Capítulo quince
Tranquilo... Despacito, subiendo a mi ritmo.
Al escuchar esas palabras con esa voz grave hizo que sus manos ligeramente temblaran, ya no había pretexto alguno, ni siquiera situaciones que no les permitieran estar juntos; es precisamente hoy el día en el que Camus cumplió la mayoría de edad y todo lo que estuvo aguantando por mucho tiempo se hacía realidad.
Kardia tomó al joven de las manos y lo acostó con delicadeza mientras él lo observaba con detenimiento queriendo memorizar cada momento, cada lunar... Ambos mantenían esas miradas de deseo, aquello que siempre anhelaron se estaba volviendo realidad.
No, no era un simple acostón como cualquiera, está vez era diferente; Kardia sentía como su corazón inquieto latía con fuerza amenazando salir de su pecho.
Camus llevó sus dedos al rostro del mayor sin perder ese contacto de sus miradas que desbordan sus más profundos deseos.
- Desde el momento que llegaste a mi vida, yo no espero a nadie más.
- Yo me enamoré de quién menos lo esperaba, de quién menos lo imaginaba pero el amor no se elige... Es quien no escoge a nosotros y siempre fuiste lo que he deseado. Feliz cumpleaños mi amor.
Kardia se acomodo sobre el cuerpo del pelirrojo, lentamente recorrió con sus dedos sus piernas despertando gemidos por parte del contrario.
Al llegar hasta la liga que Camus traía en su pierna sonrió con un toque de malicia y siguió deslizando sus dedos entre aquella tela para llegar hasta la entrepierna del menor.
- Me pediste ser de las dos formas - Respondió Kardia desatando el nudo de la bata, lo que encontró en ese momento hizo que su cuerpo se estremeciera.
- Kardia - Susurró Camus pasando sus manos sobre su cuerpo intentando calmar las ganas que quemaban su piel.
El señor Antares se levantó de la cama para acercarse a uno de los cajones que se encontraban en la esquina de su recámara, ante la mirada atónita de Camus este le mostró la misma corbata que le regaló en navidad y ahora la sostenía entre sus manos.
- Tu regalo se ha vuelto mi corbata favorita para usarla diario, me recuerda a ti a cada momento.
- Que vas hacer...
Kardia se sentó en la orilla de la cama, tomó ambas manos de su amado pelirrojo y con esa misma corbata roja ató sus manos, después con la parte restante de la corbata hizo un nudo en la cabecera de la cama a manera de que su amado pelirrojo no moviera sus manos.
- Quiero que te relajes y te dejes llevar por el momento.
Kardia se colocó frente a la mirada atónita de su pareja no sin antes regalarle un guiño coqueto justo en el momento que se retiró todas las prendas que llevaba puestas el señor Antares.
Ante los rayos del sol que se colaban a través de las cortinas blancas, Camus se mordió el labio inferior cuando esa luz de la ventana le daba la mejor vista de todas.
Por fin aquello que siempre deseó se volvía realidad, la piel morena de Kardia destellaba un tono bronceado sumamente exquisito, bajo su vientre se le podía apreciar varios vellos del mismo color que su larga y alborotada cabellera azulada; bajando un poco más la mirada aquel miembro que se encontraba totalmente despierto y sobre todo demasiado duro.
Camus pasó saliva al ver cómo una capa brillosa y viscosa transparente cubría el falo de Kardia.
Ahora mismo maldecía estar atado, de lo contrario se hubiera bajado de la cama y sin previo aviso tomaría entre sus manos ese palpitante miembro dispuesto a probarlo dentro de su boca, pero no.
Al señor Antares se le ocurrió la idea de atar sus manos y ahora le tocaba comenzar a experimentar lo que Kardia le tenía previsto para ese momento.
- Esto es injusto - Susurro Camus al sentir como aquellas fuertes manos acariciaban su cuerpo con cautela.
- Pero solo es el comienzo mi amor.
Sin darle oportunidad de que el menor le respondiera se abalanzó sobre su cuerpo para poder unir sus labios con los del contrario en un beso demasiado placentero.
Ambas lenguas disfrutaban de una lucha interminable por querer sentir un poco más allá de esas cavidades bucales.
Los ruidos provenientes de la fricción de ambos cuerpos hacía que los dos se olvidaran de todo, del mundo, del que dirán los demás.
- No sabes cómo he deseado este momento.
La lengua de Kardia se coló un poco más profundo en la boca del pelirrojo, ante eso Camus dejó escapar un gemido e inconscientemente abrió sus piernas para que Antares se acomodara entre ellas.
La bata que llevaba puesta Camus quedaba colgada a los lados de su cuerpo dejando al descubierto su pálida y tersa piel.
Con delicadeza pasó esas grandes y toscas manos sobre esa piel nacarada haciendo estremecer al contrario una y otra vez.
- Tan lindo y tan mío.
Los halagos de Kardia se volvían demasiado adictivos para Camus quien inútilmente cerraba sus párpados para intentar controlarse pero le resultaba en vano.
Ansiaba tenernos dentro de una vez pero por las acciones del mayor se dió cuenta que Antares no estaba dispuesto a querer profanarlo y ya, sino todo lo contrario, lo que deseaba inmensamente es llevar hasta la cima del cielo a su adoración escarlata con toques únicos para él.
- No comas ansias, me encanta ver cómo te derrites tan solo con un toque mío.
- Kardia... - Gimió arqueando su espalda al sentir como el mayor tomaba su falo y este comenzaba a masajearlo.
- Sabía que te gusta esto - Kardia de acercó al oído del menor para morder levemente su lóbulo y posteriormente delinear con la punta de su lengua hasta bajar a su cuello respirando ese aroma que emana del cuerpo del pelirrojo.
La masa muscular de Camus era menor que la de Kardia, sin embargo admitía que lo trataba con una delicadeza como ninguna otra.
Y aunque Camus no se consideraba alguien frágil le gustaba los tratos y caricias del mayor de los Antares.
- Prepárate para lo siguiente mi amor - Agrego Kardia robándole un beso apasionado mientras alcanzaba la botella de lubricante y aquella joya anal del mueble que se encontraba a la derecha de la cama.
- Que piensas hacerme - Cuestionó Camus al ver aquella brillante pieza, si bien sabía que va por detrás pero prefería mil veces que Kardia le enterrara su miembro de una vez por todas.
- No comas ansias belleza - Le contestó con una sonrisa que lo hizo estremecer - Después de esto pedirás más - Le mostró también un pequeño vibrador de color plateado sin dejar de mirarlo a los ojos.
- Dije que tendrías un cumpleaños inolvidable y lo tendrás - Kardia dejo esos objetos sobre el colchón, después se acomodó su cabeza entre las piernas del joven de cabellos escarlata para poder dejar unas leves mordidas en su entre pierna - Que vista - Dijo dándose paso entre sus nalgas para encontrarse con la entrada de su interior.
A Camus no le quedaba otra opción más que mover su cuerpo ante las caricias de Kardia, sin poder meter las manos la sensación era demasiado placentero, como si algo quemara su cuerpo por dentro.
- ¡Kardia, por todos los dioses! - Exclamó al sentir la lengua del contrario invadir su cálido interior.
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