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Capítulo 10: Insomnia

Los seis chicos ingresaron al local llamado Insomnia Bar, un sitio ideal para albergar al público juvenil y entusiasta que buscaba divertirse viendo bandas de rock en vivo. No obstante, ellos no estaban ahí sólo por diversión, estaban esperando al dueño del local para acordar los horarios y beneficios que tendrían por tocar ahí viernes por medio.

El lugar era uno de los más populares de la escena musical nocturna con los que contaba la ciudad, y tener la posibilidad de tocar ahí entusiasmaba demasiado a los chicos que, aparte de llegar temprano, durmieron poco producto de la ansiedad.

Se sentaron en una mesa. La primera ronda de cervezas corrió por parte de Kate que, junto con Connie, eran las chicas del grupo.

El avance de los minutos colaboró con dos cosas: un incremento de personas y una disminución de sus cervezas.

Por un momento, Dylan abandonó la mesa porque se encontró con un amigo y juntos fueron a otro sitio a conversar. Connie reconoció inmediatamente a ese sujeto; él fue quien le entregó la cocaína a Dylan en una de sus fiestas.

Ella se quedó inmersa en sus pensamientos y no se percató de que sus amigos discutían sobre algo. Jake, que estaba sentado a su lado, tuvo que sacudirla por el hombro.

—¿Te sumas? —le preguntó el tatuado chico—. Estamos juntando dinero para la próxima ronda.

Connie les entregó una rápida y nerviosa mirada a todos. Después, sus ojos se dirigieron al centro de la mesa. Al parecer sólo faltaba ella. Introdujo su mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó un billete. Se levantó para darle la pasada a Jake, quien se ofreció a comprar más cervezas.

Aprovechó que estaba de pie y echó una mirada a todos los nuevos rostros del local. Unos jóvenes, que debían tener la misma edad que sus amigos, llevaban instrumentos a cuestas, dirigiéndose hacia el escenario. Detrás de ellos iba un sujeto fornido que usaba lentes ópticos. Matt gritó algo que ella no supo descifrar antes de correr hacia aquel hombre.

Cuando ella se sentó, Brad le explicó que a ese sujeto era a quien esperaban.

No transcurrió mucho tiempo para que, nuevamente los seis, se encontrasen bebiendo de la segunda ronda de cervezas.

Una ancha luz blanca enfocó el micrófono del escenario, al mismo tiempo que todo el resto de las luces del local disminuyeron en intensidad. El hombre fornido apareció para dar un cordial saludo a los aficionados. Se presentó y dio paso al inicio de una noche que tendría como protagonista a tres bandas locales. Al terminar su discurso hizo un gesto con las cejas en dirección a la mesa en donde estaban los chicos; era la señal que estuvieron esperando.

Ellos siguieron al dueño del local hacia un cuarto detrás del escenario.

Al quedarse solas, Connie y Kate se miraron y esta última hizo un gesto con su boca y ojos que la hicieron lucir vibrante, casi tan ansiosa como los chicos. Connie, en cambio, se disculpó de manera cordial y se levantó para ir al baño.

Ella se detuvo bajo uno de los focos del pasillo que llevaba al baño. Apartó algo de su dinero y lo colocó en el bolsillo trasero de su pantalón, el resto retornó a su chaqueta.

Qué suertuda era, pensó, cuando vio al amigo de Dylan caminar en su dirección.

—¿Tienes un minuto? —preguntó ella.

—Claro, preciosa, ¿qué estás buscando?

Connie contuvo su postura de chica seria y le preguntó si tenía cocaína para vender. El sujeto cambió rápidamente su faceta de galán por una expresión desconfiada.

A ella no le fue sencillo conseguir que aquel chico le vendiera cocaína, lo que la hizo pensar que tendría que aprender a tratar con gente así si quería mantener sus vicios, pues había quedado como una principiante y aquello le fastidiaba.

Fue al baño de damas y, esquivando los charcos de agua, entró al primer cubículo que encontró. Con mucho cuidado sacó algo de droga antes de aspirarla con fuerza. La euforia no tardó en invadirla, haciéndola sentir en la cima del mundo.

Cuando volvió a la mesa, Kate la invitó a salir para fumar. Los chicos seguían en su reunión y la chica mayor moría de ganas por saborear la nicotina.

—Apestan —comentó Kate refiriéndose a la banda que tocaba en vivo en ese momento, la primera de la noche.

Salieron a la pequeña terraza con la que contaba el local.

Kate le entregó a Connie uno de sus cigarros y de paso su encendedor. Aquello lo había hecho de una manera poco natural, demasiado distante y fría para el gusto de la chica más joven.

—¿Te puedo preguntar algo? —soltó Kate de pronto.

Connie asintió, entendiendo ya que existía una razón oculta tras la repentina salida.

—¿Hay algo entre tú y Jake?

La chica joven la miró con tremendo estupor. Negó con la cabeza y utilizó breves palabras para sentenciar que jamás ha pasado y jamás pasará algo entre ellos.

—No pretendo ofender, pero me pareció muy extraño que él y tú estén viviendo bajo el mismo techo sin ser parientes —mencionó Kate después de expulsar el humo por su boca.

—Él me está ayudando porque es un gran amigo —dijo Connie de forma escueta. Debió ser cuidadosa con sus palabras porque, hasta el momento, Kate no le simpatizaba del todo.

—Jake me contó que tienes algo con Dylan. —Lanzó la colilla al suelo—. Creo que hacen bonita pareja.

Connie la miró con odio.

—¿Entramos? —preguntó Kate y sin esperar respuesta ingresó al local.

Al quedarse sola, Connie botó todo el aire de sus pulmones mientras aplastaba con fuerza la colilla de su cigarro. Trató de calmarse antes de retornar al bullicioso lugar. Como no lo consiguió, aspiró un poco más de cocaína.

Adentro estaban todos sentados alrededor de la mesa, a excepción de Dylan, y con una nueva ronda de cervezas en sus manos.

Connie se sentó en la hilera con Kate al fondo, Jake al medio y ella en la orilla. Al frente suyo tenía a Matt. Brad estaba sentado al fondo, apoyado a la pared, frente a Kate.

Brad se apresuró en contarle las buenas noticias: El próximo viernes tocarían sobre el escenario de Insomnia Bar y serían los encargados de abrir la noche. Aquel chico no daba más del entusiasmo.

—Me alegro mucho por ustedes. Sé que se lo merecen —comentó Connie con una sonrisa.

De repente, ella notó de reojo que Matt colocó algo sobre la mesa. Sus sentidos se agudizaron y sus ojos se clavaron en la marihuana que él distribuyó sobre un papelillo. Hipnotizada, con una mezcla entre recelo y conmoción, observó cómo él preparaba con destreza un porro, el que luego encendió.

Matt fumó dos veces antes de extender su mano y ofrecérselo. Connie sintió todas las miradas sobre ella.

—Vamos, haz que corra —ordenó Kate, haciendo alusión al porro.

Connie escuchó que todos la animaban mientras los ojos de Matt no se separaban de los suyos.

—No seas tímida. Hay que celebrar —insistió Kate.

Connie tomó el porro con mesura. Cuando ocurrió aquel intercambio, ella podría asegurar que Matt le acarició la mano, en lo que debió ser una milésima de segundo. ¿Fue acaso parte de su imaginación?, se preguntó.

Le dio una fuerte calada al porro y tragó el humo. Una inminente tos la invadió mientras le pasaba el cigarrillo a Jake.

—¿Te gustó? Esto proviene de mis plantas —mencionó Jake antes de fumar.

Connie lo miró tratando de controlar su tos. Él parecía bastante orgulloso de su comentario.

—No sabía que... —La tos siguió.

—¿No sabías que Jake fumaba? —bromeó Brad para cuando fue su turno de tomar el porro, haciendo que todos rieran con él.

Era como si Jake fuera el rey de la marihuana y ella recién viniese a enterarse, al menos eso le dieron a entender con sus risas y bromas. ¿En serio no se había dado cuenta viviendo bajo su mismo techo? ¿En dónde tenía la cabeza? Pues de ser así se merecía esas burlas, pensó.

—Sabía que fumabas —mencionó ella al tener la tos bajo control—, lo que no sabía era que tenías plantas.

Jake comenzó a narrarle la cantidad de plantas que poseía y el lugar donde las guardaba. A su confesión se le sumó un largo discurso de lo beneficioso que eran y de toda la conspiración que había detrás para evitar que se comercialicen, y toda esa clase de opiniones que a Connie no le interesaban en lo absoluto.

Para cuando fue su turno de fumar de nuevo, ella se negó. No le gustaba el sabor de la marihuana. No le gustaba su efecto depresor. Simplemente no quería fumar más.

—¿En serio no quieres más? —preguntó Brad.

Connie negó con la cabeza mientras sentía la intensa mirada del de ojos azules sobre ella.

—Déjenla. Quizá quiera después —dijo Kate y se abalanzó a tomar el porro de entre los dedos de Matt.

Connie se levantó repentinamente y sin decir más se alejó de aquella mesa. No sabía a dónde ir, sólo quería salir de ahí y escapar de los comentarios de Kate, los que comenzaban a hostigarla cada vez más. También quería escapar de esos ojos azules que, cuando la miraban así, sentía sus piernas flaquear y su estómago comprimirse.

Caminó en dirección a la barra. A algunos metros de ahí se encontró con esa cabellera rubia que hasta para ese instante era de paradero desconocido.

Dylan conversaba con dos chicos. Antes de ir hacia él, ella fue al baño de damas a aspirar otro poco de coca. Con esa reciente euforia invadiéndola, apareció entre medio de la conversación con ganas de conocer a esos dos nuevos personajes.

—¡Con que aquí estás! —la saludó Dylan, sosteniendo un vaso plástico con whisky barato.

—¿Yo? —Levantó una ceja y luego le sonrió al encontrar graciosa su falsa expresión de sorpresa—. Tú eras el desaparecido.

—Tú no estabas cuando volvimos de la reunión —explicó él con aire de grandeza y le dio unas palmadas a la espalda de uno de los chicos—. Él es Andrew.

La chica estrechó la mano de Andrew y se presentó.

—Y él es Luke, su hermano —continuó Dylan—. También tienen una banda. Más tarde tocarán.

Andrew era el hermano mayor y su banda era del estilo screamo. Dylan los conoció recién esa noche. Qué bueno era él haciendo nuevos amigos, pensó Connie con cierto grado de envidia.

Los cuatro pasaron varios minutos conversando sobre música y los lugares que frecuentaban por las noches. A Connie se le hizo muy sencillo prestar atención a lo que decía cada uno e idear alguna respuesta para continuar con la conversación. Ya no tenía en su cabeza esos pensamientos negativos hacia ella misma, criticándose siempre cada palabra que saliese por su boca, y era una sensación increíble.

Aquella conversación casual terminó cuando ella siguió a Dylan hacia los baños. Quería hablar con él a solas, pero él tergiversó todo.

—¿Quieres acompañarme? —Posó sus manos alrededor de la cintura de la chica.

Connie le entregó una divertida expresión y le comentó que habló con su amigo hace un rato. Dylan cambió su postura y la observó con seriedad por alrededor de un minuto.

—Le compré tres sobres —agregó ella.

Los ojos del chico se iluminaron. Una amplia y contagiosa sonrisa apareció en su rostro luego de entrelazar sus dedos con los de la muchacha.

—Espero te haya tratado bien. Peter es un muy buen amigo mío —mencionó Dylan comenzando a balancear la mano que tenía unida con la chica, de forma juguetona.

Ella no era tonta, sus ojos le decían todo. Le pareció extraño que él no mencionara que también compró droga, ya que en un momento desapareció junto con Peter. Tuvo que preguntarle, pues no le gustaba quedarse con la duda.

—Conversamos y me obsequió un poco, como muestra de amistad —explicó él—. Con lo del auto, el dinero que traje es sólo para alcohol.

Connie le entregó una genuina sonrisa. Sacó de su bolsillo un sobre de la recién adquirida droga y se lo regaló. No fue necesario explicar que era una forma de agradecer todo lo que él había hecho por ella, y también, por todas esas veces que él le facilitó esa costosa droga. No estaban a mano, pero con ese gesto se acercaba.

Soltó una fuerte carcajada cuando él dio unos pasos hacia el baño y quiso llevársela consigo, ya que aún mantenían sus manos entrelazadas.

A regañadientes, Dylan tuvo que avanzar en solitario.

La voz familiar de un hombre que retumbó por los parlantes del local sobresaltó a la chica. Sin duda alguna era la de Andrew, que sobre el escenario presentaba a su banda. Era su turno de tocar y ella fue a sumarse como una más del público. Se ubicó perpendicular a la entrada del pasillo, a unos pasos también frente de la barra y algo lejos del escenario.

Cuando terminó la primera canción, sintió que la abrazaban con fuerza por detrás.

—No te volverás a escapar —susurró Dylan en su oreja, provocando una sonrisa en ella—. Iré por otro trago. ¿Quieres uno?

Ella negó con la cabeza.

Al volver, Dylan se paró detrás de ella y la abrazó con su brazo desocupado a la altura de su pecho.

Ambos miraron con detalle el espectáculo sobre el escenario.

Después de beber todo su trago y de deshacerse del vaso, Dylan la abrazó con más fuerza, todavía a sus espaldas. Luego hizo que ella girara su rostro e inmediatamente buscó sus labios para entregarle un beso, el que ella respondió con delicadeza.

El espectáculo sobre el escenario ya no era de interés para él. En su lugar, hizo que ella se volteara y la besó de nuevo, con más pasión esta vez. Sintió los brazos de la joven entrelazarse alrededor de su cuello y él aprovechó de acercar sus cuerpos.

Continuaron con el coqueteo, los abrazos y los besos durante unas tres canciones más.

¿Qué le dirían a Andrew o a Luke cuando preguntasen qué les pareció el show? Si en lo único que ambos se enfocaron fue en los labios del otro.

—Debiste traer tu auto —mencionó ella entre medio de otro beso.

—Podemos ir al baño.

Entre risas ella volvió a negarse ante aquella disparatada petición.

—Podemos ir al auto de Jake —propuso Dylan—. Puedo pedirle las llaves. —Intentó de sonar convincente cuando vio en el rostro de la chica otra negación.

—Debiste traer tu auto —repitió con una mueca burlesca.

Dylan le dio otro beso apasionado con la esperanza de obtener de esa forma una respuesta positiva. Sin embargo, Connie no cedió. Si ella hubiese estado tan embriagada como él, quizás hubiera aceptado hacerlo en un cubículo del baño o en el auto de Jake.

Connie se disculpó con él por tener que interrumpir el momento, pero debía ir al baño de damas.

Al salir ya no encontró más al chico. Lo buscó por mucho tiempo sin tener éxito. Sin desesperarse se acercó a conversar con la primera persona que encontró interesante.

Pasó casi dos horas con esa rutina: conocer gente e ir al baño a inhalar un poco más de cocaína. Llegó a un punto en el que ya no sintió más esa euforia después de usar la droga, fue ahí cuando decidió detenerse.

Debía encontrar a sus amigos.

Con todos los otros sitios descartados, sólo le quedó la opción del público, el cual presenciaba a otra banda tocar. Esa nueva banda era más popular porque la gente cantaba sus canciones y movían con más ímpetu sus cabezas. Debió ser eso o estaban todos muy ebrios, concluyó.

Estaba comenzando a inquietarse, los empujones y la falta de éxito la tenían así. «¿Y si se fueron?», pensó. Jake, Dylan y Brad no le harían eso. Matt sí, quizás. Todo sobre él era un misterio.

Una sonrisa se formó en su rostro cuando divisó a dos de sus amigos. Fue casi como encontrar agua en el desierto.

Dylan traía consigo una botella de cerveza casi llena y, por su estado, ella supuso que no había parado de beber desde que se separaron.

—¿Y Matt? —preguntó ella.

Brad bufó antes de responder que se había ido hace rato.

—Ellos son la última banda —explicó él alzando su voz para después sacar un porro del bolsillo de su camisa, el que rápidamente encendió.

Brad fumó un par de veces antes de pasárselo al chico rubio, quien lo recibió sin chistar.

—No, déjatelo —ordenó Brad cuando Dylan intentó devolver el porro.

Presenciar aquel acto provocó una gran inquietud en la chica, lo que ocasionó que se preocupase por el estado de Dylan. Por cómo él lucía, era una terrible idea que siguiera bebiendo y fumando marihuana.

Al menos podía seguir de pie, concluyó con cierta calma después de estudiarlo.

—¿Por qué no vino Emily? —le preguntó Brad de pronto, sacándola fugazmente de su trance.

Connie examinó con atención al chico del piercing en el labio. En ese instante fue muy claro para ella que Brad estaba interesado en su amiga Emily. De esa forma encajaron varias piezas en su cabeza que estuvieron mucho tiempo desparramadas en un segundo plano.

—Emily no es de asistir a lugares como este —respondió viendo de reojo a Dylan, quien comenzaba a tambalearse—. Además, su hermano llegaba hoy y quería ponerse al tanto con su vida.

—Pero el próximo viernes vendrá, ¿cierto?

Ella no pudo ignorarlo más; le quitó la botella a Dylan y bebió de esta, fingiendo que quería beber alcohol.

—Sí. La convenceré —le prometió a un expectante Brad después de tomar asqueada varios sorbos de la cerveza.

Para cuando se bebió el resto, sintió la mano de Dylan buscando la suya. De reojo lo vio con la mirada fija en el escenario. Ella sonrió en muestra de alivio y apretó su mano contra la suya. Parecía que esa era una nueva forma de comunicación entre ellos y le comenzaba a agradar.

La banda sobre el escenario informó que la próxima canción sería la última de la noche. Cuando los primeros acordes se hicieron escuchar, la gente gritó de entusiasmo. Se trataba de un cover de Smells Like Teen Spirit de Nirvana.

Connie no pudo evitar pensar en Matt, aunque no fueran su banda grunge favorita.

Jake junto con Kate se les unieron al final del primer coro.

—Vámonos —ordenó Jake.

Salieron de ahí en dirección a la calle donde estaba aparcado el vehículo de Jake.

Al llegar, vieron un luminoso letrero de comida rápida que los tentó al frente de la avenida. Jake, Kate y Brad fueron hacia allá.

Dylan, por otro lado, con bastante esfuerzo se sentó sobre la acera. Connie se sentó a su lado al entender que tendría que quedarse a acompañarlo.

Ambos permanecieron en silencio bastante tiempo hasta que él pareció volver en sí. Dylan le besó la mejilla y murmuró cosas que ella no logró entender. Por su tono de voz, ella podría asegurar que fueron frases coquetas y ladeó su cabeza con cierto grado de halago.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó ella con dulzura.

Dylan le respondió con una suplicante sonrisa que sobre su rostro no hacía más que demostrar su deplorable estado de ebriedad.

—Por favor, no vomites sobre mí —rogó ella en tono bromista.

—Yo no... no —murmuró negando con la cabeza—. Yo haría otras cosas sobre ti... Cosas que a ti te gustan.

—Dylan, ya olvídalo. No tendremos sexo hoy.

—Pero... —Tragó saliva—. No me has dejado darte un buen regalo de cumpleaños.

Ella lo miró directamente a los ojos antes de advertir:

—No te pongas vulgar.

Él sonrió fascinado al encontrar su molestia adorable. Se abalanzó a besarla, pero ella desvió la cara.

—Estás muy ebrio —respondió riendo antes de sentir un beso en su cuello—. Y apestas a marihuana.

Dylan apoyó su frente sobre el hombro derecho de la muchacha y comenzó a murmurar cosas sin sentido nuevamente. Su momento de lucidez se había esfumado.

Cuando los muchachos volvieron a juntarse, fueron con prisa hasta el auto. Brad ayudó a meter a un desorientado Dylan en el asiento trasero y Kate se sentó en el puesto del copiloto.

La primera parada fue la casa de Brad. La siguiente sería Dylan, por lo que Connie se apresuró en preguntar:

—¿Puede quedarse Dylan en la casa?

El tatuado chico le entregó una severa mirada por el espejo retrovisor.

—Déjalo. Así llegamos más rápido a casa —indicó Kate posando su mano sobre el muslo de su novio.

Jake sacó su celular. Buscó un número entre sus contactos y se lo entregó a Connie.

—Avísale a su madre —ordenó él.

—¿Yo? —Lo miró con una temerosa mirada.

Jake no contestó, sólo la observó con autoridad por el espejo retrovisor. Connie suspiró y marcó la tecla «Llamar».

******

Connie dejó a Dylan sentado en un sillón antes de ir hasta su cuarto por una frazada y una almohada. Para cuando salió de ahí, presenció una escena muy afectuosa entre Jake y su novia, quienes se encerraron en la habitación. Bajó a la sala sabiendo que después de ver eso no volvería al segundo piso.

Suspiró audiblemente una vez que arropó a Dylan en el sofá y colocó la almohada bajo su cabeza. Permaneció de pie un buen rato, con la mirada fija en el rostro dormido del chico mientras pensaba qué haría a continuación. Sus opciones eran dos: dormir doblada en el sillón o apretada contra Dylan. Bufó de forma irónica al sentirse ilusa por creer que podría conciliar el sueño así de fácil.

Prendió la televisión y dejó un canal que estaba transmitiendo una película sobre un crimen. Se sentó en el suelo, sobre la alfombra, entre la mesilla y el sofá.

Cuando el filme llevaba avanzado un poco más de una hora, vio a Kate que se dirigía a la cocina, en ropa interior y con la camisa que Jake usó esa noche. Connie logró ver todos sus movimientos desde el lugar en donde estaba; Kate la miró por sobre el hombro, ambas veces, de ida y vuelta.

Y eso había sido todo. Sin embargo, Connie lo sintió como si le alteraran su paz. Había algo en la forma que tenía Kate de mirarla que la hacía sentir extremadamente incómoda.

Suspiró al intuir que se toparía más a menudo con aquella mujer.

Una mano sobre su hombro la asustó. Miró hacia su derecha y se encontró con la aturdida mirada del chico rubio.

—Necesito ir al baño. —Dylan se levantó confundido al notar que era la casa de Jake.

Cuando él volvió se sentó al lado de la muchacha, en el suelo, y le pidió explicaciones sobre lo que acababa de ocurrir.

Connie no supo descifrar qué tan lúcido se encontraba él. Su voz era grave y sus pupilas estaban dilatadas, pero su mirada era apacible y sus gestos razonables. Le narró todo lo sucedido y al hacerlo se sintió estúpida; no supo qué explicación darle cuando él consultó por su estadía en la casa.

—Creo que me sentí culpable —dijo ella mirando la horrenda y anticuada alfombra bajo su cuerpo.

—¿Culpable? ¿Y eso por qué?

—No lo sé, Dylan. —Se enfocó en la pantalla del televisor—. Te vi tan mal que sentí que era mi culpa.

—No entiendo —murmuró apoyando su cabeza en el hombro de la chica.

Ella trató de ordenar sus ideas, las que eran bastantes y se atropellaban entre sí. Suspiró antes de continuar:

—Hubo un momento en que nos separamos y yo antes te había dado coca. Cuando te vi después, no lo sé... Me asusté mucho... Jamás había visto a alguien así de desorientado.

Él le sonrió y le confesó que no recordaba nada.

—Creo que tampoco me agradaba la idea de que tu madre te viera así —dijo Connie y sus miradas se encontraron—. Pensé que lo mejor era que te quedaras acá.

—Y así podrías cuidarme.

Ella se sonrojó. Volvió a mirar la televisión con más preguntas que ideas esa vez.

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♫ The Black Crowes - Struttin' Blues

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