Capítulo seis
Miraba ese florero que contenía las rosas que el señor Antares le había regalado ese día, se acercó para poder disfrutar el aroma dulce que emana de ellas.
De tan solo recordar la mentira que tuvo que soltarle a Dégel sobre aquel ramo le causaba gracia.
Solo a él se le había ocurrido mencionar cuando llegó a su hogar que fueron una rosas que se encontró tiradas en la calle.
- Me matan si les digo que me los dió el padre de Milo - Susurró alejándose de de mueble para mirarse al espejo para terminar de vestirse.
Había transcurrido el fin de semana, hoy era el nuevo inicio de clases aunque al cepillarse sus largos cabellos rojizos inconscientemente se llevó sus dedos a sus labios recordando aquel momento en el que Kardia terminó por despedirse con un beso inesperado.
Algo tenía ese hombre que le llamaba demasiado la atención, dos veces experimentar estar en sus brazos hizo que ese beso se volviera cada vez más intenso al grado de levantar inconscientemente la cabeza dejando a su disposición su cuello.
Solo recordaba las palabras de Kardia en ese momento cuando se dió cuenta al ver dónde podía llegar la situación.
Todo a su tiempo Camus.
Fue solo unos escasos segundos que perdió la razón, unos instantes en los cuales experimentó una corriente eléctrica recorrer su cuerpo de los pies a la cabeza.
Tan solo bastó que se perdiera en esos zafiro sin importar lo que pasara alrededor.
De tan solo recordarlo le daba vergüenza, tomó su mochila para poder bajar a la cocina y tomar su desayuno antes de irse, sin embargo al bajar las escaleras el sonido del timbre interrumpió su andar.
Sus padres ya no encontraban en casa, ambos se habían ido a trabajar pero Dégel procuraba dejarle su desayuno listo para su amado hijo.
Con pasos apresurados corrió hasta la puerta, se asomó primero por un pequeño orificio para ver de quién se trataba, grande fue su sorpresa al ver que ese hombre de cabellos alborotados azules lo esperaba portando un traje de color gris y sosteniendo un objeto entre sus manos.
Rápidamente abrió la puerta, jamás se hubiera esperado que el padre de Milo estuviera afuera de su casa.
- Buen día Camus - Respondió con una sonrisa al ver que fue ese hermoso pelirrojo quien salió a recibirlo.
- Señor Antares, buen día ¿A qué debo su visita?
- Espero que no estén tus padres, de lo contrario estarían preguntando la razón del por qué estoy aquí.
En ese momento Kardia le entrego una pequeña maceta, en el estaba plantado dos pequeños tulipanes de color rojo y blanco.
Alguna vez leyó en algún libro de la biblioteca el significado que tenían las flores; aquel día cuando le entrego las rosas rojas estás demostraban pensamientos como el amor apasionado, la inocencia, la pureza y la alegría, haciendo de esta flor un verdadero detalle de amor y pasión.
Los tulipanes son símbolo del amor sincero, entre los significados que tiene sus formas y colores se encuentran el enamoramiento, la pasión y el amor puro.
En el caso del color de los tulipanes los colores rojos al igual que las rosas demuestran pasión y amor incondicional, mientras que el tulipán blanco es muestra de un amor puro y sincero.
Esto le daba a entender que Kardia es sumamente un hombre dispuesto a demostrar sus sentimientos y sobre todo es muy apasionado.
- Amo sus detalles señor Antares, gracias.
- No tienes nada que agradecer.
Y ahí estaba de nuevo esa sonrisa que hacía perder la razón a Camus, en ese momento maldecia internamente que estuvieran en su casa, a la vista de los vecinos que están a la expectativa de lo que sucede alrededor.
De lo contrario se hubiera abalanzado sobre él para disfrutar de sus cálidos brazos como esa ocasión.
- Voy rumbo a mi trabajo , puedo pasar a llevarte a la escuela sin problema.
- ¿De verdad? - En su interior, Camus sentía un ligero cosquilleo en su estómago.
- Claro, si no te molesta.
Camus se llevó aquel tulipán rumbo a su habitación, no tenía problema en dejarlo en la sala o en la cocina pero conociendo a sus padres seguramente comenzarán con la interrogación por saber quién le lleva flores a su pequeño retoño.
Sin embargo Camus no diría que el padre de su amigo es quien comienza a llevarle detalles que le arrancan suspiros.
Colocó aquella pequeña maceta justamente a lado del florero y bajo corriendo por las escaleras, tomó su mochila y salió de su casa, el señor Antares ya lo esperaba con la puerta del lado del copiloto abierta.
- Es hora de irnos Camus.
Al tomar su lugar en el asiento, Kardia cerró la puerta y se dirigió a su lugar, cuando estuvieron adentro encendió el motor del auto y comenzó a manejar.
- Creí que Milo vendría con usted.
- Se fue más temprano que yo, dijo que pasaría por Kanon, al ver que me iría solo al trabajo decidí aventurarme a visitarte... Aunque tu padre me dedique miradas de muerte como en tu salón.
Las mejillas de Camus se tornaron un ligero color carmesí al escuchar esto - Yo, no sabía que mi padre se dió cuenta de esto.
Kardia comenzó a reírse sin soltar sus manos del volante y sin quitar la mirada de enfrente - Yo tampoco lo sabía ya que realmente no los conozco, sin embargo quien me dijo de ese pequeño detalle es la pareja de mi hijo.
Las calles comenzaban a tomar otra vista, siendo el mes de noviembre algunas tiendas comenzaban a cambiar productos por detalles navideños.
Unos meses más y Camus alcanzaría la mayoría de edad, si antes se quejaba de llegar a ser un adulto, ahora con mayor razón quería que ese día llegara.
- ¿Sabes Camus? Me gustaría conocerte más a fondo, saber tus gustos, lo que te disgusta... ¿Quieres salir conmigo en la tarde? Claro, si no hay algún problema.
Se quedó callado por unos momentos, luego recordó que hoy sus padres llegarían tarde, entonces no tendría inconveniente en salir con el señor Antares.
- Claro, sin falta.
- Muy bien, paso por ti a las tres de la tarde - Contestó tomando la mano del contrario dejando un beso sutil en el dorso de su mano.
Amaba perderse en esa mirada rubí, el color escarlata era su favorito y ese bello chico es todo lo que ha soñado en sus días de soledad, además de que su corazón era demasiado noble y sincero.
Logró sentir esa química entre los dos ese día cuando le robó ese ansiado beso.
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