
Iridiscencia
Qué impresionante el cambio en el ambiente gracias a un simple sentimiento.
La bruma desalentadora bañada en grises opacos ahora se tornaba brillante y alegre, radiante en los colores más vivos apreciados por las almas tristes que parecían danzar a la par de esos dos seres rotos y aún así, llenos de felicidad.
Ambos enfrascados en una atmósfera dulce, llena de vida y emoción; abundante de olor a flores y luz de sol. Se sentía en un mundo paralelo, tan extraño e incierto que les causaba inquietud... ¿Así se veía todo a través de los ojos de un enamorado? Sí era así, ahora comprendían la necesidad de encontrarse en dicho estado.
Vivían maravillados con cualquier sensación, incluso más que en sus pasados nostálgicos y ahora hasta se comunicaban con la lluvia. Oh vaya historias tan largas les narraba en los atardeceres hasta la aparición de la aurora.
Y aún así eran concientes. Aquella burbuja no sería eterna, los colores perderían magia gradualmente y la lluvia perdería su interés en contar sus anécdotas, pero ellos querían apreciar hasta el último momento. Porque enamorarse es pasajero.
Una droga que en algún momento perdería su efecto.
Y solo cuando los grises reinaran nuevamente descubrirían si el amor era a la talla de dos corazones rotos y maltratados por la vida.
Pero mientras tanto reían junto a los rosales, recibían el cobijo de la luna y se acurrucaban en los campos de girasoles. El mundo entero se enfoca en ellos, cada día lo acentúa con radiantes rayos de sol y en la noche las estrellas bailan a su alrededor, cantando canciones de cuna para dormir a dos chiquillos tristes aferrados entre ellos.
«Mamá, ¿ellos son los de aquella historia? ¿Los angeles durmiendo en una nube? » pregunta la más pequeña de las estrellas una noche mientras velaban los sueños del par de enamorados. La luna sonríe enternecida y endulza los oídos de sus hijas con su risa.
«Tal vez... » la pequeña titila feliz y vuela entre sus hermanas, iluminando el cielo con su ilusión.
Y esos ojos verdes, radiantes en amor le miraron en su ensoñación, pidiendo un tierno deseo a la pequeña estrella fugaz.
"Estar eternamente juntos" ruega y se acurruca de nuevo en los brazos negros, ronroneando y siseando promesas inocentes. Tan puros como su relación, tan deseados como aquella emoción propia de dos corazones exasperados y heridos, y tan triste como las lágrimas que ambos habían perdido.
La luna le escucha y su sonrisa se llena de amargura. No todos los deseos eran tan fácil cumplirlos. Nada le costaba a la vida dejarles ser feliz, habiéndose topado entre un mar de gente.
Eran las piezas de un rompecabezas tan extraño, uno de únicamente dos piezas; ahora estaban juntas, encajando a la perfección. ¿No era suficiente aquello para llamar amor?
Pero la incertidumbre jamás los dejaría en paz, no estaría contenta hasta tenerles doblegados ante sus garras y ponerles en contra aunque fuere con sus propios pensamientos. Pero para ellos ahora no era momento de temer por eso. Mientras su cielo se mirara tintado por aquel enorme arcoíris, podrían ignorar la catástrofe que la tormenta dejó detrás.
Ahora solo eran ellos dos y nada más...
No hay miedo, ni tristeza, mucho menos dolor...
Por un momento creo que podré ganar esta lucha. Por un mínimo segundo me siento vencedor...
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