola, no en esas condiciones, sobre todo teniendo el terrorífico recuerdo del escenario con el que se encontró, un tiempo atrás, al verla desplomada en el piso de su alcoba. Él no se perdonaría jamás si algo le llegase a pasar a Connie por el simple hecho de preferir la comodidad de su cama por sobre su amistad.
Si él pudo quedarse un tiempo más para acompañarla y ayudarla a dormir en el día de su cumpleaños, ¿qué costaba volver a hacer algo por ella?
El silencio invadió el auto camino a casa de Jake, luego de haber dejado a Peter.
Connie miró varias veces a Matt, quien se encontraba sentado al otro extremo, pero él lucía tenso y nunca le devolvió la mirada. A ella no le quedó de otra que entretenerse mirando las luces de la calle y tarareando algunas de las canciones que sonaron por la radio. La última que se escuchó fue Maybe Tomorrow de Stereophonics.
Al llegar, Dylan acompañó a la chica a la cocina con la intención de servirle un vaso de agua y buscar algo que todos pudieran comer. Le dio a ella una banana que sacó de la frutera para después hurgar en los estantes por algo más contundente que lograse satisfacer el hambre de todos.
Luego de comer unos emparedados, Dylan acompañó a la chica hasta su habitación para cerciorarse de que se acostara a descansar.
Entretanto, Matt se ocupó de preparar el sofá con las cobijas y la almohada que había recolectado del closet del dueño de casa. Al terminar, fue al pequeño baño del primer piso a realizar su rutina nocturna antes de dormir. De vuelta en la sala, escuchó la voz de Dylan, quien le ordenó repentinamente que se detuviera mientras él iba en dirección al sofá.
—Yo dormiré ahí —indicó el rubio.
Matt lo observó perplejo.
—Connie ya se acostó. Tú duerme en la pieza de Jake. Despiértame si escuchas o notas algo extraño con ella —dijo Dylan caminando hacia el sofá.
—¿De qué hablas? Dijiste que no querías dejarla sola, ¿y vas a dormir acá?
—Sólo haz lo que te digo.
Matt odiaba cuando su amigo adquiría esa actitud de jefe sólo para darle órdenes.
—No hagas nada estúpido —le advirtió Dylan viéndolo subir por las escaleras.
Matt se volteó para responder con una estupefacta mirada. ¿A qué se refería?, pensó nervioso.
—En la pieza de Jake. No hagas nada estúpido que haga que se enfade más contigo —explicó Dylan en tono autoritario.
Matt bufó. Para su suerte todo lucía tranquilo en el segundo piso. En la pieza de Jake notó que cada cosa estaba en su sitio y que había un desagradable olor a incienso barato. No obstante, aquello no le desagradó tanto en comparación a la situación que lo tenía encerrado en ese lugar.
No sólo estaba molesto por hacer de niñero, sino que también por la discusión que tuvo con Jake antes del show, en medio de la calle, con la Van averiada; Jake descargó toda su furia contra él y lo culpó del retraso. El trasfondo de todo era que a Jake no le simpatizaba Matt, y este último lo sabía.
Recordar esa discusión lo disgustó incluso más. De pronto, se sintió acorralado en esa casa, en esa horrible pieza, vestido sobre las cobijas e intentando en vano de dormir.
Pensó en las pastillas que compró. En lo agradable que sería caer bajo sus efectos. Se volteó hacia su derecha al rechazar esa idea. Ya había tomado una en el Bar y sabía que debía racionarlas para cuando la situación fuese peor.
Escuchó de pronto la puerta del baño abrirse. Debía tratarse de Connie, pensó. Había transcurrido casi una hora desde que la perdió de vista. Esperó en calma hasta que escuchó los pasos de la chica retornar a su habitación.
Un largo suspiro se escapó por su boca.
A su modo de ver las cosas, él estaba atrapado en la habitación de una persona que lo odia y rodeado de otras dos que lo quieren controlar. Además, era cuestión de tiempo para que esas dos personas terminaran acostándose juntos. Tenía que escapar.
Sin darle más vueltas, se levantó y a paso rápido cruzó el pasillo en dirección a la escalera. Una voz conocida y perezosa lo detuvo antes de que la suela de su zapatilla pisara el peldaño.
—¿A dónde vas? —le preguntó Connie, a lo que él guardó silencio.
Ella se acercó hasta quedar frente a él y notó en sus ojos que algo andaba mal.
—No pertenezco a este lugar —soltó Matt con la voz entrecortada—. ¿Qué se supone que deba hacer? ¿Dormir en la pieza de una persona que me detesta? —bufó con desagrado—. ¿Y por qué? ¿Para qué? ¿Para que la conciencia de Dylan esté tranquila? ¡A mí me importa una mierda si algo te pasa! ¿De acuerdo? ¡No es mi culpa que...! —Se enmudeció al sentir la mano de la muchacha sobre su mejilla.
—Agradezco que estés aquí, Matt... así puedo ver esos hermosos ojos que tienes.
La respiración del chico bajó en intensidad. La molestia se había marchado junto con su deseo de destruirlo todo. Intercaló su mirada entre los ojos de la chica y sus rosados labios. Tomó su muñeca y con pausa hizo que ella la retornara a su lugar.
—Buenas noches, Connie —se despidió antes de volver a encerrarse en la pieza de Jake.
Otro suspiro largo abandonó su cuerpo tan pronto cerró la puerta tras él. Apoyado en la madera escuchó y sintió unos golpes desde el otro lado. Abrió con sigilo y se encontró con el rostro que había dejado atrás hace un rato.
Connie se sentía extraña, demasiado nostálgica como para querer estar sola. Desconocía el paradero de Dylan y no entendía por qué Matt estaba en el cuarto de su compañero de casa. No obstante, en ese momento no buscaba respuestas, buscaba compañía.
—Está molesto conmigo —mencionó ella refiriéndose a Dylan. Esa fue su conclusión una vez que Matt la invitó a pasar para contarle lo ocurrido.
—Con los dos —corrigió Matt—. Se le pasará por la mañana.
Ella se encontraba sentada al borde de la cama, con sus manos entre sus rodillas, y Matt estaba de pie, con la espalda apoyada en la pared.
—Me siento extraña —comentó cambiando el tema—, como si estuviera llorando, pero no siento las lágrimas.
—Es la pastilla. Enfócate en lo cansada que estás y trata de dormir.
Pausa.
—¿Puedo dormir aquí?
—Hazlo si quieres —respondió él, deseando tener un cigarro entre sus labios.
Connie se inclinó hacia su costado, sobre el edredón, adoptando una pose fetal.
—Lamento si te incomodé el día de hoy —murmuró ella—. A veces soy muy intensa cuando quiero algo. —Pestañeó lentamente, permitiéndole a sus párpados descargar el cansancio que traían consigo.
Matt no dijo nada.
—Quédate conmigo, por favor —pidió ella con voz adormilada antes de caer rendida al mundo de los sueños.
Los ojos de Matt se enfocaron inmediatamente en su silueta, en lo hermosa de ésta y en lo tedioso que era el estampado de conejos del pijama que ella traía puesto. Deseó de pronto que en la casa estuvieran solos para continuar con lo que empezaron en el auto y poder arrebatarle ese horrendo pijama. Tragó saliva y caminó hacia la repisa que se encontraba a un costado de la ventana. Ahí era donde Jake guardaba la marihuana.
Le bastaron un par de profundas caladas para que comenzase a sentir sobre su cuerpo el efecto de la sustancia. Esa sensación era fantástica.
Dylan apareció en el cuarto unos minutos más tarde. Lucía demacrado. Sus ojos vagaron por toda la habitación para tratar de entender qué estaba ocurriendo. Lo primero que asumió fue que su amigo le había dado marihuana a Connie.
—Lo acabo de prender —lo corrigió y extendió su brazo para ofrecerle el porro.
Dylan aceptó. Se sentó en la esquina de la cama que daba a la ventana para quedar cerca a su amigo.
—¿Qué hace aquí? —preguntó refiriéndose a la chica antes de devolver el porro.
Matt fumó lo último antes de responder:
—Quería saber dónde estabas y qué hacía yo aquí.
Dylan comenzó a reír; era muy típico de ella que anduviese buscando respuestas. Una leve tos le siguió, mezclándose con su risa. Cuando la tos desapareció, frotó su rostro con ambas manos. Estaba exhausto. En el sofá no logró descansar en lo absoluto.
Matt le indicó que deberían intercambiar, ofreciéndose para dormir en la sala.
—Duerme en la pieza de Connie —propuso Dylan después de negar con la cabeza.
Esa noche Matt volvió a tener vívidos sueños con la chica de protagonista.
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♫ Nine Inch Nails - Me, I'm Not
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