8
Capítulo 8 | Ceder a una locura
Por segunda vez en esa noche, mis zapatillas volvían a aplastar la hierba del frío suelo. La reunión había tenido su fin poco después de asignarle un clan a todos los restantes novatos sobre las 11:40.
En mi mente ahora mismo reinaba un caótico desorden. Seguía sin comprender lo ocurrido.
El caso es que, tras que Max leyera mi número asignado de cabaña, yo me perdí. Incluso me atreví a murmurarle que se había equivocado, que ese no era el número que había escrito, pero me ignoró completamente y actuó como si nada.
Cuando llegué junto con mis compañeros, les informé de lo ocurrido, pero lo único que recibí como respuesta fueron unas miradas asesinas con intención de que me callara de parte de todos y un «luego te lo explico» de Nathan.
Tras haber terminado la sesión los jefes de cada grupo se pusieron de acuerdo en que saldría un grupo de cada vez, solo para no levantar sospechas y para tener menos posibilidades de ser pillados por un monitor. Fuimos el penúltimo grupo en salir.
Ahora el sonido de pisar hierbas y ramas secas era lo que poblaba en el ambiente, aunque no me demoré en arruinarlo.
—¿Y bien?—hablé— ¿Qué diablos es lo que ha ocurrido allí dentro?
Nate hizo un ademán para que hablara más bajo.
—No te lo dije adentro porque teníamos que esperar a estar alejados de la gente -se explicó el chico—. Podríamos decir que hemos comprado a nuestro selector de clanes.
—¿Disculpa?
—Me colé por detrás de Max mientras Jorge terminaba de hablar —admitió— E hicimos un pacto. Al final lo convencí y te reservó para nosotros. ¿Era lo que querías, no?
—Sí, sí. Gracias. —balbuceé— Pero no entiendo. ¿Cómo es que ha aceptado?
Megan señaló la cabaña de donde veníamos por encima del hombro con un gesto de la cabeza.
—Nos hemos aliado con los Jota.
—¿Qué? —titubeé— ¿Eso vale?
—Tampoco es que valga, —se excusó la chica— pero aparte de ellos y nosotros nadie sabe nada acerca del trato, y si sigue siendo así, no tendremos problemas. Además, nos conviene. Los Jota son un grupo fuerte.
—¿Qué ocurre si alguien más se entera?
Megan se tomó unos segundos para pensarlo mientras seguíamos caminando.
—Nadie más se enterará.
Tragué saliva y recé para mis adentros para que Megan estuviera en lo cierto. Si Megan no me quiso decir sus consecuencias, quizás tendría sus razones. No me quise ni imaginar lo que podría pasar si tal cosa ocurriera.
La verdad es que me sentía un poco perdida con todo el tema. Parecía una cucaracha mareada andando de un lado a otro sin saber qué es lo que hace.
Como diría mi querida abuela, «Estás más perdida que un pedo en un jacuzzi».
No era necesario que me dijeran que, a pesar de todas las bromas que se debían pegar los unos a los otros, la gente se quería.
Tenía que evitar a toda costa hundirme en mis negativos pensamientos. Intenté pensar en otra cosa, cualquiera, pero de repente lo único que apareció en mi mente fue la odiosa figura de Iván. Me llevaba atormentando desde mi llegada. Sigo sin comprender por qué hablé en esta mañana. ¿Tanto costaba permanecer callada? Podía simplemente haber ignorado el tema y darle por culo, pero no, yo tenía que haberme intrometido.
A veces consigues ser realmente ingénua, Audrey.
Os confesaré algo sobre mí. Sí, es verdad que me cuesta algo socializar. Sí, es verdad que la mayor parte de las veces prefiero estar sola a estar acompañada. Pero si hay una cosa que odio es sentirme impotente. Sentir que los demás tienen poder sobre mí, sentirme inferior.
Creo que se podría decir que por eso estoy mejor sola: menos amistades, menos con quien poder compararme. Es mejor así.
En fin, cada loco con sus manías.
De pronto a Cody se le ocurrió romper el silencio que poco a poco se había formado, y admito que me sorprendió un poco lo que dijo:
—Hoy los Dinamita se comportaron como unos imbéciles. A la hora del almuerzo.
Giré el cuello para mirarle a la cara. ¿De verdad pensaba eso? Estaba a punto de responderle algo, cuando Megan se me adelantó.
—Como unos imbéciles descerebrados-le corrigió Megan.
—Como unos simios imbéciles descerebrados-añadió Nathan con una pequeña sonrisa, haciendo énfasis en la penúltima palabra— No olvides lo de simios.
Ante este último comentario de Nathaniel, no pude evitar soltar una carcajada. Mis compañeros de cabaña no tardaron en juntarse a mí, y rápidamente formamos un gran coro de sonoras carcajadas hasta después de varios segundos. Creo que incluso vislumbré una fugaz sonrisa en el rostro de Harley, que llevaba todo el día callada, aunque como era de noche no estaba del todo segura.
Era reconfortante ver que se preocupaban mínimamente por mí. No pude evitar elevar ambas comisuras de mi boca hacia el cielo nuevamente.
—Gracias. Por intentar animarme, digo. —me apresuré en añadir.
—Pff, no hay de qué. Todos sabemos que los Dinamita son una basura. Además, eres nuestra amiga y estás en nuestro bando. Nadie se mete con los Media Noche.
Solté una diminuta risita nerviosa. Si no había escuchado mal, Nathaniel me acababa de etiquetar como «amiga». Puede que lo hubiera hecho con el único fin de subirme el ánimo, pero me sentí agradecida igualmente. Porque me tuviera en cuenta.
El resto del camino hacia nuestra cabaña fue pacífico, pero no incómodo. Podría jurar que se había formado una especie de aura de compañerismo a nuestro alrededor, y se sentía realmente bien.
Cody sacó las llaves de la cabaña desde dentro de su bolsillo y las acercó a la puerta de nuestra cabaña número 6.
—No me jodas, no veo el cerrojo. —dijo al rato por intentar encajar la llave a ciegas.
—Yo te ayudo. —se ofreció Nate.
Tras un eterno medio minuto, el cerrojo cedió. Pasamos todos a dentro de la casita de madera y Nate, que fue el último en entrar, cerró la puerta. Luego se quedó mirando fijamente el suelo de una forma tan extraña que, tengo que decir, me provocó preocupación hacia él.
—¿Pasa algo, Nate?
Él siquiera se molestó en hacer nada. Mis compañeros se voltearon a ver qué le sucedía, pero Nathaniel no movió ni un dedo.
—Oh Dios.
—Mierda.
—Por la Santísima pichula.
De esta vez fui yo que me giré a verlos. Parecían verdaderamente alarmados. ¿Qué estaba pasando? ¡¿Qué estaba pasando?!
—¿Está Nathan sufriendo de un ataque cardíaco? ¿Deberíamos llevarlo a la enfermería...?
—No. —me interrumpió Cody lentamente— Nate actúa así siempre que tiene una idea de puta madre. No te le acerques demasiado porque corre el riesgo de explotar.
En otras condiciones, me lo tomaría a broma, pero en esa ocasión lucía tan serio que ya no sabía ni qué pensar o hacer. Aunque, no puedo negarlo, di un paso atrás, por si las moscas.
—¿Y qué sucede?
—Dale unos segundos.
Nathan no tardó más en reaccionar. Esbozó una perturbadora y a la vez encantadora (qué rara combinación) sonrisa y lentamente elevó la cabeza hacia nosotros. Denoté una pizca de picardía en sus ojos.
—¿A quién le apetece una pequeña caminata nocturna?
Megan me apartó por el hombro con un ligeramente brusco toque de mano y se acercó al chico hasta quedarse muy cerca de él.
—¿Qué tienes en mente?
—Lo sabes... A nadie le mola quedarse con un mal sabor de boca antes de irse a dormir.
—Explícate, hermano. —exigió Cody desde detrás de mí.
Nathan se rascó la nuca divertido y luego prosiguió a tocarse la barbilla.
—No os pareció bien lo que sucedió esta tarde en el comedor. No nos pareció bien.
—Sigue. —insistió Cody, impacientándose.
—¿Y si...?
Nate no terminó la frase, como si le divirtiera que nosotros mismos intentáramos adivinar la propuesta. Yo no entendí exactamente qué es lo que quería decir (en verdad no entendí nada), pero al parecer Cody lo pilló al instante, porque se resfregó el pelo con ansia y se frotó la frente mientras soltaba aire, nervioso.
—Me voy a la cama. —anunció Harley de repente, a la vez que salía de allí sin añadir más.
Escuché sus pasos al subir las escaleras y se como luego se cerró una puerta.
—Hermano, eres enfermo. Ni de puta coña.
—Vamos, Cody. Será divertido. Además, se que estarías encantado.
—Nos van a puto pillar. Nos van a puto pillar en el puto primer día.
—Oye, tío, relájate. Será una rapidita.
—No. —intervino Megan cuando por fin pareció entender a qué se referían—. De ninguna manera. Negativo. Ni se te ocurra.
—Tarde. —le sonrió Nate— ¿Te apuntas, Audrey?
El chico me alzó una ceja, confiante, aunque pude denotar un tono de súplica en su mirada.
—No tengo ni idea de qué estáis hablando.
—Les echaremos una a nuestros queridos vecinos.
—¿Qué?
—Tan solo iremos a devolverle una pequeña bromilla a los Dinamita. ¿No es lo que quieres, McCain?
Tragué saliva grueso. Podía estar en ese campamento desde hace tan solo horas, pero me habían dejado bien clara la prohibición de salirse de las cabañas a partir de las 11:10. Ya bastante nos habíamos arriesgado con salirnos antes. Imagínate ahora. A las doce menos cinco. Salirse y jugarse a que te pillen los monitores, y encima, haciendo algo completamente indebido.
Es cierto que quería devorvérselas a Iván y a su estúpido clan. Muy cierto.
Pero no ahora, ni aquí, ni nunca. Ni siquiera es el momento, a estas horas.
Por mucho que me tiente.
¿Porqué lo peligroso es siempre tan atractivo?
Sin embargo, gracias a los cielos, aunque fuera tarde seguían quedándome unas pocas neuronas. Mi sentido común actuó defendiéndose con la primera excusa que se le vino a la mente.
—¿A estas horas? Es muy tarde, son las doce...
Esperé pacientemente a su reacción. La excusa me parecía haber sido buena, pero Nathan negó con la cabeza, sonriente.
—Dime, Audrey. ¿Porqué crees que nos llamamos los Media Noche? Actuamos mientras todos están dormidos. Ese es nuestra táctica. Somos el club nocturno.
Tragué saliva, sin saber qué decir. Nathaniel quería guerra. Quería arriesgar su cuello solo para ir junto con nuestros queridos vecinos y gastarles una que otra broma, además, a altas horas de la noche, y corriendo el riesgo de ser «cazados» en el acto. Sentí, por segunda vez en esa noche, cómo mis manos empezaban a sudar.
—Esto... yo...
—¿Preferirías quedarte aquí, durmiendo en tu cómoda cama, a devolvérselas a nuestro clan más rival? ¿A conseguir que Iván se la trague como el inútil que es? ¿A hacerle tragar su orgullo?
Tragué más saliva, como si eso le bastase como una respuesta.
En mi cabeza traté de hacer un esquema de los puntos a favor y en contra que tenía ceder en aquella burrada.
Puntos en contra:
-Es muy tarde y mañana nos despertarán a las seis.
-Los monitores nos pueden pillar.
-La broma puede salir mal.
-Todo está muy oscuro afuera, por lo que no veríamos un pimiento.
-¿Cómo demonios haremos para no tropezarnos al no ver nada?
-Pueden no estar dormidos todavía y que se den cuenta de nosotros, en otras palabras: me cagaría viva.
Puntos a favor:
-Si la broma sale bien, sería fantástico y divertido a la vez.
-Quiero que Iván se trague su orgullo por una maldita vez.
Y no, no es que me haya olvidado de rellenar más puntos a favor. Es que no los hay. Unirse a esto se ve como una cosa que solo alguien insano haría.
Sin embargo, he de admitirlo; aunque los puntos a favor sean menos, se ven mucho mayores y tentadores que los demás.
—Vamos, Cody, Megan. Será genial.
—Nos pueden pillar.
—¿Y? No sería la primera vez. Además, se lo merecen.
—¿De verdad que tienes ganas de hacerle una visita al Sargento Dalton justo en el primer día?
—No será necesario. No nos pillarán, ¿sí? Seremos sigilosos.
—A veces odio formar parte de una banda que se dedica a atacar por la noche —sonríe Cody frotándose la cara frenéticamente—. Pero está bien. Iré si somos sigilosos.
Nate hizo un gesto de contentamiento.
—Si Cody va, yo también. —suspira Megan.
De pronto toda la atención decae en mí. Me rasco la barbilla en señal de nerviosismo. ¿Qué hago? ¿Me quedo? ¿Me la juego? ¿Me la juego a perder el cuello?
Pero, como no podía haber otra forma de pasar, tomé la decisión ingenua.
—Iré, pues.
Nathan se levantó de golpe y nos sonrió pícaramente.
—Prepararos para una noche de locos, hermanos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro