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Mejillas de Fresa.

Echando el colado en la construcción, reparando autos en el taller, cuidando que nadie se ahogara en la playa y porsupuesto pescando, Alberto se estuvo matando con el trabajo sólo para no tener que pensar en lo que la pelirroja le había dicho

Claro que no lo admitiría pero sus palabras habían resonado más en él de lo que quiso admitir o demostrar, pero no de la forma en la que uno pensaría.

Ese día era su turno de atender la pescadería, para él era el trabajo más aburrido y tedioso de todos, estar detrás del mostrador y sólo esperar que los clientes llegaran lo ponía ansioso.

"Creo que le gustas", pfff, sí claro, y él era el señor Vespa. Para Alberto estaba claro que su amigo no sentía nada más por él que una simple y sincera amistad, el problema en todo esto era que quizás y sólo quizás el moreno se había emocionado un poco con la idea de que fuese verdad.

Y así es como uno entiende el dilema del joven de 19 años, por fin se dió cuenta de que todas las cosas que hacía por el menor pudieron comenzar por un sentimiento de amistad, pero este había evolucionado a algo más intenso.

Para matar el tiempo tomó un pedazo de madera y comenzó a tallarlo, no tenía una figura en mente pero la sensación de la madera cortándose lo calmaba, o así fue hasta que vió que lo que había tallado en esta era "Luca".

Desganado, dejó el trozo de madera y su navaja de lado, al parecer no le quedaba de otra más que enfrentarse a su mente.

Bien, primero que nada, le quedaba claro que Luca no lo quería de esa forma y que Giulia era una tarada, entonces, ¿porqué estuvo evitando al de orbes canela? Su incomodidad para con este nacía de otra parte, la forma en la que veía a su amigo cambió en cuanto si quiera imaginó la posibilidad de que el de piel durazno lo quisiera "así", la imagen de un Luca sonrojado y nervioso en su presencia lo hacía sentir raro pero extrañamente bien, como si le gustara la idea de ser el objeto de afecto del pequeño.

Una sonrisa juguetona adornó su cara, su amigo podía llegar a ser jodidamente tierno.

"Espera, no!" Se recriminó, ¿qué son esas ideas? ¿Porqué le interesaría gustarle? ¿Porqué le GUSTARÍA gustarle? No era como si aquel de dulces pecas le atrayera, cierto?.

Dentro de su embobamiento no le importó que Macchiavelli se escabullera por el mostrador y robara un pequeño pez, tras unos segundos de observar a la nada por fin reaccionó y persiguió al gato, siendo respondido con arañazos.

-Escucha gato, aquí se paga para llevarse la mercancía- el felino le regaló una de sus clásicas miradas de desinterés-.

En realidad no le importaba tanto, el gato robó un pescado tan pequeño que nadie notaría que lo tomó, entonces decidió poner a su mascota en el mostrador y desahogarse con él, un pescadito por hacerle compañía le parecía justo.

-No sé que hacer, por un lado me siento raro estando con Luca pero al mismo tiempo quiero verlo, el verano no es para siempre y lo último que quiero es desperdiciar el poco tiempo que tenemos- Macchiavelli se limitó a tirar al piso la navaja del de pantalones holgados -No comprendo porque ahora estar a su lado me pone tan raro y ¿feliz?, No lo sé, es extraño- se recargó en el mostrador y hundió su cabeza entre sus brazos, jamás se alejaría de Luca pero esas sensaciones lo obligaban a hacerlo.

Macchiavelli había terminado de comer por lo que se paró y de un salto bajó del mostrador pero una de sus patas empujó por accidente el pedazo de madera tallado a la dirección de Alberto, este levantó la cabeza para ver el nombre de su amigo en ella y lo tomó.

Luca, Luca, Luca, era lo único en su mente "Que me estás haciendo?" pensó, su expresión de preocupación cambio por una conmovida.

Pues no era un secreto, Alberto siempre supo que su amigo tenía una apariencia enternecedora, con esos ojos grandes y brillantes, unas pecas que parecían salpicaduras de pintura sobre una piel lisa y suave como tela de la mejor calidad, esos cabellos ondulados que se mecían con el viento pero no se despeinaban, Luca le recordaba a esas doncellas que se describen majestuosas en los cuentos de hadas que solía leer de pequeño.

-Es como si no fuese real- se dijo en voz baja.

Recordó el primer momento en que vió a Luca, el contrario estaba ahí, pastoreando a los peces cabra, de inmediato quiso acercarse y conocerlo pero le apenaba verse como un niño raro y no saber de qué hablar, fue así como armó toda esa pantomima de despertar la curiosidad del de escamas color menta dejando un rastro de objetos de la superficie y así mostrarse como un "experto". Rememoró cuando se lo reveló al de ojos canela y su corazón casi se derrite al recordar la adorable risa que este le regaló al saber la verdad.

Luca había cambiado su vida, él lo ayudó a salir de esa isla, pero también le ayudó a ver qué podía confiar en más gente, lo ayudó a ver que ya no tenía que aferrarse a aquello que lo lástimaba, le enseñó a soltar tanto lo que le dolía como lo que amaba.

Amar.

Comenzó a reflexionar, desde aquel verano en el que se conocieron todas las acciones que tuvo con el menor podían considerarse actos de amor: Alimentar su deseo por conocer el mundo, darle un empujón para vencer sus miedos, arriesgarse a ser descubierto durante la carrera sólo para ayudarlo, rogarle a la familia del pequeño que lo dejaran ir a la escuela, vender su Vespa para comprar el boleto de tren para Luca, trabajar en distintos lugares para pagar su colegiatura, dejarlo ir para que cumpliera su sueño, aún si esto significaba separase de él.

Tanto tiempo le llevó darse cuenta de sus propias emociones, aún con las obvias señales que él mismo se daba. Sonrojarse hasta con las más pequeñas muestras de cariño que Luca le entregaba, su constante anhelo por hacerle feliz, ese torbellino de alegría que lo invadía cada vez que el verano se acercaba y por consiguiente la llegada del de cabellos arremolinados, justo ahora se sentía como un completo idiota por no verlo antes.

Supo que estaba enamorado de su mejor amigo con todas estas realizaciones pero se le confirmó una vez dió paso a nuevos pensamientos, pensamientos como creer que el menor se veía increíble con sus gafas para leer, que su forma de vestir tan "formal" lo hacía ver cómo un principe, considerar que cada palabra que salía de la boca de Luca (si bien no las entendía) eran sonidos dulces que lo hacían querer cómprale más y más libros para que aprendiera más y hablara más, su cabello, su voz, sus ojos, su risa, sus pecas, y no lo hagan empezar con sus adorables mejillas de fresa, el joven Paguro no lo sabía, pero ponía al moreno en las nubes con un sólo movimiento.

Se llevó ambas manos a la cara, ¿Qué era todo esto? ¿De verdad estaba pasando? Oh acaso lo que le vendió doña Marta el otro día no era cilantro?.

Aún con esas, la sonrisa en su cara no desaparecía, Luca siempre tuvo el don de ponerlo de buenas y ahora a sabía el porqué.

Pero siempre tiene que haber un problema y ahora Alberto debía preocuparse por cómo expresar sus al fin entendidos sentimientos.

-Día tranquilo?- Massimo entró a la tienda con una nueva carga de pescado, y notó como aún había mucha mercancía sin vender.

-Sí, más o menos- Ahora el señor pudo ver qué su hijo no tenía el ánimo de siempre, se veía más pensativo de lo normal.

-Pasó algo?-.

El jóven sólo necesitó pensárselo un par de segundos, su papá no lo juzgaría así que no había nada que temer.

-¿Qué se hace cuando uno está enamorado?-.

Bueno, la pregunta tomó por sorpresa al hombre de bigote. Durante mucho tiempo logró esquivar la "conversación romántica" pero hoy era el día.

-Porqué la pregunta?-.

-Bueno...Digamos que tal vez, tal vez me gusta un poquito Luca, qué se hace en esa situación?- podía tener mucha confianza con su padre pero eso no volvía la situación menos vergonzosa, no quería verse "cursi" frente al hombre que más admiraba.

Su padre sonrió, ya desde hace mucho sospechaba que su hijo iba tras el pequeño Paguro, ya estaba confirmado, sólo faltaba que lo confirmara.

-Pues eso depende de tí- el hombre tomó asiento tras el mostrador y continuó- tú decides si revelarle lo que sientes o guardartelo sólo para ti, aunque claro, la segunda opción nunca es la más satisfactoria-.

-Eso lo sé, la cosa es ¿Y si me odia por esto?- La idea de un Luca asqueado por él lo deprimía, si fuera por él serían amigos por siempre pero tampoco quería mentirle, también creía que decirle la verdad haría creer a Luca que le debía algo por pagarle la escuela, lo cual no era nada cierto, Alberto nunca pidió nada a cambio por ese favor y jamás lo haría-Luca y yo podemos ser mejores amigos, pero eso no cambia el hecho de que somos realmente diferentes, él es dulce, educado, inteligente, es amable, refinado, bello, pulcro, cortés, precavido, asombroso- decidió cortarlo ahí, tampoco aburriría a su padre con una lista de cosas que le gustaban de su amigo- yo soy todo lo contrario, soy descuidado, estúpido y no pienso antes de hacer las cosas, en ocasiones me pregunto porqué siquiera le agrado.

Esa era mucha información que asimilar, Massimo jamás pensó que su hijo mayor tuviese esos problemas de confianza, por lo general es decidido y ahora se veía vulnerable ante la idea de perder a Luca. Él conocía ese sentimiento, sentir que no eres suficiente para aquella persona a la que profesas tu amor, eso mismo le ocurrió con la madre de Giulia.

-Alberto- llamó poniendo su mano sobre el hombro del chico- Desde el día en que llegaste a mi casa me demostraste que eres alguien de valía, un joven fuerte y de espíritu inquebrantable, aún siendo un niño sobreviviste sólo por tu cuenta, ayudaste a tu amigo a encontrar valor y tuviste el coraje de mostrarte ante el mundo como lo que eres, yo sé que puedes llegar a ser impulsivo, pero jamás un estúpido.

El de mirada herbazal estaba atónito ante las palabras de su padre, sin duda estas levantaban su ánimo pero no lo convencían de dejar atrás su temor a ser abandonado por Luca.

-Pero...y si me rechaza?- Esa idea lo mortificaba, el de tes durazno era muy importante para él, que lo despreciara le suponía un gran dolor.

-Escucha hijo, existe la posibilidad de que él no sienta lo mismo- Aceptó el hombre- Uno no puede hacer que nadie se sienta de una forma u otra, pero el pequeño Paguro jamás ha dado indicios de despreciarte- eso era cierto, Luca era comprensivo y cariñoso con todos a su alrededor, en especial con su mejor amigo, jamás le recriminaba por no saber algo que el sí, jamás le hizo sentir menos por no ir a la escuela (Aunque Alberto tampoco quería ir), cada vez que estaban juntos aquel que le robaba suspiros le recordaba a cada segundo que lo quería- Puede que no te corresponda, pero si conozco a ese joven, sé muy bien que jamás te rechazaría, el te aprecia, puedo verlo, y sé que tú también.

Esas eran las palabras que Alberto necesitaba, una confirmación de que Luca jamás lo descartaría de su vida sólo por sus sentimientos.

Pensar en cómo estás nuevas emociones cambiaban todo lo ponía extrañamente feliz, estaba emocionado de explorar está nueva faceta de su vida y el que Luca fuera su primer amor le parecía perfecto, un regalo para lo que sería está nueva experiencia en su vida.

En un movimiento rápido se puso de pie y abrazó a su padre, estaba feliz de poder tener esperanza de nuevo.

-Graciad papá-.

-De nada hijo, pero ahora vuelve al trabajo, parece ser que por fin tienes clientes- el del mostacho se levantó tomando otro saco y red de pesca para volver al trabajo, y de paso mostrarle al de piel bronceada que una fila de clientes lo esperaba, suerte que dejó la puerta cerrada o todas esas personas hubiesen escuchado las desventuras amorosas de su hijo.

-Sí, ya voy- como antes se dijo, este era el trabajo más aburrido para Alberto, pero al menos ya tenía algo con lo que distraerse durante la jornada.

Las ideas de como demostrarle su recién descubierto amor a su mejor amigo lo invadían sin compasión, aunque siendo sincero eso no le molestaba.

Abrió la puerta dando paso a la clientela, esta vez con una gran sonrisa; El amor lo dejaría más atolondrado de lo que ya estaba.

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