
Serendipia
Las casualidades son circunstancias que no existen, que la naturaleza no cree como algo verídico y mucho menos aceptable pero, ¿cómo explicar cómo esos hermosos ojos verdes se toparon con un par de rubíes tristes?
Él tal vez no quería estar solo, pero no buscaba el amor. Y ese ser que tenía frente a él, era la fiel definición de eso, de amor y ternura pura.
El destino parecía una cosa tan alocada para su mente, siquiera la idea le mareaba: ¿Un ángel para un demonio? Ya había leído tantas novelas de aquella temática y jamás terminaban bien...
La casualidad tal vez era la mejor explicación.
Ambos en el parque, en un silencio tan grato que incluso los pequeños grillos arrullaban el ambiente con su música: una hermosa balada de amor.
“Oh, él también parece escucharla” piensa al ver las orejitas del azul moverse atentas a la hermosa canción y a pesar de eso, sus ojos aún se mantienen fijos en los suyos, admirándole con un encanto celestial.
La brisa, debajo de los árboles mueve el pelaje de ambos. Las nubes cantan felices y se burlan de los dos enamorados. Las mejillas melocotón se bañan en bermellón y las propias se salpican de pena.
«Lo hace, él nos oye» exclama la más pequeña de las nubes en su lejanía y se esconde entre las más grandes y oscuras. El sol se oculta igual entre risas y el erizo cobalto ríe mientras se coloca de pie.
Los carmines le observan atento, admirando a un ángel caminar en el pasto, con movimientos gráciles baila con las flores delicadas, las cuales acarician su piel como un trozo de seda Toma una rosa pequeña, triste y adormilada de uno de los rosales que separan sus caminos y la acaricia con cuidado antes de voltear de nuevo a la pequeña sombra que le ha observado atento.
Sonríe y retoma su danza hasta estar a un paso de su único espectador. Las pequeñas margaritas se burlan del esmero con el que admira aquel hermoso ángel y las abejas le alientan a hablar, más su voz es inestable, débil y cobarde ante semejante impresión. Se limita a saludar con la cabeza y girarse en busca de ayuda hacia el tronco que se encuentra a su costado.
—Hola —escucha un aterciopelado tono de voz que le impresiona y se voltea de nuevo, admirando semejante obra de arte que está allí, sentado junto a él. Balbucea torpemente y escucha de nuevo a la brisa burlarse de su pena —. No temas, no hago daño —ríe. Un timbre de voz tan dulce que las orejitas negras bailan encantadas antes de agacharse apenadas, sintiendo vergüenza de semejante forma de actuar —. Soy Sonic.
—Shadow —responde y ahora es turno del azul de cohibirse apenado, aquella voz tan gruesa parece haberle flechado y ahora las mariquitas se burlan de su ternura —. Mucho gusto.
Ambos se encogen no sabiendo qué hacer o qué decir. Los árboles aprecian la dulzura en dos almas inexpertas y abandonadas por el mundo, y se enternecen al saber que ellos están tan juntos, pero tan solos que amargan la hermosa escena de un parque frondoso.
«Es él... » oyen ambos y aquellas orejitas negras entienden que el mensaje tal vez no sea para sí, pero al ver al otro sonreír emocionado, con la rosa entre sus manos duda de su razón.
—Lo es —oye el dulce tono y la rosa triste le es extendida; Parece más bella aún al venir de unas manos tan perfectas, tan pequeñas a comparación de sus manos maltratadas. La impresión lo detiene un segundo pero pronto corresponde al sujetar la flor que abre más sus pétalos y parece emocionada.
Está siendo parte de una historia de amor... El sueño de cualquier flor...
—¿Dónde has estado durante todo este tiempo? —pregunta los belfos rosados en un susurro que asemeja al viento. Las manos oscuras juegan con la flor y después le permiten responder al dueño.
—Si te soy sincero, no tengo ni idea. Pero ahora estoy aquí, admirando un trozo de cielo...
El dolor ha disminuido, parece un descanso dudosamente merecido tras tan abrumadora tarea pero lo he admitido. Deseo correr de nuevo, aprovechar mis fuerzas y salir de este hueco que me consume, pero sé que las arenas movedizas solo esperan eso, un poco de lucha para ser otra vez absorbido a un vórtice maldito.
No quiero hacerlo, pero dudo de mi suerte; temo que mis sonrisas sean cobradas con sangre y mis risas con muerte.
Pero quiero arriesgarme, al menos así habré apreciado un poco de aquello por lo que todos dicen luchar pero nadie logra disfrutar...
Oh amor, ¿eres real?”
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